Musacus, nómada de la Hoja II
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Última modificación: 21-11-2023, 06:19 PM por Musacus.


6 de agosto
Jungla, Frontera País del Té

La noche para viajar siempre era una buena opción, las sombras ayudaban a guardar calma y sigilo. Caminos dudosos en medio de Bosques semi tropicales a través del País del Fuego hasta toparse con la frontera del País del Te. Aquella pequeña península caracterizada por sus buques mercantes y gran tráfico de mercadería era el objetivo de Satoru, pero no tenía interés en ser detectado.

Oculto bajo su Máscara el senin activaría su Dojutsu para evitar a los shinobis que se encontraban en la Guardia, justo en el centro del Bosque una pequeña casilla que implemento el País para prevenir el trafico ilegal y la entrada de Shinobis no-deseados. Aunque Satoru era un shinobi de buen renombre, esta vez decidió actuar con cautela e infiltrarse bajo su falsa identidad, Musacus.

[Imagen: af83167adc9340ec336711f33fdad542.jpg]
Con suma velocidad una sombra se desplazo saltando el alambrado que limitaba los paises, un fugaz movimiento seguido de un Kilometro a velocidad rayo, excesivo pero eficaz, unos minutos y se encontraba oculto en el interior de la pequeña jungla rodeada de dos costas maravillosas. 
Unos momentos de tranquilidad no vendrían mal, una vez que se aseguro el perímetro se recostó unos momentos a meditar y esperar el amanecer. No estaba seguro de la eficacia de su ingreso, aun así prefirió quedarse al reparo hasta el mediodía, en caso de alarma deberá ingeniárselas para zafar. Lo mejor sería sembrar campamento y esperar la noche para terminar su recorrido hacia el Sur del País.
Su apariencia no pasa desapercibida: Cabello largo y blanco como la nieve, todo su cuerpo cubierto por una largo túnica de color rojo con líneas oscuras, todo su atuendo interior es sujeto por un Cinto de pesada tela, mientras que sus manos son cubiertas de una tonalidad grisácea debido a sus guantes. Lo más relevante es su máscara Oni que infunde cierto rechazo en la gente

Inventario
 


Cita:
OFF: Sistema de alarma del País. Reputación base de Satoru: 216+129=345 (detectado)
[3d100] Roll: [67, 34, 28] Result:129
Satoru
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Última modificación: 16-11-2023, 06:15 PM por Musacus.
EL tiempo paso sin novedades del País, un silencio inusual acompañado del tenaz rayo del Sol que no daba descanso con su agotable temperatura. Tanto taparrabo lo tenían acalorado, no fue la mejor forma de vestirse, aunque si eficaz para la ocasión, parte indispensable de la travesía.

El sol ya amanecido acompaño los pasos de Satoru en aquella pequeña península, por lo pronto tocaría buscar el almuerzo en una de las costas, lo más sensato sería ir a la costa Norte, la menos transitada. Unas horas a paso lento y por fin tocaba la arena, una grata sensación recorría su cuerpo al recordar su infancia en el País del Rayo, otras aguas, pero Mar al fin. 

Sin demasiada demora se quitaría parte del peso de encima, tomaría su caña y luego de rebuscar la carnada se dedicaría a pescar. A su suerte el Mar se encontraba planchado, algunas gaviotas anunciaban su temprana cacería y un buen augurio para el Pescador.

Cinco minutos y el primer piqué. Rayos! pensó

Acostumbrado a largas horas de espera en el polo glaciar para conseguir sacar algún pez, esta vez había sido prácticamente en un instante, gracias a su temprana habilidad y el correcto anzuelo, había conseguido un considerable pez para su almuerzo y probablemente desayuno del día siguiente.

Tomó el pescado con destreza y de un fulminante golpe lo liquido. Acomodo nuevamente sus cosas en la playa, bajo la sombra de una palmera para luego descamar el pescado con uno de sus Kunai.

