Esta sugerencia gira en torno a la expansión del mundo shinobi mediante un continente desconocido y de difícil acceso: Fusang.
En la temática asiática, Fusang fue el nombre que una expedición de monjes budistas le dio a un continente a, aproximadamente, 10,000 km de China, coincidiendo con California, aunque parte de sus descripciones coinciden con el México antiguo (antes de los Aztecas, después de los Toltecas).
La sugerencia del continente, además de adaptarse a la temática, podría servir para una serie de eventos en un futuro, siendo una zona inaccesible el resto del tiempo. Plantas raras, animales extraños, culturas exóticas y un extraño misterio en torno al continente.
Fusang: En sí, se trataría de una tierra cálida tropical, con un gran desierto al sur y tierras heladas al norte. Al oeste del continente Shinobi, el punto más "cercano" sería la península del País del Rayo.
Dejo una narración del lore de Fusang desde el punto de vista de un capitán de Kumo.
Kumo 128 DVF.
He corroborado la información obtenida del reporte F12, el cual menciona unas tierras tan distantes como extrañas, encontradas por casualidad durante una expedición realizada por monjes de la isla Genbu, a unos 10,000 km hacia el oeste.
El general Miyako les interrogó tras haber entrado su embarcación en una zona perteneciente a la armada, y ordenar su rescate ya que parecía que el clima había averiado su junco (barco). Sus testimonios pasaron al emperador y, el 3 de Shigatu, el coronel Kishimoto me ordenó reunir una tripulación para llevar a cabo una exploración a tierras lejanas.
La tripulación y yo nos reunimos en el buque KB 2 (Killer Bee 2) dedicado a la exploración y, siguiendo las cartas marinas de la expedición budista pudimos llegar a esas extrañas tierras. Por si acaso, decidimos subir a bordo a un par de monjes, quienes no tuvieron problemas en aceptar.
El camino no fue fácil, puesto que hubo un momento en que trombas y tifones, así como gigantescas olas estuvieron a punto de hundir nuestro buque, pero la agilidad del timonel nos salvó de quedar boca abajo en medio de esas aguas hostiles.
El lugar al que llegamos era una zona tropical, con flora y fauna parecida a la que se conoce en este continente, pero distinta, con sus propios matices evolutivos. El biólogo Cheng quedó fascinado por las especies que allí encontró.
En la playa donde arribamos colocamos el campamento y pasamos allí la noche instalando un centro de investigación improvisado, mientras los exploradores revisaban los alrededores. Según los informes de la expedición anterior, debía haber una aldea cerca de donde atracamos, por lo que coordiné a mi gente para que los exploradores me siguieran mientras el equipo científico yacía en el buque, a salvo en caso de un ataque de nativos o de criaturas desconocidas.
Los monjes que nos acompañaban mencionaban que la selva de esa costa era de los lugares más tranquilos del continente, pero que debíamos preocuparnos de no ser mordidos por las varias especies de alimañas venenosas que vivían en el suelo y las hojas de las plantas.
Entre los árboles de la selva notamos la persistente presencia de un extraño árbol de madera color rojiza y frutas similares a moras rojas. El monje nos indicó que no debíamos probar las moras y que, de hecho, el árbol era indispensable para poder sobrevivir en el resto del continente, ya que éste estaba “corrompido” por fuentes de chakra. Era verdad. Los sensores al arribar a la playa, incluso desde el buque, habían hecho mención de la enorme cantidad de chakra que nos rodeaba, proveniente tanto de las aguas como de la misma selva.
Caminamos casi todo el día hasta que llegamos a un pueblo. Su gente era como nosotros, pero su piel era rojiza oscura, cabellos negros y vestían con ropajes hechos de fibras rojas, provenientes del mismo árbol Fusang. Sus casas eran cabañas hechas con madera rojiza de Fusang y sus techos de palma. Todos ellos iban adornados con basta joyería en los brazos, tobillos, anillos, en el cuello y las mujeres lucían aretes de oro y plata.
Pronto, la gente reconoció a los monjes y les dieron la bienvenida, aunque a nosotros nos veían con desconfianza y recelo. La bienvenida llegó a todo el pueblo, haciendo que la gente saliera de sus cabañas a vernos y, en especial, su líder, un hombre enorme, corpulento y con barriga.
-Monje Hui Shen, han pasado meses ¿ha traído a su gente?- dijo el líder de la aldea con una sonrisa. El monje hizo una reverencia y le respondió. El jefe nos invitó a pasar a su cabaña, la cual era más grande que la del resto de la gente.
-Soy el líder de la aldea de Balam, Chac Chan- dijo el hombre- veo que tenemos visitantes nuevos, ¿a que debo el honor de su presencia?
-Soy Yamato Kendo, líder del grupo F12 del País del Rayo - le dije tras hacer una reverencia. El monje nos había sugerido llegar con presentes, por esa razón, tras presentarme, saqué de mi mochila un paquete envuelto en una tela que contenía botellas de sake y pasteles de arroz.
Chac los cogió con gusto y les ordenó a sus sirvientes servirnos alimentos. Durante la comida, sentados alrededor de una gran mesa, comenzamos la plática con Chac.
-Tuvieron mucha suerte de haber llegado por la playa cercana a la aldea, los hombres que vagan por Fusang se vuelven bestias-dijo Chac, mientras bebía sake en un vaso de cerámica colorido. Nosotros bebíamos también licor, el cual era local y se obtenía del corazón de una planta de hojas anchas y espinosas.
-He notado que la presencia de chakra aquí es impresionante- dije.
-Si, el concepto de chakra lo desconocíamos hasta que el señor Hui Shen nos lo enseñó. Para nosotros es simplemente energía de la naturaleza. Verá, en estas tierras crecen plantas conocidas por no sólo alimentarse de la energía natural, sino además expandirla. Pero esa energía mana del mismo suelo, no sabemos por qué, pero siempre ha sido así. Pero entre las plantas capaces de canalizar y protegernos de esa energía en exceso es el árbol de Fusang, al cual debemos su nombre a este continente-dijo el líder de la aldea.
-He notado que lo usan para muchas cosas, así que ¿el árbol les sirve de protección?- le pregunté.
-Por ello la aldea está rodeada. Hace siglos, mis antepasados sembraron gran cantidad de Fusang para que nos protegiera y, de hecho, he mandado a fabricar para ustedes ropas de fibra de árbol para que puedan caminar fuera de la aldea. Pero deben tener cuidado, esas plantas “contaminadas” de chakra no son los únicos seres vivos “corruptos”- dijo el líder de la aldea- pero hablaremos más de eso en la mañana.
Platicamos de algunas cosas más, pero pronto llegaría el momento de dormir. El viento fresco de la noche contrastaba con el clima cálido del día. Llegada la mañana, varias doncellas llegaron a nuestras habitaciones con prendas hechas de fibra de árbol rojo. Eran ropas sencillas, pero nos dijeron que nos protegerían de ese chakra.
Así, cuando salimos, nos esperaba el líder de la aldea en una especie de carreta tirada por venados, mientras él fumaba de una pipa llena de tabaco. Tras saludarnos y darnos los buenos días, abordamos su carreta y el conductor comenzó a transportarnos.
Pude ver que en su vida diaria desconocían el hierro o el acero, y todas sus herramientas, desde las más sencillas a las más rudas y elaboradas eran de oro, plata o cobre.
-¿A dónde vamos?- le pregunté.
-Vamos a la siguiente aldea. Ken Hu, el líder de la aldea aliada nuestra, querrá saludar a los monjes y a ustedes. Su aldea es más próspera y grande que la nuestra-dijo Chac, lanzando fumarolas desde su pipa.
Los alrededores del camino eran miles de árboles rojizos, entre los cuales crecía con mucho verdor una increíble cantidad de plantas.
De pronto, una especie de ave gigante pasó volando cerca de nosotros. Algunos de mis hombres, perdiendo la paciencia, decidieron lanzar sus kunai hacia el ave que nos intentaba ahuyentar, rozándonos con sus garras al vuelo. Pero, de un momento a otro, incluso para mi vista fue demasiado veloz, aquel hombre nativo lanzó un cuchillo de obsidiana hacia el ave, haciéndola caer desplomada sobre el bosque.
-Oh, se me olvidaba, verán criaturas de ese tipo. Nunca deben comer sus carnes o podrán contaminarse- dijo el líder Chac. El resto de mis hombres parecían impresionados por la destreza de ese sujeto y la fuerza con la que, con un cuchillo de piedra, venció a tan poderoso enemigo, digno de un chunin.
Yo estaba impresionado por sus reflejos y agilidad, demostrándome que ese sujeto, pese a su apariencia tosca y poco ejercitada, era un guerrero de alto nivel.
-Menciona sobre la contaminación y la corrupción en hombres, ¿Qué sucede?- le pregunté.
-Se vuelven monstruos. Los humanos que vagan sin protección se vuelven bestias. Las primeras horas enloquecen, después de eso su cuerpo se retuerce y sus carnes y huesos toman los rasgos de algún animal y atacarán a cualquiera a su paso. Esa gente es enviada al pueblo a donde vamos, en donde en la gran prisión los mantenemos cautivos, investigando una cura. Hemos utilizado el fruto del árbol rojo, pero ni siquiera los elíxir de esas frutas les ayuda a revertir su estado.
Pasamos frente a un enorme campo en donde algunos obreros cuidaban y ordeñaban venados como si se tratase de vacas, criando algunos para que sirvieran de carne y vestimenta, y otros musculosos que servirían de bestias de carga como los que tiraban de la carreta.
-Nuestra aldea no ha tenido tantos problemas de ataques como la del soberano Ken Hu. Hemos solicitado al gobierno central más apoyo, pero ellos también tienen problemas con los “demonios”, como les llamamos a esos monstruos en su estado pleno- dijo Chac.
