Ejecución [ft. Mei]
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Issei se encontraba de pie en el vestíbulo principal de la prisión imperial de Kirigakure, un lugar impregnado con la esencia de su sombría profesión. El aire estaba cargado de humedad y un leve olor a salitre, típico de la aldea oculta entre la niebla. Las paredes de piedra fría y rugosa habían presenciado innumerables actos de desesperación y violencia, y para Issei, cada grieta y mancha contaba una historia que él conocía demasiado bien. Con su capucha negra cubriendo parcialmente su rostro, observaba a su alrededor con la misma familiaridad con la que un granjero miraría sus tierras.

Era un hombre alto y con una presencia imponente. Sus ojos, oscuros y profundos como pozos sin fondo, reflejaban años de experiencias que habían endurecido su alma. Su cabello negro estaba cuidadosamente peinado, y su rostro, marcado por una cicatriz que cruzaba desde su ceja izquierda hasta la mejilla, daba fe de los peligros que había enfrentado. Vestía una armadura ligera de cuero reforzado, diseñada para permitirle una movilidad rápida y eficiente, esencial en su línea de trabajo. Un cinturón cargado de herramientas de tortura colgaba de su cintura, cada una de ellas afilada y pulida, lista para ser utilizada en cualquier momento. 

Mientras esperaba a su compañera, una novata kunoichi de la que apenas sabía nada, el Kenju no pudo evitar preguntarse por qué le habían asignado esta tarea. «¿Por qué a mí?» se cuestionaba en silencio, tamborileando los dedos enguantados sobre la empuñadura de su katana. Había llevado a cabo incontables misiones de este tipo solo, y la idea de tener a una inexperta a su lado le resultaba desconcertante. Una ejecución pública no era solo un acto de justicia; era una declaración de poder, una demostración de la supremacía del imperio de Boshoku. El prisionero que debían escoltar, un traidor a los ojos del régimen, serviría como un recordatorio de lo que les esperaba a aquellos que osaran desafiar la autoridad del Sujin. Sabía que cualquier error podría costarle caro, no solo a él, sino a la facción que representaba y en consecuencia a su familia.
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Pasivas
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Un chuunin, ¿eh? — Le provoca curiosidad, rara vez le encomiendan misiones a solas con un ninja de mayor rango. Aún está en esa etapa donde se le asignan solo labores realizables por gennins. Sin embargo, no le molesta, por supuesto que no. Trabajar junto a alguien que es más fuerte que ella y posee más experiencia, le puede servir para mejorar, y mucho. Eso sí, es consciente de que no puede tomar esto como un entrenamiento. Es una misión, ni más ni menos, y debe tomársela como tal.
 
Por lo informado, deben transformar a un traidor que será ejecutado. Puede tener compañeros que quieran liberarlo antes de su final, por lo que estar con los sentidos agudos es primordial. Por su orgullo como ninja, no quiere verse inferior a su compañero, independiente de la diferencia clara que hay entre ambos.
 
Viste tal como siempre, aunque, como ya se ha hecho costumbre, porta una especie de túnica de color negra, la cual sirve para protegerla de la baja temperatura. Al ingresar al vestíbulo de la prisión, se encuentra con la figura del chuunin. Ya se le informó previamente cómo es su apariencia, por lo que reconocerlo no es una dificultad para ella. Se acerca y realiza una muy leve reverencia en forma de saludo. — Buenos días, debes ser Issei. — Común es que se comporte de manera educada, sobre todo en momentos de trabaja. Mei se caracteriza por tener una conducta intachable cuando trabaja como ninja. Nunca ha habido una queja en su contra.
 
Puedes llamarme Acheron. — Como es costumbre, a no ser que esté obligada, no revela su verdadero nombre. Usar una especie de apodo es una estrategia psicológica para ella misma, para darse a entender a sí misma que está “trabajando”.
 
Supuestamente, el mayor le debe entregar información más extendida sobre lo que deben hacer. — ¿Qué se sabe sobre el sentenciado? ¿Es posible que busquen interceptarnos? — Conocer habilidades del transportado también puede ser de utilidad. Hay un largo tramo que deben recorrer, por lo que cualquier detalle suma. El dejar que escape puede meterlos a ambos en graves problemas, pues el imperio se destaca por no ser compasivo con los traidores.
 
De pronto, pasos ajenos a los de ellos dos presentes se escuchan en escena. Al parecer, todo esto está a punto de comenzar. Cierta emoción es palpable en el ambiente. Después de todo, así es la vida de los ninjas, no disfrutan del todo la tranquilidad.
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Última modificación: 18-05-2024, 06:24 PM por Kenju Issei.
Cuando la kunoichi se presentó en la escena, Issei la observó detenidamente, notando que era una muchacha joven, probablemente de unos 18 años, con una elegancia innata en su porte. Su actitud reflejaba la conducta de una ninja comprometida con su deber, y eso le dio al hombre una sensación de alivio. Era un buen augurio para la misión que tenían por delante.

Soy Issei, sí. Es un placer, Acheron —respondió, intentando sonar cordial, aunque su mente estaba ya en el próximo paso de la tarea─. El prisionero que escoltaremos es un antiguo compañero mío de la academia. Hasta hace poco, servía al imperio, pero un día nos traicionó. Intentó asesinar a su líder de escuadrón durante una misión clave y intentó revelar información vital a nuestros enemigos ─explicó, manteniendo su voz baja y firme.

Issei dejó que sus palabras flotaran en el aire por un momento antes de continuar, mirando hacia uno de los pasillos de la prisión, donde los pasos de los guardias ya se podían escuchar.

En principio, no deberíamos tener ningún contratiempo. Nadie es tan idiota como para interceptar una ejecución pública, considerando que hay guerreros del imperio por todos lados. Sin embargo, debemos estar atentos. Nuestro principal cuidado debe ser que el prisionero no intente escapar. Aunque dudo que pueda hacer mucho; en su último interrogatorio me aseguré de cortarle las manos para que no pudiera realizar sellos manuales. Aun así, es muy hábil en Taijutsu, así que no podemos bajar la guardia —informó, observando la reacción de Acheron a sus palabras—. Además, puede que necesites mentalizarte sobre formar parte de la ejecución. Dudo que hoy pueda estar presente la Sandai Sencho y su equipo, quienes normalmente se encargan de esto.