No era lo mas sensato hacer un fuego, pero que más da, llegado al caso podía ser un pescador más, coloco el pescado sobre una piedra junto a unas hierbas y frutos de la zona, mientras se dedicaba a hacer una pequeña hoguera.

Una playa desolada y amable, acompañada de criaturas de todo tipo, desde cangrejos hasta diversas aves costeras, esta pequeña costanera, fue seleccionada especialmente por su reparo, la playa se extiende 100 mts y esta rodeada de densa vegetación y dos enormes rocas en cada uno de sus extremos, una locación sumamente particular, que hacía de refugio para el Infiltrado de la Hoja.

Satoru agradeció la comida y empezó la lenta cocción del pez, procurando tostarlo un poco para satisfacer su buen gusto culinario mientras lo adobaba con hierbas humedecidas para que no se queme.
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Sus pasos pesados veían su ruido ahogado por el sonido de la hierba alta húmeda doblándose hasta hacer un pequeño colchón verde en cada zona en la que su calzado recaía. Su destinación en esta ocasión era tan desconocida como la definición de la palabra podía abarcar, siendo apenas la segunda vez que pasaba por el País del Té, a pesar de la sorprendente cercanía con la que el susodicho se encontraba de su tierra natal, el País del Agua.

El problema residía en la innata escasez de contratos y envíos que ocurrían en torno al País del Té, fuere sacar un objeto del país como ingresarlo desde el exterior. Un lugar en el mundo que desconocía conflicto y violencia en contraste de su vecino no solicitado, a tal punto que -si su información y rumores eran verdaderos- carecía de una fuerza shinobi significante, a duras penas aplicando como una guerrilla. Siempre pensó que era mejor así, un lugar donde incitar al conflicto fuese algo completamente opcional y de último recurso, donde los únicos incidentes parecían salidos de un libro de cuentos para pequeños, y el ocasional villano o rebelde bajo persecución que se asentaba en esta tierra de nadie con el fin de reducir la atención hacia su persona.

Tentativamente se mostraba a sí mismo como un buen lugar para tomar vacaciones, si no fuera porque aún en su paradisíaco estado, aún era víctima de discusiones sobre políticas entre las familias locales. Aquel sabio dicho se cumplía sin excepción alguna sin importar el rincón del mundo: Todo lo que necesitaba la humanidad para generar un conflicto eran dos personas y algo que no pudiera repartirse equitativamente entre ambos. A veces y con la suficiente avaricia, incluso podía incitarse al belicismo en situaciones de equilibrio idóneas.

La energía del peliblanco flaqueaba y su tan níveo como enfermizo tono de piel blancuzca se mostraba perlada por las gotas de sudor deslizándose por su sien y mejillas, pues el demandante viaje entre países y el inclemente clima que se inclinaba hacia caluroso ya había pasado factura sobre su físico. Incluso a él se le acababa la carga en las baterías internas si le ponían a correr lo suficiente.

A esto debía agregarle que cargó en todo el camino reliquias de mayormente valor sentimental -pero de delicado material- que se fragmentaría en mil esquirlas si apretaba el paso o siquiera pensaba en relajar los músculos de la espalda más que en cada campamento que estableció en el camino. Por suerte, incluso la caja con la que transportó las vasijas del tamaño de un antebrazo era propiedad de quienes solicitaron la misión; el enorme implemento de acarreo se quedó con la entrega en la casa familiar indicada, ya no era su responsabilidad y su espalda suspiraba de descanso ante el hecho. La misma razón por la que su confiable mandoble, Beastlord, se había quedado en su hogar y a cambio decidió depender de sus pragmáticos Kunais si las cosas avanzaban en mala dirección

Sus pasos, perdidos y sin rumbo más que aquel que regresaba a casa, le hicieron atravesar una zona boscosa que impedía la vista mas allá de un brazo de distancia, pues cualquier intento de forzar su visión mas allá de eso tan solo hacía su mirada encontrarse de cara con una nueva especie de árbol desconocida para el peliblanco. La botánica nunca había sido su fuerte, más que para saber qué madera era más útil como material de construcción y artesanía a un nivel rudimentario, de pueblo como mucho.

