Yoru to onsen (夜と温泉)
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Momento de tranquilidad. Aquí nadie molestará.

Vendría de concluir una misión de rescate que le habría tomado tres días en completar. Días completos, incluyendo overtime. Detestaba ese tipo de misiones, pero es lo que venía con los gajes del trabajo. Aunque siempre procuraba seleccionar misiones que no excedieran un día o que se limitaran a horas normales de trabajo, no siempre podía permitirse ese lujo. La vida de un shinobi era especialmente desafiante en esa época, marcada por una creciente violencia y división. Yagami no era más que un engranaje en la monstruosa maquinaria de guerra. A pesar de ello, no era un criminal; por lo tanto, era sumamente cuidadoso al elegir los trabajos que aceptaba, siempre asegurándose de que estuvieran en línea con su código moral.

Afortunadamente, después de tres días de labor ininterrumpida, Yagami finalmente pudo retirarse a ese oasis abandonado. Allí, nadie lo perturbaría ni interrumpiría, y tendría la libertad de pasar todo el tiempo que deseara.

En lo más profundo de las montañas entre el País de las Aguas Termales y el País del Rayo, se desvelaba un valle oculto, rodeado por picos cubiertos de nieve que resaltan contra un cielo pintado de tonos cálidos y dorados. Un atardecer con luna llena, donde el sol se extinguía sobre las montañas del País de las Aguas Termales y la luna llena ascendía en el horizonte del País del Rayo. Las aguas termales, iluminadas por la luz tenue del atardecer, adquirían un resplandor dorado que parecía emanar de lo más profundo de la tierra. La bruma que se elevaba de las piscinas era etérea, capturando los últimos destellos del sol poniente y creando un ambiente místico a medida que los rayos se filtraban a través de las montañas.

Yagami podía relajarse en ese oasis oculto como si fuera el dueño de esas tierras. Disfrutaría del atardecer encontrándose solo entre el vapor de las aguas termales, una velada fantástica después de un merecido descanso. No habría pasado mucho tiempo desde que optaría por retomar el camino shinobi, simplemente porque esa opción era marginalmente mejor que seguir siendo un errante común y corriente. Aunque no sabía qué le depararía la vida ni si los riesgos de su nueva línea de trabajo valdrían la pena, al menos la vida tenía un poquito más de significado.

Y estaba listo para sumergirse en las aguas, aunque primero debía deshacerse de sus vestimentas. Siempre ataviado con elegancia, encontró una piedra adecuada para dejar descansar toda su indumentaria. Con meticulosidad, comenzaría deshaciendo el nudo de su amarilla corbata moteada con puntos negros, después de un largo día, permitiendo que su cuello finalmente respirara. Colocaría la corbata junto a su chaqueta color almendra con cuidado para evitar arrugas. Apartaría los tirantes de su camisa que apretaban sus hombros, y con manos hábiles, desabotonaría la ajustada camisa azul marino. Con un simple movimiento de hombros de arriba hacia abajo, la camisa caería al suelo, pero la atraparía ágilmente y la apoyaría sobre la misma piedra junto al resto de la ropa. Removería los zapatos. La hebilla metálica del cinturón cedería a continuación, retirándola sintiendo el sonido del cuero deslizándose de entre las trabillas. Desharía el botón que ajustaba sus pantalones hasta caer, y sus manos se deslizarían hacia la cintura para remover la última prenda que le restaba, la cual caería con ligereza junto a los pantalones. Ahora toda la piel de Yagami estaba completamente expuesta a la brisa de la montaña, reflejando los rayos dorados sobre ésta. 

En este íntimo momento, completamente desnudo a excepción de su reloj metálico y sus distintivos lentes con cristales oliva, dio un paso decidido hacia las transparentes aguas cálidas, sumergiéndose hasta la altura de su pecho y recostando la espalda sobre una roca. La combinación del frío de las montañas de Kumo, rodeadas de nieve, junto al calor reconfortante de las aguas, creaba una mezcla perfecta. Exhaló aire en un suspiro, sumergiéndose aún más en la serenidad de las aguas en aquel atardecer dorado, con la luna y el sol en cada extremo del horizonte. Podía relajarse, dejando que el presente ocupara todo su ser y olvidándose del mañana. Ese era su espacio, y estaba decidido a disfrutar cada segundo hasta que se viera obligado a regresar a la cruel realidad, sin pensar en absoluto en lo que vendría.
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Última modificación: 06-12-2023, 01:13 AM por Karai.
Mantenerse en forma era algo mucho muy importante para Karai Yotsuki. Desde pequeña se había acostumbrado a llevar una dieta equilibrada y entrenar su cuerpo a diario, rutina que había resultado en la construcción de una figura fuerte, de musculatura trabajada y proporcionada, completamente funcional para su estilo de pelea. 

