9 de Jūnigatsu del 15 D.K.
Bajo la iridiscencia de un soleado día de invierno, caminan las palomas.
Las estadísticas reflejaban un hecho innegable. El País de los Fideos jugaba un papel fundamental a la hora de mantener el equilibrio del sistema económico y financiero de las diferentes naciones. Un quince por ciento de la producción global de hortalizas y verduras procedía de esta pequeña potencia, motivo por el cual siempre había sido respetada por las guerras. El miedo a la posibilidad de una gran hambruna habían mantenido lejos de sus fronteras los diversos conflictos históricos, por lo que no contaban con un ejército numeroso para la autodefensa, puesto que no lo consideraban necesario. Además, diferentes villas contaban con embajadas permanentes en diferentes ciudades, dispuestos a colaborar entre sí para que las tasas de criminalidad no se disparasen, aunque siempre hubiesen sido elevadas y para que las relaciones comerciales entre naciones se llevasen a buen puerto.
La Sede Momi eran una de las Tres Ciudades de Legación, donde las potencias continentales negociaban con el gobierno central los precios de las exportaciones cada seis meses. La única de las tres con acceso directo, al mar, lo que le permitía comerciar directamente con todos los puertos del Mar del Norte. Así mismo, actuaba como intermediaria entre las Ciudades de Legación y el Continente. Pero no era oro todo lo que relucía, en sus suburbios se encontraba el Clan Momi, el menor de las tres triadas, el cual se dedicaba a las apuestas y a los préstamos de capital de dudosa procedencia y con extravagantes intereses. Muchos de sus negocios se enfocaban en la realización de torneos ilegales, casinos y macabros juegos que casi siempre acababan en la muerte de alguna persona que se atrevía a visitrarlos. Muchas veces actuaban como intermediarios o prestamistas en las operaciones de compra-venta internacional.
La zona del puerto había sido uno de los nexos comerciales entre todas las naciones con disponibilidad de transporte naval, lo que unido a la gran disponibilidad de grandes almacenes lo convertía en el centro logístico de muchas transacciones. En aquella ocasión se había concretado un intercambio de mercancía a tres bandas entre las villas de la Hoja, la Niebla y la Roca. Por ese motivo, las tres partes implicadas en aquella transacción habían designado a un efectivo para que actuase en su representación, a quienes les había sido encargada la misión de verificar que todo sucedía con normalidad y sin inconvenientes.
El representante del Clan Momi, Ryujin, era un hombre fácil de identificar. Se trataba de un indiviudo con cabello descuidado y de un particular color marrón, que siempre llevaba gafas de sol. Tenía un bigote ridículo, formado por unos cuantos pelos mal puestos y un par de puntas un poco amarillentas que sobresalían de forma notoria. Su atuendo era el típico de un hombre de negocios de dudosa naturaleza, compuesto por un traje negro, una camisa amarilla y una corbata violeta, completado por unos puntiagudos zapatos negros. No parecía ser el tipo de persona con el que a nadie le gustase relacionarse, pero era el contacto de los tres ninjas que llevarían a cabo la misión, siguiendo sus indicaciones y recomendaciones.
Shin había recibido el pergamino con toda la información relativa a la misión con tiempo más que de sobra como para que llegase al País del Té la noche anterior, pernoctando en una posada cercana al puerto que habían elegido como punto de reunión. Sabía que aquella misión era de rango D y que tanto su dificutlad como su peligrosidad eran prácticamente nulas, no obstante, los altos cargos de la villa habían recalcado de sobremanera la importancia de completarla con éxito, pues en aquellos tiempos era crucial mantener las buenas relaciones comerciales que tenían y, para el buen funcionamiento de la economía local, era necesario aprovechar al máximo la oportunidad concedida por las importaciones y exportaciones de mercancía. No le sorprendió ser el primero en llegar al punto de reunión, en donde un señor le esperaba, de brazos cruzados, con cara de pocos amigos. Las presentaciones no tardaron en suceder, cuando los otros dos miembros del equipo se presentaron en el lugar.
—Mi nombre es Shin, soy el encargado de representar a la embajada de la Villa Oculta de la Hoja y sus intereses en esta misión copeerativa, es un placer conoceros.