Quizá fue él persiguiendo la visión de un humo que con dificultad se levantaba por encima de la humilde vegetación a su alrededor donde los árboles seguramente finalizaban, o su naríz de cánido detectando el aroma de una deliciosa pesca bien realizada y tostándose lentamente sobre una fogata crepitando, ese terapéutico sonido cuando la madera ardía como se planeaba y la madera se quemaba y rompía al son de las llamas.

Parpadeó dos veces, y en su tercer abrir y cerrar de ojos, el cuerpo del peliblanco ya había atravesado la barrera de flora y llegado hasta una deslumbrante playa, un escenario que merecía inmortalizarse en una pintura en ausencia de una cámara para una creación artística mucho más imperecedera. A lo lejos, una silueta se diferenciaba de la fauna presente en el lugar, un individuo claramente fuera de lugar. Un pescador o un viajero, quizá. Sea como fuere, no le correspondía hacer juicios morales ni cuestionamientos; confiaba en que se tratara de un extraño pacífico, pero escucharía cualquier petición de alejarse si así lo prefería, o respondería cualquier tentativa de violencia con idéntica intención -al menos lo suficiente como para escabullirse y escapar del lugar-. Más importante que todo lo anterior... El rugido de su estómago convirtió cualquier pensamiento rebotando en su inocente cabeza en ruido blanco que se volvió intraducible hasta ahogarse sobre sí mismo.

Se acercó, asegurándose de que cada paso desplazando la arena haría el suficiente ruido para que un oído sin entrenamiento fuera capaz de escucharlo, pero a un tempo que delataba la ausencia de intenciones agresivas en su persona. Incluso una persona de espaldas distraída podría notar su presencia, mas aún si la mencionada persona lo observara directamente. Yukine no era una persona innatamente violenta, y aun así lo fuera, carecía de las energías para intentar iniciar un conflicto sin hacer uso de cada gramo restante de sus últimas energías de emergencia.

-¡Buenas! ¿Te molesta si me siento cerca de la fogata para recibir calor?- Preguntó primero, claramente en contra de invadir el espacio personal que el desconocido ya había establecido. Su sonrisa se dibujó en su rostro mucho antes de notarlo -un hábito- y su tono intentaba exhibir su naturaleza afable por encima de la falta de aliento que el viaje ya había provocado. En condiciones normales esperaría lluvia, truenos y terremotos antes de hacer algo que pudiera faltar el respeto a un segundo, pero para este punto, sentía la fuerza en sus piernas y rodillas flaquear sin receso. Si no recibía una contestación pronto, seguramente su mitad inferior se encontraría con el suelo mucho antes de lo que su cabeza podía oponerse a la tentativa.
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El mediodía inauguraba un primer encuentro entre dos Shinobis totalmente desconocidos que a la par de sus propios negocios habían coincidido en aquella pintoresca playa. Satoru se mimetizaba completamente con la situación, haciéndose pasar por un joven pescador de largo pelo blanco, descansando a un lado del fuego, con algunos pescados a la distancia justa de las brazas para que estos no se enfriasen, cocidos y bien condimentados, eran la tentativa de cualquiera que pase cerca de la playa.

Mientras le daba un sorbo a un té frio, bajo la sombra de una pequeña palmera, oyó unos pasos detrás de El. Estaba claro que debía simular torpeza en cuanto a sus habilidades de detección, procurar calma y disimulo en caso de ver Imperiales, al fin y al cabo la noche anterior se había infiltrado con total impunidad y no estaba en sus planes arruinar su reputación.

Volteo, y para su alegría era un joven, probablemente de su edad, por sus prendas, probablemente un mercador o artesano de la zona, aunque por aquella primer imagen lo mejor sería no sacar conclusiones prematuras y saludar como es debido.