Los pensamientos de Issei retrocedieron a sus días en la academia, donde el prisionero y él habían sido buenos compañeros. Recordaba los intensos entrenamientos, las risas compartidas y ese sentimiento de camaradería que ahora se sentía tan distante y perdido en el tiempo. Aunque en lo más profundo de su ser le dolía llevar a su antiguo amigo hacia la muerte, sabía que debía mantener la fachada de un ninja ejemplar.

Finalmente, los guardias aparecieron, escoltando al prisionero. Encadenado de tobillos y muñecas, el hombre avanzaba con dificultad, su rostro estaba desfigurado por múltiples palizas y marcado por la derrota y el sufrimiento. Sus manos, reducidas a muñones, testimoniaban el brutal castigo que había recibido. Issei lo observó con una mezcla de tristeza y resolución, esforzándose por mantener una expresión impasible. Se acercó al prisionero, verificando que las cadenas estuvieran bien ajustadas y de que no hubiera posibilidad alguna de escape.

Nos aseguraremos de que llegues a la plaza central sin incidentes —dijo, más para sí mismo que para el otro. Su tono era frío, casi mecánico, una máscara que había aprendido a usar para ocultar sus verdaderos sentimientos—. Cualquier intento de escapar será inútil y solo te causará más dolor —añadió, sus palabras estaban cargadas de una frialdad que le resultaba cada vez más familiar y necesaria.

El prisionero levantó la mirada, sus ojos estaban llenos de resentimiento y dolor, y dirigió una súplica silenciosa a la joven mujer, implorando ayuda. El Kenju sostuvo su mirada por un momento, recordando al joven que había conocido años atrás. Sin embargo, el hombre frente a él ahora no era más que un traidor, alguien que había puesto en riesgo la seguridad del imperio y que debía pagar por sus crímenes. A pesar del tumulto de emociones que sentía, sabía que debía cumplir con su deber, sin importar el costo personal.
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Escucha atenta las palabras ajenas, pero es imposible que no se centre en el dato que considera más importante: existe una antigua relación entre Issei y el prisionero condenado a muerte. Esto no logra que cambie la expresión en el rostro de Mei, pero en el fondo sí le preocupa. ¿Habrá conflicto de intereses durante el transporte? Aquella duda comienza a disiparse cuando el Kenju sigue hablando. Revela haberle cortado las manos mientras lo interrogaba, lo que le muestra una imagen del chuunin más “confiable” en cierto sentido. Realiza su trabajo sin importar que haya posibles sentimientos implicados. — De acuerdo, tendré cuidado. — Sobre lo último no alcanzó a decir nada, pues llega el personaje principal de esta historia. Si bien Acheron no es alguien con experiencia en lo que a dar muerte se refiere, sí es una ninja con la capacidad de ejercer violencia extrema, sobre todo por su experiencia de vida donde vio demasiado a muy temprana edad.

Aquí viene. — Avisa, aunque es obvio debido al sonido de las pisadas. En ese lugar tan solitario, cualquier sonido se enaltece, siendo imposible que pase desapercibido.

Mientras Issei se asegura de que las ataduras del sentenciado sean correctas, Mei dirige palabras hacia los guardias que lo transportaron hasta ellos. — Es nuestra responsabilidad desde ahora, buen trabajo. — Luego, realiza una seña y el prisionero comienza a caminar lentamente, pues su estado no le permite más. Su apariencia es horrible, se nota que no la ha pasado nada bien luego de ser descubierto como traidor. Es lo mínimo que se espera, más aún después de haber intentado matar a un supuesto compañero suyo, algo inaceptable.

A sus ojos no pasa inadvertida la súplica que intenta. Mei solo se voltea, no queriendo mirarlo a los ojos. No le conmueve, pero tampoco es una ninja experimentada como para saber lidiar a la perfección con algo así. — Mi trabajo es llevarte a la muerte que tú mismo buscaste, no tenerte piedad. No intentes algo que será inútil. — Su voz expresa en su totalidad lo que es ella: rectitud pura. Rara vez se puede encontrar a alguien tan centrado en su trabajo, en querer cumplir las reglas y no fallar. Después de todo, desea ser como aquellos que la inspiraron a ser una fuerte kunoichi.

El prisionero, a quien llamaremos Heizo para más comodidad, cambia de objetivo. No olvidemos que conoce al chuunin desde hace muchos años, así que realiza su movimiento una vez ya los tres se encuentran fuera del lugar, camino a donde el fin de una vida llegará. — Issei… ¿por qué haces esto? Tú no querías ser un ninja, no te interesaba… ¡¿Por qué ahora intentas acabar con nosotros que tenemos sueños, metas, que queremos cambiar el mundo?! — Aquello lo dice casi gritando, también demuestra frustración. Y no es para menos, esta caminata es la última en su vida. Dentro de un tiempo, todo lo que fue, lo que soñó, sus pensamientos e ideales, seres queridos, familiares, su hogar, todo quedará atrás, todo quedará en el olvido.

Pero no se rinde. — Llevaste a la muerte a Sota, ahora a mí… ¿A cuántos más deberás darles muerte para ser feliz? El imperio solo nos quita las sonrisas a todos, ¿cuándo te darás cuenta de ello? ¡No eres el bueno, solo eres un matón! — Intenta debilitarlo psicológicamente, ¿lo logrará? Lo curioso es que él realmente piensa lo que dice, y sabe que esta la última oportunidad que tendrá para mencionar aquello y quizás sacarles utilidad.

Mei, preocupada de aquello, si bien se encuentra curiosa por todo lo que dice, su prioridad es la se que se cumpla la misión. — En ningún momento se te dio el permiso de hablar, traidor. Si estabas listo para matar, también debías estarlo para morir.
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Issei observó a Acheron con detenimiento. A pesar de su juventud, la muchacha mostraba una actitud decidida y comprometida con la misión. Había algo en su porte y en su mirada que reflejaba una firmeza poco común a su edad. Aunque le causaba cierta tristeza que alguien tan joven tuviera que participar en una ejecución, no podía evitar admirar su implicación y profesionalismo. Pensó en lo injusta que era que la guerra y las traiciones forzaran a la juventud a enfrentar situaciones tan crudas.