Tanta era la disciplina que la joven aplicaba respecto a su cuerpo que por lo menos una vez a la semana sometía su físico y psiquis a una combinación de entrenamientos muy pesados, tan arduos que los músculos, exigidos hasta el fallo, pedían por favor que se les diera un respiro.

En tales ocasiones, cuando su cuerpo quedaba con la misma consistencia que un puré de patatas, Karai decidía premiar su propio esfuerzo visitando un lugar que generalmente era poco concurrido; Un paraíso natural oculto entre las montañas nevadas, de las que brotaba uno de tantos manantiales vaporosos de aguas cálidas y revitalizantes. Allí, la Yotsuki solía reposar su anatomía exhausta y recuperar fuerzas antes de volver a casa y dormir como un bebé.

Ese día había sido uno de esos. Después de un entrenamiento durísimo y de exponerse a las bajas temperaturas, la morena arrastró su cuerpo reventado hasta la fuente termal que frecuentaba. Ansiaba disfrutar de la tranquilidad solitaria de aquel lugar recóndito, pero al llegar se topó con una sorpresa. Alguien más se le había adelantado.

Con el sigilo de un gato, detuvo sus pasos ocultando su presencia entre las rocas y arbustos que rodeaban aquel oasis natural, y desde la seguridad de su escondite espió descaradamente. Había un hombre y, aunque se encontraba de espaldas a ella, pudo notar que su apariencia no encajaba del todo con aquel sitio. Lucía bastante formal, parecía un empresario, un sujeto que acaba de salir de la oficina. Por sus movimientos, Karai se dio cuenta de que estaba desvistiéndose. Lo vio liberar sus hombros de los tirantes que sujetaban su pantalón, y luego notó que lentamente iba desprendiendo los botones de su camisa azulada. ¿Qué hacía paseándose con una vestimenta tan impecable en medio de semejante intemperie invernal? ¿Sería un turista?

Uh, tal vez debería irme —pensó.

Pero no lo hizo. Se quedó observando como la camisa se deslizaba por la piel blanca y revelaba un cuerpo robusto, una espalda ancha cuyos músculos se tensaron cuando su dueño se inclinó para dejar la ropa bien acomodada sobre una roca.

El rostro de Karai cogió color rápidamente, mientras sus ojos dorados recorrían los hombros, trapecios, brazos, y la piel nívea del sujeto que tenía en frente. Era joven, de porte elegante y cuerpo definido. Aquello la hizo sentir todavía más intrigada, y vaya que le picó la curiosidad. Cuando vio que el pantalón caía, con ambas manos se cubrió la cara. Pero no se resistió por mucho tiempo y separo índice y anular para espirar entre los dedos. Observó como aquel rubio misterioso se despojaba de la última prenda que le quedaba y se disponía a sumergir su cuerpo en el agua caliente. El vapor se elevaba del manantial de la misma forma que a Karai se le escapaba de la cabeza.

Que calor. Sí, mejor me voy —se repitió, auto abanicándose con una mano, y giró sobre sus talones. Sin embargo, no avanzó—. Pero si no te quieres ir —escuchó en su oído. Era la Karai diablita, susurrándole en la oreja. Y no podía negarlo, no quería irse, pero por algún motivo algo la detenía de animarse a entrar en escena—. ¿Entonces qué? ¿Te vas a quedar toda la tarde acá parada? Espiar no está bien —dijo una segunda mini-Karai, de apariencia angelical, manifestándose al otro lado de su cabeza—. Eso, mejor muévete de una vez y ve a hacerle compañía —respondió la mala influencia—. No, no, es un hombre ¡compórtate, Karai! —regañó la angelada—. Pero ¿Cuál es el problema? Si no hay un letrero indicando lo contrario, entonces son termas mixtas. Podemos entrar.