Satoru conservo su postura de loto e invito, con un gesto, a aquel visitante.

Hey! Hola!
Si claro, acércate! Respondió
¿Gustas un poco de pescado? 

Como buen samaritano siempre es un placer compartir la comida con los viajeros, y más aun con los desamparados, su filosofía de vida lo habían comprometido con el resto de seres vivos, de forma tal que evitaba la violencia y los prejuicios para con los demás. Atado a su convicción por cuidar la naturaleza en ocasiones suele ser brusco con los humanos, o momentos específicos como misiones y demás, en general un tipo pacifico y amable.

Esperaba que aquel sujeto acepte la invitación a sentarse junto a El, estas situaciones le recordaban las antiguas tradiciones de su familia. Amablemente señalo uno de los tres pescados cocidos y se los ofreció.

Por favor, sírvete. Dijo Satoru mientras servía un poco de Té en una pequeña taza de cerámica.

Satoru quedaría expectante y le dejaría la tacita con Té a un costado, el hambre a veces duele, lo mejor sería darle la oportunidad de alimentarse para luego conversar, no debía ser entrometido. Con calma siguió bebiendo de su taza, aquel té de anís y manzanilla.

Bonita playa no crees? Preguntó mientras observaba el horizonte azul, al compas una sutil brisa refrescaba la tenacidad del Verano.
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La cordialidad con la que su saludo fue recibido reafirmó la sonrisa que ocupaba espacio en sus facciones, un enorme alivio para el cuerpo fatigado del joven Shinobi que tan solo se encontraba de paso por el cautivador escenario a distancia de tacto. Mejor aún, su interacción social había sido recibida con una inesperada y muy bienvenida retribución, una que en sus pensamientos generó la necesidad de retornar en un futuro -a falta de una en el presente momento-. Con suerte, el encuentro con la persona a escasa distancia de él conseguiría repetirse en un futuro más cercano de lo pensado. 

-¡Estaría encantado de recibirlo!- Comentó, con una sonrisa que conseguía salirse de sus gesticulaciones usuales. Una de sus mayores alegrías inconscientes era que el aroma percibido por su nariz de sabueso instantes atrás no tendría que darse la mano con su creatividad para simular lo que hubiera sido el sabor de tan apetitosa pesca. En su lugar, su lengua sería la encargada de decirle al resto de su cuerpo cuán delicioso estaba la carne blanca que sus dientes se tomarían la molestia de desgarrar llegado el momento; si esto no hablaba párrafos de la buena suerte que podía ostentar, desconocía qué mas podría. 

Obedeciendo finalmente a la voz retumbante de sus ligamentos y músculos rogando por un momento de reposo y recuperación, el cuerpo del joven albo dejaría ir cualquier intento para mantener su posición; el peso de su cuerpo usó la gravedad para reposar todo su posterior en la arenosa manta antes tocando solo la suela de su calzado, dejando que la superficie granulada amortiguara toda la velocidad de la caída e hiciese como si cayera sobre una cama de agua. Una áspera, ligeramente más incomoda cama de agua. Su posición final sería a apenas suficiente distancia del pescador, con quien estaría encantado de invertir su tiempo hasta la inevitable hora de marcharse.

No hizo esperar a su estómago un instante más. Con cuidado de evitar el calor de las llamas al mejor intento de sus capacidades, removería uno de los pescados ya cocinados y sazonados de las brasas, sujetándolo firme con las yemas en cada extremo para darle una mordida en el costado, arrebatando carne blanca de hueso y espinas al hincar sus dientes en el exterior crocante que dejaba un delicioso atisbo de sabor al instante en que rozaba la superficie de la lengua. Una delicia a la que dedicó el tiempo que merecía en saborear, degustar y memorizar su sabor. 

