Archivo de los Viajes de Aoi de la Hoja I
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10 de diciembre, 15 D.K.
Konohagakure no Sato, Puertas de la Villa, 00:02AM

Apenas pasada la medianoche, con su traje negro de capa larga, una boina y un cuello que le tapaba la mitad del rostro, la figura del pequeño Aoi se presentaba en las puertas, firmando una planilla en el puesto de control y evitando decir mucha palabra. — Cómo estás. ¿Otra vez saliendo? ¿Te perderás las fiestas en la aldea? — El bolígrafo freno su curso de escritura en el papel, cuando estaba a punto de estampar la firma. Aoi levantó apenas los ojos, vio el rostro del guardia, un chunin de Konoha bastante atrevido, a decir verdad, o quizá que no lo conocía demasiado. Ni siquiera levantó la cabeza, le bastó mover sus pupilas. — Paso de quedarme en esta aldea de depresivos y traidores, la verdad me aburren bastante. — Terminó de estampar su firma y sus ojos se mostraron amables, como si estuviese sonriendo por debajo del cuello que tapaba su boca. — Bueno, es una pena que tengas que estar aquí revisando papeles, pero supongo que es para lo que da tu nivel. ¡Suerte muchachos! — Levantó la mano como si hubiese pronunciado la más cordial de las despedidas. Su poco tacto se hacía notar otra vez.

Quién sabe a dónde iba esta vez. Bueno, en realidad en Konoha no lo sabían, pero Aoi tenía claro el destino: el País del Agua. Un importante cliente estaba dispuesto a pagarle muy bien por un trabajo un tanto complicado, pues involucraba el asesinato de un miembro del Consejo Shinobi de Kirigakure. Un trámite, vamos. Decidido, Aoi abandonó Konoha entre las sombras, para no levantar demasiadas miradas.
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2 de enero, 16 D.K.
Puertas de Konohagakure no Sato

Por la mañana de un segundo de enero, Aoi regresó a su casa. No necesitó enviar un informe para extender su plazo de estadía fuera, pues duró menos de un mes en su travesía que lo llevó a Kirigakure. De hecho, sólo debería presentar un informe posteriormente ante la oficina de la Hokage para que sus cuentas quedasen saldadas, aunque no le costaba mucho tergiversar los datos, después de todo era muy difícil que le hubiesen seguido la pista, incluso aunque cazadores ANBU lo siguieran. Escurridizo como ninguno, la sonrisa del pequeño peliazul resplandeció a los guardias, que aceptaron su llegada y la registraron.

Aiko Nezu seguía quedándose con sus impuestos y encima debía rendirle cuentas de lo que hacía fuera, pero era mejor que cuando era un chuunin y debía pedir permiso. En fin, Aoi se retiró a su lujoso hogar a darse un merecido descanso.
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22 de enero, 16 D.K.
Konohagakure no Sato, Puertas de la Villa, 01:15AM


Ya entrados en horas de la madrugada, Aoi se hizo presente en las puertas de Konoha, listo para partir rumbo a un destino desconocido para todos. No debía reportar a dónde se dirigía, pues ya rendiría un informe a su regreso. En realidad esperaba que su viaje no fuese tan largo, pero cosas inesperadas podían pasar en el camino.

Las noticias se extendían como la pólvora, y más en un mundo tan globalizado como el que controlaba el gran Imperio. La señora de Konoha, Aiko Nezu, estaba fuera de la aldea durante esos días, y el peliazul ya se olía la razón. — Nada mejor que viajar de noche, ¿eh? — Comentó a los extrañados guardias de las puertas. Ya era un habitual de las salidas nocturnas, por lo que era advertido casi siempre. El resto de shinobis de menor rango eran reacios a emprender viajes una vez caído el ocaso, pues temían los asaltos de bandidos y ninjas furtivos. Aoi era tan escurridizo y hábil que esas no eran preocupaciones ni siquiera cercanas para él.

Así, el jounin partió rumbo a la Cordillera del Oeste, intentando perder el rastro de cualquier curioso, utilizando atajos y pasadizos que lo sacarían del País del Fuego de una forma discreta, y evitando controles fronterizos a como dé lugar, haciendo gala de sus habilidades sensoriales para esquivar patrullas y ocultando su chakra para no ser detectado.
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