La Yotsuki ya estaba mareándose de escuchar la chillona discusión entre las voces de su conciencia. Realmente, después de tanto entrenamiento y de recorrer un largo trecho para llegar hasta ahí, no quería volver a su casa sin haber disfrutado del baño que merecía para relajar y sanar el cuerpo. Además, Karai no era una persona muy pudorosa, por lo que siempre y cuando su compañero se comportara, no le importaría ni avergonzaría tener que compartir el espacio.

Bueh, basta —Sacudiendo la mano, espantó a las imaginarias criaturas parlanchinas que le comían las orejas—. Parece una persona seria, seguro se comportará como tal —resolvió. Antes de desaparecer, la Karai angelical retrucó—. ¡Pero si aquí la que nunca se comporta eres tú!

No quiso seguir dándole más vueltas al asunto. Descolgó el bolso que cargaba en su hombro y lo apoyó en el suelo. Primero ajustó la coleta alta que sostenía su cabello púrpura, luego se dispuso a desvestirse quitándose primero la capa abrigada que cubría su espalda, y después retiró las vendas que envolvían sus antebrazos. Se quitó las botas y sintió la nieve helada entre los dedos, así que se apresuró a despojarse de su holgado pantalón blanco, dejando la malla negra y la ropa interior para el final. Entonces sacó del bolso una toalla con la que envolvió su cuerpo desnudo y, tras guardar todas sus pertenencias, volvió a cogerlo y se dispuso a salir de su escondite.

El calor de la piedra tibia bajo sus pies fue reconfortante. Habiendo entrado en escena, Karai se paró firme cerca del borde del manantial. Se llevó una mano a la cadera y dejó caer el bolso sobre una roca, y levantó la otra palma a la altura de su rostro para saludar.

Hola —Por supuesto, como siempre, esbozaba su sonrisa más perspicaz—. ¿Te importa si yo también tomo un baño? —La pregunta solo la hizo por mera cortesía, porque en realidad le daba igual la respuesta. No iba a marcharse sin haberse bañado primero.
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Paz, quietud y tiempo libre; elementos que Yagami apreciaba más que nadie. No hacía falta recordar que la razón por la cual decidiría tomarse la molestia de viajar a aquel oasis solitario de vapor y agua caliente era precisamente porque era la tierra idónea para disfrutar esos tres dichosos elementos: paz, quietud y tiempo libre.

Era entonces desafortunado advertir que realmente no estaba solo. No solo eso, se haría presente frente a él una joven morena de cabellera púrpura, apenas tapada solo por una toalla, sonriéndole antes de entrar a bañarse en las aguas, junto a Yagami. De fascinante y exótica belleza, su tez oscura resplandecía en contraste con los rayos del atardecer que se filtraban entre las montañas, desde su espalda descubierta.

Ante esta situación, Yagami, imperturbable, apenas se tomó la molestia de girar levemente el rostro hacia la morena, escrutándola con la mirada. El brazo izquierdo que reposaba extendido sobre la roca fuera del agua, se movería en dirección a su rostro; con tan solo presionar el pulgar y el índice en cada extremo, deslizaría hacia abajo ligeramente las gafas oliva, permitiéndole a Karai descubrir su pequeña pero afilada mirada, la cual no era amenaza ninguna; tan solo era descortés presentarse frente a ella sin que ésta pudiera verlo directamente a los ojos. Definitivamente no apreciaba la compañía cuando prefería estar solo, pero no evitaría que la morena se la ofreciera de todos modos.

Arte

No me importa. No soy dueño de estas tierras, así que eres libre de tomar un baño.

Eventualmente después de que Karai se sumergiese en el agua, volvería a colocar sus lentes en posición y su brazo volvería exactamente a dónde reposaba antes, como si nunca se hubiera movido antes. No prestaría ni un ápice de atención adicional a la morena, prefería ignorar su presencia y recrear en su mente la ilusión de soledad para seguir disfrutando de su paz, quietud y tiempo libre.

No tenía idea de cuánto tiempo transcurriría, si segundos o minutos, hasta que Karai volviera a romper su calma. Sin embargo, en la gran nobleza del pequeño corazón de Yagami, no podía simplemente pretender que ella no estaba ahí; no era lo correcto.

