Cuando a uno se le hablan de duendes, magia, regalos bajo el arbol y de santa claus, un viejo regordete que reparte regalos en todo el mundo, quizás pensarán en fantasía, mitos y simples leyendas, pero cuando se lo dices a un demonio que te preguntó, quizás reconsiderarías esa respuesta.
La larga noche antes de Navidad, yo vagaba en las distintas zonas de Iwa, observando la decoración, los regalos y los exquisitos olores que salían de sus casas. Ya casi todos habían dejado sus trabajos y ahora yacían con sus familias, o solos, disfrutando de la navidad, por lo que las calles y los niveles se me hacían solitarios.
Tras unas horas de vagar sin encontrar nada, decidí retirarme a mi caverna secreta, un lugar solitario con una grieta que permitía ver el cielo. Era algo acogedor, solitario y cómodo. Una pequeña cascada cubría la entrada, pero ahora yacía congelada, por lo que usé mi chakra katon para descongelarla.
Me acomodé en el suelo y me puse a ver el cielo, tanto tiempo hasta que me quedé dormido. Al despertar, el cielo se había vuelto nocturno, y pude notar que comenzaba a nevar. Sin embargo, algo llamó mi atención.
En algún momento, frente a mí, alguien había invocado una puerta similar al Kimon, pero en vez de ser demoniaca, estaba decorada con motivos navideños. Me acerqué a la puerta, y pude escuchar explosiones, golpes y gritos.
Mis rojas manos y mis uñas negras comenzaron a envolver el pomo de la puerta y cuando la abrí, vi un páramo helado, blanco, con múltiples árboles.
Unas personas bajitas, con orejas en punta y vestidos con blanco y rojo, se sorprendieron al verme. Parecían niños con rostros de adultos.
-Maldición, un "morty" atravesó el portal- gritó una mujer bajita.
-¿Que sucede aquí?- les cuestioné.
-Maldita sea, que alguien haga algo- gritó otro duende.
Más explosiones ocurrieron.
-Un estúpido jutsu fallido, santa quería crear hombrecillos de galleta en vez de pagar duendes, pero salió mal, muy mal...- dijo otro de los duendes, uno que parecía más curtido en la batalla- veo que eres un ninja de Iwa, podrías sernos de ayuda.
-¿Cómo llegué aquí, que es esto?- cuestioné.
-Mira, muchacho, estás al norte del mundo, estas son las tierras de santa y de los duendes, pero como somos muy caros, el gordo quiso crear hombrecillos de galleta para reemplazarnos- dijo el duende- si nos ayudas a deshacernos de este problema, te recompensaremos.
Tras aceptar, nos desplazamos hacia lo que parecía ser una enorme cabaña hecha de galleta, caramelos, y adornos de navidad.
Algunos duendecillos salieron volando de forma graciosa al explotar la puerta.
Corrí hacia la cabaña, arrojando dos kunai con sellos explosivos atados. Tras impactar algo, causaron una gran explosión.
De entre el fuego, varios hombres de galleta aparecieron.
Los duendes intentaron defender el terreno con bastones de caramelo que usaban como bo, pero eran muchos para ellos.
Corrí hacia los hombres de jengibre, golpeándolos con mis puños, usando golpes blancos.
-Gouken Ryuu- lancé un hombre de galleta hacia otros, deshaciéndolos.
Golpeé el suelo, causando que varios hombres de galleta cayeran al suelo, con las piernas agrietadas.
Canalicé energía en mi dedo y comenzaría a apuñalarles rápidamente. Debía guardar mi chakra, por lo que usaría mi kanabo para comenzar a romper las galletas.
-Son demasiados- gruñí, golpeando frenéticamente esos seres.
Lancé los otros sellos que me quedaban, creando una pequeña zona libre por la cual pude correr hacia otro edificio navideño, subiendo por las paredes hasta el techo.
Desde ahí, el campo de batalla se veía frenético, repleto de duendes y hombres de galleta luchando. Tras crear 6 bolas de fuego las dirigí hacia los hombres de galleta, quemando al menos 6 de ellos. Eso iba a tomar una eternidad, por lo que tendría que buscar una manera de acabar con ellos.
Observé bien los alrededores, y vi que en la cabaña de galleta estaba el enorme horno en donde se habían cocinado las galletas, desde donde salía la masa. Salté hacia otra cabaña, apunté con mi dedo y disparé una bola de fuego que se incrustó en la masa madre, provocando que todos los muñecos de galleta voltearan hacia el horno.
Salté hacia el suelo y me dirigí corriendo hacia el enorme horno. Era caliente, hacía mucho calor, pero gracias a mi chakra y a mi naturaleza podía soportar un poco.
Disparé una llamarada de fuego hacia aquella masa, la cual se estremeció y palpitó al recibir el calor. Los hombres de galleta comenzaron a regresar hacia el horno, gruñendo y amenazando con sus manos, permitiendo que los duendes tuvieran un breve descanso.
Mantuve el chorro de fuego lo más que pude, hasta que tuve que correr por las paredes para escapar de la marea de muñecos.