Mientras avanzaban hacia la plaza central, intentó ignorar las palabras del prisionero. Pero cuando Heizo mencionó a Sota, un doloroso recuerdo resurgió con fuerza, y una oleada de rabia reprimida recorrió su ser. El espadachín sintió cómo su control se tambaleaba momentáneamente, pero en vez de reaccionar con violencia, se obligó a mantener la calma. Continuó caminando, su expresión se mantuvo impasible, y respondió con frialdad calculada.

Tranquila, Acheron. Por lo menos dejémosle que se desahogue ─comentó a la joven, mostrando una leve faceta humana que aún mantenía—. Sé que siempre seré un matón a tus ojos, Heizo —respondió carente de emoción—. Pero al igual que tú, tengo sueños y objetivos. No me agrada tener que llevarte a la muerte, especialmente después de los momentos que compartimos ─sus palabras eran medidas, cada una calculada para transmitir su resolución─. Pero haré lo que sea necesario para proteger a la aldea y a los míos, aunque eso signifique que todos me odien, incluso aquellos a quienes más quiero.

Hizo una pausa, sin desviar la mirada del camino que tenían por delante─. Soy plenamente consciente de que la muerte de Sota fue mi culpa —admitió, y por un momento el dolor fue palpable en su voz, aunque no en su rostro—. Sin embargo, esta vez eres tú el único responsable de lo que está pasando ahora. Yo solo estoy cumpliendo con mi deber. El culpable de esto eres tú mismo por ser un inútil y actuar sin cabeza.

Los gritos desgarradores de otro prisionero, ya en la plaza central, resonaron a lo lejos, penetrando el aire con una crudeza que helaba la sangre. El sonido metálico de una espada cortando carne fue seguido por un silencio sepulcral, tan profundo que parecía absorber todo ruido. Los murmullos de los espectadores comenzaron a levantarse lentamente, creando una atmósfera cargada de tensión y expectación.

Ya estamos cerca —comentó a la kunoichi, su tono era firme, aunque estaba impregnado de una gravedad palpable—. ¿Estás preparada?

El prisionero, sintiendo que la sombra de su destino se cernía sobre él, hizo un último intento desesperado por salvarse. Su voz, quebrada por la desesperación, suplicó: — Por favor, no podéis hacer esto… Mi hija me necesita, solo tiene 8 años.

Los pasos de los tres resonaban con una pesadez ominosa en el empedrado del camino, como un tamborileo fúnebre que marcaba la última marcha de Heizo. La sombra de la ejecución se acercaba inexorablemente, cada paso llevando más cerca al traidor a su fin inevitable. El Chuunin, consciente del peso de la situación, mantuvo su mirada fija al frente, la determinación y el dolor se entrelazaban en su interior mientras avanzaban hacia el lugar donde la justicia implacable del imperio sería ejecutada.
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Mei opta por guardar silencio y tan solo deja a los viejos amigos hablar. No es un tema que a ella le compete, por lo que considera inoportuno involucrarse en temas que desconoce. Eso sí, cuando el intercambio de diálogos llega a su fin, nuevamente ella abre la boca.

Si tienes una hija, ¿no debiste pensar mejor cómo podías terminar al decidir ser un traidor? — Poco a poco, Mei comienza a experimentar nerviosismo. Escuchar el grito desgarrador no tan lejos y saber que pronto deberá estar en primera fila le afecta un poco psicológicamente. Se esfuerza en no demostrarlo, en que su rostro mantenga esa seriedad, pero sí se le ve más irritable, por eso no soportó más estar callada.

Heizo, en un intento desesperado por ganar tiempo, se lanza de rodillas al piso, negándose a caminar. Mei suelta un suspiro al verlo y se toma la frente un momento. Independiente de las palabras ajenas, el camino ha sido bastante tranquilo. Esperaba que fuera así hasta que la misión termine por completo, pero quizás sonaba demasiado bueno para ser verdad. — Ustedes no saben porqué hacemos esto, porqué nos jugamos la vida… ¡No entienden nada! — De seco se escucha la patada que da Acheron en el rostro del sentenciado, ocasionando que escupa sangre y caiga al piso. Al parecer, la fémina se ha cansado de escuchar.

Te dije que no intentes estupideces. Nuestro valor como ninja no titubeará por tus palabras, traidor. — Acto seguido, lo toma del cabello y, a la fuerza, lo obliga a levantarse. Él se resiste, intenta hacerse el pesado y no acepta colocar firme los pies sobre la tierra. — Nosotros solo… — Se calla un momento, sus ojos lagrimean. Se ve patético, pero impacta ante los ojos de Mei.

Yo solo… — La gennin le dirige una mirada a Issei, pidiéndole con ella que se encargue de transportarlo. Con su fuerza, le debe resultar más sencillo. — Solo quiero un mundo donde mi hija puede crecer libre… ¿Acaso merezco la muerte por ello?

Para entonces, Acheron se ha volteado y reanuda la caminata, confiando en que el Kenju hará el trabajo sucio para transportar al condenado a muerte.

En el sitio donde la “acción” se desarrollará, hay varios aldeanos reunidos, parece un espectáculo. Incluso se escuchan las palabras de aliento a los imperiales, solicitando pronto la cabeza del traidor. Posiblemente, entre medio de toda esa gente, haya rebeldes escondidos. Después de todo, no hay forma de saber quién es aliado y quién enemigo, por lo que es normal que haya más ninjas presentes, todos listos para saltar en caso de necesitarse.

Algún día deberán pagar todo esto en el infierno, viéndome directamente a la cara. Nunca jamás se olviden de mí, ¿de acuerdo?

— Lo intentaré.
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Issei observó en silencio mientras Acheron, agotada por las súplicas de Heizo, le propinaba una patada en el rostro con una fuerza que hizo que el prisionero escupiera sangre. La mujer, implacable, lo tomó del cabello y lo obligó a levantarse, con movimientos duros y resueltos.

Al escuchar las desesperadas palabras del hombre, sintió una punzada de empatía. Él también era padre y comprendía profundamente el deseo de proteger a sus hijos. Sin embargo, sabía que debía mantener su fachada de ninja leal y ejemplar para asegurar una vida segura para su familia. Pese a sus sentimientos, era consciente de que sus deberes y la seguridad de sus seres queridos estaban por encima de todo.

Heizo… —comenzó con voz contenida mientras ayudaba a levantar al prisionero del suelo—. Entiendo tu deseo de libertad y de un futuro mejor para tu hija. Pero en este mundo, nunca seremos verdaderamente libres. Siempre habrá alguien por encima de nosotros, controlando nuestros destinos.