El transcurso del viaje continuó con normalidad. Detectamos plantas conocidas como el tomate, la piña, fresas y el cacao del cual se obtiene el chocolate. Tras unos momentos de pasear entre los bosques de Fusang, el camino terminó abruptamente, quedando tan sólo un puente de piedra encima de una caída de casi medio kilómetro. Desde allí se podía apreciar el verdor de sus campos de cultivo, de sus criaderos de venado y pavos, así como un extraño fuerte de piedra, imponente y lejano, tan grande que parecía estar casi frente a nosotros. Sus altos muros competían en altura con el propio precipicio, o esa impresión daban.
-¿Qué es eso?- le cuestioné al líder Chac.
-En Fusang tenemos dos prisiones. En la parte sur, en una zona pantanosa, tenemos a los que han cometido crímenes y cumplen sentencia, pero en la parte norte, en esa gran estructura, se colocaban los delincuentes más peligrosos, aquellos privados de su libertad para siempre. Pero desde hace siglos, se ha convertido en “El valle de los demonios”. Aquellos monstruos plenos, corruptos por la energía natural, son arrojados allí. Sobreviven como pueden y los guardias viven y patrullan en la cima de las murallas. De vez en cuando atrapamos algunos para probar medicinas que puedan curarlos, pero no ha resultado en nada. Grandes guerreros se han medido allí, pero muchos mueren después de unos minutos. Pocos han durado más de un día y salido para contarlo. En mis tiempos de guerrero, cuando mi complexión y fuerza eran mejores, duré 1 hora antes de pedir que me subieran con una cuerda. Era tan joven y tonto…
Escuché a mis hombres tragar saliva, ya que se dieron una idea de su fuerza. Con una mirada les reprendí para que mostraran compostura. Finalmente cruzamos el puente, en donde además de los árboles se podían ver varias flores azules.
-Esas flores concentran chakra natural. Consumir una puede recuperar todo el chakra que gastaste, pero si no lo has agotado del todo y tienes una sobredosis, puedes mutar en un monstruo o peor, comenzar a petrificarte. Esas flores deben usarse con sumo cuidado-dijo Chac- en su momento, durante el combate en “El valle de los demonios”, consumí dos de esas flores tras agotar toda mi energía en dos ocasiones
El recorrido continuó hasta unas enormes puertas de madera en medio de una enorme y larga muralla de piedra. Su arquitectura era diferente a la que conocíamos. Esta incorporaba figuras geométricas y grecas como adornos, y solían ser escalonadas, con la base más ancha que el nivel superior.
Los guardias de la aldea se acercaron a vernos, y tras intercambiar palabras en su idioma con Chac y, tras saludar en nuestro idioma al monje, ordenaron abrir las puertas.
El interior de la aldea era de piedra, metales preciosos y piedras preciosas. Los ojos de mi gente brillaron ante tanto esplendor, y sus boca se abrieron ante tal belleza. Calles de piedra labradas, casas de piedra con arquitectura escalonada, con acabados de madera de Fusang. Piedras preciosas incrustadas en las paredes y entre las grecas, las cuales pintaban de forma policromática y muy colorida, y líneas de oro y plata para formar algunos grabados. La gente vestía casi igual que en la aldea anterior.
Por su plenitud, debía considerar que se trataba de una ciudad más que de una aldea, y a juzgar con el número de guerreros que vi, podrían enfrentar a cualquier aldea escondida de nuestro continente y, probablemente, salir victoriosos. Claro, la poderosa Kumo los aplastaría desde los cielos y mares con nuestras máquinas, pero considero que lo mejor sería no tratar de medir fuerzas.
En el palacio del gobernador Ken Hu era una enorme construcción de roca bastante decorada, tanto con bajorrelieve y grecas como por sus colores. Allí, la guardia identificó a Chac y al monje, a quien reconocieron con gusto, y nos permitieron el paso al palacio. Los guardias vestían con pieles de felinos e iban armados con lanzas con puntas de obsidiana. La carreta se detuvo frente a unos escalones de roca algo empinados, los cuales subimos para llegar al umbral de roca y oro en donde, un sujeto tosco de gran musculatura, rasgos faciales toscos y larga cabellera negra nos dio la bienvenida en nuestro idioma.
-Chac, Hui Shen, mucho tiempo sin verlos. Señor Shen, veo que decidió regresar-dijo aquel hombre, quien debía tratarse de Ken Hu. Vestía con ropas de fibra de Fusang, como todos, pero encima de estas vestía con ropas hechas con piel de jaguar y bastantes amuletos de oro.
El monje hizo una reverencia.
-Señor Hu, he venido con gente de mi pueblo para que conozcan estas tierras. Venimos en son de paz, quieren saber más sobre Fusang- dijo el monje.
El soberano nos atendió con bastante cortesía y delicadezas, como sus mejores licores y carnes, y aunque rechazamos también a las mejores mujeres, no dejó de sorprendernos su hospitalidad.
-Fusang cambió tras la llegada de los monjes. Nos enseñaron su idioma, sus conceptos de chakra y muchas otras cosas. A decir verdad, si que ha cambiado esta tierra. Desde siempre ha existido esa energía natural en la tierra, la cual puede corromper a los hombres y volver verdaderas bestias a las criaturas, pero ahora nos hemos visto en la necesidad de crear un ejército-dijo Ken Hu durante la comida. Bebía licor de agave en un enorme tarro de oro.
-¿Qué ocasionó que necesitaran formar un ejército?- le cuestioné mientras también sorbía de aquel trago.
-Los hombres corruptos han aumentado. En Fusang existen varios asentamientos humanos, todos ellos saben como protegerse de esa energía usando fibra de Fusang, pero se cree que existen métodos para controlar la energía. A raíz de esto, hombres bestia han venido a nuestras aldeas a atacar, pero no como una simple manada, sino como tropas. Llegan, saquean y regresan a sus aldeas. La primera aldea, más allá del bosque de trueno…
Al escuchar esas palabras tuve que interrumpirlo.
-¿Bosque de trueno?- le pregunté.
-Oh, si. En ese lugar se concentra mucha energía natural del trueno. Los árboles dan descargas a quienes los toquen, el aire está cargado de estática y ahí habitan criaturas capaces de dar descargas. En esos lugares crece una flor amarilla transparente, que se vuelve una frutita azul con rayos en su interior. Quien la consuma, verá que sus habilidades con el trueno se vuelven más fuertes, pero una sobredosis dañará los nervios y neuronas de quien las coma. Pero, si no le molesta, retomaré lo que decía sobre los pueblos b´rbaros-dijo Ken Hu.
Asentí con la cabeza un poco avergonzado, pero era necesario saber si existía algún paralelismo entre su “Bosque de trueno” y nuestro país, pero saber la existencia de esas frutas también era interesante.
-Más allá de los bosques del trueno, en las montañas, existe una aldea en donde todos sus hombres obtuvieron rasgos animales, pero sorprendentemente, ellos conservan su juicio. Han atacado otros pueblos y rechazan la diplomacia. Visten Fusang como nosotros, pero todos ellos llevan tatuajes rojos por el cuerpo, el cual creemos les da la capacidad de dominar la energía. Ellos también conocen las artes del chakra, algunas, pero con sus armas y su fuerza son suficientes como para hacerle frente a nuestras aldeas amuralladas con gente con arte del chakra-dijo Ken Hu.
-En mi país, conocemos ese “arte del chakra” como “jutsus”-hice la mención. Él no hizo expresión alguna, sólo rascó un poco su lampiña barbilla.
-Sí, el monje Shen mencionó eso. Moldear chakra, es algo conocido en nuestra tierra desde hace mucho, de una forma mucho más básica casi siempre. Pero como mencionaba, también existe otra aldea, la cual se encuentra más allá del lago de fuego y, antes de que me interrumpa, sí, literalmente es un enorme lago de agua rojiza que enciende en llamas lo que toca. Allí, hasta los animales queman al tacto y allí crece una raíz de color granate brillante, como si fuera un cristal, que potencia los “jutsus”- dijo esa palabra con cierta gracia- de fuego. En la selva negra, más allá de ese lago de fuego, viven humanos con características monstruosas. Caras extras, extremidades extras, colores de cuerpo anómalo, colmillos y garras, etc. Ellos experimentaron con plantas de la región y, al parecer, esa energía natural les dio grandes habilidades a cambio de su monstruosa forma. Eran un pueblo aislado y xenófobo, por lo que tampoco admiten regirse bajo las leyes de nuestro reino.
Mis hombres escribían todo cuanto oían, esperando captar el más mínimo detalle.
-Me gustaría ver a “los demonios”-dije con voz seria al soberano. Mis hombres se mostraron algo nerviosos y los guardias del rey se mostraron sorprendidos, pero Ken Hu ni se inmutó. Sólo volvió a dar un sorbo de su tarro de oro.
-No hay problema. Quizás Chac ya les contó de “el valle de los demonios”. El pobre no duró ni una hora, aunque eso se le celebra, pero su servidor aguantó casi mediodía. Fue una batalla frenética, consumí varias flores de chakra y algunos “lirios azules” que crecen en las cataratas gigantes, para reponer mi chakra y potenciar mi arte de… dijo, mis “jutsus” de agua. Fue un gran día, perdí algunos de mis compañeros y mi mentor perdió la mano derecha rescatando a una chica que estaba a punto de ser devorada. Pero estoy divagando, vayamos a primera hora de la mañana, que es cuando mejor se puede ver desde las murallas-dijo el soberano Ken, sonriendo mientras pensaba en su pasado, probablemente. Por su parte, Chac se cruzó de brazos pero continuó sonriendo.
Eso me daba una idea del poder de Ken Hu, quien podía estar, quizás, al nivel de un kage.
Tal como lo dijo, tras el desayuno nos encaminamos a la fortaleza del valle de los demonios. En el camino vimos distintas plantas que nos parecían exóticas, similares a las que conocemos pero de especies distintas. Incluso, en días posteriores, los biólogos tomarían muestras de hojas, frutos y semillas para examinarlas en el laboratorio del barco. Las casas eran similares, de los mismos materiales y muy coloridas, y pasamos por una serie de campos de maíz en la salida de los muros de la aldea. Del otro lado, más árboles rojos y algunos campos de cultivo de agave y hortalizas, muchos de ellos en un curioso huerto que flotaba sobre un gran lago que tenían al lado, regándolas perennemente por medio de la capilaridad.
