País del Fuego
Bosque de Sakuras
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Aquella era una mañana tranquila, con un cielo despejado, y una ligera brisa fresca, la cual soplaba con suavidad por aquel bosque de hermosos pétalos rosados, pétalos que eran característicos de aquellos arboles llamados Sakuras, aquel hermoso bosque de Sakuras era una de las grandes maravillas del país del fuego, aquel país que al igual que los demás, fue desbastado por la guerra, y por las fuerzas detrás de esta, sin embargo, aquel lugar permanecía intacto, como si la mano del hombre no llegase hasta aquel lugar; Puesto que su magnífica belleza aún se mantenía a pesar de los tiempos que se estaban viviendo.
La mañana pasaba lentamente, mientras que por aquel hermoso bosque de Sakuras, transitaba aquella joven de platinados cabellos, y vestimentas mayormente oscuras, aquella joven mujer caminaba a paso lento entre los árboles del bosque, la suave brisa que golpeaba contra sus cabellos hacía que estos danzaran con suavidad. El sonido provocado por sus pasos era apenas audible debido a sonido de la misma naturaleza, los pequeños animales, las aves que sobrevolaban ligeramente por sobre la cabeza de la joven mujer, el sonido de las hojas frotándose las unas a las otras, por aquella leve brisa que soplaba.
Mientras más se adentraba la joven al interior de aquel hermoso bosque de Sakuras, podía notar como el paisaje lentamente cambiaba, monumentos empezaban aparecer lentamente a sus alrededores, algunos más deteriorados que otros, algunos con platos ceremoniales, mientras que otros simplemente se encontraban vacíos, cubiertos por pétalos de Sakuras, el lugar ya no se encontraba cubierto de árboles de Sakuras, más bien ahora era rodeado por ellos, y un sin número de monumentos, y pequeños altares se extendían por toda el área, aquella área en que se encontraba, posiblemente, era un lugar de descanso para aquellos que habían llegado al final de su vida.
“Es un hermoso lugar.”
Fue el pensamiento de aquella joven de piel canela, y ojos avellanos, su caminata lenta fue interrumpida por el graznido de su fiel acompañante que se encontraba surcando los cielos, aquella ave empezó su descenso desde las alturas, a lo que la joven extendió ligeramente su brazo, para que el ave aterrizara en este, mostrando nuevamente aquel majestuoso plumaje bicolor.
*Hay tres personas más adelante, no parecen ser muy fuertes, por lo menos no a mis ojos, pero puedes sacudirte el aburrimiento con ellos.*
Ni bien transmitidas aquellas palabras, aquella majestuosa ave nuevamente emprendió vuelo, para volver a surcar los cielos, mientras por su parte, la joven mujer esbozaba una sonrisa en su rostro, mientras aquel retomaba aquel lento caminar, para dirigirse al encuentro con aquellas personas que el ave había vislumbrado en las alturas.
Tras unos pocos minutos de una lenta caminata, la joven mujer finalmente llego a ver aquellos tres hombres, los mismos que el ave le llego a informar con anterioridad, de aquellos tres sujetos se encontraban vestidos de la misma forma, y el grupo completo cargaba con unos sacos a sus espaldas, la mirada de la joven lentamente fue cambiando, de una expresión calmada, a una ligeramente más molesta.
Aquellos no eran cualquier tipo de sujetos, eran la clase de personas más despreciables existentes, personas cuyo castigo por más severo que fuese, aun sería muy leve, puesto que aquellos que robaban a los muertos, no podían tener perdón alguno, o por lo menos no a sus ojos, ya que era una mujer que se basaba en la persecución interminable de la fuerza, y aquellos que robaban a los muertos, a sus ojos no eran más que merecedores del castigo más despiadado posible, pues no había una demostración de debilidad mayor que la de robar a los muertos.
Ustedes tres, grupo de sabandijas sin honor o respeto, será mejor que no muevan un solo musculo, si es que acaso desean vivir.
Su voz se dejaba escuchar, no gritaba, pero tampoco hablaba en un susurro, y aun después de haber dejado escuchar su voz, su lento caminar aun continuaba, aproximándose lentamente a aquel grupo de personas, no, personas no, aquel grupo de sabandijas sin honor o respeto, mientras que más haya de ellos, la silueta de una persona más pequeña se dejaba ver, y por el tamaño de la misma, bien podría definir que aquella silueta era perteneciente a un niño.