Me levanto temprano por la mañana para prepararle el desayuno a mi familia. Rompo 3 huevos en una sartén, bien condimentados con sal, aceite y algo de pimienta, mientras a la vez pongo para hacer unas tostadas. Luego se levanta mi padre, a pesar de faltarle un brazo aún es un hombre bastante hábil de 50 años, con la barba y de pelo largo con melena despeinada.
Al poco tiempo veo a mi madre salir del baño, con el pelo mojado y una bata.
Después de poner la mesa, y dar las gracias procedemos a disfrutar de la comida. Le doy un gran mordisco a mi tostada y el dulce aroma del huevo frito, en combinación con la crujiente textura del pan, me genera una felicidad inmensa que me hace olvidar todos mis problemas y sentirme afortunado. A pesar de las guerras, de estar en esta ciudad encerrados, con apenas unos rayos de sol al dia y rodeados de mercenarios violentos y adoradores de dictadores, aun asi cuando estoy rodeado de mis seres queridos recobró la esperanza de un futuro mejor.
Tras desayunar me preparo para salir, mi padre se pone su chaleco de combate para dirigirse al primer nivel. Mi madre por su parte agarra el carro con el que todos los días transportamos armas de la fundición a la zona comercial para vender. También hacemos artesanías de cuero como vainas de espadas y chalecos para vender, pero principalmente con mi madre nos dedicamos a comprar y revender armas, mientras mi padre realiza misiones para los subditos de Pain. Asi sobrevivimos, nunca nos sobra nada pero de alguna forma nos las arreglamos para comer cada día.
Sin más preámbulos, salimos a la calle empujando el viejo carro ladera arriba, con sus ruedas oxidadas que hacen un molesto chillido cada vez que giran. Un trabajo agotador y agobiante sin duda, no tenemos dinero para comprar un caballo y mantenerlo y para empeorar las cosas, vivir entre medio de las montañas y a oscuras hace que las ideas extremadamente lentas y pesadas y la vuelta rápida pero peligrosa, con la pendiente podríamos matar a alguien y sin darnos cuenta por la oscuridad.
Tras la larga travesía logramos llegar a la zona de la fundición donde los trabajadores ya nos conocen y nos saludan amistosamente.
-Toge, Natsume vengan, vean esta preciosidad.- Dijo el herrero sacando una espada recien forjada.
El herrero se llama Roshi, un señor pelado ya entrado en años pero es uno de los mejores herreros de toda la aldea de la roca.
Mi madre la inspeccionó rápidamente.
Yo por mi parte también negocie unas kunais y herramientas ninjas baratas y las subi al carro.
Tras una hora de negocios otra vez empujamos el carro, ahora más pesado con la mercancía hacia la zona comercial donde abrimos nuestro puesto anciosos a la espera de nuestros clientes. Ya por la noche, compramos unas verduras para la cena y volvimos a casa.
- Toge, te levantaste temprano para variar jaja, gracias por hacer el desayuno.
Al poco tiempo veo a mi madre salir del baño, con el pelo mojado y una bata.
- Buenos días Toge, mm que rico- dice mi mama viendo las tostadas.
Después de poner la mesa, y dar las gracias procedemos a disfrutar de la comida. Le doy un gran mordisco a mi tostada y el dulce aroma del huevo frito, en combinación con la crujiente textura del pan, me genera una felicidad inmensa que me hace olvidar todos mis problemas y sentirme afortunado. A pesar de las guerras, de estar en esta ciudad encerrados, con apenas unos rayos de sol al dia y rodeados de mercenarios violentos y adoradores de dictadores, aun asi cuando estoy rodeado de mis seres queridos recobró la esperanza de un futuro mejor.
Tras desayunar me preparo para salir, mi padre se pone su chaleco de combate para dirigirse al primer nivel. Mi madre por su parte agarra el carro con el que todos los días transportamos armas de la fundición a la zona comercial para vender. También hacemos artesanías de cuero como vainas de espadas y chalecos para vender, pero principalmente con mi madre nos dedicamos a comprar y revender armas, mientras mi padre realiza misiones para los subditos de Pain. Asi sobrevivimos, nunca nos sobra nada pero de alguna forma nos las arreglamos para comer cada día.
Sin más preámbulos, salimos a la calle empujando el viejo carro ladera arriba, con sus ruedas oxidadas que hacen un molesto chillido cada vez que giran. Un trabajo agotador y agobiante sin duda, no tenemos dinero para comprar un caballo y mantenerlo y para empeorar las cosas, vivir entre medio de las montañas y a oscuras hace que las ideas extremadamente lentas y pesadas y la vuelta rápida pero peligrosa, con la pendiente podríamos matar a alguien y sin darnos cuenta por la oscuridad.
Tras la larga travesía logramos llegar a la zona de la fundición donde los trabajadores ya nos conocen y nos saludan amistosamente.
-Toge, Natsume vengan, vean esta preciosidad.- Dijo el herrero sacando una espada recien forjada.
El herrero se llama Roshi, un señor pelado ya entrado en años pero es uno de los mejores herreros de toda la aldea de la roca.
Mi madre la inspeccionó rápidamente.
- Muy buen trabajo como siempre ¿a cuanto me la dejas?
- A una preciosura como usted se la dejo a tan solo 500 ryos
- Le doy $400- Le respondió mi mamá
- Mmm $450 señora más no se lo puedo bajar.
Yo por mi parte también negocie unas kunais y herramientas ninjas baratas y las subi al carro.
Tras una hora de negocios otra vez empujamos el carro, ahora más pesado con la mercancía hacia la zona comercial donde abrimos nuestro puesto anciosos a la espera de nuestros clientes. Ya por la noche, compramos unas verduras para la cena y volvimos a casa.
- Hoy comeremos un rico guiso Toge- dijo mi mamá con la voz agotada pero contenta.
- Esos bastardos, siempre hostigandome, no veo la hora de clavarles un kunai en la sien-