La tristeza en sus ojos era evidente, reflejando la pesada carga que llevaba en su corazón. Sin embargo, su resolución permanecía inquebrantable. Los tres continuaron su camino hacia la plaza central, con Heizo tambaleándose entre ellos. Las palabras del prisionero resonaban en la mente del Chuunin, cada paso incrementando el peso de la misión que, sin duda, era una de las más complicadas de su vida.

Al llegar a la plaza central, la escena era sobrecogedora. Un Tenshi, un oficial de rango superior, los esperaba con una expresión impasible. Los guardias imperiales estaban retirando el cadáver decapitado de un prisionero anterior, dejando un charco de sangre que impregnaba el aire con un olor metálico y acre. Issei dirigió una mirada rápida a la multitud, cuyos susurros y murmullos creaban una atmósfera tensa y casi asfixiante.

Coloquen al prisionero de rodillas en el suelo y pónganse a su lado para ser testigos del acto —ordenó el Tenshi con voz autoritaria.

El Kenju, sin embargo, dio un paso adelante con determinación─. Permítame encargarme de la ejecución —pidió, su tono era firme y decidido.

El Tenshi lo miró con una mezcla de sorpresa y consideración antes de asentir. Issei, manteniendo su control, colocó a Heizo de rodillas en el suelo, sintiendo el peso de la responsabilidad sobre sus hombros. La multitud murmuraba, ansiosa por presenciar el desenlace del espectáculo.

Mientras desenvainaba su katana, dirigió unas palabras a los espectadores, un discurso que con cada palabra se sintió como una puñalada en su pecho─. Ciudadanos del Imperio —comenzó, proyectando su voz por encima del murmullo—. Hoy estamos aquí para presenciar la justicia del Imperio. Este hombre, Heizo Takahashi, ha sido condenado por traición. En un mundo tan incierto y cruel, la lealtad es nuestra mayor fortaleza. Sin embargo, en nuestra búsqueda de justicia, también debemos recordar que cada uno de nosotros carga con sus propios demonios y decisiones. La ley debe ser respetada, y el orden debe ser mantenido para proteger a nuestras familias y seres queridos.

Heizo, desesperado y con lágrimas brotando de sus ojos, intentó una última súplica─. ¡Issei, por favor! No lo hagas... Piensa en mi hija... Piensa en los momentos que compartimos... ¡No puedes hacer esto! Recuerda cuando éramos jóvenes, cuando soñábamos con un futuro mejor. ¿Acaso no hay otra manera?

El Chuunin lo miró directamente, sus orbes amarillentos reflejaban una mezcla de tristeza y resolución. Además, sintió una punzada en el pecho que intentaba reprimir─. Lo siento —murmuró con voz apagada.

Volviendo su mirada a su compañera, le dio instrucciones claras y firmes─. Acheron, sujétalo por los hombros y asegúrate de que no se mueva. Esto debe ser rápido y limpio.

Mientras Acheron se posicionaba, Heizo, en un último estallido de desesperación y rabia, alzó la voz con furia y vulgaridad─. ¡Malditos bastardos! ¡Son todos unos malditos monstruos! ¡Nunca olvidaré lo que han hecho! ¡Las almas de todos ustedes arderán por esto! ─completamente enloquecido por la desesperación, continuó gritando─. ¡Los rebeldes algún día se vengarán de todos vosotros! ¡El imperio caerá, y desaparecerá de la faz de la tierra! ¡Juro que pagarán por todo lo que han hecho!
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Opta por ignorar el resto de sus palabras por el camino, dejando que Issei se encargue de él. La verdad es que ha llegado a dolerle un poco la cabeza con tanta palabrería. Sus ideales no tiemblan por las palabras que el condenado expresa, pero sí siente cierta presión en el pecho por verse envuelta y responsable de su ejecución. Lamentablemente, así es la vida. La historia la escriben los ganadores, y ellos son los encargados de decidir qué es la justicia o no. A algunos les puedes gustar y a otros no, pero así es como funciona.

Una vez llegan al sitio idóneo, Mei obedece la instrucción dada por el nuevo personaje en escena. Se coloca a un lado de Heizo y, cuando cree que ya nada más le puede sorprender, escucha al Kenju pedir encargarse de la ejecución. ¿De verdad quiere ser el verdugo de un viejo compañero? — Está loco… — Eso es lo que piensa. Si bien ella también lo haría en caso de recibir la instrucción, no se propondría a ella misma. Aún hay cierta fortaleza mental que aún no adquiere hasta tal punto, necesita experimentar más vivencias que la coloquen en el límite y la obliguen a crecer. No puedes ser débil en este mundo, o terminas siendo devorado.

Luego, da lugar el discurso de Issei, el cual es apoyado por todos los aldeas que sirven de público. Mei, desde su posición “privilegiada”, observa los rostros de todos. Ninguno demuestra compasión por el pobre hombre que en cuestión de segundos verá apagarse la luz de su vida.

No, se equivoca. Hay una, solo una persona cuya expresión denota dolor, sufrimiento, arrepentimiento. Acheron es incapaz de leer todas las emociones negativas que abaten a la mujer ahí escondida entre todos. ¿Será alguna compañera o familiar de Heizo? Normalmente, daría un aviso a alguno de sus compañeros sobre la presencia de alguien que desentona en la multitud, pero al ver que no intenta nada extraño, mas solo sufre por lo que acontece, finalmente la genin decide guardar silencio.

Ahí es cuando oye una nueva instrucción directa hacia ella, por parte de Issei. Asiente con la cabeza y sujeta fuertemente los hombros del sentenciado, impidiendo que pueda moverse. Curiosamente, las manos de la mujer tiemblan un poco, incluso desde su frente cae una gota de sudor, expresando nerviosismo. Una vida está a punto de acabarse en medio de sus manos. Independiente de que ella no sea la encargada de ejecutar el corte, será para siempre señalada como una de las responsables.

Hazlo rápido… — Suplica dentro de su mente. Mientras todo acabe antes, mejor. Mientras espera que el Kenju corte la cabeza de Heizo, el tiempo parece transcurrir de manera extremadamente lenta. Su cabeza, mientras tanto, crea un mundo alterno en donde ella alce la voz y pregunte si es estrictamente necesario acabar con esta vida, cuestionando el procedimiento señalado por la justicia. Pero en el mundo real, eso es imposible. Ella respeta demasiado la aldea que le dio un hogar después de tanta búsqueda y sufrimiento, por lo que tiene planeado seguir sus ideales hasta el final.

