De nuevo en este lugar. La colosal estructura que se levantaba por encima de las arenas, una vista que debía admitir sería digna de admirar si no fuera por la innata naturaleza barbárica que se celebraba en su interior, aclamando la sangre de cada nuevo contendiente que pisaba su territorio en esperanza de obtener moneda fácil. O en el escenario mas desafortunado, una manera de obtener suficiente sustento para comer un día más. En el peor de los casos, resultaba con nada más que un brazo menos.
Aunque no podía decir que contaba con una vasta experiencia en la pared circular que rodeaba la arena, tampoco podía decir que era la primera vez que pisaba el lugar. Y cada vez que lo hacía, necesitaba intentar ignorar sus verdaderos sentimientos hacia el teatro donde se glorificaba cada batalla como si fuese la mas fina actuación teatral. Los aplausos que pedían más, el coro desafinado de muchedumbre que gritaba a todo pulmón y formaba una cacofonía motivando a los contendientes a sacarse los ojos con las herramientas que cada uno portara... Le desagradaba cuán en casa le hacía sentir todo ese repertorio.
Nisiquiera podía recordar el momento preciso en que su mente dejó de compararlo con su hogar, su deplorable y sanguinario hogar en el País del Agua. Como si de una rutina se tratara, su cabeza dejó de ubicar un sitio al lado del otro para dejar en claro el símil entre ambas. No, su cabeza inocente y carente de atención ya los superponía uno encima del otro, colocaba ambas imágenes alineadas de tal modo que ya no existía distinción alguna que meritara hacer una comparación en primer lugar. Porque ya asumía que "eran exactamente lo mismo, ¿por que ibas a comparar dos cosas que son la misma?"
Al momento de entrar en la arena colocó su mano a centímetros por arriba de sus ojos, un reflejo a recibir la fuerte iluminación de las luces que cubrían toda la arena. incluso con toda la repetición, no conseguía acostumbrarse del todo al primer brillo. A su espalda con una funda de cuero que cubría los laterales y la punta boca abajo se encontraba Beastlord, un enorme mandoble de acero negro que había adquirido recientemente y con quien había participado en cada combate desde ese momento. El blasón de leon parecía brillar al ojo desnudo, una de sus características visuales más llamativas. De importancia casi tan grande como una de sus extremidades, había juntado el desmesurado tamaño de la losa de hierro con filo que era Beastlord con toda su práctica de armas de filo para crear un estilo capaz de rivalizar a quienes un estilo de combate convencional no fuera suficiente.
Su mano se movió hasta llegar a la empuñadora de su arma, y de un único movimiento la retiró de su funda y colocó contra el suelo, balanceándola con el extremo mas alejado en la punta conectando con el suelo. Otro día, otro combate más. Uno que quería finalizar pronto y marcharse del lugar para comprar una buena comida caliente que poder disfrutar.
Un sentimiento de prisa que se desvanecería tan pronto sus ojos observara el rostro familiar que se mantenía de pie al otro lado de la arena.
Aunque no podía decir que contaba con una vasta experiencia en la pared circular que rodeaba la arena, tampoco podía decir que era la primera vez que pisaba el lugar. Y cada vez que lo hacía, necesitaba intentar ignorar sus verdaderos sentimientos hacia el teatro donde se glorificaba cada batalla como si fuese la mas fina actuación teatral. Los aplausos que pedían más, el coro desafinado de muchedumbre que gritaba a todo pulmón y formaba una cacofonía motivando a los contendientes a sacarse los ojos con las herramientas que cada uno portara... Le desagradaba cuán en casa le hacía sentir todo ese repertorio.
Nisiquiera podía recordar el momento preciso en que su mente dejó de compararlo con su hogar, su deplorable y sanguinario hogar en el País del Agua. Como si de una rutina se tratara, su cabeza dejó de ubicar un sitio al lado del otro para dejar en claro el símil entre ambas. No, su cabeza inocente y carente de atención ya los superponía uno encima del otro, colocaba ambas imágenes alineadas de tal modo que ya no existía distinción alguna que meritara hacer una comparación en primer lugar. Porque ya asumía que "eran exactamente lo mismo, ¿por que ibas a comparar dos cosas que son la misma?"
Al momento de entrar en la arena colocó su mano a centímetros por arriba de sus ojos, un reflejo a recibir la fuerte iluminación de las luces que cubrían toda la arena. incluso con toda la repetición, no conseguía acostumbrarse del todo al primer brillo. A su espalda con una funda de cuero que cubría los laterales y la punta boca abajo se encontraba Beastlord, un enorme mandoble de acero negro que había adquirido recientemente y con quien había participado en cada combate desde ese momento. El blasón de leon parecía brillar al ojo desnudo, una de sus características visuales más llamativas. De importancia casi tan grande como una de sus extremidades, había juntado el desmesurado tamaño de la losa de hierro con filo que era Beastlord con toda su práctica de armas de filo para crear un estilo capaz de rivalizar a quienes un estilo de combate convencional no fuera suficiente.
Su mano se movió hasta llegar a la empuñadora de su arma, y de un único movimiento la retiró de su funda y colocó contra el suelo, balanceándola con el extremo mas alejado en la punta conectando con el suelo. Otro día, otro combate más. Uno que quería finalizar pronto y marcharse del lugar para comprar una buena comida caliente que poder disfrutar.
Un sentimiento de prisa que se desvanecería tan pronto sus ojos observara el rostro familiar que se mantenía de pie al otro lado de la arena.