Tras las murallas de la aldea comenzaban otras murallas, las cuales eran mucho más altas e imponentes. El soberano nos mencionaba que ese lugar fue construido hace siglos y fue abandonado antes de que ellos llegaran a estas tierras. Por dentro, cientos de miles de kilómetros de túneles, pasadizos, pasillos y habitaciones se extendían a lo largo del primer piso y de un piso subterráneo. En las plantas superiores, las cuales sólo se podían acceder desde afuera, había centenares de habitaciones que ocupaban los guardias, médicos y biólogos que estudiaban a los “demonios”.
Un grupo de guardias, al vernos, elevó una reja de bronce para que pasáramos en la carreta tirada por venados y, tras ingresar al interior de la muralla, subimos a pie una serie de rampas hasta llegar a la cima, desde donde podíamos ver el interior de la fortaleza.
Conforme uno subía, podía escuchar los bramidos, aullidos y bufidos de miles de bestias. Ya en la cima, era una explanada tan grande que, incluso, poseía sus propias nubes, pero eso no impedía que pudiéramos ver los cientos de miles de monstruos merodear en lo más bajo, moviéndose de formas erráticas y atacándose entre sí.
-Al principio utilizamos este lugar como la prisión de aquellos quienes cometían crímenes tan atroces que merecían pasar aquí el resto de sus vidas. Sin embargo, luego de una serie de eventos, la corrupción por parte del chakra natural elevado comenzó a crear más y más de estos seres. Por suerte, nuestros antepasados descubrieron que el Fusang, acostumbrado a la energía natural que permanentemente mana del subsuelo, podía protegernos. Ahora, desde casi todo Fusang, las aldeas envían aquí a sus monstruos, tanto para deshacerse de ellos como con la esperanza de recuperarlos. Les he mencionado sobre esa tribu de rasgos animales, quienes son capaces de contener su consciencia tras su transformación, pero siempre hemos sido enemigos y se han rehusado a darnos su secreto. Aquí, decenas de investigadores expertos en biología, medicina y chamanes trabajan todos los días para hallar la cura-dijo el soberano Ken. Chac, quien también nos acompañaba, asentía con la cabeza.
Un ser humanoide con rasgos faciales de murciélago y alas de murciélago que se extendían debajo de sus antebrazos, reptó de forma rápida por los muros. Su piel estaba cubierta por vello negro y sus ojos se veían rojos. Mis hombres, rápidamente, comenzaron a realizar sellos para contraatacar a esa bestia, pero antes de poder hacerlo, los guardias de la muralla lanzaron unos cuchillos de obsidiana hacia aquél ser, derribándole mientras emitía un chillido agudo. Tardó casi un minuto en tocar el suelo.
-Uno menos-dije al ver eso, asomándome al abismo.
-Es su tercera vez esta semana. Son muy resistentes y se recuperan rápidamente, por suerte, pasan casi todo el tiempo luchando entre ellos que tratando de escapar-dijo Ken con una sonrisa al ver mi credulidad.
Eso me dejó helado. Si en nuestro país dejaran libres a todos estos seres, posiblemente arrasarían una ciudad antes de que nuestra armada pudiera deshacerse de ellos. Claro, eso consideraba contando sólo con su resistencia física, ya que habría que probar que tan resistentes eran a los genjutsus y chakra elemental moldeado.
Tras hablar con los guardias sobre sus experiencias y ver el trabajo de sus médicos, me tomé el atrevimiento de pedir bajar a luchar contra los demonios, para probar su fortaleza. Tanto Chac como Ken se miraron extrañados pero luego se sonrieron. Parecían emocionados.
-Admiro su valor, ahora mismo ordeno que nos bajen a los tres- dijo Ken, ordenándole a sus guardias, en su lengua, que preparasen una guindola para que bajáramos. Pensé decirle que no era necesario, pero vista su emoción no iba a contradecirlos, además, me servirían de ayuda.
Conforme bajamos, los gritos y chillidos de los monstruos debajo de nosotros se incrementaba, y el chirrido de la cuerda de la guindola y el crujir de las maderas me pusieron algo incómodo, pero saber que podría subir caminando por las paredes me reconfortaba. Ambos soberanos apretaban sus armas y sonreían, listos para combatir. Antes de que la guindola tocara el piso, ambos saltaron hacia los demonios, armados con lanzas y hachas. Yo, un jounin y ex ANBU, debía poder luchar codo a codo con ellos.
Extendí mi chakra hacia las bestias, realicé unos sellos y luego, con otra tanta de sellos, corrí hacia ellos moldeando mi chakra raiton, listo para atacar con un dragón de rayo…
…
Han pasado ya tres días y, cuando desperté, me vi en una cabaña de maderas rojizas con techo de palma. Una hermosa chica de nariz aguileña, fleco en la frente y con el rostro con pintura tribal me colocaba las manos sobre el pecho, haciendo manar de éstas chakra verdoso. Los monjes les habían enseñado ese jutsu cuando llegaron por primera vez.
La chica, Tzitzin, se levantó y, tras examinar mis ojos y mis pupilas y tomar el pulso de mi cuello, salió por la puerta y permitió que mis hombres ingresaran.
-¿Qué ocurrió?- les cuestioné. Sentía mi cuerpo ardoroso y es porque estaba lleno de heridas.
-Logró soportar quince minutos en el Valle de los demonios, pero creo que fue un poco demasiado para usted- dijo uno de mis hombres.
Quedé sorprendido. Por años, he luchado contra terroristas, contra soldados enemigos e, incluso, contra jounin y ANBUS de otras aldeas, tanto en mi propio Kumo como en otras, tras infiltrarme. Eh estado rodeado de enemigos poderosos e, incluso, me he medido en combate amistoso con otros ninjas de mi rango de mi aldea, de varios clanes, y nada fue como combatir a esa horda de monstruos. Nada parecía dañarles, cualquier daño lo regeneraban en minutos y nunca se les acababa la energía. Cuando Chac me vio a punto de desmayarme, me sujetó bajo su brazo, saltó a la guindola y, tras llamar a Ken, me subieron para que los médicos me atendieran. Ellos volvieron a bajar por otra media hora más, antes de tener que volver a subir porque Chac estaba casi totalmente agotado. Ken, por su parte, me cuentan que se veía fresco y aún lleno de brío.
Debía dejar de lado intentar probar la fuerza de esos seres.
Cuando finalmente pude salir del hospital, Ken y su gente me estaban esperando. La carreta de venados estaba lista.
Nos llevaron al palacio, en donde ya habían llegado mis biólogos y ninjas de reconocimiento, examinando aquel extraño territorio. Los biólogos tomaron cuanta prueba pudieron para examinarla, y aunque pidieron ir al Bosque del Rayo, los nativos se negaron.
“Si su hombre más fuerte no soportó quince minutos en el Valle de los Demonios, el resto no podrá sobrevivir en el Bosque del Trueno más allá de una hora” decían los nativos, y el mismo gobernante Ken estaba de acuerdo. De ir Ken, Chac y sus guardias sólo les seríamos un estorbo.
…
Ya faltaba poco tiempo para nuestro regreso, por lo que le pedí a nuestros científicos reunirse con los científicos nativos y explicar el fenómeno del chakra natural de estas tierras.
Al principio no se ponían de acuerdo, pero luego lograron llegar a una conclusión.
-Bajo estas tierras existen unos minerales que emiten una extraña radiación, el cual es energía natural. Esa radiación afectaba el propio suelo, y las plantas con propiedades tan extrañas como las flores de chakra, las flores elementales y el propio Fusang , se nutrían de ese chakra y lograban procesarlo. Sin embargo, en algún punto entre 200 y 300 años atrás, la propia tierra sufrió una serie de eventos, como terremotos y erupciones volcánicas, los cuales quebraron, molieron y acercaron a la superficie aquellos minerales que radiaban energía natural. A partir de ahí, tanto los animales como las personas mutaron, al no poder controlar dicha energía. Pero el árbol Fusang lograba controlar aquella energía, y hasta cierto punto absorberla y servir como aislante, por lo que los pueblos que sobrevivieron fue porque vivían en bosques de Fusang o estaban rodeados por ellos, al ser un árbol muy común en este continente. Fue así que comenzaron a plantarlo en masa, a elaborar sus casas y ropas con su madera y fibras, para impedir así que el exceso de energía natural les corrompiera- explicó uno de mis científicos tras discutir un poco sus datos con los de los nativos.
-¿Será que sacar a esos monstruos del continente pueda revertir su transformación?- les pregunté.
-No lo creo. Los hemos envuelto en fibras de árbol, dado de comer sus frutos y colocado dentro cajas de la madera roja y nada ha servido. Aunque quizás, reducir su energía natural a cero podría servir, o al menos ser el comienzo de un tratamiento-dijo el científico nativo, rascando su barbilla mientras pensaba- lo consideraremos para un tratamiento. Nuestras balsas pueden llevarlos hasta una isla donde la energía natural no llega, y ahí tratarlo con Fusang, espero que eso funcione.
Ese padecimiento era muy raro. De hecho, me recordaba un poco a aquellos quienes, tras canalizar suficiente energía natural, podían acceder a raras transformaciones, sólo que estas eran drásticas y permanentes. Si, tuve contacto con compañeros que tuvieron acceso al “modo sabio”, pero esto es diferente. Por desgracia, esas bestias eran tan fuertes que nos resultó imposible someter alguna para que los biólogos los estudiaran.
…
El soberano Ken nos ha llamado para dar una vuelta en la carreta. Detrás de él, varias carretas con soldados le acompañaban.
-He decidido aceptar su petición y acercarlos al “Bosque del trueno” y a los otros raros biomas de Fusang. Nos aproximaremos pero no nos adentraremos en ellos. No quiero que corran peligro ni exponer demasiado a mis hombres-dijo Ken, armado con una lanza en su espalda. Llevaba una capucha hecha de piel de leopardo, o eso parecía.