-¡Mmmhm! ¡Me encanta, está buenísimo!- Comentó con claro, exteriorizado contentamiento, un memorable gusto que rara vez podía darse el gusto de obtener a raíz de alguien más. Se encargaría de disfrutarlo tanto como pudiera. Dio una segunda mordida pero se detuvo antes de la tercera, escuchando no solo el segundo ofrecimiento del amable pescador sino el sonido del té vertiéndose sobre una taza de cerámica. ¿Cuánta gratitud podía sentir por una persona que no conocía de nada? Claramente la suficiente para quemar el fragmento de tiempo en su memoria a largo plazo, y pagar esta deuda con intereses llegado el momento indicado. 

De un bolsillo a la altura de su muslo sacaría un pañuelo que conservaba doblado para remover la suciedad de su rostro, que en esta ocasión serviría como una base donde poner el pescado y asegurarse de que no se estropeara con la arena o una superficie que contaminara la comida. La estaba disfrutando demasiado como para echarse encima una razón para no comerlo, sentía que dolería físicamente el solo acto de imaginarlo. 

Aún masticando el bocado anterior, tomó entre sus manos la cerámica y la levantó -cuidadoso de no quemarse al tacto-, pero en contraste a su articulación verbal anterior, esta vez haría una reverencia en dirección del benevolente pescador; aún tenía comida a medio masticar, lo último que iba a hacer era ocasionar una imagen repulsiva mostrándosela por intentar hablar a media ingesta. Las bocanadas de té que ingirió fueron grandes, tanto que dejó la taza vacía en cuatro movimientos -dos hacia arriba y dos hacia abajo-. Tragó, y por fin pudo responder.

-Es un escenario hermoso. Si tuviera los implementos y al menos la mitad de mis habilidades como cazador en capacidades para pintar, estaría encantado de imprimir tal belleza en un lienzo.- No es que se le diera mal per se, solo que nunca había intentado ese pasatiempo con seriedad, ni tampoco contaba con el tiempo para empezar a aprenderlo como era debido. -Me encantaría... poder sostener esta vista por mucho más tiempo. Al menos más de lo que tardará el sol en ocultarse.- Añadió, casi melancólico ante la imagen mental en su cabeza, pronto moldeada a la realidad con el suficiente tiempo. -¡Pero! Siendo más optimistas, también significa que el siguiente amanecer y atardecer tardará menos en llegar.- Era ingenuo, optimista, casi podía describirse como un cabeza hueca si su rostro de campesino inocente no ocultara más de lo que el ojo desnudo podía deducir. Carente de malicia, pero definitivamente no con sus manos limpias, por necesidad.

-Dime, ¿hay alguna razón por la cual estés aquí hoy?- Su pregunta era inocente, no cargaba intenciones interrogativas consigo. Algo que no tardaría en aclarar. -¡Oh! No tienes que sentir que debes responderme, puedo respetar si es algo privado, sea pequeño o grande. Solo me gustaría saber si este encuentro fue una enorme coincidencia, o si puedo sentir que estaba un poco más predestinado.- Supersticioso como pudiera sonar, no era un joven exento de los matices blancos, negros y grises que podía tener el concepto del "Destino". Aun así, era un tema en el que no intentaría excavar de más sin recibir preguntas al respecto. 

Sea como fuere, tomaría el pescado nuevamente entre sus manos, dando otro bocado a la deliciosa carne fragante y pálida mientras el hombre entregaba una respuesta en cuanto a otorgarle una respuesta o guardar silencio. Cualesquiera que resultara, lo respetaría.
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Me alegro que puedas disfrutarlo, coincido contigo, este Mar sugiere buena pesca... Respondió 

Satoru y compañía disfrutaban la comida y el Té, a lo cual estaba atento a llenar las pequeñas tacitas cuando estuviesen vacías, al fin y al cabo era mejor que no sobrase comida, para así aligerar la carga.

