Mukai Shingen.
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Última modificación: 05-12-2023, 08:57 PM por Mukai Shingen.
Capítulo 1

Hubo un día en el que desperté y escuché el cotorreo de una garza. Al salir de la cabaña hacia el pantano me encontré con Furusawa, que se hallaba en cuclillas, sus desgastadas getas de madera a punto de ceder ante el peso que tan fácilmente había ganado durante los últimos años. Mi amigo observaba el ave a la distancia y sonreía tontamente, como si acabara de acordarse de un viejo chiste. 
―No se ha movido desde hace ya una hora, y de tanto en tanto voltea el cuello hacia aquí. ―dijo al notar que me acercaba. 
―Estará esperando a que te marches. 
―Me recuerda un poco a Shinso. 
Esa mañana desayunamos atún en silencio. Noté que el viejo Furusawa se contenía y vencía la tentación de servirse un segundo plato. Para hacerle las cosas más sencillas, me apresuré a comer y levanté la mesa tan pronto hube terminado el pescado. Furusawa no dijo nada y me dio la sensación de que no sabía si agradecerme o regalarme una de sus odiosas miradas. 
Pasaron las horas. Yo leí dos capítulos del libro que mi amigo me había regalado hacía no mucho. Él salió a caminar por el pantano. Hacia la tarde, regresó. 
―He estado pensando ―comentó. ―Pronto nos quedaremos sin dinero. 
―Si. 
―Podríamos vender los libros. 
―Buena idea. 
Desde las afueras de la cabaña, se escuchó a la garza cantar. 
Furusawa y yo éramos fugitivos de las leyes del bajo mundo y vivíamos nuestras vidas esperando el día en que la garza nos advirtiera de la llegada de Shinso. Pero aquella garza de plumaje blanco seguía tan apacible como siempre, tan tranquila y tan serena como en apariencia vivíamos Furusawa y yo. Debo decir que, con el tiempo, las apariencias pueden adentrarse en el alma de uno y convertirse en esencia. Puede que Furusawa y yo, a pesar de todo, verdaderamente lleváramos una vida sin preocupaciones. Escuchábamos el viento, leíamos y hablábamos con el pantano. Shinso estaba ya muy lejos, muy lejos. 
―Venderemos los libros. ―afirmé. ―Y ayunaremos si es necesario. 
Cayó la noche y, una vez más, acompañado por los ronroneos de la respiración de Furusawa, caí dormido a la luz de la luna que se adentraba por las hendiduras de la choza. 
Cuando desperté escuché el cotorreo de una garza. Al salir de la cabaña hacia el pantano me encontré con Furusawa, que se hallaba en cuclillas, sus desgastadas getas de madera a punto de ceder ante el peso que tan fácilmente había ganado durante los últimos años. Mi amigo observaba el ave a la distancia y sonreía tontamente, como si acabara de acordarse de un viejo chiste. 
―No se ha movido desde hace ya una hora, y de tanto en tanto voltea el cuello hacia aquí.
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Capítulo 2

Siddhartha lo tendría más fácil, eso fue lo que pensé. Acompañando el gruñido en la barriga de mi amigo, los días pasaban y vivíamos de migajas y agua. Nuestro antiguo compañero Siddhartha lo habría tenido mucho más fácil. 
―Esperar, pensar y ayunar. ―dijo Furusawa como si pudiera leerme la mente, aunque por sobre todas las cosas sus palabras tan coincidentes con mis pensamientos se debían a que, en nuestra situación, poco se podía hacer por no pensar en Siddhartha. ―En su momento Shinso se río de Siddhartha cuando este le dijo que lo único que sabía hacer era esperar, pensar y ayunar. No hace falta decir que al poco tiempo nos dimos cuenta de lo útiles que eran aquellas habilidades suyas, pero lo cierto es que no hicimos ningún esfuerzo por aprenderlas. 
―¿Tienes hambre, Furusawa? Este es tan buen momento como cualquiera para aprender de Siddhartha. 
―De los muertos poco se puede aprender. 
―Al fin y al cabo, con sus conocimientos y todo, encontraron el peor de los finales. 
―Y como todos nos dirigimos allí, quizá ningún conocimiento sea digno de alabanzas. 
―Pero tienes hambre, y Siddhartha no la tendría. Si estuviera aquí con nosotros, desnutrido y sediento, de seguro que bromearía y encendería la habitación con una de sus amarillentas sonrisas. 
Pasó otra noche y a Furusawa se le ocurrió comernos las ranas del pantano. Yo estuve de acuerdo y a pesar del mal sabor y los malestares estomacales, terminamos acostumbrándonos. Un día levante la mirada para ver que el rostro de mi viejo amigo era ahora más delgado y me recordó a tiempos pasados, pero difícilmente mejores.
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Última modificación: 06-12-2023, 04:49 PM por Mukai Shingen.
Capítulo 3