Acepté su invitación, reuní a mi equipo y abordamos la carreta junto al soberano. Recorrimos varios kilómetros de senderos en donde sólo se contemplaba el verdor de la vegetación y los plantíos de Fusang, agave, cacao, maíz y otros cultivos más. Pasamos por sus extensas granjas donde criaban venados y, más adelante, por las minas de donde obtenían piedra y metales preciosos. Era extraño que no hubiera hierro en ese continente, pese a la enorme cantidad de materiales que extraían.
Conforme avanzamos, el cielo se tornó oscuro, cubierto por densas nubes negras. Se comenzaron a oír truenos y los relámpagos nos deslumbraron al tomarnos desprevenidos. Subimos a una colina desde donde podíamos ver un bosque de pinos extenso, hasta donde alcanzaba la vista. Cada uno de esos árboles chispeaba como si estuvieran cargados de electricidad, y lo estaban. De vez en cuando, cuando una hoja llevada por el viento intentaba cruzar ese bosque, recibía un chispazo proveniente de los propios árboles, prendiéndola en llamas.
-Aquí es el “Bosque del Trueno”. Existe en este lugar un yacimiento de mineral de chakra con naturaleza de rayo. Se cree que un rayo alcanzó un enorme cúmulo de mineral y le dio las propiedades, pero nadie está seguro. Allá donde alcanza la vista, al horizonte, se ven unas montañas. Detrás de ellas habita esa tribu de “monstruos”. Requiere mucha resistencia avanzar a través de ese bosque-dijo el soberano. Mis biólogos tomaron notas rápidamente en sus libretas, y mis hombres miraban todo detalle de aquel lugar.
Continuamos avanzando por varias horas, pasando por páramos en donde la luz del sol dejó de ser bloqueada y dio paso a un sol inclemente. Conforme avanzamos, el calor era más y más fuerte. En un punto, las carretas se desviaron hacia unas lomas alejadas de ese infierno. Tras otra hora de camino, subimos las lomas para ver el siguiente ambiente.
-El lago de fuego-dijo Ken Hu, señalando un enorme valle rojizo lleno de aguas rojizas, extremadamente calientes. Allí siempre había fuego, procedente del subsuelo, y los árboles que crecían alrededor de ese “lago” también estaban en llamas, pero sin consumirse. Tomé un telescopio de mis ropas, el cual utilizaba para misiones de espionaje, para observar mejor los detalles. Arbustos de hojas rojas en llamas, roedores de fuego, faisanes de fuego e, incluso, una salamandra hecha de chakra de fuego salió del agua ardiente para ocultarse en unos arbustos ígneos.
-El lago de fuego es un lugar peligroso. Poner un pie ahí puede hacerte desmayar si no eres lo suficientemente resistente, y aunque soportes el calor y la falta de oxígeno, la propia fauna y flora pueden abrasarte. Por no decir que, caer en esa agua, calcina en pocos segundos un bisonte. Se cree que al final del valle hay un volcán en donde habita una deidad, la cual pide sacrificios para obtener la inmortalidad- dijo Ken.
Eso me recordó al desagradable caso de los cultistas de Jashín, los cuales cometían asesinatos en nombre de su dios para alcanzar la inmortalidad. No descartaba que hubiera podido cruzar hasta estas tierras, pues siendo inmortal podría hacerlo, incluso, quizás, arreglárselas para atravesar el lago de fuego. Aunque generaba dudas, como ¿Por qué exiliarse hasta un volcán activo? De cualquier modo, eran suposiciones mías.
-De cualquier modo, al final del volcán, se extiende la “selva negra”. Un bosque tupido de árboles, arbustos y maleza, así como animales venenosos. Del otro lado, vive aquella tribu de seres monstruosos. Gente que experimentó con la energía natural y terminó convertida en verdaderos monstruos con colores raros, extremidades extras, colmillos, garras y mucha fuerza- continuó diciendo Ken.
En los informes a los que tuve acceso, una vez ascendido a jounin, leí sobre un científico loco de la aldea de la hoja, Orochimaru, quien creaba sellos cargados con chakra natural que causaba mutaciones en sus pobres víctimas. Quizás ellos hallaron una versión de esto, presumiblemente imperfecta, pues no pueden revertir su estado, al parecer.
Tras tomar datos, mi equipo estaba listo para seguir avanzando. Nos desviamos de nuevo hacia las lomas, dirigiéndonos hacia una aldea cercana, a un par de horas, para tomar otro camino que nos llevaría hacia el otro ambiente. Conforme uno se alejaba del paisaje de fuego, el verdor regresaba a la tierra. Otro par de horas más tarde, avanzando por caminos rodeados de maleza, subimos a otra montaña desde donde pudimos observar una extraña selva donde los árboles, maleza y los animales parecían de cristal. El lugar resplandecía con un tono azulado.
-La selva acuosa-dijo el soberano, señalando ese raro lugar- en este lugar todo es de agua. Aquí, la energía natural del agua invadió todo, plantas y animales. Entrar allí no causa tanto daño como en los otros lugares, aparentemente, pero aquí el mismo aire está hecho de agua. Respirar allí llena tus pulmones de agua, e incluso si logras superar ese obstáculo, las criaturas de allí pueden atacarte con sus cuerpos que se licúan y reforman tras los golpes, con garras afiladas. Hay unas ranitas azules, las cuales son muy venenosas y si se te pegan a la piel, bueno, no hay cura para ello.
El lugar era hermoso. Todo parecía hecho de cristal cortado, aunque en realidad era agua. Una vez documentado todo lo que podíamos apreciar, nos dirigimos al siguiente bioma. Pasamos la noche en un pequeño pueblo de paso, a unas tres horas de la selva de agua, donde pudimos comer y beber. Escuchamos algunas historias de los nativos respecto a la selva de agua, y cómo muchos morían buscando un “lirio de agua”, el cual decían que potenciaba el chakra suiton.
-¿Y las criaturas de esos lugares nunca salen de allí?- pregunté al soberano.
-Lo hemos intentado y, una vez afuera de su territorio, se debilitan y pierden poder, pero no dejan de ser de su elemento. No se atreven a salir de su zona por eso mismo, necesitan estar en contacto con ese chakra elemental-respondió el soberano, sorbiendo después de un tarro de oro lleno de “mezcal”.
Partimos antes del amanecer y, casi al mediodía, llegamos a un yerno extenso en medio de la selva. El lugar era una “isla” de arena en medio de la selva, de varios kilómetros de diámetro, pero allí se erigían palmeras que realmente parecían de vidrio. Estaban hechas de cristales, al igual que las aguas que había allí. Algunos animales de desierto, como armadillos, salían de la tierra de vez en cuando, dejando ver su cuerpo hecho de roca y su armadura de metal. Una serpiente de metal atrapó al armadillo y lo sumergió bajo tierra. Incluso, pasó una planta rodante hecha de cristal.
-No se acerquen más y observen bien. Este lugar es el “Desierto de gemas”. Aquí mana energía natural de la tierra, doton como la conocen ustedes. El dar un paso aquí hace que te comiences a cubrir de una capa de rocas diminutas, y en pocos minutos, esa capa se irá introduciendo en tu piel y te petrificará. Sí, se puede evitar esto con protección, pero el aire provoca el mismo efecto al respirarlo. En el fondo, en un oasis de gemas color ámbar, existe una raíz “La raíz de gaia”, la cual otorga poder al chakra de la tierra, pero cerca de los oasis viven unas serpientes de esmeralda, cuyo veneno te petrificará desde dentro. Es un lugar bonito y peligroso- explicó el soberano.
Pronto, tras unas horas de camino, llegaríamos a una montaña, en donde las carretas subieron por caminos empinados y angostos, hasta llegar a la cima. Desde allí pudimos ver el último paisaje. Era una especie de península enorme, donde sólo había tornados y una ventisca terrible. Ver eso era como una pesadilla. El mar alborotado y las nubes negras.
-Este es el “desierto de tornados”. Allí abunda el chakra del viento, fuuton, en donde todo se ha convertido en aire. Prácticamente nada crece allí, o eso parece, pues cada corriente de aire en realidad puede ser un animal. Existen unas “setas del viento”, las cuales otorgan fuerza al chakra del viento, pero también existen unos felinos hechos de viento. No los puedes golpear y tanto su embestida como sus zarpazos son cortantes. Si llegas a respirar una criatura de esas, despedazarán tus pulmones.
Mis hombres tomaron datos de todo cuanto podían ver, pues todo era prácticamente un super cúmulo de tornados. También allí el clima era muy frío, a diferencia del resto del continente conocido.
-Al norte de aquí, comienzan las tierras heladas. Zonas inhóspitas con pocos recursos-dijo Ken antes de irnos- falta mucho por conocer de Fusang, pero esto es lo más interesante que les puedo mostrar, al menos sin ponerlos en peligro.
Tras esto, tomamos el camino de regreso a la aldea de Ken Hu, en donde recibiríamos nuestra última cena en su palacio. Debíamos retirarnos al día siguiente de regreso a nuestra amada Kumo y notificarles a ustedes, mis superiores, sobre lo que ví en aquellas tierras extrañas.
El cómo conocían las plantas elementales de aquellos paisajes, tras escuchar las dificultades de cada uno, habla de que cuentan con gente muy poderosa, capaz de entrar a un lago de fuego o a un bosque eléctrico, buscar y encontrar esas plantas y regresar con vida. Quizás más fuertes que un jounin.
La zona definitivamente requiere mucha más investigación, pero por ahora su tecnología rústica, las barreras naturales y su carencia de hierro impide que puedan llegar a nuestro continente. No son una amenaza, y no creo que puedan serlo en los próximos siglos, aunque estar allí ya es otra cosa.
Con esto concluyo mi reporte sobre “Fusang”, el continente, su cultura, su gente, sus paisajes y sus extrañezas.
Yamato Kendo, capitán del buque KB “Killer Bee”, responsable por la misión F12.
31 Junigatsu 128 DVF
También dejo algunos links en donde pueden encontrar más información de Fusang
También existen recursos en PDF sobre este continente y narraciones del texto de Hui Shen, el monje budista que lo encontró.