Una historia que acabará en cuestión de segundos no puede cambiarla, pero sí fortalecerla.

Está todo listo, Issei. — Le menciona, queriendo que utilice la espada de una buena vez y así todo este espectáculo termine. Quisiera cerrar los ojos para no ver, pero ni parpadea, su fuerza se centra en tener los ojos bien abiertos y observar la realidad de este mundo ninja.

En el público, aquella fémina que sufre, simplemente llora en silencio. Sabe que no puede hacer nada, o ella correrá el mismo trágico final.

¿O es que acaso la valentía florecerá de su corazón y la hará emerger como un poder increíble? Ya conoceremos la respuesta.
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Mientras Acheron se posicionaba y sujetaba firmemente a Heizo por los hombros, Issei sentía el peso de la responsabilidad hundiéndose en su pecho. Observó los rostros de la multitud, la mayoría ansiosos por el espectáculo, susurros y murmullos llenaban el aire. Pero su mirada se detuvo en una figura pequeña y solitaria, una niña en el borde de la plaza, con los ojos enrojecidos y llenos de lágrimas. El corazón de Issei se encogió al reconocerla como la hija del traidor. La desesperación en el rostro de la pequeña era palpable.

La imagen de la niña se grabó en su mente, y sus manos empezaron a temblar mientras sujetaba la katana. Los recuerdos de su propia familia vinieron a su mente, el rostro de sus hijos, la promesa de protegerlos a toda costa. Cerró los ojos y respiró hondo, intentando calmar la tormenta de emociones que amenazaba con abrumarlo.

«Si quiero tener más posibilidades de ascender, debo hacer esto. No puedo seguir viviendo en las sombras» pensó mientras abría los ojos, ahora llenos de una resolución dolorosa pero firme. Sabía que debía seguir adelante, por su familia, por su deber. «Esto debe ser rápido y letal» se recordó a sí mismo. Mientras levantaba la katana, se autoconvenció de que aquel acto era necesario. «Si no hago esto, mi destino y el de los míos será el mismo que el de Heizo y su hija. Debo proteger a mi familia, asegurar su futuro» Con esa convicción, se preparó para ejecutar el golpe, creyendo que solo mediante la lealtad y la obediencia podía garantizar su propia supervivencia y la de aquellos que amaba.

Con una destreza y velocidad que hablaban de su habilidad como espadachín, levantó la katana. En menos de un parpadeo, la hoja descendió con una precisión mortal, cortando limpiamente el cuello del hombre. La sangre brotó en un arco violento, salpicando a Issei y a Acheron. El grito ahogado de la multitud se mezcló con el ruido sordo del cuerpo sin vida cayendo al suelo.

Sintió la calidez de la sangre en su rostro y sus manos, una sensación que lo llenó de un profundo asco y pesar. Miró al cuerpo de su viejo compañero, una vida extinguida en un instante, y la culpabilidad lo envolvió como una manta pesada. Sin embargo, no mostró ninguna emoción exterior, manteniendo su rostro impasible.

De repente, un grito desgarrador rompió el silencio. La hija de Heizo, con el rostro bañado en lágrimas, corrió hacia el cadáver de su padre, sollozando y gritando su nombre. Los guardias la detuvieron antes de que pudiera llegar a él, pero su dolor resonaba en toda la plaza.

La multitud, antes ansiosa y curiosa, ahora estaba en silencio, algunos con expresiones de horror, otros con miradas vacías de resignación. Él no podía apartar la vista de la niña, mientras su propio corazón se rompía por dentro.

"Algún día, los rebeldes se vengarán de todos vosotros", había dicho Heizo. "El imperio desaparecerá". Esas palabras ahora resonaban en su mente, como una sentencia que no podía ignorar.

El espadachín retrocedió un paso, sintiendo que el mundo a su alrededor se desmoronaba. La culpa y el remordimiento lo abrumaban. ¿Había hecho lo correcto? ¿Era realmente necesario tomar tantas vidas en nombre del imperio? Sus manos aún temblaban, y la sangre de Heizo goteaba lentamente de su katana.

Los guardias imperiales se movieron con eficiencia entrenada, recogiendo el cuerpo y la cabeza decapitada de Heizo. Con un profesionalismo frío, envolvieron los restos en telas gruesas, preparándolos para llevárselos junto a los demás prisioneros ejecutados. El charco de sangre en el suelo se extendía lentamente, siendo un testigo mudo de la brutalidad recién ocurrida.

Issei se obligó a apartar la vista del cuerpo sin vida de su antiguo compañero y se dirigió a Acheron—. Buen trabajo ─dijo, intentando mantener la voz firme─. Esto no es fácil, lo sé. Pero recuerda, estamos aquí para proteger a los nuestros. Tenemos que ser fuertes.

De repente, un movimiento en la multitud llamó su atención. La niña, con el rostro pálido y los ojos llenos de lágrimas, se escurrió entre los guardias y avanzó tambaleándose hacia el escenario. Su estado de shock la había llevado a hacer algo imprudente, una acción cargada de desesperación.

¡Papá! — gritó con una voz que resonaba de dolor y angustia. Corrió hacia el lugar donde su padre había sido ejecutado, ignorando los peligros a su alrededor. Los guardias la observaron con sorpresa y llevaron sus manos a las empuñaduras de sus armas.

El Kenju sintió una punzada en el corazón al ver a la niña, con una lucha interna entre su deber y su humanidad. Dio un paso hacia adelante, alzando una mano en un gesto de advertencia hacia los guardias.

¡Deténganse! — ordenó y se acercó a la niña, intentando interceptarla antes de que se pusiera en peligro. — Escucha, pequeña, no puedes estar aquí. Es muy peligroso.