Sin mover más que la cabeza en dirección a ella, Yagami finalmente dirigiría su atención a la chica y rompería su silencio.

¿Qué te parece el agua? Mi nombre es Yagami.
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Última modificación: 12-12-2023, 01:06 AM por Namida.
Karai torció las cejas y los labios, sin miedo a trasmitir sus pensamientos y dibujándolos en la expresión de su rostro. Detrás de aquellas particulares gafas sin brazos pudo ver que se asomaba una mirada filosa, pero la felina morena mantuvo sus ojos amarillos sobre los ajenos, sin titubear. No parecía hostil, al contrario, solo daba la impresión de ser un tipo muy...

Serio.

Bufó y decidió que no sería necesario volver a hablarle, al menos no por el momento.

La joven se dispuso a buscar desde el borde del manantial el lado más opuesto a Yagami, para quedar enfrentada a él, y una vez ubicada en el que creyó sería el lugar perfecto se giró para darle la espalda antes de dejar caer su toalla blanca. No esperaba que él no la mirara, y sinceramente tampoco le preocupaba si lo hacía. De hecho, solo le daba la espalda porque no quería generar una situación que pudiera ser incómoda para el mayor.

Aún sin voltear, entró al agua lentamente y con cuidado. La diferencia de temperatura entre el manantial y el exterior helado le arrebató un par de suspiros y sintió que el frío la abandonaba, haciéndola estremecer. Solo se giró una vez que su cuerpo estuvo sumergido hasta por encima del pecho, y entonces se acomodó recargando sus brazos contra la piedra, y con los ojos cerrados exhaló sintiéndose aliviada. Pero esa bonita impresión de paz y tranquilidad que colmó su ser duraría realmente muy poco.

Los ojos dorados se abrieron y ubicaron al sujeto que tenía en frente, a distancia. Si bien el agua clara dejaba poco a la imaginación, el vapor que constantemente se elevaba del manantial se ocupaba de empañar la visibilidad lo suficiente como para que sus cuerpos desnudos no pudieran distinguirse a detalle. Aún así, la Yotsuki no intentaría disimular su mirada curiosa, y la arrastraría por todas las partes visibles del físico de su compañero. Sus hombros, su cuello, sus clavículas. La piel cubierta por el brillo perlado que le daba la humedad del vaporoso ambiente.

Está guapo, ¿no? —Se rió la Karai diablita, con evidente malicia, manifestándose a su izquierda—. Y es bien blanquito, igual que Go-. ¡A él no lo metas en esto! —La versión benévola interrumpió abruptamente las palabras de su antagonista, apareciendo a la derecha de la Yotsuki.

Karai cerró los ojos y se deslizó para hundirse un poco más en el agua, sumergiendo la cabeza hasta la altura de la nariz. Esperaba que los pensamientos simplemente pasaran por su mente y desaparecieran, sin prestarles mayor atención, pero era difícil lograr que la más provocativa de las voces cerrara el pico.

Lo sexy que se ve el cabello rubio goteando sobre su rostro...

La morena dejó escapar el aire por la boca, haciendo perezosas burbuja en el agua. Se esforzaba por ignorar las provocaciones de su mala influencia, mientras que la versión angelical chillaba espantada porque nadie nunca le hacía caso.

... Y como resaltan los músculos con el brillo de su piel mojada. ¿Por qué no te acercas un poco, para verlo mejor? —instó, pero Karai no cedería a sus provocaciones—. Quiero que se callen, las dos —sentenció. Aún así, desvió la mirada hacia Yagami y no pudo evitar reparar en los específicos detalles que Bad Karai había mencionado.

Como si de alguna forma él fuese capaz de darse cuenta del debate interno en el que la morena estaba sumida, no se tardó en volver su atención a ella para hablarle. El sonido de su voz impasible rompería con aquella conversación esquizoide y haría desaparecer a sus imaginarias amigas, que siempre parloteaban mucho pero nunca ayudaban.

Hmm, hmm —tarareó, libre al fin. Sus cejas se arquearon expresando conformidad, mientras volvía a enderezarse y quedaba con el agua al cuello.