Al no poderme alcanzar, los hombres de galleta comenzaron a saltar hacia la masa de galletas, haciendo crecer la masa de esta, hasta que casi todos hubieran sido absorbidos por esta, comenzaron a formar un enorme muñeco de galleta gigante. Salté por la ventana y me escondí detrás de una cabaña navideña.
El enorme muñeco rompió la pared de esa estructura de galleta. Los duendes huyeron al verlo. Tomé aliento y me escondí entre las cabañas, mientras el muñeco destruía las cabañas.
-¿Ahora qué?- me gritó una duende, escondiéndose conmigo. Yo seguía recuperando el aliento.
-Espera... tengo una idea- dije, mientras la tomaba bajo el brazo, escapando del aplaste del muñeco de galleta gigante.
Activaría mi Oni Dankai y correría hacia ese ser. Esquivaría los escombros de la cabaña y con todas mis fuerzas, concentraría mi energía en un dedo. Al llegar al muñeco, con mi dedo golpearía su pierna, agujerándola con mi dedo, pero la energía agrietó toda la pierna del hombre de galleta. Tras el ataque, usé el Rokkubureika, golpeando donde había perforado. La pierna del muñeco se quebraría y caería sobre una de las cabañas.
El cuerpo de la galleta quedó cubierto de tejas, trozos de madera y vidrios rotos. Los duendes rápidamente treparon al muñeco de galleta, golpeándolo y apuñalándolo con sus bastoncillos de galleta.
Pronto, las grietas se extenderían hacia todo el cuerpo, terminando por desmoronar al enorme ser.
Tan pronto cayó, se deshizo, y comenzaron a celebrar.
-¿Y ahora?- pregunté.
-Regresa a tu aldea, nunca debiste venir aquí en primer lugar- dijo el duende curtido.
-Si, sobre eso ¿como fue que llegué?- le cuestioné.
-Era una puerta hacia tu aldea que usábamos para llevar regalos, pero no esperábamos que la encontraras- dijo el duende.
tras decir esto, ordenó a unos duendes que me regresaran a mi aldea, volviendo por la misma puerta por la que salí.
Antes de entrar, voltee hacia atrás y alcé el pulgar, sonriendo. Ellos sólo se despidieron sacudiendo las manos.
Al abrir la puerta, una luz me cegó, y desperté de nuevo en donde había estado. A mi alrededor había mucha nieve, pero sobre mí no había nada.
-Parece que todo fue un sueño- dije un poco decepcionado.
Sin embargo, al levantarme noté en mi ropa trozos de boronas, rastros de galleta. Sonreí y volteé a ver hacia donde había estado la puerta. Me iría del lugar con una sonrisa, regresando a patruyar.
La larga noche antes de Navidad, yo vagaba en las distintas zonas de Iwa, observando la decoración, los regalos y los exquisitos olores que salían de sus casas. Ya casi todos habían dejado sus trabajos y ahora yacían con sus familias, o solos, disfrutando de la navidad, por lo que las calles y los niveles se me hacían solitarios.
Tras unas horas de vagar sin encontrar nada, decidí retirarme a mi caverna secreta, un lugar solitario con una grieta que permitía ver el cielo. Era algo acogedor, solitario y cómodo. Una pequeña cascada cubría la entrada, pero ahora yacía congelada, por lo que usé mi chakra katon para descongelarla.
Me acomodé en el suelo y me puse a ver el cielo, tanto tiempo hasta que me quedé dormido. Al despertar, el cielo se había vuelto nocturno, y pude notar que comenzaba a nevar. Sin embargo, algo llamó mi atención.
En algún momento, frente a mí, alguien había invocado una puerta similar al Kimon, pero en vez de ser demoniaca, estaba decorada con motivos navideños. Me acerqué a la puerta, y pude escuchar explosiones, golpes y gritos.
Mis rojas manos y mis uñas negras comenzaron a envolver el pomo de la puerta y cuando la abrí, vi un páramo helado, blanco, con múltiples árboles.
Unas personas bajitas, con orejas en punta y vestidos con blanco y rojo, se sorprendieron al verme. Parecían niños con rostros de adultos.
-Maldición, un "morty" atravesó el portal- gritó una mujer bajita.
-¿Que sucede aquí?- les cuestioné.
-Maldita sea, que alguien haga algo- gritó otro duende.
Más explosiones ocurrieron.
-Un estúpido jutsu fallido, santa quería crear hombrecillos de galleta en vez de pagar duendes, pero salió mal, muy mal...- dijo otro de los duendes, uno que parecía más curtido en la batalla- veo que eres un ninja de Iwa, podrías sernos de ayuda.
-¿Cómo llegué aquí, que es esto?- cuestioné.
-Mira, muchacho, estás al norte del mundo, estas son las tierras de santa y de los duendes, pero como somos muy caros, el gordo quiso crear hombrecillos de galleta para reemplazarnos- dijo el duende- si nos ayudas a deshacernos de este problema, te recompensaremos.
Tras aceptar, nos desplazamos hacia lo que parecía ser una enorme cabaña hecha de galleta, caramelos, y adornos de navidad.