Pero la niña no escuchaba, sus sollozos ahogaban cualquier intento de comunicación. Se lanzó hacia el lugar ensangrentado, cayendo de rodillas y extendiendo las manos hacia los restos de su padre. — ¡Papá, por favor, despierta! ¡Papá! — su grito era desgarrador, resonando en el silencio tenso de la plaza. ¿Acaso la novata mostraría algo de humanidad y apoyaría al Chuunin, intentando calmar a la muchacha? ¿O el destino de la pequeña acabaría siendo el mismo que el de su padre?
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Sus hombros se encuentran tensos, sus manos tiemblan, peca de inexperiencia mientras observa a Issei apuntar con la espada en alto el cuello del condenado. Heizo ya dijo sus últimas palabras, los maldijo a ellos, a todos. ¿Tendrá alguna repercusión? Depende de si crees en ese tipo de cosas o no. Una vez la cabeza cae y se separa del cuerpo, finalmente Mei lo suelta. Se esfuerza en no apartar la vista de tan brutal escena. Necesita fortalecer su mente para mostrarse como una kunoichi confiable y fuerte en todos los ámbitos. Pero es duro, de verdad lo es.

No fue nada, tranquilo. — Responde a Issei, aunque obviamente miente. Está afectada, un poco afligida, simplemente se fuerza a mantenerse recta como siempre. No se atreve a mostrar signo alguno de debilidad, no frente al imperio, no frente a la aldea. Ahí presente hay una muchedumbre a la cual no puede decepcionar, a la cual debe enseñarle que sus ideales son fuertes, que su espada siempre estará lista para proteger la seguridad de la villa y acabar con todo aquel que ose ponerse en su contra.

Pero es difícil, claro que lo es.

La situación se vuelve aún más dramática con lo siguiente. Cuando parece que no puede ser peor, una pequeña niña con ojos inundados en mares de lágrimas ingresa en escena, muy preocupada por lo sucedido por su padre. Juzgando sus palabras, no cabe dentro de su cabeza la idea de que aquella persona que más ama ha perdido la vida y nunca jamás podrá verla. Si Mei estaba a punto de romperse, este ha sido un punto de inflexión bastante duro. Ella sabe lo que es perder a sus padres, sabe lo que es verse débil siendo tan joven ante un mundo impregnado de violencia. Podemos decir que se ve reflejada en ella, lo cual le duele. Es como si dentro de cada fibra de su cuerpo pudiera sentir el dolor de la menor.

Por lo mismo, no se queda quieta al ver a los guardias tomar sus espadas de forma amenazante contra la niña. Issei también sale al paso, pero Mei se descontrola un poco y se muestra más agresiva. Desenvaina la Wakizashi que tiene en la espalda y apunta hacia el frente, en dirección de los guardias. — A nosotros se nos asignó la misión alrededor de Heizo, así que nosotros no encargamos. — Cuando se da cuenta de lo que hace, ya es demasiado tarde. En el fondo espera que esto no le traiga demasiados problemas, pero ya no puede echarse atrás.

Queriendo intentar cambiar el tema, se acerca a la niña y se coloca de cuclillas frente a ella. Tras guardar su arma, cariñosamente lleva la diestra a la cabeza de la niña, otorgando una leve caricia, buscando calmarla. Siendo una ninja especializada en el uso de la voz, tiene cierta facilidad para cambiar los tonos. No es algo que utilice a menudo debido a su personalidad, pero esta vez claramente se encuentra frente a una excepción. Por lo tanto, emite una voz dulce, tranquila, buscando calmar a quien se encuentra delante.

Tranquila, papá está tomando un descanso, pero ya pronto estará contigo. Por ahora, retirémonos de aquí, que está muy sucio. — Le duele en el alma mentirle, pero sabe que si dice la verdad, no logrará el objetivo deseado. De a poco, la menor se calma. Mei toma su mano y busca salir junto a ella de ese lugar. De reojo, le lanza una mirada a Issei para indicarle que vaya con ellas. Lo mejor es que todos se alejen de ahí y dejen que los guardias limpien ese desastre. Además, ella en lo personal desea apartarse de la vista de toda la multitud, volver al sector más solitario.

No tiene que pensar demasiado, intuye que la mujer llorando que vio antes está relacionada a la niña cuya mano es sostenida por Mei. No quiere que se reúnan en público o todos verán que la fémina está relacionada al rebelde muerto, lo cual puede meterla en problemas. Aquella familia ya ha sufrido mucho por hoy, Acheron desea que se acabe.

Una vez ya vuelve a tener cierta privacidad, retoma la postura en cuclillas para estar a la misma altura que la niña, generando algo más de confianza, y así hablarle. — ¿Estás sola, pequeña? Lo mejor será que encontremos a tu mamá para que te abrace, ¿no crees?
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Issei, con la katana aún en mano y la sangre de Heizo salpicando su rostro y ropa, observó cómo Acheron se colocaba entre los guardias y la niña. La determinación y el valor de la novata lo sorprendieron; a pesar de su evidente inexperiencia y miedo, se mostró firme y protectora. Esta inesperada valentía comenzó a ganar el respeto del Chuunin.

Mientras ella se acercaba a la niña y la calmaba con palabras amables, Issei bajó lentamente su espada. Observó con una mezcla de admiración y tristeza cómo la kunoichi manejaba la situación, acariciando suavemente la cabeza de la niña y hablándole con dulzura. La escena le recordó dolorosamente la humanidad que él mismo parecía estar perdiendo en medio de tanta violencia y sangre.

Finalmente, la mujer le lanzó una mirada, indicándole que era mejor alejarse de allí y dejar que los guardias se encargaran de limpiar el desastre. El Kenju asintió en silencio y se aproximó a la niña, aún con su presencia alta y sombría marcada por la brutalidad del acto que acababa de cometer.

Vamos, pequeña, será mejor que nos alejemos de aquí —dijo el shinobi, aunque su voz era algo más suave pero igualmente estaba cargada de la gravedad de la situación.

La niña miró a Issei con ojos llenos de miedo y desconfianza. Dio un paso atrás, alejándose de él, y sus sollozos se volvieron aún más desesperados.

¡No! ¡Ustedes lo mataron! ¡Ustedes son malos! —gritó la niña con dolor y rechazo.

El Chuunin sintió un nudo en el estómago al escuchar esas palabras. ¿Qué podía esperar? Después de todo, él fue quien ejecutó a su padre.

Él finalmente se agachó, tratando de mostrarse menos intimidante, aunque sabía que era una tarea difícil dado lo que acababa de suceder.

Vamos a ayudarte a encontrar a tu madre —dijo Issei, tratando de sonar reconfortante, aunque la dureza en su voz era difícil de ocultar.

La niña, aún sollozando, miró a ambos con ojos grandes y llenos de miedo.