Antes de responder se tomó el tiempo para levantar los brazos, juntando las manos por sobre su cabeza, y las fue bajando lentamente mientras se estiraba como un gato desperezándose, sintiendo como se liberaban todas las tensiones de su cuerpo.

El agua es perfecta —aseguró—. Justo lo que necesitaba después de un pesado día de entrenamiento —Le comentaría después, sonriente, chocando la palma de la diestra contra el bícep del brazo contrario—. Me llamo Karai. Y tú... no eres de por aquí, ¿verdad?
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Última modificación: 19-12-2023, 04:50 PM por Yagami.
Karai decidiría acompañarlo entre el vapor y el calor de las aguas termales. Situada al otro extremo del pozo, ella voltearía y bajaría su toalla, dejando en evidencia su piel desnuda, libre para que la mirada de Yagami pudiese pasearse alrededor de toda su dorsal. Era tan sencillo como dirigir la mirada hacia el frente, con los rayos del atardecer asomándose frente a ella de entre las montañas. Pero él no lo haría.

En cambio, el rubio voltearía la cabeza a la derecha, seguro de su decisión. Ella era tan solo otra huésped en ese inhóspito paraíso, quién lo acompañaría durante esa velada solo porque no podía negársele; prefería estar solo, sin duda. Sin embargo, el atrevido rabillo del ojo no pudo evitar asomarse un poco, apenas vislumbrando una figura difusa. Ésta se sumergiría en el agua, no era una visión precisa, pero aún así el maldito traidor captaría ciertos detalles, descendiendo desde la espalda de la figura, deteniéndose más abajo del nivel de la cintura.

Dale pues aprovecha, voltéate estúpido. Diría el Yagami diablito, apareciéndose sobre su hombro. Está bien divina la negrita, Dios mío mira ese culaz——Basta, vete de aquí. Y con un gesto de la mano esfumaría a Dark Yagami.

No, no soy de por aquí. He visitado estas montañas, pero nunca he visto a nadie más antes. Respondería a una Karai sumergida hasta el cuello, oculta entera en las aguas diáfanas solo gracias al vapor que la rodeaba.

La razón de cómo se habría topado con este lugar era muy curiosa, pero no se atrevería a revelárselo. Nadie debía conocer su identidad alternativa ni su pasatiempo como escritor.

Al poco rato, Yagami descubriría que sentía cierta tensión en sus hombros, como si cargara con un peso encima. Y sabía perfectamente por qué; era la situación, digna de una de sus novelas, en la que el protagonista se vería forzado en compartir este paraíso caliente con una morena atractiva. Pero esto no era una historia de ficción, no, era la pura realidad y Yagami no podía simplemente ignorar aquellas circunstancias. Y si no decía nada al respecto, la tensión se elevaría. No podía echar a Karai, así que no le quedaba de otra.

Alzaría la voz para llamar su atención. Karai. Erguiría su espalda y su cuello, mirándola seria y directamente a sus orbes doradas. No podía simplemente no ser crudamente transparente.

Estoy aquí solo para disfrutar mi descanso, así como tú. No ignoraré que somos dos extraños y estamos desnudos en estas aguas termales. Pero, no te preocupes, no haré nada. No tengo ningún interés en ti, en lo absoluto. Sentenciaría, y así sentiría la tensión aliviándose, pudiendo recostarse otra vez, sus hombros sintiéndose menos tiesos, como una roca. Ahora, sin importar qué, podía relajarse habiendo expresado su carencia de intenciones.
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Para Karai estuvo claro desde el momento en que lo vio: Yagami no era local. La pregunta la había hecho con la intención de generar conversación, deseando obtener un poco más de información de aquel misterioso forastero. Pero el rubio no diría mucho, parecía un hombre de pocas palabras, cauto, reservado...

Aburrido.

Otra vez la morena bufó, sutilmente, y sus ojos rodaron hacia la izquierda. El misterio que lo rodeaba le llamaba bastante la atención, mas no insistiría. Pensativa y curiosa, asintió y guardó silencio, pero para su sorpresa él no se demoró mucho en volver a hablar.

Cuando pronunció su nombre, con voz seria pero de manera informal, Karai sintió un repeluzno recorriéndole la espina. ¿Y eso por qué había sonado tan bien?

