Última modificación: 30-12-2023, 05:08 PM por Yukine.
¿Hacía cuanto tiempo que había empezado a moverse por el mundo, por los cinco grandes Países que conformaban el mundo? ¿Cuantos pasos habían dado sus cansados pies desde que decidió tomar la vida de aquel que, aún con un hogar, debía moverse en direcciones donde se le pidiera? En espíritu, el joven espadachín hacía tiempo había adoptado el alma de un ser nómada. Sabía que podía darse media vuelta y volver al cómodo y acogedor hogar con su hermanita en el País del Fuego, pero la vida que había decidido le obligaba a continuar el camino que se le asignara ese día. Aunque muy en el fondo... Debía admitir que no lo lamentaba.
Había sus contras, pero el estilo de vida de aquel que estaba perpetuamente en viaje en definitiva tenía sus pros. Había absorbido una cantidad de cultura que pensó nunca encontrar siquiera en múltiples ciclos de vida, tantos rostros y lugares que en el día a día seguramente pasaban desapercibidos por quienes residían allí y pasaban sus cotidianas rutinas sin siquiera notarlos.
Estaría mintiendo si decía que no sabía en qué momento fue que sus pies lo llevaron hasta un sitio con el que estaba más que familiarizado por las tantisimas veces que sus ojos vieron la edificación cuando aún era un pequeño que sabía poco a nada del mundo y de sus maquinaciones. Una pequeña capilla que se mantenía en pie gracias al constante cuidado y mantenimiento que los habitantes del pueblo aledaño le realizaban. Al menos ésto fue lo último que supo antes de marcharse con Hanako -su hermanita- a vivir en el País del Fuego indefinidamente, donde pudiera gozar de un ambiente donde no tuviera que preocuparse por la constante violencia que rodeaba a la enfermiza pequeña en un país donde el derramamiento de sangre era pan de cada día.
Entraría a la capilla, agotado pero testarudamente negándose a admitirlo para sus adentros, buscando unos minutos de reposo antes de continuar con el viaje. El ambiente era ligero y el aire tan limpio como podía esperar de un edificio religioso en medio de tierra de nadie, algo que se permitía decir al ser él mismo un ex-habitante de un pueblo de mala muerte. Extrañaba ese pequeño pueblo perdido, pero quería que su hermanita viniera con él cuando fuera el día correcto.
Desolada. Aunque imaginaba que aún estaba funcionando por lo limpia que se encontraba, sin marca de polvo alguna mas allá de la que podía acumularse en el paso de una tarde, no había una sola alma que llegara a recibirlo en el instante que puso un pié en el lugar. Seguramente no era la hora habitual de rezo comunitario y quien se encargara de éste lugar se encontraba en otro sitio cumpliendo alguna otra tarea. De cualquier manera, iría directo a la idea que se proyectaba en su mente.
Buscaría la primera banca en la cual dejar caer el peso de su cuerpo, dejando que la extenuación del viaje y la gravedad lo llevaran hasta su asiento. No más de un par de minutos después, colocaría sus rodillas sobre el reclinatorio y cerraría los ojos, juntando sus manos en señal de rezo y dedicando una pequeña oración que se perdería entre sus pensamientos. No era alguien religioso, pero tampoco podía llevarlo hasta el extremo opuesto y considerarse un ateo. Y siendo la única persona que velaba por su hermanita, una pizca de plegarias nunca venían mal para sumar a sus posibilidades de mantener su cabeza en sus hombros y no lejos de éstos.
Había sus contras, pero el estilo de vida de aquel que estaba perpetuamente en viaje en definitiva tenía sus pros. Había absorbido una cantidad de cultura que pensó nunca encontrar siquiera en múltiples ciclos de vida, tantos rostros y lugares que en el día a día seguramente pasaban desapercibidos por quienes residían allí y pasaban sus cotidianas rutinas sin siquiera notarlos.
Estaría mintiendo si decía que no sabía en qué momento fue que sus pies lo llevaron hasta un sitio con el que estaba más que familiarizado por las tantisimas veces que sus ojos vieron la edificación cuando aún era un pequeño que sabía poco a nada del mundo y de sus maquinaciones. Una pequeña capilla que se mantenía en pie gracias al constante cuidado y mantenimiento que los habitantes del pueblo aledaño le realizaban. Al menos ésto fue lo último que supo antes de marcharse con Hanako -su hermanita- a vivir en el País del Fuego indefinidamente, donde pudiera gozar de un ambiente donde no tuviera que preocuparse por la constante violencia que rodeaba a la enfermiza pequeña en un país donde el derramamiento de sangre era pan de cada día.
Entraría a la capilla, agotado pero testarudamente negándose a admitirlo para sus adentros, buscando unos minutos de reposo antes de continuar con el viaje. El ambiente era ligero y el aire tan limpio como podía esperar de un edificio religioso en medio de tierra de nadie, algo que se permitía decir al ser él mismo un ex-habitante de un pueblo de mala muerte. Extrañaba ese pequeño pueblo perdido, pero quería que su hermanita viniera con él cuando fuera el día correcto.
Desolada. Aunque imaginaba que aún estaba funcionando por lo limpia que se encontraba, sin marca de polvo alguna mas allá de la que podía acumularse en el paso de una tarde, no había una sola alma que llegara a recibirlo en el instante que puso un pié en el lugar. Seguramente no era la hora habitual de rezo comunitario y quien se encargara de éste lugar se encontraba en otro sitio cumpliendo alguna otra tarea. De cualquier manera, iría directo a la idea que se proyectaba en su mente.
Buscaría la primera banca en la cual dejar caer el peso de su cuerpo, dejando que la extenuación del viaje y la gravedad lo llevaran hasta su asiento. No más de un par de minutos después, colocaría sus rodillas sobre el reclinatorio y cerraría los ojos, juntando sus manos en señal de rezo y dedicando una pequeña oración que se perdería entre sus pensamientos. No era alguien religioso, pero tampoco podía llevarlo hasta el extremo opuesto y considerarse un ateo. Y siendo la única persona que velaba por su hermanita, una pizca de plegarias nunca venían mal para sumar a sus posibilidades de mantener su cabeza en sus hombros y no lejos de éstos.