M-mi mamá… estaba conmigo… cuando... —respondió la pequeña entre lágrimas, con su voz temblando—. No sé dónde está…

Issei intercambió una mirada significativa con su actual compañera. Estaba claro que la búsqueda de su madre era ahora una prioridad. A pesar de la tormenta de emociones que lo consumían, sabía que aquel era un momento en el que podía intentar hacer algo correcto, algo humano, para equilibrar la oscuridad de sus acciones.

Tranquila, encontraremos a tu mamá —le aseguró Issei, tratando de infundirle algo de seguridad.

La niña siguió temblando, su desconfianza seguía siiendo evidente. Issei suspiró, sintiendo el peso de la culpa sobre sus hombros.

Mira, sé que es difícil confiar en nosotros ahora, pero queremos ayudarte —añadió con una sinceridad que rara vez mostraba.

La niña dudó, pero finalmente asintió con la cabeza, aunque sus ojos seguían llenos de desconfianza.

Sin más dilación, ambos comenzarían a moverse, llevando a la niña consigo. Se alejaron de la multitud, dejando atrás el murmullo de la gente y la crudeza de la escena mientras se adentraban en una zona más tranquila de la aldea. La niña, aunque aún temblando, seguía cerca, aferrándose a la mano de Acheron.

El silencio entre ambos se mantuvo por un momento, cada uno sumido en sus propios pensamientos. Finalmente, Issei rompió el silencio con un tono que denotaba tanto admiración como preocupación.

Has mostrado un gran valor allí, enfrentándote a los guardias y protegiendo a esta niña —comentó con voz baja pero firme—. No muchos habrían hecho lo mismo en tu lugar.

Sin embargo continuó hablando, con unas palabras cargadas de sinceridad y una advertencia implícita—. Sin embargo, debes tener cuidado. Los guardias no olvidan ni perdonan fácilmente la insubordinación. Lo que has hecho podría traerte problemas más adelante.
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Pasivas
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Lo que ocurre era previsible, la niña no confía en Issei. Si bien su mente intentó engañarla, haciéndole creer por un momento que su padre duerme, en el fondo sabe que perdió la vida gracias a la espada del Kenju. Ante sus ojos se encuentra el hombre que le quitó la luz a su vida, que le arrebató a aquel hombre que tanto amor le ha dado desde que nació. Probablemente de su mente jamás salga el pensamiento de asesino que tiene en este momento, ni su corazón olvidará el increíble rencor que se comienza a creer en base a la figura del ejecutor. Lamentablemente para Issei, se ha convertido en monstruo para esa pequeña de rostro angelical. Y Mei no puede desentenderse del asunto, pues también tiene las manos manchadas de sangre. Este mundo, independiente del bando que elijas, tiene lo bueno y lo malo. Simplemente hay que aceptarlo.

Una vez te dejemos con tu mamá, no volveremos a acercarnos a ti, ¿sí? Solo aguántanos un poco más. — Las palabras de ambos ninjas nombrando a la progenitora logran que la niña se calme y acceda a ir con ellos, alejándose de la tarima de ejecución. El público, mientras tanto, centra su atención en la limpieza que ejercen los guardias. Sin que nadie se dé cuenta, una mujer se mueve entre medio del público, siguiendo un camino similar al de los protagonistas.

Cuando ya están lejos del ojo público, teniendo un poco más de privacidad, Issei selecciona palabras que Mei siente como un halago, pero las cuales no quiere recibir, al menos no luego de todo lo sucedido. — No hice nada especial. — Tiene cierta debilidad con los niños, jamás aceptaría que sean agresivos con ellos o alguien intente hacerles el mal. Ella sufrió mucho en su infancia, por lo que no dejaría que algo así ocurra frente a sus ojos. Claro, lo de matarle al padre es otro tema… Y eso es lo que le duele.

Pero no es lo único a decir por el chuunin, y lo peor es que tiene razón. Mei, en el fondo, sabe que estuvo lo que hizo, pero no fue consciente en ese momento. Actuó como acto reflejo. Cuando volvió en sí, ya fue demasiado tarde.

Se muerde el labio mientras frena los pasos, aún no entra en contacto visual con su superior. La niña que lleva consigo no se da cuenta de la situación, pues se mantiene concentrada en buscar a su madre por los alrededores.

Si deberé pagar por lo que hice, gustosa lo haré. Amo ser ninja de esta aldea y deseo ser la mejor posible, pero hay cosas… que simplemente no puedo tolerar. — ¿Qué opinaría aquel hombre que es su ejemplo a seguir de todo esto? Se lo mantendrá en secreto para no arriesgarse a decepcionarlo.

En medio de la conversación, aparece un nuevo personaje. Una dama de cabellos rubios y ropa humilde entra en escena. De inmediato la niña suelta a Acheron y corre a abrazar a la otra fémina mientras llora. Le hace saber que su padre fue asesinado por los señores ahí presentes, que son malos y que nunca los perdonará. Obviamente, la mayor ya lo sabe, porque presenció todo desde el público mientras sentía como su corazón se destrozaba por completo al ver extinguirse la vida del hombre que siempre amó.

Debemos irnos a casa… — No dice nada más, ni siquiera establece contacto visual con los ninjas. La realidad es que ella también es una rebelde oculta, y teme que quieran apresarla y ejecutarla a ella también. De hecho, Mei ya ha predicho esto, o al menos sacado en base a conclusiones. No quiere por nada del mundo que la pequeña pierda también a su madre y se quede absolutamente sola en ese mundo. Todo menos eso.

Se da media vuelta y se coloca frente a frente con Issei, interrumpiendo su camino, casi como si quisiera impedirle que avance hasta la pequeña familia de dos. — Creo que hemos terminado aquí. Podemos regresar. — En caso de que el Kenju quiera tomar a una nueva rebelde detenida, quién sabe lo que puede pasar con Mei ahí queriendo evitar una nueva ejecución.

¿Tal vez meterse en problemas con el chuunin? ¿Cómo reaccionará él?
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El espadachín de cristal no pudo evitar sentirse sacudido por la sinceridad de la joven kunoichi. Ella se mantenía inquebrantable en sus convicciones, desafiando el peligro con una valentía que él mismo había empezado a olvidar. Admiraba su capacidad para aferrarse a su humanidad en un mundo que parecía devorarla a cada instante. Pero en el fondo, sabía que el sistema en el que vivían era implacable y brutal, sin lugar para actos de desobediencia, por muy nobles que fueran.