La morena levantó sus ojos de gato y enganchó la mirada ajena a través de la aguas vaporosas, fijando en Yagami toda su atención, dispuesta a escucharle.

Pero si es todo un caballero —murmuró la pequeña Karai angelada. Otra vez se manifestaba y, por supuesto, su antónima no se quería quedar atrás. Ese día andaban jodiendo más de la cuenta. —¿''No haré nada'', dijo? ¿Que no tiene interés, dijo? —protestó la Bad Karai—. ¡Cállate! Está siendo respetuoso, solo quiere darnos tranquilidad. —Le benévola juntó sus pequeñas manitos, encantada con el hombre que tenía en frente. La otra se cruzó de brazos y chasqueó los dientes— Nah, es cueco.

Karai apretó los labios, evitando esbozar la pícara sonrisa que quería plasmarse en su rostro. Lo habitual era que los hombres quisieran acercársele, y no lo contrario. A lo mejor Bad Karai estaba en lo cierto y si era cueco, pero ella no objetó. De hecho le pareció lindo que Yagami dejara las cosas en claro, liberando así cualquier tensión del momento. Después de todo él tenía razón, eran dos extraños bañándose desnudos en el medio de la nada.

Bien —le contestó, fingiendo absoluto desinterés.

Entonces se estiró para tomar la toalla que había dejado caer antes de entrar en el agua, y con ella se secó las manos. Después, abrió su mochila y del interior de la misma sacó un libro. Con sumo cuidado, se acomodó nuevamente en su lugar y lo abrió para retomar la lectura desde la última página que había marcado, sosteniéndolo a la altura del rostro, evitando mojarlo.

Se trataba de una novela que había comenzado a leer recientemente. Hasta el momento no llevaba más que unos pocos capítulos, pero la historia prometía ser muy interesante. Más bien, picante. Su afamado autor, Rokusame, sin duda sabía como mantener enganchados a los lectores.
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Karai sólo reaccionaría con una sola palabra y eso habría sido suficiente para brindar paz en el ambiente, al menos para el rubio, pudiendo así enfocarse sin presiones solo en él mismo por el resto de la velada. Aún así, Yagami no era ciego, era consciente de que Karai era muy atractiva y él definitivamente no era cueco. En otras circunstancias y sintiéndose un poco más atrevido, no dudaría en conocer más a la morena, pero no ameritaba actuar de tal manera cuando su verdadera intención de aquel día era estar en calma y disfrutar la soledad entre las frías montañas. Lo peor es que no estaba solo y era incluso fastidioso que la morena interrumpiese su viaje de descanso justo tras estar tan ocupado días antes. Si Yagami desease compañía, él incluso la buscaría, pero este no era el caso y no apreciaba estar en esa posición, cara a cara frente a ella. 

Por suerte, Karai parecía una persona bastante razonable y se ocuparía de no molestar en lo absoluto. Podía fingir que ella no estaba ahí y listo, o así desearía. Pero la realidad era que no estaba solo y no podía solo disfrutar ante la presencia de alguien más. Yagami no planearía realmente iniciar una conversación con ella otra vez tras dejar las cosas claras, aunque no pudo evitar la curiosidad cuando Karai sacara un libro de su mochila. Decide leer un libro justo aquí. Siempre rápido en juzgar a otros, era una sorpresa encontrar a alguien que de hecho leía en sus ratos libres, siendo Yagami un apasionado de la lectura y la ficción. No lo esperaría de ella.

Curioso, dirigiría la mirada hacia Karai, más precisamente lo que cargaba entre sus manos.

No puede ser.

No tomaría más que un breve vistazo a la portada para reconocer inmediatamente lo que Karai estaba leyendo. No. No, no.

Karai poseía en sus manos la obra más candela y explícita de Rokusame, una lectura erótica no apta para sensibles ni cardíacos. Y el rubio era muy conocedor de ese autor y lo conocía muy íntimamente, ya que, por supuesto, él era el dichoso y afamado autor.

Ante todo, Yagami no se avergonzaba de sus escritos. Tenía un don extraordinario para la erótica y el romance, talento que descubriría por accidente tras encontrarse escribiendo y compartiendo múltiples cartas e historias anónimamente con una mujer de su pasado, un amor lejano por correspondencia que jamás olvidaría, el cual finalizaría en un doloroso fracaso.