En la temática asiática, Fusang fue el nombre que una expedición de monjes budistas le dio a un continente a, aproximadamente, 10,000 km de China, coincidiendo con California, aunque parte de sus descripciones coinciden con el México antiguo (antes de los Aztecas, después de los Toltecas).
La sugerencia del continente, además de adaptarse a la temática, podría servir para una serie de eventos en un futuro, siendo una zona inaccesible el resto del tiempo. Plantas raras, animales extraños, culturas exóticas y un extraño misterio en torno al continente.
Fusang: En sí, se trataría de una tierra cálida tropical, con un gran desierto al sur y tierras heladas al norte. Al oeste del continente Shinobi, el punto más "cercano" sería la península del País del Rayo.
Dejo una narración del lore de Fusang desde el punto de vista de un capitán de Kumo.
Reporte de Fusang, 128 DVF
Kumo 128 DVF.
He corroborado la información obtenida del reporte F12, el cual menciona unas tierras tan distantes como extrañas, encontradas por casualidad durante una expedición realizada por monjes de la isla Genbu, a unos 10,000 km hacia el oeste.
El general Miyako les interrogó tras haber entrado su embarcación en una zona perteneciente a la armada, y ordenar su rescate ya que parecía que el clima había averiado su junco (barco). Sus testimonios pasaron al emperador y, el 3 de Shigatu, el coronel Kishimoto me ordenó reunir una tripulación para llevar a cabo una exploración a tierras lejanas.
La tripulación y yo nos reunimos en el buque KB 2 (Killer Bee 2) dedicado a la exploración y, siguiendo las cartas marinas de la expedición budista pudimos llegar a esas extrañas tierras. Por si acaso, decidimos subir a bordo a un par de monjes, quienes no tuvieron problemas en aceptar.
El camino no fue fácil, puesto que hubo un momento en que trombas y tifones, así como gigantescas olas estuvieron a punto de hundir nuestro buque, pero la agilidad del timonel nos salvó de quedar boca abajo en medio de esas aguas hostiles.
El lugar al que llegamos era una zona tropical, con flora y fauna parecida a la que se conoce en este continente, pero distinta, con sus propios matices evolutivos. El biólogo Cheng quedó fascinado por las especies que allí encontró.
En la playa donde arribamos colocamos el campamento y pasamos allí la noche instalando un centro de investigación improvisado, mientras los exploradores revisaban los alrededores. Según los informes de la expedición anterior, debía haber una aldea cerca de donde atracamos, por lo que coordiné a mi gente para que los exploradores me siguieran mientras el equipo científico yacía en el buque, a salvo en caso de un ataque de nativos o de criaturas desconocidas.
Los monjes que nos acompañaban mencionaban que la selva de esa costa era de los lugares más tranquilos del continente, pero que debíamos preocuparnos de no ser mordidos por las varias especies de alimañas venenosas que vivían en el suelo y las hojas de las plantas.
Entre los árboles de la selva notamos la persistente presencia de un extraño árbol de madera color rojiza y frutas similares a moras rojas. El monje nos indicó que no debíamos probar las moras y que, de hecho, el árbol era indispensable para poder sobrevivir en el resto del continente, ya que éste estaba “corrompido” por fuentes de chakra. Era verdad. Los sensores al arribar a la playa, incluso desde el buque, habían hecho mención de la enorme cantidad de chakra que nos rodeaba, proveniente tanto de las aguas como de la misma selva.
Caminamos casi todo el día hasta que llegamos a un pueblo. Su gente era como nosotros, pero su piel era rojiza oscura, cabellos negros y vestían con ropajes hechos de fibras rojas, provenientes del mismo árbol Fusang. Sus casas eran cabañas hechas con madera rojiza de Fusang y sus techos de palma. Todos ellos iban adornados con basta joyería en los brazos, tobillos, anillos, en el cuello y las mujeres lucían aretes de oro y plata.
Pronto, la gente reconoció a los monjes y les dieron la bienvenida, aunque a nosotros nos veían con desconfianza y recelo. La bienvenida llegó a todo el pueblo, haciendo que la gente saliera de sus cabañas a vernos y, en especial, su líder, un hombre enorme, corpulento y con barriga.
-Monje Hui Shen, han pasado meses ¿ha traído a su gente?- dijo el líder de la aldea con una sonrisa. El monje hizo una reverencia y le respondió. El jefe nos invitó a pasar a su cabaña, la cual era más grande que la del resto de la gente.
-Soy el líder de la aldea de Balam, Chac Chan- dijo el hombre- veo que tenemos visitantes nuevos, ¿a que debo el honor de su presencia?
-Soy Yamato Kendo, líder del grupo F12 del País del Rayo - le dije tras hacer una reverencia. El monje nos había sugerido llegar con presentes, por esa razón, tras presentarme, saqué de mi mochila un paquete envuelto en una tela que contenía botellas de sake y pasteles de arroz.
Chac los cogió con gusto y les ordenó a sus sirvientes servirnos alimentos. Durante la comida, sentados alrededor de una gran mesa, comenzamos la plática con Chac.
-Tuvieron mucha suerte de haber llegado por la playa cercana a la aldea, los hombres que vagan por Fusang se vuelven bestias-dijo Chac, mientras bebía sake en un vaso de cerámica colorido. Nosotros bebíamos también licor, el cual era local y se obtenía del corazón de una planta de hojas anchas y espinosas.
-He notado que la presencia de chakra aquí es impresionante- dije.
-Si, el concepto de chakra lo desconocíamos hasta que el señor Hui Shen nos lo enseñó. Para nosotros es simplemente energía de la naturaleza. Verá, en estas tierras crecen plantas conocidas por no sólo alimentarse de la energía natural, sino además expandirla. Pero esa energía mana del mismo suelo, no sabemos por qué, pero siempre ha sido así. Pero entre las plantas capaces de canalizar y protegernos de esa energía en exceso es el árbol de Fusang, al cual debemos su nombre a este continente-dijo el líder de la aldea.
-He notado que lo usan para muchas cosas, así que ¿el árbol les sirve de protección?- le pregunté.
-Por ello la aldea está rodeada. Hace siglos, mis antepasados sembraron gran cantidad de Fusang para que nos protegiera y, de hecho, he mandado a fabricar para ustedes ropas de fibra de árbol para que puedan caminar fuera de la aldea. Pero deben tener cuidado, esas plantas “contaminadas” de chakra no son los únicos seres vivos “corruptos”- dijo el líder de la aldea- pero hablaremos más de eso en la mañana.
Platicamos de algunas cosas más, pero pronto llegaría el momento de dormir. El viento fresco de la noche contrastaba con el clima cálido del día. Llegada la mañana, varias doncellas llegaron a nuestras habitaciones con prendas hechas de fibra de árbol rojo. Eran ropas sencillas, pero nos dijeron que nos protegerían de ese chakra.
Así, cuando salimos, nos esperaba el líder de la aldea en una especie de carreta tirada por venados, mientras él fumaba de una pipa llena de tabaco. Tras saludarnos y darnos los buenos días, abordamos su carreta y el conductor comenzó a transportarnos.
Pude ver que en su vida diaria desconocían el hierro o el acero, y todas sus herramientas, desde las más sencillas a las más rudas y elaboradas eran de oro, plata o cobre.
-¿A dónde vamos?- le pregunté.
-Vamos a la siguiente aldea. Ken Hu, el líder de la aldea aliada nuestra, querrá saludar a los monjes y a ustedes. Su aldea es más próspera y grande que la nuestra-dijo Chac, lanzando fumarolas desde su pipa.
Los alrededores del camino eran miles de árboles rojizos, entre los cuales crecía con mucho verdor una increíble cantidad de plantas.
De pronto, una especie de ave gigante pasó volando cerca de nosotros. Algunos de mis hombres, perdiendo la paciencia, decidieron lanzar sus kunai hacia el ave que nos intentaba ahuyentar, rozándonos con sus garras al vuelo. Pero, de un momento a otro, incluso para mi vista fue demasiado veloz, aquel hombre nativo lanzó un cuchillo de obsidiana hacia el ave, haciéndola caer desplomada sobre el bosque.
-Oh, se me olvidaba, verán criaturas de ese tipo. Nunca deben comer sus carnes o podrán contaminarse- dijo el líder Chac. El resto de mis hombres parecían impresionados por la destreza de ese sujeto y la fuerza con la que, con un cuchillo de piedra, venció a tan poderoso enemigo, digno de un chunin.
Yo estaba impresionado por sus reflejos y agilidad, demostrándome que ese sujeto, pese a su apariencia tosca y poco ejercitada, era un guerrero de alto nivel.
-Menciona sobre la contaminación y la corrupción en hombres, ¿Qué sucede?- le pregunté.
-Se vuelven monstruos. Los humanos que vagan sin protección se vuelven bestias. Las primeras horas enloquecen, después de eso su cuerpo se retuerce y sus carnes y huesos toman los rasgos de algún animal y atacarán a cualquiera a su paso. Esa gente es enviada al pueblo a donde vamos, en donde en la gran prisión los mantenemos cautivos, investigando una cura. Hemos utilizado el fruto del árbol rojo, pero ni siquiera los elíxir de esas frutas les ayuda a revertir su estado.
Pasamos frente a un enorme campo en donde algunos obreros cuidaban y ordeñaban venados como si se tratase de vacas, criando algunos para que sirvieran de carne y vestimenta, y otros musculosos que servirían de bestias de carga como los que tiraban de la carreta.
-Nuestra aldea no ha tenido tantos problemas de ataques como la del soberano Ken Hu. Hemos solicitado al gobierno central más apoyo, pero ellos también tienen problemas con los “demonios”, como les llamamos a esos monstruos en su estado pleno- dijo Chac.