Mientras avanzaban, el conflicto interno de Issei se fue intensificando. La confrontación con la madre de la niña se avecinaba como una tormenta inevitable, y su instinto le gritaba que había algo sospechoso en aquella mujer. Al verla aparecer con su ropa humilde y el cabello rubio alborotado, y la niña corriendo hacia ella, sintió una punzada de inquietud. La forma en que la mujer evitaba el contacto visual y su intento desesperado de alejarse rápidamente encendieron todas las alarmas en la mente del experimentado imperialista, dejándolo en un tenso dilema entre su deber y lo poco que quedaba de su compasión.

«¿Es posible que también sea una rebelde?» pensó mientras escrutaba cada movimiento de ambas, con una intensidad que hacía palpable la tensión en el aire.

El ambiente se volvió aún más cargado cuando el guerrero dio un paso hacia ellas, movido por un instinto feroz de obediencia y deber. «Tengo que detenerla» esa frase se repitió en su mente como un martillo, añadiendo un peso de responsabilidad que amenazaba con aplastarlo. Pero justo cuando estaba a punto de actuar, sus pasos se congelaron al ver a Acheron interponerse en su camino.

La mirada desafiante de la novata lo hizo detenerse en seco. Los ojos de la joven eran fríos y llenos de una determinación feroz, una mirada que exigía respeto y protección para la pequeña familia. Issei sostuvo su mirada por un momento, tratando de descifrar sus intenciones. La dureza en sus propios ojos reflejaba la batalla interna que estaba librando, un conflicto entre el deber implacable y la compasión que aún se aferraba a su alma.

Finalmente, asintió con la cabeza, aceptando la decisión de la kunoichi. El recuerdo de sus propios hijos suavizó su resolución, recordándole que, a pesar de la brutalidad de su existencia, aún tenía la capacidad de elegir la humanidad. Su gesto no solo era un reconocimiento a la valentía de su compañera, sino también una pequeña concesión a la bondad que todavía latía dentro de él. Respiró hondo, soltando la tensión acumulada en sus hombros. Aunque sabía que podía enfrentarse a severas consecuencias por dejar ir a una posible rebelde, decidió confiar en el juicio de la novata, permitiendo que ese acto de humanidad prevaleciera en un mundo dominado por la crueldad.

Bien —respondió con voz áspera pero con un atisbo de comprensión—. Pero esto no debe repetirse. Has tenido suerte hoy.

Se volvió hacia la madre y la niña una última vez, haciéndoles una señal invisible de advertencia y empatía. La mujer sostenía a su hija con fuerza, sus cuerpos temblaban ligeramente, conscientes de la frágil tregua que se les había concedido pese a que el odio en sus ojos era imposible borrarlo. La incertidumbre lo envolvió, pero también sintió como se encendía en su interior una pequeña chispa de esperanza. Tal vez, en medio de tanta oscuridad, aún había espacio para pequeños actos de misericordia.

Girándose hacia Acheron, habló con una firmeza que no admitía réplica, pero con una inesperada oferta de comprensión—. Si quieres, puedes terminar tu trabajo aquí. Yo me encargaré de lo que queda —dijo, y su voz se suavizó ligeramente al final—. Vuelve a casa y descansa. Es probable que esos guardias estén muy cabreados. Dudo que se atrevan a tocarme a mí, pero a ti, que eres una novata...
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Este es el primer día en que Acheron trabaja junto a Issei, así que para nada puede decir que lo conoce bien. La única información que posee es la recopilada durante esta misión, por lo que desconoce cómo será su reacción ante la acción propuesta por ella. Interponerse en el camino de un ninja de más alto rango puede ser un acto de insubordinación que se castigue con dureza, más aún tomando en cuenta que ella se atrevió a levantar su arma contra los guardias minutos antes. Si los altos mandos decidieran aplicarle un castigo corrector, ella poco y nada podría hacer. Por lo tanto, siente temor dentro de sí, pues no sabe qué es lo que puede pasarle. Sin embargo, su mirada no duda, mantiene esa expresión seria que demuestra toda la determinación que posee.

Ocasionarle más daño a esa menor de edad es algo que no puede permitir. Aún considerándose una de las kunoichis más leales a la aldea y, por lo tanto, al imperio que la gobierna, sus ideales como persona tienden a ser muy fuertes. Siempre prima su propia forma de ver las cosas, y esta no es la excepción. Quizás algún día, con todo lo que deba experimentar en este mundo ninja, su forma de proceder cambie. Nunca se sabe, pero aquel día no ha llegado.

Tienes mi palabra. — Responde mientras realiza una pequeña reverencia. Dentro de sí suelta un suspiro relajante, dejando al fin de estar tan tensa. Al parecer, esto no pasará a mayores, pero aún no se arriesga a voltearse y darle la espalda. No cree que lo dicho por ahora es suficiente para bajar la guardia. Puede ser una gennin, pero fue entrenada para que sea una ninja élite en el futuro. Su conocimiento es alto para su rango, y su mentalidad también es fuerte debido a todo lo que experimentó y sufrió durante su niñez.

Pasados los segundos, el Kenju vuelve a hablar y aquello la tranquiliza más. De hecho, la mujer se da la libertad de girar un poco el cuello para mirar a la niña con su madre, haciéndoles una señal para que se marchen. La mayor de la dupla asiente y se va corriendo con su pequeña en brazos. Ver esa escena libera los hombros de Mei de una increíble carga, por lo que ya puede tomar las palabras de su capitán y retirarse.

De acuerdo, intentaré evitarlos y no toparme más con ellos. Ruego disculpes mi insubordinación hoy, solo soy una novata. — Curioso, pues tiende a ser una mujer bastante confiada consigo misma, pero utiliza esta elección de palabras solo para obtener cierto beneficio. Hay ocasiones en que debes fingir o mentir para salir bien parada, saber eso también forma parte de ser un ninja.

No quiere meterse en problemas serios, desea seguir siendo una kunoichi para el bien de esta aldea, e incluso mejor en el futuro. Un traspiés ahora puede perjudicarla mucho, pero hay ocasiones en que simplemente debes hacer cosas peligrosas, independiente de que luego puedas arrepentirte o no.

Este tema ha sido cerrado.

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