No se avergonzaba en lo absoluto, pero tener a Karai frente a él leyendo su obra lo cohibía innecesariamente. Era un secreto, después de todo, nadie sabía quién estaba detrás de esas letras picantes.

Karai. Repetiría su nombre otra vez, ya no lo olvidaría. Ese libro que tienes… ¿Te gusta lo que está ahí escrito? Dejaría escapar accidentalmente, como si no pudiese evitar que sus pensamientos se manifestasen físicamente en palabras. Karai ahora poseía su atención, cuando un instante atrás su presencia le resultaba más bien una molestia.
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Última modificación: 19-01-2024, 10:03 AM por Karai.
Los ojos de la morena se deslizaban con paciencia sobre cada palabra, procesando la información atentamente y en detalle, mientras su mente iba generando imágenes que ilustraban el relato a su manera. Precisamente, era eso lo que más disfrutaba Karai a la hora de leer un libro; dejar volar la imaginación con libertad, y darle forma y voz y movimiento a lo que estaba escrito, y a lo que no también.

Aquella novela había cautivado a la Yotsuki desde el comienzo. Narraba la apasionante historia de un joven guerrero que, sin buscarlo ni preverlo, se topaba de golpe con la avasallante fuerza de un amor igual de intenso que un tifón, encontrándolo fortuita e inesperadamente en la solitud misteriosa de una isla lejana. Allí, donde la niebla devoraba las playas y se mareaba el trazo recto del horizonte, fue que la conoció: se presentaría ante él emergiendo de la bruma como una bestia furtiva, y tan pronto como cruzaron miradas ambos supieron que existía una conexión inquebrantable entre sus almas. Así de profundo y tajante era el sentimiento que inspiraba en él aquella deslumbrante mujer de melena plateada, que apenas podía respirar sin sentir dolor por el vacío que significaba su ausencia. Todo el tiempo la deseaba, la miel de su boca era su único anhelo.

''¿Te gusta lo que está ahí escrito?''

Sorprendida por una pregunta que no esperaba, Karai bajó apenas el libro y lo cerró, interponiendo un dedo entre las páginas para no perder el hilo de su lectura. Por encima del borde grueso del encuadernado, asomó sus ojos de gato y los posó sobre Yagami.

¿Que si me gusta? —replicó, como si la respuesta fuese una obviedad—. Bueno, apenas voy por el segundo capítulo, pero la historia es tan atrapante que me envolvió desde un principio. ¿Lo has leído?

Aunque preguntó, no esperaría a que el rubio contestara. Daba igual si su respuesta era afirmativa o negativa. Karai continuaría expresándose, aprovechando el pie que Yagami le había dado para hablar sobre un tema que en verdad le apasionaba.

El autor, Rokusame, creo que es muy talentoso —afirmó, esbozando una sonrisa confiada—. Estoy segura de que podría escoger cualquier párrafo de este libro al azar, y lo que lea será increí-. ¡Oh, claro! Permíteme...

Con la idea plantada en la cabeza, y decidida a darle a Yagami una demostración del indiscutible talento de Rokusame, la morena reabrió el libro y buscó en la misma página donde se había quedado para retomar el curso de la historia. Desconocía el contenido exacto de lo que leería a continuación, pero procedió sin vergüenza pues no dudaba de la calidad narrativa de aquel texto. Carraspeó, para aclararse la garganta, y acto seguido se dispuso a relatar en voz alta cada oración:

<<Al rozar el fino cabello de plata con la punta de los dedos, un electrizante cosquilleo recorrió su cuerpo y encendió en él la llama de un fuego invisible. La mano encontró el delicado antebrazo ajeno, y cuando percibió el embriagante aroma del carmesí que brotaba desde el tajo profundo en la tersa palma sus sentidos se desorbitaron. Irrefrenable, el instinto depredador del animal que habitaba en su interior lo poseería.>> —hizo una breve pausa, desviando la mirada hacia Yagami antes de continuar, procurando que estuviese prestándole atención—. <<El brillo de los expectantes ojos salvajes y la lujuria escondida tras el filo de la sonrisa aserrada de la fémina lo obligarían a entonar su nombre en un suplicante susurro cargado de deseo. ''Azami'', pronunció, como un ruego, humedeciendo sus labios en el acto. No aguantaría mucho más. Le hervía la sangre, ardía bajo la piel. Estaba ansioso por saborearla, por lamerle las heridas...>>

¡Ya basta Karai, lo excitas! —chilló su pequeña versión angelical, temerosa de que aquella lectura despertara en Yagami algo más que apreciación por la literatura. Mientras tanto, la diablita se reía con malicia, frotando sus manitos cual mosca que se posa hambrienta sobre una deliciosa fruta.