El transcurso del viaje continuó con normalidad. Detectamos plantas conocidas como el tomate, la piña, fresas y el cacao del cual se obtiene el chocolate. Tras unos momentos de pasear entre los bosques de Fusang, el camino terminó abruptamente, quedando tan sólo un puente de piedra encima de una caída de casi medio kilómetro. Desde allí se podía apreciar el verdor de sus campos de cultivo, de sus criaderos de venado y pavos, así como un extraño fuerte de piedra, imponente y lejano, tan grande que parecía estar casi frente a nosotros. Sus altos muros competían en altura con el propio precipicio, o esa impresión daban.
-¿Qué es eso?- le cuestioné al líder Chac.
-En Fusang tenemos dos prisiones. En la parte sur, en una zona pantanosa, tenemos a los que han cometido crímenes y cumplen sentencia, pero en la parte norte, en esa gran estructura, se colocaban los delincuentes más peligrosos, aquellos privados de su libertad para siempre. Pero desde hace siglos, se ha convertido en “El valle de los demonios”. Aquellos monstruos plenos, corruptos por la energía natural, son arrojados allí. Sobreviven como pueden y los guardias viven y patrullan en la cima de las murallas. De vez en cuando atrapamos algunos para probar medicinas que puedan curarlos, pero no ha resultado en nada. Grandes guerreros se han medido allí, pero muchos mueren después de unos minutos. Pocos han durado más de un día y salido para contarlo. En mis tiempos de guerrero, cuando mi complexión y fuerza eran mejores, duré 1 hora antes de pedir que me subieran con una cuerda. Era tan joven y tonto…
Escuché a mis hombres tragar saliva, ya que se dieron una idea de su fuerza. Con una mirada les reprendí para que mostraran compostura. Finalmente cruzamos el puente, en donde además de los árboles se podían ver varias flores azules.
-Esas flores concentran chakra natural. Consumir una puede recuperar todo el chakra que gastaste, pero si no lo has agotado del todo y tienes una sobredosis, puedes mutar en un monstruo o peor, comenzar a petrificarte. Esas flores deben usarse con sumo cuidado-dijo Chac- en su momento, durante el combate en “El valle de los demonios”, consumí dos de esas flores tras agotar toda mi energía en dos ocasiones
El recorrido continuó hasta unas enormes puertas de madera en medio de una enorme y larga muralla de piedra. Su arquitectura era diferente a la que conocíamos. Esta incorporaba figuras geométricas y grecas como adornos, y solían ser escalonadas, con la base más ancha que el nivel superior.
Los guardias de la aldea se acercaron a vernos, y tras intercambiar palabras en su idioma con Chac y, tras saludar en nuestro idioma al monje, ordenaron abrir las puertas.
El interior de la aldea era de piedra, metales preciosos y piedras preciosas. Los ojos de mi gente brillaron ante tanto esplendor, y sus boca se abrieron ante tal belleza. Calles de piedra labradas, casas de piedra con arquitectura escalonada, con acabados de madera de Fusang. Piedras preciosas incrustadas en las paredes y entre las grecas, las cuales pintaban de forma policromática y muy colorida, y líneas de oro y plata para formar algunos grabados. La gente vestía casi igual que en la aldea anterior.
Por su plenitud, debía considerar que se trataba de una ciudad más que de una aldea, y a juzgar con el número de guerreros que vi, podrían enfrentar a cualquier aldea escondida de nuestro continente y, probablemente, salir victoriosos. Claro, la poderosa Kumo los aplastaría desde los cielos y mares con nuestras máquinas, pero considero que lo mejor sería no tratar de medir fuerzas.
En el palacio del gobernador Ken Hu era una enorme construcción de roca bastante decorada, tanto con bajorrelieve y grecas como por sus colores. Allí, la guardia identificó a Chac y al monje, a quien reconocieron con gusto, y nos permitieron el paso al palacio. Los guardias vestían con pieles de felinos e iban armados con lanzas con puntas de obsidiana. La carreta se detuvo frente a unos escalones de roca algo empinados, los cuales subimos para llegar al umbral de roca y oro en donde, un sujeto tosco de gran musculatura, rasgos faciales toscos y larga cabellera negra nos dio la bienvenida en nuestro idioma.
-Chac, Hui Shen, mucho tiempo sin verlos. Señor Shen, veo que decidió regresar-dijo aquel hombre, quien debía tratarse de Ken Hu. Vestía con ropas de fibra de Fusang, como todos, pero encima de estas vestía con ropas hechas con piel de jaguar y bastantes amuletos de oro.
El monje hizo una reverencia.
-Señor Hu, he venido con gente de mi pueblo para que conozcan estas tierras. Venimos en son de paz, quieren saber más sobre Fusang- dijo el monje.
El soberano nos atendió con bastante cortesía y delicadezas, como sus mejores licores y carnes, y aunque rechazamos también a las mejores mujeres, no dejó de sorprendernos su hospitalidad.
-Fusang cambió tras la llegada de los monjes. Nos enseñaron su idioma, sus conceptos de chakra y muchas otras cosas. A decir verdad, si que ha cambiado esta tierra. Desde siempre ha existido esa energía natural en la tierra, la cual puede corromper a los hombres y volver verdaderas bestias a las criaturas, pero ahora nos hemos visto en la necesidad de crear un ejército-dijo Ken Hu durante la comida. Bebía licor de agave en un enorme tarro de oro.
-¿Qué ocasionó que necesitaran formar un ejército?- le cuestioné mientras también sorbía de aquel trago.
-Los hombres corruptos han aumentado. En Fusang existen varios asentamientos humanos, todos ellos saben como protegerse de esa energía usando fibra de Fusang, pero se cree que existen métodos para controlar la energía. A raíz de esto, hombres bestia han venido a nuestras aldeas a atacar, pero no como una simple manada, sino como tropas. Llegan, saquean y regresan a sus aldeas. La primera aldea, más allá del bosque de trueno…
Al escuchar esas palabras tuve que interrumpirlo.
-¿Bosque de trueno?- le pregunté.
-Oh, si. En ese lugar se concentra mucha energía natural del trueno. Los árboles dan descargas a quienes los toquen, el aire está cargado de estática y ahí habitan criaturas capaces de dar descargas. En esos lugares crece una flor amarilla transparente, que se vuelve una frutita azul con rayos en su interior. Quien la consuma, verá que sus habilidades con el trueno se vuelven más fuertes, pero una sobredosis dañará los nervios y neuronas de quien las coma. Pero, si no le molesta, retomaré lo que decía sobre los pueblos b´rbaros-dijo Ken Hu.
Asentí con la cabeza un poco avergonzado, pero era necesario saber si existía algún paralelismo entre su “Bosque de trueno” y nuestro país, pero saber la existencia de esas frutas también era interesante.
-Más allá de los bosques del trueno, en las montañas, existe una aldea en donde todos sus hombres obtuvieron rasgos animales, pero sorprendentemente, ellos conservan su juicio. Han atacado otros pueblos y rechazan la diplomacia. Visten Fusang como nosotros, pero todos ellos llevan tatuajes rojos por el cuerpo, el cual creemos les da la capacidad de dominar la energía. Ellos también conocen las artes del chakra, algunas, pero con sus armas y su fuerza son suficientes como para hacerle frente a nuestras aldeas amuralladas con gente con arte del chakra-dijo Ken Hu.
-En mi país, conocemos ese “arte del chakra” como “jutsus”-hice la mención. Él no hizo expresión alguna, sólo rascó un poco su lampiña barbilla.
-Sí, el monje Shen mencionó eso. Moldear chakra, es algo conocido en nuestra tierra desde hace mucho, de una forma mucho más básica casi siempre. Pero como mencionaba, también existe otra aldea, la cual se encuentra más allá del lago de fuego y, antes de que me interrumpa, sí, literalmente es un enorme lago de agua rojiza que enciende en llamas lo que toca. Allí, hasta los animales queman al tacto y allí crece una raíz de color granate brillante, como si fuera un cristal, que potencia los “jutsus”- dijo esa palabra con cierta gracia- de fuego. En la selva negra, más allá de ese lago de fuego, viven humanos con características monstruosas. Caras extras, extremidades extras, colores de cuerpo anómalo, colmillos y garras, etc. Ellos experimentaron con plantas de la región y, al parecer, esa energía natural les dio grandes habilidades a cambio de su monstruosa forma. Eran un pueblo aislado y xenófobo, por lo que tampoco admiten regirse bajo las leyes de nuestro reino.
Mis hombres escribían todo cuanto oían, esperando captar el más mínimo detalle.
-Me gustaría ver a “los demonios”-dije con voz seria al soberano. Mis hombres se mostraron algo nerviosos y los guardias del rey se mostraron sorprendidos, pero Ken Hu ni se inmutó. Sólo volvió a dar un sorbo de su tarro de oro.
-No hay problema. Quizás Chac ya les contó de “el valle de los demonios”. El pobre no duró ni una hora, aunque eso se le celebra, pero su servidor aguantó casi mediodía. Fue una batalla frenética, consumí varias flores de chakra y algunos “lirios azules” que crecen en las cataratas gigantes, para reponer mi chakra y potenciar mi arte de… dijo, mis “jutsus” de agua. Fue un gran día, perdí algunos de mis compañeros y mi mentor perdió la mano derecha rescatando a una chica que estaba a punto de ser devorada. Pero estoy divagando, vayamos a primera hora de la mañana, que es cuando mejor se puede ver desde las murallas-dijo el soberano Ken, sonriendo mientras pensaba en su pasado, probablemente. Por su parte, Chac se cruzó de brazos pero continuó sonriendo.
Eso me daba una idea del poder de Ken Hu, quien podía estar, quizás, al nivel de un kage.
Tal como lo dijo, tras el desayuno nos encaminamos a la fortaleza del valle de los demonios. En el camino vimos distintas plantas que nos parecían exóticas, similares a las que conocemos pero de especies distintas. Incluso, en días posteriores, los biólogos tomarían muestras de hojas, frutos y semillas para examinarlas en el laboratorio del barco. Las casas eran similares, de los mismos materiales y muy coloridas, y pasamos por una serie de campos de maíz en la salida de los muros de la aldea. Del otro lado, más árboles rojos y algunos campos de cultivo de agave y hortalizas, muchos de ellos en un curioso huerto que flotaba sobre un gran lago que tenían al lado, regándolas perennemente por medio de la capilaridad.
