Aquel era uno de los pocos días del año en la que algunos de los habitantes de Konohagakure más cerrados a su labor y trabajo se permitían "tirar una caña al aire". Aquella, era una de las noches en las que, escudados por la fiesta, el jolgorio y el misticismo de la festividad nocturna, el barrio rojo (O el pequeño espacio dedicado a dicho "ocio") más intentaba llamar a sus fieles y, por qué no, a cualquiera que quisiera participar oculto por una máscara a gozar de sus bienes y peculiaridades más exóticas y complacientes... Aquella, para Samuru, era una noche que implicaba preparación, trabajo y la incertidumbre sobre la clientela a tratar; quizás la habitual, quizás completamente nueva.
Como preparativo para el evento organizado por su segundo centro de trabajo, el titiritero había pasado las tres últimas horas confeccionando una vestimenta casual, así como adornos en forma de cuernos y un "maquillaje" (Aplicado por técnica de ocultación) que fuera acorde a lo que buscaba. Necesitaba un disfraz que invitara al misterio, pero sin ocultar por ello sus rasgos o apariencia (Pues era lo que trataba de vender) así que finalmente había optado por un aspecto demoníaco, emblanqueciendo su piel, cambiando el tono de sus ojos y haciendo salir un par de cuernos desde su frente que, con algunos matices de sangre artificial (Compuesta principalmente por mermelada) le dieran el aspecto que deseaba para aquella noche. Al final de esas tres horas, estaba bastante satisfecho con el resultado.
Acudiría a la fiesta con su vestimenta y maquillaje completamente impolutos, recibiendo elogios de quienes consideraban aquel toque sutil como una buena elección y críticas de aquellos que habían ido a vestimentas algo más... Explicitas. Debido a que únicamente le interesaba la reacción de sus habituales, decidiría ignorar ambos tipos de reacciones y esperar a que comenzaran a llegar los clientes antes de decidir si realmente había sido una buena elección.
Los primeros en llegar serían aquellos hombres y mujeres que, encubiertos por el anonimato de carruajes negros, entrarían en el recinto enmascarados, de modo que su verdadera apariencia no pudiera descubrirse "Me pregunto si serán conscientes de que muchos de los que acudan a esta fiesta pueden reconocerlos exclusivamente por su aura..." Samuru sonreiría ante la mera idea de algún ninja analizando y recogiendo información sobre los participantes enmascarados para luego vender dicha información a terceros interesados... Por su parte, no le preocupaba; la mayoría de quienes ocultaban su identidad lo hacían por estar comprometidos y aunque el mismo tenía clientela de ese tipo... Nunca le había dado pena la idea de ser descubiertos mientras a él "no le salpicara".
Pasarían las horas y al menos durante la tarde, la fiesta resultaría ser algo alegre y hasta cierto punto inofensivo. La gente que había acudido allí lo habían hecho con claras intenciones de, al final de la noche, recibir al menos algún tipo de final feliz, pero eso no les impedía disfrutar de las primeras horas de aquel encuentro como si fuera un evento más descarado que erótico.
El problema llegó cuando, al punto de la huida del sol y la proclamación de la luna sobre la noche de Halloween, más invitados empezaron a llegar y el alcohol comenzó a servirse aún más rápido... Los trabajadores, Samuru incluidos, acostumbraban a tratar con sus clientes y clientas en cualquier tipo de situación, pero aquella noche "todo valía" para ciertos enmascarados, especialmente para aquellos que nunca antes habían estado en el lugar. El desastre finalmente tendría lugar cuando uno de los últimos enmascarados en entrar al local decidiera que era buena idea hacer una demostración de "Ninjutsu elemental o katon para fiestas" justo después de haberse bebido dos botellas de sake como si hubieran salido de la mismísima fuente de la juventud... Y el entorno se "caldeó" más de lo debido.
El recinto fue vaciado en menos de cinco minutos y el incendio se habría controlado en un tiempo similar o incluso menor (Recordemos que muchos de los presentes eran ninjas de gran habilidad), pero una vez pasado el pánico, nadie parecía tener ganas de continuar con la fiesta dentro del local, obligando a habituales y trabajadores a volver a sus casas o buscar algún otro lugar en el que pasar la noche... Samuru elegiría la segunda opción.
Continúa en [Halloween] Festival del fuego
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