Y fue allí, en medio de la soledad de aquel paisaje congelado y bajo el inmenso cielo estrellado, donde mi transformación se completó. Ya no era simplemente un miembro más entre ellos; me había convertido en su líder, la matriarca de los osos, elegida para guiarlos en la preservación del equilibrio y el orden de la naturaleza que nos envolvía. Mi alma, entrelazada con la de las bestias y el hielo eterno, había encontrado su verdadero propósito y su hogar junto con estos peludos animales.
El tiempo había tejido su manto alrededor de mi existencia en este reino salvaje, tanto, que las habilidades innatas de estas nobles bestias habían comenzado a impregnarse en mi ser. Entre ellas, una capacidad que podría considerarse macabra para el común de los mortales: el agudo sentido del olfato, afinado no para las fragancias de la naturaleza, sino para el aroma más primal y visceral, la sangre. Ese líquido carmesí y tibio que recorre las venas de casi todos los seres vivos se había convertido en una señal inequívoca para mí, un faro que guiaba mi caza hacia la presa ya marcada por el destino. Esta habilidad, aunque parezca extraída de los relatos más oscuros, se había ido forjando en mí con el transcurso de los días, una manifestación de la simbiosis entre mi espíritu y el de las criaturas que me rodeaban. No era un don que hubiera surgido de la nada. Desde el momento en que crucé el umbral de este mundo, me había entregado con fervor al aprendizaje del arte de la lucha que estas criaturas estaban dispuestas a enseñar. Su conocimiento, vasto y profundo, era un tesoro que se desplegaba ante mí, lleno de misterios y poderes ancestrales.
Ahora, convertida en su maestra y guía, el horizonte de mi aprendizaje se expandía sin límites. Cada día era una nueva oportunidad para explorar las profundidades de este arte marcial, una danza entre la vida y la muerte, entre el cazador y la presa. Mi transformación no solo había sido física, sino espiritual, y con cada amanecer, me adentraba más en el corazón de este mundo salvaje, convirtiéndome en una con él y sus antiguas tradiciones.