Pintas? Preguntó asombrado
Estoy de acuerdo, tengo un amigo que aprecia mucho estos escenarios
Sin duda sería una buena impresión para el Motel

Supongo que debemos recordarlo para revivir el momento. Respondió amablemente

La rueda del tiempo nunca para de girar, dijo sonriendo

Unos minutos de almuerzo para luego empezar la digestión, mientras los desconocidos continuaban la plática. En respuesta a su pregunta Satoru decidió ser honesto, al menos hasta donde le convenía.

Si que la hay, aunque no lo parezca,
Estoy en una misión, o mas bien un viaje de negocios...

No deseó abrumarte con la historia del mundo, supongo que estas al tanto...
Vine a este País en busca de personal y materiales, tengo entendido que es un gran punto comercial...

Como tu dices, no creo en la casualidad, sino más bien en lo causal... Respondió, afirmando de esta manera su gratitud con aquel encuentro pacífico.

Quien sabe, probablemente el futuro nos tenga algo preparado.
Dime, ¿tu a que te dedicas? realmente no estoy seguro si pueda cumplir mi objetivo en este País, quizá puedas darme algunas recomendaciones.
Por cierto, mi nombre es Satoru, un gusto. Dijo extendiendo su mano

Mientras tanto Satoru servía lo ultimo de Té y agarraba una pequeña bolsita con semillas de su bolso para ponerla frente a ellos, en la arena, a modo de picada, algunas semillas típicas de la zona, tostadas y mezcladas con un poco de sal y pimienta.
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El sonido de las oleadas chocando feroces unas contra otras, desembocando en la arena a tan solo unos metros de distancia de ellos y finalmente retornando al gigantesco cuerpo de agua en el horizonte... Como si de una canción para arrullar a un pequeño se tratara, el joven albo podía cerrar los ojos y quedarse una eternidad escuchando tan relajante melodía, dejando que tales sonidos de la naturaleza se encargaran de entregarle paz interior con la facilidad que siempre daban gala. Había pocos paraísos tan relajantes como era la temible combinación entre el susodicho sonido, y el crepitar de la fogata al tempo de la madera ardiendo y resquebrajándose.

Sonrió ante la pregunta relacionada a sus habilidades como pintor, dejando que una pequeña risa escapara de entre sus labios mientras que su cabeza se encargaba de moverse rítmica a su izquierda y luego hacia su derecha, negándolo mucho antes de lo que respondió la pregunta. Luego, complementó. -Para nada, ojalá pudiera pintar. Me encantaría aprender, pero no cuento con el suficiente tiempo libre como para dedicarle el tiempo que merece esta arte. Pero un día estaría bien aprender, es un deseo culposo con el que probablemente me vaya a la tumba.- Comentó en un tono claramente sarcástico bromista, a pesar de la severidad en sus palabras. Quería mantener el ambiente ligero y ameno como habían logrado hasta ahora, y aunque sus palabras no ayudaran, procuró que el color de su voz si trabajara en pro de mantenerlo así. 

Asintió cuando escuchó la sabiduría del pescador, una frase haciendo alusión al tiempo que calaba profundo y cargaba consigo una aterradora cantidad de razón. El tiempo, inclemente como fuere, no se detenía para nadie y condenada todas las acciones carentes de sentido que no llevaban a ninguna parte. Pero por otro lado, si el tiempo fuera interminable, ¿Quién por voluntad propia querría hacer algo, lo que fuera, en primer lugar si es que siempre tenían el día de mañana? Eran pensamientos filosóficos en su esencia mas pura, unos que prefería inmutablemente mantener guardados dentro de sí mismo por la naturaleza lúgubre, prácticamente fatalista que evocaban. -Lo mas importante es sacarle todo el provecho que puedas con las cartas que tengas en la mano, ¿no? Saber que la pasaste bien y que pudiste hacerle bien a algunos más.- Postuló a cambio, en una nota notablemente más optimista. 