El rubor se hizo presente en el rostro de la morena al imaginarse una fiel representación de lo que acababa de leer, pero al mismo tiempo sonrió con picardía. Una vez más, bajaría el libro para observar por encima del mismo cualquier reacción de parte del rubio.

¿No te parece un escritor excelente? —le preguntaría, procurando mantener la seriedad con el fin de entablar una conversación objetiva al respecto.
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Preguntarle a Karai si le gustaba lo que leía era un error monumental. Una equivocación tan grave como despertar a Can Cerbero de su letargo, guardián del inframundo, y Yagami, con su pregunta, actuaba como el intruso que lo haría despertar. Sin embargo, la curiosidad fue más fuerte y se apoderó de él.

¿Lo has leído? Preguntó la ingenua morena. ¿Que si lo había leído? Pasaría noches en vela en eterna agonía manifestando en palabras el apasionante recorrido del guerrero Mirei y su dulcinea Azami. Leer su obra era una experiencia de por sí, pero haber vivido en la mente de sus protagonistas, resultaba para Yagami profundamente impactante.

Lo leí, sí.

Karai elogiaría indirectamente a Yagami al alabar a Rokusame. Aún así, no estaba preparado para lo que la morena haría en vivo y en directo: leer su propia obra frente a él. Yagami, a pesar de dedicarle toda su atención a sus escritos, se negaba rotundamente a releerlos una vez publicados. Esta ocasión marcaba la primera vez en mucho tiempo que se encontraba presente frente a uno de sus párrafos.

Yagami se sumió entero en el escenario que Karai comenzaría a narrar, esforzándose en mantener un semblante serio, aunque revolviéndose sus entrañas por dentro, indignado ante lo que escucharía.

No, no, no. Está mal, está mal. Debí añadir algo más. Quizás… Ansiaba degustarla, lamer las heridas y explorar cada centímetro de su tersa piel; la sangre divina ante él, inalcanzable pero irresistible, lo convertía en esclavo de un eterno deseo y una eterna agonía. Brillante.

Definitivamente no soportaría revivir la tragedia de Mirei y Azami al final de su libro, pero no quería spoilear a Karai. Tampoco podía evitar criticar su obra ni buscar repararla en su mente. Prefería no volver a ésta de ser posible, pero a su vez tampoco quería detener a Karai de leerla.

La expresión en el rostro de Karai se transformaría al percibir la intensidad de las palabras de Rokusame. Yagami, antes de responder a la pregunta que le haría, se sumiría en silencio por un breve instante.

Rokusame aún puede mejorar. Le falta crecer. Respondería. Llegados a ese punto, era claro que Yagami no podría ignorar más a la morena.

En las próximas páginas habrá un par de escenas que, sinceramente, dudo puedas resistir. El contenido se torna considerablemente más intenso y apasionado.

Advertiría que estaba empezando a entablar una conversación genuina; un grave error, pero no podía detenerse ahora.

De hecho. No tardarás mucho en vivirlo. Lee la próxima página y verás. Casi se permitía escapar una sonrisa, al recordar lo que vendría en las páginas siguientes para Mirei y Azami.

Aunque seguramente lamentaría su decisión, eran pocas las oportunidades de compartir su obra con alguien más. Prefería no prestar demasiada atención al contexto que los rodeaba, aunque resultaba imposible ignorar que ambos, tanto fanática como incógnito autor, estaban completamente desnudos en las aguas termales entre montañas nevadas. A pesar de ello, Karai ahora era dueña de su atención, y para corresponderle Yagami dispondría a retirar lentamente sus gafas olivas con dos de sus dedos, depositándolas con cuidado a un lado de la roca detrás de él. Así sería capaz de verla a ella directamente.
Salto de foro:

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