Kaito escuchó atentamente la respuesta de Rõgu mientras continuaban caminando por el abrasador desierto. El tono animado de su compañero al hablar sobre su nacimiento y sus experiencias en diferentes países despertó cierta curiosidad en Kaito. La diversidad de clanes, comidas y costumbres de las distintas aldeas parecía haber dejado una marca positiva en Rõgu, contrastando con el resentimiento que ambos compartían hacia la Yakuza y su impacto en Sunagakure.
Ante la sugerencia de reclutar a un miembro del clan Jiki, especializado en el uso de la arena, Kaito asintió en señal de acuerdo. La idea de contar con habilidades únicas para contribuir a la reconstrucción de la aldea resonó en él.
— Tienes razón, Rõgu. Necesitamos unir fuerzas y uno de esos moradores de las arenas sería un gran aliado —respondió Kaito con determinación.
Al llegar al poblado que indicó Rõgu, Kaito observó el oasis en el centro, rodeado de pequeñas granjas que contribuían a la prosperidad local. A pesar de las dificultades impuestas por la Yakuza, el espíritu comunitario parecía prevalecer en ese rincón del país.
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Rõgu, creo que sería bueno encontrar un lugar para comer algo y descansar un poco. No podemos subestimar la importancia de mantenernos fuertes y alerta en esta travesía —sugirió Kaito mientras caminaban por las polvorientas calles del pueblo. La búsqueda de aliados y la lucha contra la Yakuza eran tareas agotadoras, y un breve descanso sería beneficioso para recargar energías. Juntos, se dirigieron hacia el centro del pueblo, donde esperaban encontrar algún establecimiento que ofreciera comida y sombra.
El aroma de especias y alimentos locales impregnaba el aire a medida que se acercaban a un modesto puesto de comida. Un anciano atendía el lugar, y la promesa de un refugio del calor y un bocado reconfortante hizo que Kaito y Rõgu se dirigieran hacia él.
— Buenas tardes, señor. ¿Nos podría servir algo para comer y beber? Estamos de paso y buscamos un breve descanso antes de seguir nuestro camino —preguntó Kaito con cortesía.
El anciano, con una sonrisa amable, les ofreció un lugar a la sombra de una improvisada estructura de tela.