Tras las murallas de la aldea comenzaban otras murallas, las cuales eran mucho más altas e imponentes. El soberano nos mencionaba que ese lugar fue construido hace siglos y fue abandonado antes de que ellos llegaran a estas tierras. Por dentro, cientos de miles de kilómetros de túneles, pasadizos, pasillos y habitaciones se extendían a lo largo del primer piso y de un piso subterráneo. En las plantas superiores, las cuales sólo se podían acceder desde afuera, había centenares de habitaciones que ocupaban los guardias, médicos y biólogos que estudiaban a los “demonios”.
Un grupo de guardias, al vernos, elevó una reja de bronce para que pasáramos en la carreta tirada por venados y, tras ingresar al interior de la muralla, subimos a pie una serie de rampas hasta llegar a la cima, desde donde podíamos ver el interior de la fortaleza.
Conforme uno subía, podía escuchar los bramidos, aullidos y bufidos de miles de bestias. Ya en la cima, era una explanada tan grande que, incluso, poseía sus propias nubes, pero eso no impedía que pudiéramos ver los cientos de miles de monstruos merodear en lo más bajo, moviéndose de formas erráticas y atacándose entre sí.
-Al principio utilizamos este lugar como la prisión de aquellos quienes cometían crímenes tan atroces que merecían pasar aquí el resto de sus vidas. Sin embargo, luego de una serie de eventos, la corrupción por parte del chakra natural elevado comenzó a crear más y más de estos seres. Por suerte, nuestros antepasados descubrieron que el Fusang, acostumbrado a la energía natural que permanentemente mana del subsuelo, podía protegernos. Ahora, desde casi todo Fusang, las aldeas envían aquí a sus monstruos, tanto para deshacerse de ellos como con la esperanza de recuperarlos. Les he mencionado sobre esa tribu de rasgos animales, quienes son capaces de contener su consciencia tras su transformación, pero siempre hemos sido enemigos y se han rehusado a darnos su secreto. Aquí, decenas de investigadores expertos en biología, medicina y chamanes trabajan todos los días para hallar la cura-dijo el soberano Ken. Chac, quien también nos acompañaba, asentía con la cabeza.
Un ser humanoide con rasgos faciales de murciélago y alas de murciélago que se extendían debajo de sus antebrazos, reptó de forma rápida por los muros. Su piel estaba cubierta por vello negro y sus ojos se veían rojos. Mis hombres, rápidamente, comenzaron a realizar sellos para contraatacar a esa bestia, pero antes de poder hacerlo, los guardias de la muralla lanzaron unos cuchillos de obsidiana hacia aquél ser, derribándole mientras emitía un chillido agudo. Tardó casi un minuto en tocar el suelo.
-Uno menos-dije al ver eso, asomándome al abismo.
-Es su tercera vez esta semana. Son muy resistentes y se recuperan rápidamente, por suerte, pasan casi todo el tiempo luchando entre ellos que tratando de escapar-dijo Ken con una sonrisa al ver mi credulidad.
Eso me dejó helado. Si en nuestro país dejaran libres a todos estos seres, posiblemente arrasarían una ciudad antes de que nuestra armada pudiera deshacerse de ellos. Claro, eso consideraba contando sólo con su resistencia física, ya que habría que probar que tan resistentes eran a los genjutsus y chakra elemental moldeado.
Tras hablar con los guardias sobre sus experiencias y ver el trabajo de sus médicos, me tomé el atrevimiento de pedir bajar a luchar contra los demonios, para probar su fortaleza. Tanto Chac como Ken se miraron extrañados pero luego se sonrieron. Parecían emocionados.
-Admiro su valor, ahora mismo ordeno que nos bajen a los tres- dijo Ken, ordenándole a sus guardias, en su lengua, que preparasen una guindola para que bajáramos. Pensé decirle que no era necesario, pero vista su emoción no iba a contradecirlos, además, me servirían de ayuda.
Conforme bajamos, los gritos y chillidos de los monstruos debajo de nosotros se incrementaba, y el chirrido de la cuerda de la guindola y el crujir de las maderas me pusieron algo incómodo, pero saber que podría subir caminando por las paredes me reconfortaba. Ambos soberanos apretaban sus armas y sonreían, listos para combatir. Antes de que la guindola tocara el piso, ambos saltaron hacia los demonios, armados con lanzas y hachas. Yo, un jounin y ex ANBU, debía poder luchar codo a codo con ellos.
Extendí mi chakra hacia las bestias, realicé unos sellos y luego, con otra tanta de sellos, corrí hacia ellos moldeando mi chakra raiton, listo para atacar con un dragón de rayo…
…
Han pasado ya tres días y, cuando desperté, me vi en una cabaña de maderas rojizas con techo de palma. Una hermosa chica de nariz aguileña, fleco en la frente y con el rostro con pintura tribal me colocaba las manos sobre el pecho, haciendo manar de éstas chakra verdoso. Los monjes les habían enseñado ese jutsu cuando llegaron por primera vez.
La chica, Tzitzin, se levantó y, tras examinar mis ojos y mis pupilas y tomar el pulso de mi cuello, salió por la puerta y permitió que mis hombres ingresaran.
-¿Qué ocurrió?- les cuestioné. Sentía mi cuerpo ardoroso y es porque estaba lleno de heridas.
-Logró soportar quince minutos en el Valle de los demonios, pero creo que fue un poco demasiado para usted- dijo uno de mis hombres.
Quedé sorprendido. Por años, he luchado contra terroristas, contra soldados enemigos e, incluso, contra jounin y ANBUS de otras aldeas, tanto en mi propio Kumo como en otras, tras infiltrarme. Eh estado rodeado de enemigos poderosos e, incluso, me he medido en combate amistoso con otros ninjas de mi rango de mi aldea, de varios clanes, y nada fue como combatir a esa horda de monstruos. Nada parecía dañarles, cualquier daño lo regeneraban en minutos y nunca se les acababa la energía. Cuando Chac me vio a punto de desmayarme, me sujetó bajo su brazo, saltó a la guindola y, tras llamar a Ken, me subieron para que los médicos me atendieran. Ellos volvieron a bajar por otra media hora más, antes de tener que volver a subir porque Chac estaba casi totalmente agotado. Ken, por su parte, me cuentan que se veía fresco y aún lleno de brío.
Debía dejar de lado intentar probar la fuerza de esos seres.
Cuando finalmente pude salir del hospital, Ken y su gente me estaban esperando. La carreta de venados estaba lista.
Nos llevaron al palacio, en donde ya habían llegado mis biólogos y ninjas de reconocimiento, examinando aquel extraño territorio. Los biólogos tomaron cuanta prueba pudieron para examinarla, y aunque pidieron ir al Bosque del Rayo, los nativos se negaron.
“Si su hombre más fuerte no soportó quince minutos en el Valle de los Demonios, el resto no podrá sobrevivir en el Bosque del Trueno más allá de una hora” decían los nativos, y el mismo gobernante Ken estaba de acuerdo. De ir Ken, Chac y sus guardias sólo les seríamos un estorbo.
…
Ya faltaba poco tiempo para nuestro regreso, por lo que le pedí a nuestros científicos reunirse con los científicos nativos y explicar el fenómeno del chakra natural de estas tierras.
Al principio no se ponían de acuerdo, pero luego lograron llegar a una conclusión.
-Bajo estas tierras existen unos minerales que emiten una extraña radiación, el cual es energía natural. Esa radiación afectaba el propio suelo, y las plantas con propiedades tan extrañas como las flores de chakra, las flores elementales y el propio Fusang , se nutrían de ese chakra y lograban procesarlo. Sin embargo, en algún punto entre 200 y 300 años atrás, la propia tierra sufrió una serie de eventos, como terremotos y erupciones volcánicas, los cuales quebraron, molieron y acercaron a la superficie aquellos minerales que radiaban energía natural. A partir de ahí, tanto los animales como las personas mutaron, al no poder controlar dicha energía. Pero el árbol Fusang lograba controlar aquella energía, y hasta cierto punto absorberla y servir como aislante, por lo que los pueblos que sobrevivieron fue porque vivían en bosques de Fusang o estaban rodeados por ellos, al ser un árbol muy común en este continente. Fue así que comenzaron a plantarlo en masa, a elaborar sus casas y ropas con su madera y fibras, para impedir así que el exceso de energía natural les corrompiera- explicó uno de mis científicos tras discutir un poco sus datos con los de los nativos.
-¿Será que sacar a esos monstruos del continente pueda revertir su transformación?- les pregunté.
-No lo creo. Los hemos envuelto en fibras de árbol, dado de comer sus frutos y colocado dentro cajas de la madera roja y nada ha servido. Aunque quizás, reducir su energía natural a cero podría servir, o al menos ser el comienzo de un tratamiento-dijo el científico nativo, rascando su barbilla mientras pensaba- lo consideraremos para un tratamiento. Nuestras balsas pueden llevarlos hasta una isla donde la energía natural no llega, y ahí tratarlo con Fusang, espero que eso funcione.
Ese padecimiento era muy raro. De hecho, me recordaba un poco a aquellos quienes, tras canalizar suficiente energía natural, podían acceder a raras transformaciones, sólo que estas eran drásticas y permanentes. Si, tuve contacto con compañeros que tuvieron acceso al “modo sabio”, pero esto es diferente. Por desgracia, esas bestias eran tan fuertes que nos resultó imposible someter alguna para que los biólogos los estudiaran.
…
El soberano Ken nos ha llamado para dar una vuelta en la carreta. Detrás de él, varias carretas con soldados le acompañaban.
-He decidido aceptar su petición y acercarlos al “Bosque del trueno” y a los otros raros biomas de Fusang. Nos aproximaremos pero no nos adentraremos en ellos. No quiero que corran peligro ni exponer demasiado a mis hombres-dijo Ken, armado con una lanza en su espalda. Llevaba una capucha hecha de piel de leopardo, o eso parecía.