Ese día Furusawa estaba muy agitado. Daba tumbos por la casa, arremetía descuidadamente contra las mesas y sillas y de vez en cuando me lanzaba una mirada llena de ansiedad. Yo lo dejaba estar. Sabía que esperaba a que preguntara por la causa de sus preocupaciones, pero ver la inquietud crecer minuto a minuto en aquel (ahora delgado) cuerpo suyo me producía una sensación de lo más cómica. Finalmente, después de la cena, sus defensas cedieron y se dedicó a hablarme largo y tendido sobre temas que poco importaban para finalmente llegar al meollo del asunto: 
―He escuchado un rumor. ―comenzó. ―Y creo que te interesaría conocerlo. 
Asentí para que continuara hablando. 
―Bueno, es tan solo un rumor, pero podría convertirse un trabajo. Veras, en el Puerto Degarashi los marineros hablan de un informante, lo llaman “La Floresta” pero sé de buena fuente que su verdadero nombre es Tomoki Jun’Ichi. 
Furusawa continuó hablando sobre Tomoki Jun’Ichi. Aparentemente trabajaba para distintas organizaciones mercantes como informante y se dedicaba a vender información sobre las rutas marítimas de las distintas compañías y el contenido de sus cargamentos. Sus clientes iban desde compañías rivales hasta piratas de poca monta.
―Las compañías pequeñas están sufriendo por las actividades de Jun’Ichi. Pero eso a nosotros no nos importa, lo entiendo. El problema es que uno de los marineros ha soltado el nombre de Shinso. Si ese tal Jun’Ichi tiene información sobre los dos ermitaños que viven en el pantano y Shinso, de alguna forma u otra, llegara a enterarse... 
La voz de mi amigo se volvió más y más tenue a medida que conversaba y aunque ambos sabíamos muy bien que las posibilidades de Shinso entrando en contacto con “La Floresta” eran de lo más arbitrarías, también éramos conscientes de que ninguno de los dos había tenido jamás la suerte que nuestro viejo líder poseía para los juegos de azar. 
―Si te encargas de Jun’Ichi, la información morirá con él. Y si jugamos bien nuestras cartas, puede que saquemos algún dinerillo.
―Ojalá sea como tú dices, Furusawa. 
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Capítulo 4