La charla fue amena y deleitable, tanto así que no notó cuando -un bocado a la vez- Yukine dio el último bocado a la comida obsequiada por el pescador. Una experiencia que no conseguiría olvidar fácilmente, ni tampoco tenía intenciones de suprimir los mencionados recuerdos en primer lugar. Estaba en ese punto perfecto en el que no se había excedido con el comer ni deseaba comer más, completamente saciado y olvidando la percepción del hambre que le asaltó un corto tiempo atrás. 

Arrancó su atención del mar hacia el contrario cuando mencionó una misión, que rápidamente corrigió a un viaje de negocios. ¿Era un Shinobi también, acaso? Un juicio moral que decidió no perseguir ni un paso más, siendo que tampoco tenía razones para hacerlo; el hombre le había dado comida cuando lo necesitaba, y extendido tanta hospitalidad como le era posible a un perfecto desconocido por encima de querer preservar su propio espacio personal. Entonces, ¿con que razón Yukine querría romper esa confianza por una mera corazonada? Si el hombre hubiese querido darle el tiro de gracia a Yukine, podría haberlo hecho mientras aún se sujetaba el estomago en busca de bocado alguno. 

El enfoque ahora pasaba al joven albo, con la primera pregunta de a qué se dedicaba. No mucho después lo siguió una presentación personal, y como sus modales dictaban, el joven sin afiliación alguna regresaría el saludo con las mismas cortesías. -Y el mío es Yukine. ¡Un gusto!- Respondió, a la vez que apretaba la mano contraria para corresponder el ademán de saludo y una sonrisa se dibujaba en su rostro. -Con respecto a lo que me dedico... Tomo los trabajos que me ofrecen para hacer dinero, usualmente suelen ser tareas de escolta para personas u objetos, pero hay un poco de todo siempre. Por lo mismo no sabría decirte un oficio en particular, salvo que "Un poco de todo" cuente como una respuesta aceptable".- Respondió nuevamente a tono afable, provocando la misma corta risa en sí mismo nuevamente. 

-Con respecto a recomendaciones, veamos... Puedo darte los rumores que he escuchado en el camino, y unas cuantas cosas que conozca de primera mano del País del Té, pero lo mejor sería que lo comprobaras tú mismo en vez de darlo por sentado; los tiempos cambian rápido, los países también. Puede que una verdad de hoy ya no lo sea mañana.- Pensativo, dubitó la información que podía entregarle a Satoru en compensación por el buen trato el cual agradecía, pero vio necesario recordarle que siempre podía haber un margen de error. Lo último que quería era que se topara con una mentira contada por la muchedumbre local que gustaba de hablar más de lo que aportaban, e hiperbolizar cada cosa hasta niveles desmedidos. 

-¡De hecho! Si tienes un mapa a la mano, podría señalarte unos cuantos lugares donde podrías empezar a buscar personas. Tabernas, gremios, agrupaciones de todo tipo con personas que he escuchado son bastante competentes. O, según lo que necesites, incluso podría ofrecer mis servicios en la mesa.- Una propuesta que se alejaba de un modelo de negocios, pues sus intenciones eran innatamente puras. Quería regresar el favor como bien pudiera, y al menos en el futuro inmediato, esa era la mejor forma en la que podía pensar.
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Última modificación: 02-12-2023, 09:35 PM por Musacus.
La conversación fluía y el pequeño fuego de a poco cesaba, dejando un pequeño hilo de humo que se elevaba por los cielos para luego dispersarse.

Pasaron unos minutos hasta que Satoru se percató de que aquel sujeto no tenía intenciones hostiles, aun así no debía bajar la guardia ante otros visitantes. Dejando esto de lado su postura era calma y completamente a gusto, recostado sobre la arena cálida, un sitio ideal para hacer la digestión.

Al igual que tú, la pintura no es lo mío,
siempre estoy a gusto con el ingenio humano
en especial el arte y los monasterios.. Respondió Satoru en tono relajado, variando un poco.

