Cuando se alcen las espadas | Libre
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Última modificación: 04-12-2023, 02:49 PM por Sadashi.
La tragedia que había asolado a Iwagakure como una sombra oscura, manteniendo aún extendidas sus garras mortales sobre la ciudad. Hacía hace varios años que una guerra entre bandos y el imperialismo habían convertido las calles en campo de batalla, dejando a la ciudadanía sumida en el caos y la desesperación. En medio de este torbellino de incertidumbre y violencia, la familia de Sadashi luchaba por sobrevivir, atrapada en una posición incómoda al estar en contra del imperialismo y no apoyar ningún bando.

Aquella noche de antaño y sobre todo fatídica, quedó grabada en la memoria de Sadashi como la cicatriz imborrable que portaba en su rostro. Un ataque lleno de cobardía y sorpresa dejó a su familia y clan en la ruina. Decir masacrados era poco, un acto sin piedad por aquellos que buscaban eliminar cualquier vestigio de la oposición. La aprendiz de ninja aún era joven, y aún así Sadashi fue la única superviviente que fue dejada a su suerte en las sombras de la ciudad que alguna vez llamó hogar.

La amnistía Shinobi que con tanta siembra de esperanza que todos esperaban, ofrecía supuestamente la paz y la reconciliación, resultó ser una espada de doble filo para muchos, incluida también Sadashi. A quién dejaron fuera de los privilegios y el estatus de la élite, arrojándola y obligándola a subsistir con el mínimo que el imperio imponga. En un torbellino de emociones y el eclipse emocional que le perseguía, Sadashi intentaba controlar con todas sus fuerzas, siendo el rencor y odio por aquellos que le arrebataron todo. Sin embargo, en lo más profundo de su ser, la fémina se aferraba a la voluntad férrea de encontrar un propósito en medio de la desolación. Buscaba una causa perdida en donde pudiese redimir sus oscuros pensamientos y canalizar todos sus sentimientos hacia algo que tuviese significado.

Una noche oscura iluminada por la Luna en medio de un parque, la fémina buscaba callar aquella verborrea de su mente mientras se balanceaba delicadamente en un columpio, sintiendo como la brisa jugaba entre sus cabellos y enfriaba su pálido rostro. Sadashi observaba con atención todo lo que le rodeaba; la desigualdad en Iwagakure le carcomía las entrañas. Mientras algunos derrochaban su dinero en lujos innecesarios o se endeudaban por vanidades efímeras, en las sombras de las esquinas había familias que luchaba por un mendrugo de pan y un abrigo desgastado. El contraste de la opulencia y la miseria era tan marcado que la joven kunoichi no podía sino sentirse asqueada por la injusticia que se manifestaba a su alrededor que parecía no afectar a nadie. —Menuda mierda…. Si tan sólo no hubiésemos sido tan estúpidos... Resopló con nostalgia, a su vez que alzaba su rostro hacia el cielo estrellado.
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En los rincones más recónditos de las aldeas ninja, entre susurros y murmullos, se difundía un misterioso rumor que capturó la atención del señor iroh. Se decía que en las profundidades de Iwagakure, la aldea oculta entre las rocas, se encontraba un té magnífico, capaz de cautivar los sentidos y despertar la esencia misma de la calma y la reflexión.

Iroh, conocido por su aprecio por el té y su búsqueda constante de las infusiones más exquisitas, no pudo resistirse a la tentación de este rumor. Guiado por historias vagas y relatos que parecían surgir de las sombras, el sabio militar del País del Fuego, ahora tomando un descanso de sus labores emprendió un viaje hacia lo desconocido. Sus pasos resonaron en los caminos que lo llevarían a Iwagakure, el hogar de los shinobis de la tierra.

A medida que se acercaba a las imponentes murallas de la aldea, Iroh podía sentir la energía terrosa y la robustez que caracterizaban a Iwagakure. Sin embargo, su búsqueda no estaba destinada a desentrañar los secretos de la tierra, sino más bien a encontrar el santuario del té que tanto buscaba. Los habitantes de Iwagakure, desconcertados por la llegada de este forastero en busca de algo tan aparentemente mundano, observaban con curiosidad mientras Iroh avanzaba con una mezcla de determinación y serenidad.

Los rumores, susurrados entre los mercados y callejones, llevaban a Iroh a lugares insospechados, guiándolo por los intrincados laberintos de la aldea. A medida que exploraba, el anciano guerrero no solo buscaba el té magnífico, sino también entendimiento y conexión con la diversidad de culturas y sabores que el mundo ninja tenía para ofrecer.

Iroh, el Dragón del Oeste, se sumergía en las sombras de Iwagakure, persiguiendo el eco de un rumor que prometía mucho más que una simple taza de té. El misterio y la intriga se entrelazaban mientras el legendario exmilitar se adentraba en una nueva odisea, impulsado por el deseo de descubrir la magia que yacía en las hojas de un té magnífico.
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