De camino a ciudad Shukuba, una vez superado el país de los ríos y en una de las vías principales que ya se encontraban en el País del fuego, una figura vestida con taimada elegancia se encontraba sentada sobre el tronco de un árbol que, convenientemente, había ido a parar al suelo varias semanas o meses atrás... Rodeado de vegetación y con poco más que la leve distracción de contados carromatos por la vía que tenía ante él, Samuru estudiaba de un gran pergamino que tenía extendido ante él. Parecía estar sumido en su lectura, repasando conceptos básicos y avanzados de las diferencias principales entre la medicina más "pura" y aquella que él mismo había estudiado, el Ankoku, considerado por algunos un arte oscura, por otros sencillamente una rama incomprendida de la medicina... Para el titiritero, nada más que una herramienta.
La razón de su reciente interés a la hora de estudiar estos matices se basaba íntegramente en el único favor que su alumno, Yukine, le había solicitado en el primer día de su encuentro y aceptación de tutelaje, concretamente "Ayudarle a buscar algún tipo de cura para su hermana". Bien era cierto que Samuru aún ni si quiera había tenido oportunidad de observar a la muchacha, así como tampoco de informar a su nuevo pupilo de los conocimientos médicos que él mismo poseía. "No quisiera darle falsas esperanzas hasta comprender cómo podría ayudarle..." Aquel era el mismo pensamiento que había estado rondando en su cabeza aquellos últimos días y la razón por la que solo estudiaba aquellos viejos pergaminos cuando Yukine no estaba cerca... Ya que efectivamente, el joven peliblanco le había acompañado de vuelta al País del Fuego, en parte como método de aprendizaje, pero principalmente porque era un destino común para ambos.
En este caso la razón de la soledad del titiritero se debía principalmente al hecho de que había enviado a Yukine al bosque a recoger algo de madera y con suerte frutos o carne para, apartados de la frondosa vegetación, hacer un poco de fuego en el que asar alguna desdichada presa. La segunda razón era, de nuevo, tener tiempo para repasar la materia médica. Originalmente Samuru ni si quiera pensaría en la opción de ofrecerle sus conocimientos oscuros como posible medida, consciente de que los mismos solían servir a propósitos muy lejanos a la sanación, pero el muchacho le había asegurado haber preguntado a los mejores médicos de Konoha, quienes no habían podido otorgarle respuesta alguna; dicho esto, ningún o casi ningún sanador oficial de la aldea iba siquiera a sopesar la opción de mandar a un paciente a consultar por otros métodos, rutas que algunos se atreverían a tachar como menos válidas, conocimientos que Samuru dominaba y que sabía que, dependiendo del mal en concreto, podían resolver en cuestión de días casi cualquier síntoma producido por el mismo... El problema consistía en que, normalmente, implicaba la búsqueda y captura de alguien "dispuesto a donar a la ciencia". Además, existía la posibilidad de que el mal concreto que atacaba a la joven desconocida no pudiera ser resuelto de esta manera.
El leve sonido de la tierra y la hierba a sus espaldas llamaría la atención del titiritero, quien con un movimiento sutil de su mano enrollaría el pergamino, haciéndolo desaparecer casi al instante y sin movimiento alguno, como si nunca hubiera estado ahí.
- ¿Has encontrado algo útil? - Girando el rostro, Samuru se encontraría con la imagen del muchacho al que había enviado al bosque, desconocedor de si este habría logrado encontrar algo de utilidad entre el frondoso cúmulo de árboles que quedaba a sus espaldas - Si no nos volverá a tocar comer arroz sin complementos y sinceramente, agradecería algo para darle sabor. En cualquier caso... - Diría agitando la mano y haciendo aparecer un pergamino de similar apariencia que el anterior, pero con contenido interno totalmente distinto - En este rato he preparado la que va a ser tu lección de hoy. Apartémonos un poco, deja la madera en el suelo y siéntate en donde bien te apetezca. Hoy nos centraremos en el aprendizaje de tu primera técnica de Fuinjutsu.
- Bien - Diría poniéndose en pie, dejando la comida preparándose al fuego lento y caminando hasta el lugar que Yukine hubiera elegido como reposo, para sentarse directamente a su lado, volviendo a sacar una vez más el pergamino anteriormente mostrado, esta vez desde el interior de su kimono - Ya te he hablado alguna vez del Fuinjutsu, arte que engloba entre otras cosas la primera técnica de potenciación que usamos en uno de nuestros entrenamientos. Lo principal que debes saber de esta es que, por norma general, se basa en el uso de sellos y escrituras para la realización de diversas tareas; las posibilidades son casi ilimitadas - Mientras decía aquello, extendería el pergamino, permitiendo ver el contenido del mismo. Consistía en una serie de códigos y anagramas bastante complejos, posiblemente ilegibles para cualquiera que no hubiera sido sumergido en las enseñanzas Fuin - Es importante señalar que escrituras como las que ves aquí presentes no siempre son necesarias de plasmar para su ejecución, pero siempre deberán ser conocidas. Si el ninjutsu y diversas técnicas físicas precisan en muchas ocasiones de sellos, el Fuinjutsu, además de estos, requerirá o bien representar las complejas fórmulas que lo forman, o bien tenerlas presente en todo momento en nuestras mentes. Puede sonar complicado; y seamos sinceros, lo es; pero con un poco de práctica acabarás interiorizando este proceso, casi con tanta facilidad como la detección del chakra interno en la que hemos estado trabajando los últimos días.
Alzando la vista de golpe, como si acabara de caer en cuenta de algo absurdamente crucial, Samuru miraría detenidamente al muchacho y, con la mejor de sus sonrisas acompañando lo que iba a decir, procedería a exponer el miedo que acababa de asaltar su mente - Solo una pregunta, y no te ofendas por la misma, pero... ¿Sabes leer? - Si la respuesta a aquella pregunta era negativa -algo relativamente habitual en algunos pueblos o poblaciones demasiado aislados- Samuru acabaría de encontrarse con un nuevo impedimento.