Algunos duendecillos salieron volando de forma graciosa al explotar la puerta.
Corrí hacia la cabaña, arrojando dos kunai con sellos explosivos atados. Tras impactar algo, causaron una gran explosión.
De entre el fuego, varios hombres de galleta aparecieron.
Los duendes intentaron defender el terreno con bastones de caramelo que usaban como bo, pero eran muchos para ellos.
Corrí hacia los hombres de jengibre, golpeándolos con mis puños, usando golpes blancos.
-Gouken Ryuu- lancé un hombre de galleta hacia otros, deshaciéndolos.
Golpeé el suelo, causando que varios hombres de galleta cayeran al suelo, con las piernas agrietadas.
Canalicé energía en mi dedo y comenzaría a apuñalarles rápidamente. Debía guardar mi chakra, por lo que usaría mi kanabo para comenzar a romper las galletas.
-Son demasiados- gruñí, golpeando frenéticamente esos seres.
Lancé los otros sellos que me quedaban, creando una pequeña zona libre por la cual pude correr hacia otro edificio navideño, subiendo por las paredes hasta el techo.
Desde ahí, el campo de batalla se veía frenético, repleto de duendes y hombres de galleta luchando. Tras crear 6 bolas de fuego las dirigí hacia los hombres de galleta, quemando al menos 6 de ellos. Eso iba a tomar una eternidad, por lo que tendría que buscar una manera de acabar con ellos.
Observé bien los alrededores, y vi que en la cabaña de galleta estaba el enorme horno en donde se habían cocinado las galletas, desde donde salía la masa. Salté hacia otra cabaña, apunté con mi dedo y disparé una bola de fuego que se incrustó en la masa madre, provocando que todos los muñecos de galleta voltearan hacia el horno.
Salté hacia el suelo y me dirigí corriendo hacia el enorme horno. Era caliente, hacía mucho calor, pero gracias a mi chakra y a mi naturaleza podía soportar un poco.
Disparé una llamarada de fuego hacia aquella masa, la cual se estremeció y palpitó al recibir el calor. Los hombres de galleta comenzaron a regresar hacia el horno, gruñendo y amenazando con sus manos, permitiendo que los duendes tuvieran un breve descanso.
Mantuve el chorro de fuego lo más que pude, hasta que tuve que correr por las paredes para escapar de la marea de muñecos.
Al no poderme alcanzar, los hombres de galleta comenzaron a saltar hacia la masa de galletas, haciendo crecer la masa de esta, hasta que casi todos hubieran sido absorbidos por esta, comenzaron a formar un enorme muñeco de galleta gigante. Salté por la ventana y me escondí detrás de una cabaña navideña.
El enorme muñeco rompió la pared de esa estructura de galleta. Los duendes huyeron al verlo. Tomé aliento y me escondí entre las cabañas, mientras el muñeco destruía las cabañas.
-¿Ahora qué?- me gritó una duende, escondiéndose conmigo. Yo seguía recuperando el aliento.
-Espera... tengo una idea- dije, mientras la tomaba bajo el brazo, escapando del aplaste del muñeco de galleta gigante.
Activaría mi Oni Dankai y correría hacia ese ser. Esquivaría los escombros de la cabaña y con todas mis fuerzas, concentraría mi energía en un dedo. Al llegar al muñeco, con mi dedo golpearía su pierna, agujerándola con mi dedo, pero la energía agrietó toda la pierna del hombre de galleta. Tras el ataque, usé el Rokkubureika, golpeando donde había perforado. La pierna del muñeco se quebraría y caería sobre una de las cabañas.
El cuerpo de la galleta quedó cubierto de tejas, trozos de madera y vidrios rotos. Los duendes rápidamente treparon al muñeco de galleta, golpeándolo y apuñalándolo con sus bastoncillos de galleta.
Pronto, las grietas se extenderían hacia todo el cuerpo, terminando por desmoronar al enorme ser.
Tan pronto cayó, se deshizo, y comenzaron a celebrar.
-¿Y ahora?- pregunté.
-Regresa a tu aldea, nunca debiste venir aquí en primer lugar- dijo el duende curtido.
-Si, sobre eso ¿como fue que llegué?- le cuestioné.
-Era una puerta hacia tu aldea que usábamos para llevar regalos, pero no esperábamos que la encontraras- dijo el duende.
tras decir esto, ordenó a unos duendes que me regresaran a mi aldea, volviendo por la misma puerta por la que salí.
Antes de entrar, voltee hacia atrás y alcé el pulgar, sonriendo. Ellos sólo se despidieron sacudiendo las manos.
Al abrir la puerta, una luz me cegó, y desperté de nuevo en donde había estado. A mi alrededor había mucha nieve, pero sobre mí no había nada.
-Parece que todo fue un sueño- dije un poco decepcionado.
Sin embargo, al levantarme noté en mi ropa trozos de boronas, rastros de galleta. Sonreí y volteé a ver hacia donde había estado la puerta. Me iría del lugar con una sonrisa, regresando a patruyar.