La conversación continuó, acompañada por momentos de silencio y contemplación. Se alegró al percibir ciertas inquietudes en aquel Joven, más que una debilidad, la duda era la base del crecimiento para Satoru, tenía la mala costumbre de hacer preguntar raras y no siempre tenían el mejor resultado.

El pelilargo sonrió amablemente y prestó atención a la cabellera y ojos de Yukine, había un sutil parecido entre ellos, aunque nada importante, solo le llamó la atención y confirmo la casualidad. Por otro lado, ambos shinobis, en su rol de hábiles ninjas, tendría cada uno sus propias dudas y o conclusiones sobre el otro, algo completamente normal, gracias a su destreza pasaban desapercibidos pero estaba claro que en este mundo de conflicto nunca estaba de más ser precavido. Aunque para Satoru el arma más poderosa no era precisamente la violencia.

Hmm ya veo, 
es mi segunda vez aquí y no traje mapas... Respondió algo avergonzado

Creo que comenzare por el pueblo más cercano y allí conseguiré alguna guía, porque actualmente estoy vació

Respondió con gracia y un poco de vergüenza, al mismo tiempo dejaba revelada, en parte, su posición, ya que no era de allí y no vestía como Shinobi, algo extraño pero era la estrategia de Satoru para comprobar si quien tenía enfrente era quien decía ser y no un Imperial buscándolo.

Mientras respondía terminaba de apagar el humo para ahogar las brazas en la arena y lentamente ordenaba sus cosas en un bolso. Al terminar observó nuevamente a Yukine y dijo.

Si te parece podríamos continuar hasta el pueblo más cercano,
aunque no quiero interrumpir tu viaje..
Si estas de acuerdo podrías ser mi guía, 
que te parecen 500 ryos? Preguntó

Si estaba dispuesto podrían continuar viajando juntos, era la oportunidad perfecta para pasar desapercibido, probablemente las autoridades alertasen de un solo individuo, además tampoco lo habían visto, solo debía evitar a los Imperiales y procurar no llamar la atención por unos días.

Satoru siguió recogiendo sus cosas y se preparó para continuar.

Que te parece Yukine?
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Luego de un almuerzo y algunas palabras compartidas Satoru y Yukine tomarían rumbos distintos, un poco de compañía siempre estaba bien y más en aquel lugar. Su próximo objetivo era ir directamente al pueblo costero y analizar un poco mejor la funcionalidad de aquel peculiar nexo. Aprovechando el calor de mediodía recorrería la espesura de aquel bello Bosque hasta dar por fin con los primeros caminos comerciales. Desde aquel lugar se puede apreciar en el horizonte el brillante Mar y sus olas blancas, una vista panorámica desde la cual analizaba con distancia el Puerto y sus embarcaciones. 

País del Te sin descanso alguno, hábiles comerciantes y mercaderes yendo de un lado para otro, cajas, artefactos, plantas, lo que uno imaginara allí estaría, sin duda un buen lugar para hacer negocios.

Poco a poco fue entrando en la ciudad, camuflándose como un civil más, de momento todo iba en curso y no parecía haber riesgo de ser detectado, en general una actitud relajada la de los pocos imperiales que había. Luego de unos minutos se encontró entre la multitud, en plena actividad, buscó por unos momentos aquel café que había visto anteriormente y se acerco para tomar algo. Un poco de descanso vendría bien, y desde aquella posición tenía buena visión sobre el muelle.

No demoro demasiado en ser atendido por un camarero que tomó el pedido y a los tres minutos le serviría en su mesa un pescado fresco junto con una taza de Té.

Muchas gracias

Que lo disfrute Señor

Además de ser los mejores comerciantes de la región, El País del Té tenía un gusto increíble por la ciencia culinaria, típico de zonas costeras donde surgen miles de ingenierías para provocar el mejor sabor en el paladar. En esta ocasión pescado fresco acompañado con algas y jugo de cítrico, Que delicia..! Pensó
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