El día que ocurrió lloviznaba. Con tal solo un pequeño paraguas para protegerse de la lluvia, Furusawa caminaba a la misma hora y por el lugar acostumbrado en dirección al Puerto Degarashi. Fue justo detrás de la parada del rikisha donde tuvo lugar el inesperado encuentro. Seguramente el hombre venía desde el templo situado tras las colinas. Estaría a unos veinte metros de distancia cuando Furusawa levantó la vista por casualidad y lo vio aproximarse. Con los nervios a flor de piel, desvió la mirada sin pensarlo. Quería aparentar que no lo había reconocido, pero, cuando el hombre se acercó, sintió la necesidad de mirar de nuevo, para asegurarse de que no se había equivocado. No estaría a más de cuatro metros de distancia cuando levantó la mirada. El hombre lo observaba. La calle estaba tranquila. Furusawa sintió que podían verse el uno al otro como nunca antes se habían visto, a través de aquella finísima lluvia. Temblando, Furusawa apartó la mirada una vez más. El hombre continuó observando y Furusawa creyó con cada célula de su cuerpo que su vida había llegado a su fin. Finalmente, el hombre habló: 
― Disculpe, ¿necesita algo de mí? 
Sorprendido por aquel trato tan lejano- Furusawa levantó la mirada y adivinó en aquellos ojos perdidos del hombre algo que antes, seguramente debido a los nervios, había pasado por alto. Shinso estaba ciego. 
¿Cuánto tiempo había pasado desde la última vez que lo había visto? Quizás unos diez u once meses. Durante ese poco tiempo, su posición en la vida parecía haber cambiado sustancialmente. Ahora Furusawa lucía un aspecto mucho más saludable y se podría decir incluso que le había robado un par de años al tiempo. Sin embargo, Shinso no había cambiado en lo absoluto. A pesar de rondar ya los sesenta y cinco años, su cabello seguía siendo oscuro y hermoso y paseaba, como siempre, sin sombrero. Pero ahora estaba ciego e inesperadamente eso, en lugar de provocarle alivio a Furusawa, le hizo sentir una extraña inquietud. 
Por supuesto que Furusawa no quería verlo, pero estaba seguro de que el día que lo hiciera (porque creía firmemente ese día llegaría), Shinso tendría un aspecto mucho más próspero. Sin embargo, cualquiera se habría dado cuenta de que el hombre en frente suyo no estaba precisamente en una situación sencilla. Su haori y su kimono denotaban que era un anciano y que vivía en peores condiciones que la mayoría de la gente. En el mejor de los casos, se lo podía tomar como un hombre mayor de clase urbana baja, ocupado en algún asunto insignificante. Incluso su paraguas estaba hecho de algodón barato y tenía un aspecto pesado. 
Furusawa no pudo quitárselo de la cabeza durante el resto del día. Incluso después de regresar a casa por la tarde, sintió como si sus ciegos ojos lo persiguieran. Finalmente, me comentó lo sucedido.
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Capítulo 5

Me hallaba preparando té.
Desde el encuentro con Shinso, Furusawa dormía cada vez menos y todas las mañanas se despertaba un poquito más ansioso. Estaba paranoico y sus visitas a la garza del pantano se volvían más frecuentes. Admito que a mi también me faltaba calma, pero los días fueron pasando y pronto se convirtieron en semanas y cuando se estaban por cumplir dos meses desde aquel desafortunado encuentro entre mi buen amigo y nuestro anterior empleador, sin quererlo, dejé de preocuparme por Shinso con el desvelo con el que hasta entonces lo había hecho. Pero no aconteció lo mismo para Furusawa. Por aquellas épocas en las que yo comenzaba a estabilizarme mentalmente, él cayó enfermo y me dediqué a cuidarlo. El té de hierbas era precisamente parte de su tratamiento.
Furusawa sufría de una fiebre alta y de vez en cuando tenía alucinaciones auditivas. Insistía en que alguien llamaba a la puerta y estaba convencido de que era Shinso. Me rogaba que no abriera y que, si debía hacerlo, lo asesinara antes de permitir en su presencia a aquel monstruo.
Los días transcurrían y Furusawa pasaba por altibajos, pero en el gran espectro de las cosas, empeoraba. Yo llegué a preguntarme tantas cosas. Dude de si aquel encuentro con Shinso había sido verdadero o sí tan solo se trató de una primera alucinación. Un primer síntoma de la enfermedad que ahora azotaba a Furusawa. Creí también en la posibilidad de que Shinso, en aquel momento, le hubiera hecho algo a mi amigo y debido a eso ahora se encontrara en tan deplorable estado.
Durante un tiempo, Cómo Furusawa, esperé la llegada de Shinso. Aquel golpe seco en la podrida modera de la puerta de nuestra choza que snunciara el peor de los males. Sin embargo, Shinso no apareció y la garza permaneció en silencio, descansando.
Me tomó tiempo estabilizar al viejo. Finalmente lo conseguí y nuestra vida volvió a la apacibilidad de antes, pero no sin el ocasional alarido de Furusawa rompiendo el silencio del pantano por las noches más oscuras. Las pesadillas se habían convertido en algo común para él. Cada una de aquellas noches, se despertaba gritando mi nombre y, cuando le preguntaba qué había soñado, Furusawa era incapaz de recordarlo. 
Investigué sobre la presencia de Shinso en los alrededores del puerto, pero nadie parecía haber oido hablar de alguien similar
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