Acepté su invitación, reuní a mi equipo y abordamos la carreta junto al soberano. Recorrimos varios kilómetros de senderos en donde sólo se contemplaba el verdor de la vegetación y los plantíos de Fusang, agave, cacao, maíz y otros cultivos más. Pasamos por sus extensas granjas donde criaban venados y, más adelante, por las minas de donde obtenían piedra y metales preciosos. Era extraño que no hubiera hierro en ese continente, pese a la enorme cantidad de materiales que extraían.
Conforme avanzamos, el cielo se tornó oscuro, cubierto por densas nubes negras. Se comenzaron a oír truenos y los relámpagos nos deslumbraron al tomarnos desprevenidos. Subimos a una colina desde donde podíamos ver un bosque de pinos extenso, hasta donde alcanzaba la vista. Cada uno de esos árboles chispeaba como si estuvieran cargados de electricidad, y lo estaban. De vez en cuando, cuando una hoja llevada por el viento intentaba cruzar ese bosque, recibía un chispazo proveniente de los propios árboles, prendiéndola en llamas.
-Aquí es el “Bosque del Trueno”. Existe en este lugar un yacimiento de mineral de chakra con naturaleza de rayo. Se cree que un rayo alcanzó un enorme cúmulo de mineral y le dio las propiedades, pero nadie está seguro. Allá donde alcanza la vista, al horizonte, se ven unas montañas. Detrás de ellas habita esa tribu de “monstruos”. Requiere mucha resistencia avanzar a través de ese bosque-dijo el soberano. Mis biólogos tomaron notas rápidamente en sus libretas, y mis hombres miraban todo detalle de aquel lugar.
Continuamos avanzando por varias horas, pasando por páramos en donde la luz del sol dejó de ser bloqueada y dio paso a un sol inclemente. Conforme avanzamos, el calor era más y más fuerte. En un punto, las carretas se desviaron hacia unas lomas alejadas de ese infierno. Tras otra hora de camino, subimos las lomas para ver el siguiente ambiente.
-El lago de fuego-dijo Ken Hu, señalando un enorme valle rojizo lleno de aguas rojizas, extremadamente calientes. Allí siempre había fuego, procedente del subsuelo, y los árboles que crecían alrededor de ese “lago” también estaban en llamas, pero sin consumirse. Tomé un telescopio de mis ropas, el cual utilizaba para misiones de espionaje, para observar mejor los detalles. Arbustos de hojas rojas en llamas, roedores de fuego, faisanes de fuego e, incluso, una salamandra hecha de chakra de fuego salió del agua ardiente para ocultarse en unos arbustos ígneos.
-El lago de fuego es un lugar peligroso. Poner un pie ahí puede hacerte desmayar si no eres lo suficientemente resistente, y aunque soportes el calor y la falta de oxígeno, la propia fauna y flora pueden abrasarte. Por no decir que, caer en esa agua, calcina en pocos segundos un bisonte. Se cree que al final del valle hay un volcán en donde habita una deidad, la cual pide sacrificios para obtener la inmortalidad- dijo Ken.
Eso me recordó al desagradable caso de los cultistas de Jashín, los cuales cometían asesinatos en nombre de su dios para alcanzar la inmortalidad. No descartaba que hubiera podido cruzar hasta estas tierras, pues siendo inmortal podría hacerlo, incluso, quizás, arreglárselas para atravesar el lago de fuego. Aunque generaba dudas, como ¿Por qué exiliarse hasta un volcán activo? De cualquier modo, eran suposiciones mías.
-De cualquier modo, al final del volcán, se extiende la “selva negra”. Un bosque tupido de árboles, arbustos y maleza, así como animales venenosos. Del otro lado, vive aquella tribu de seres monstruosos. Gente que experimentó con la energía natural y terminó convertida en verdaderos monstruos con colores raros, extremidades extras, colmillos, garras y mucha fuerza- continuó diciendo Ken.
En los informes a los que tuve acceso, una vez ascendido a jounin, leí sobre un científico loco de la aldea de la hoja, Orochimaru, quien creaba sellos cargados con chakra natural que causaba mutaciones en sus pobres víctimas. Quizás ellos hallaron una versión de esto, presumiblemente imperfecta, pues no pueden revertir su estado, al parecer.
Tras tomar datos, mi equipo estaba listo para seguir avanzando. Nos desviamos de nuevo hacia las lomas, dirigiéndonos hacia una aldea cercana, a un par de horas, para tomar otro camino que nos llevaría hacia el otro ambiente. Conforme uno se alejaba del paisaje de fuego, el verdor regresaba a la tierra. Otro par de horas más tarde, avanzando por caminos rodeados de maleza, subimos a otra montaña desde donde pudimos observar una extraña selva donde los árboles, maleza y los animales parecían de cristal. El lugar resplandecía con un tono azulado.
-La selva acuosa-dijo el soberano, señalando ese raro lugar- en este lugar todo es de agua. Aquí, la energía natural del agua invadió todo, plantas y animales. Entrar allí no causa tanto daño como en los otros lugares, aparentemente, pero aquí el mismo aire está hecho de agua. Respirar allí llena tus pulmones de agua, e incluso si logras superar ese obstáculo, las criaturas de allí pueden atacarte con sus cuerpos que se licúan y reforman tras los golpes, con garras afiladas. Hay unas ranitas azules, las cuales son muy venenosas y si se te pegan a la piel, bueno, no hay cura para ello.
El lugar era hermoso. Todo parecía hecho de cristal cortado, aunque en realidad era agua. Una vez documentado todo lo que podíamos apreciar, nos dirigimos al siguiente bioma. Pasamos la noche en un pequeño pueblo de paso, a unas tres horas de la selva de agua, donde pudimos comer y beber. Escuchamos algunas historias de los nativos respecto a la selva de agua, y cómo muchos morían buscando un “lirio de agua”, el cual decían que potenciaba el chakra suiton.
-¿Y las criaturas de esos lugares nunca salen de allí?- pregunté al soberano.
-Lo hemos intentado y, una vez afuera de su territorio, se debilitan y pierden poder, pero no dejan de ser de su elemento. No se atreven a salir de su zona por eso mismo, necesitan estar en contacto con ese chakra elemental-respondió el soberano, sorbiendo después de un tarro de oro lleno de “mezcal”.
Partimos antes del amanecer y, casi al mediodía, llegamos a un yerno extenso en medio de la selva. El lugar era una “isla” de arena en medio de la selva, de varios kilómetros de diámetro, pero allí se erigían palmeras que realmente parecían de vidrio. Estaban hechas de cristales, al igual que las aguas que había allí. Algunos animales de desierto, como armadillos, salían de la tierra de vez en cuando, dejando ver su cuerpo hecho de roca y su armadura de metal. Una serpiente de metal atrapó al armadillo y lo sumergió bajo tierra. Incluso, pasó una planta rodante hecha de cristal.
-No se acerquen más y observen bien. Este lugar es el “Desierto de gemas”. Aquí mana energía natural de la tierra, doton como la conocen ustedes. El dar un paso aquí hace que te comiences a cubrir de una capa de rocas diminutas, y en pocos minutos, esa capa se irá introduciendo en tu piel y te petrificará. Sí, se puede evitar esto con protección, pero el aire provoca el mismo efecto al respirarlo. En el fondo, en un oasis de gemas color ámbar, existe una raíz “La raíz de gaia”, la cual otorga poder al chakra de la tierra, pero cerca de los oasis viven unas serpientes de esmeralda, cuyo veneno te petrificará desde dentro. Es un lugar bonito y peligroso- explicó el soberano.
Pronto, tras unas horas de camino, llegaríamos a una montaña, en donde las carretas subieron por caminos empinados y angostos, hasta llegar a la cima. Desde allí pudimos ver el último paisaje. Era una especie de península enorme, donde sólo había tornados y una ventisca terrible. Ver eso era como una pesadilla. El mar alborotado y las nubes negras.
-Este es el “desierto de tornados”. Allí abunda el chakra del viento, fuuton, en donde todo se ha convertido en aire. Prácticamente nada crece allí, o eso parece, pues cada corriente de aire en realidad puede ser un animal. Existen unas “setas del viento”, las cuales otorgan fuerza al chakra del viento, pero también existen unos felinos hechos de viento. No los puedes golpear y tanto su embestida como sus zarpazos son cortantes. Si llegas a respirar una criatura de esas, despedazarán tus pulmones.
Mis hombres tomaron datos de todo cuanto podían ver, pues todo era prácticamente un super cúmulo de tornados. También allí el clima era muy frío, a diferencia del resto del continente conocido.
-Al norte de aquí, comienzan las tierras heladas. Zonas inhóspitas con pocos recursos-dijo Ken antes de irnos- falta mucho por conocer de Fusang, pero esto es lo más interesante que les puedo mostrar, al menos sin ponerlos en peligro.
Tras esto, tomamos el camino de regreso a la aldea de Ken Hu, en donde recibiríamos nuestra última cena en su palacio. Debíamos retirarnos al día siguiente de regreso a nuestra amada Kumo y notificarles a ustedes, mis superiores, sobre lo que ví en aquellas tierras extrañas.
El cómo conocían las plantas elementales de aquellos paisajes, tras escuchar las dificultades de cada uno, habla de que cuentan con gente muy poderosa, capaz de entrar a un lago de fuego o a un bosque eléctrico, buscar y encontrar esas plantas y regresar con vida. Quizás más fuertes que un jounin.
La zona definitivamente requiere mucha más investigación, pero por ahora su tecnología rústica, las barreras naturales y su carencia de hierro impide que puedan llegar a nuestro continente. No son una amenaza, y no creo que puedan serlo en los próximos siglos, aunque estar allí ya es otra cosa.
Con esto concluyo mi reporte sobre “Fusang”, el continente, su cultura, su gente, sus paisajes y sus extrañezas.
Yamato Kendo, capitán del buque KB “Killer Bee”, responsable por la misión F12.
31 Junigatsu 128 DVF
También dejo algunos links en donde pueden encontrar más información de Fusang
También existen recursos en PDF sobre este continente y narraciones del texto de Hui Shen, el monje budista que lo encontró.