Ah, el Halloween, una celebración que sin lugar a dudas podía llegar a sacar lo mejor de la gente, a pesar de que se suponía que se trataba de un ¿homenaje a lo fantasmal y diabólico? Kano no lo tenía muy claro, sobre todo porque entendía bien el concepto que se manejaba, pero de igual forma podía ver como había personas que en esa época del año no cumplían con lo acordado.
Fuera por la razón que fuera, nuestro protagonista no estaba libre de disfrutar de aquella festividad, sobre todo porque aun era un adolescente y era obvio que le gustaba mucho todo lo relacionado al Halloween. No sabía ni cómo ni dónde comenzó todo aquello, pero poco le importaba en ese momento, especialmente porque esa noche oscura estaba en pleno preámbulo a un acto importante para él. Se había apuntado a un pequeño concurso de disfraces, este estaba siendo organizado por un hombre extranjero que buscaba darle algo de vida a ese pequeño pueblo mientras se divertía viendo a todo el mundo disfrazado y haciendo el ridículo, pero ¿Cuál era el motivo para poder inscribirse? Un premio en efectivo, además de un regalo misterioso.
Las motivaciones de nuestro protagonista para poder acceder a la competición eran simples: El dinero que nunca le veía mal, además de poder disfrutar al máximo ese Halloween en específico, sobre todo porque el primero que vivía fuera de la carpa del circo al que llamaba hogar – Debo apurarme – se dijo a sí mismo el muchacho, y es que en ese momento se encontraba cambiándose, colocándose su vestuario, o mejor dicho, su disfraz para así poder afrontar al público.
¿Sobre qué era su disfraz? Pues esa era una total sorpresa que se podría ver con más claridad en el esplendor de la tarima improvisada que se había hecho para el concurso. Esta estaba hecha de madera, adornada con telas naranjas y negras, además de una gran cortina de fondo que daba la impresión de ser un cementerio. Esto último era interesante no solo por la fecha, sino porque, además, combinaba muy bien con la iluminada noche que hacía a eso de las 9 pm. El público estaba emocionado porque el espectáculo consistía en que cada participante tendría unos minutos para mostrar su disfraz en la tarima, y aunque Kano estaba un tanto apurado, aun tenía suficiente tiempo porque su turno no comenzaba todavía.
Fuera por la razón que fuera, nuestro protagonista no estaba libre de disfrutar de aquella festividad, sobre todo porque aun era un adolescente y era obvio que le gustaba mucho todo lo relacionado al Halloween. No sabía ni cómo ni dónde comenzó todo aquello, pero poco le importaba en ese momento, especialmente porque esa noche oscura estaba en pleno preámbulo a un acto importante para él. Se había apuntado a un pequeño concurso de disfraces, este estaba siendo organizado por un hombre extranjero que buscaba darle algo de vida a ese pequeño pueblo mientras se divertía viendo a todo el mundo disfrazado y haciendo el ridículo, pero ¿Cuál era el motivo para poder inscribirse? Un premio en efectivo, además de un regalo misterioso.
Las motivaciones de nuestro protagonista para poder acceder a la competición eran simples: El dinero que nunca le veía mal, además de poder disfrutar al máximo ese Halloween en específico, sobre todo porque el primero que vivía fuera de la carpa del circo al que llamaba hogar – Debo apurarme – se dijo a sí mismo el muchacho, y es que en ese momento se encontraba cambiándose, colocándose su vestuario, o mejor dicho, su disfraz para así poder afrontar al público.
¿Sobre qué era su disfraz? Pues esa era una total sorpresa que se podría ver con más claridad en el esplendor de la tarima improvisada que se había hecho para el concurso. Esta estaba hecha de madera, adornada con telas naranjas y negras, además de una gran cortina de fondo que daba la impresión de ser un cementerio. Esto último era interesante no solo por la fecha, sino porque, además, combinaba muy bien con la iluminada noche que hacía a eso de las 9 pm. El público estaba emocionado porque el espectáculo consistía en que cada participante tendría unos minutos para mostrar su disfraz en la tarima, y aunque Kano estaba un tanto apurado, aun tenía suficiente tiempo porque su turno no comenzaba todavía.