Entre el camino...
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Su mirada estaba puesta en el camino que él mismo transitaba, y es que no parecía haber mucho de lo que quejarse. Solo piedras, tierra y alguna que otra edificación era lo que se podía encontrar por ese camino, cosa que a Kano le importaba en lo absoluto, sobre todo porque aún era temprano como para estar quejándose. No obstante, eso no quitaba lo aburrido que estaba Kano, más que nada porque ya llevaba rato caminando y no había terminado de llegar al poblado que según una mujer gorda a la que le preguntó estaba a “Cinco minutos de aquí” – Tendrá un huso horario distinto – soltaría bufonescamente nuestro protagonista, dando así una cátedra acerca como quejarse ante una situación que evidentemente no controlaba.
 
Era un muchacho con bastante energía, no le molestaba tanto el caminar, pero sí que estaba extrañado por estar algo aburrido durante tantos minutos de viaje. No había visto ni un alma cerca en su viaje, ni un viajero, un animal… nada; todos parecían haber desaparecido. - ¿Y si todos se fueron? – se preguntaba de forma tonta Kano, quizás en búsqueda de algún tipo de respuesta para la poca participación de la sociedad en ese momento. Y justo en ese momento, cuando ese pensamiento se cruzó con sus pasos, se le vino un pequeño recuerdo de su vida en el circo: Siempre en el espectáculo, frente a un público y viajando constantemente con más comodidades que ahora mismo.
 
Se detuvo por un par de segundos, tal vez por la nostalgia, quizás por la frescura del sol matutino de las diez de la mañana, o tal vez porque simplemente quería rememorar esos momentos tan bonitos que vivió allí. Pensó en que él era el que tenía hacer algo, pero bueno, tenía un objetivo que cumplir y apenas estaba comenzando – Ah… Ya llegará. – dijo sin miramientos para después proceder a bajar la parte superior de su cuerpo, colocando ambas manos en el piso y subiendo sus dos en el aire. Estaba de cabeza y comenzaría a caminar de tal forma, cosa rara, pero que para él era algo más, era lo más cercano que podía tener al circo en ese momento. No le costaba nada caminar de esa forma, pues ya estaba acostumbrado a hacerlo en los espectáculos del circo, siendo que la única diferencia palpable que allí había era la vestimenta: Siendo que en ese momento en particular carga sus botas negras, un pantalón verde oscuro, una camiseta negra, una chaqueta beige y unas guantes negros; a diferencia de los ropajes particulares que tendría que utilizar en el escenario del circo.
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Eran pocos los días en los podía permitirse llevar poca a nada carga en sus hombros, y aunque estaba totalmente en contra de agradecer mencionados días en los que la cantidad de trabajos eran reducidas cuando se comparaban con el promedio que usualmente recibiría, debía admitir que no tener ocho paquetes en un canasto sujeto a sus hombros era... un suspiro de alivio para su espalda.

Desde personas que requerían el transporte de objetos de valor o correspondencia hasta trabajos de escolta de éstas personas de un pueblo a otro, en ocasiones ambas y en otras tantas de un País a otro. Definitivamente no era el trabajo mas cómodo o el mas rápido, pero eran trabajos que casi siempre encomendaban una paga generosa y nunca menospreciada. Y al final del día, aunque podía contestar negativamente con un simple "No, gracias.", el tener una hermana que requería su tan específica medicina semanalmente le ponía en una posición comprometedora, tan solo concediéndole la salida realista de tragarse cualquier orgullo que pudiera albergar para sí mismo y aceptar de todos modos.

Si tan solo Hanako no fuese tan insistente con impedir a su hermano dar el visto bueno a los contratos de mayor paga aunque cuestionable mayor facilidad... Tan solo un par de contratos de búsqueda y captura fácilmente les tendrían viviendo cómodamente por un par de semanas.

-Aunque siendo optimista... Hace un muy buen clima hoy.- Comentó para sí mismo en su soledad, en aparente ausencia de cualquier otra persona compartiendo su caminar por el sendero que iba de un pueblo a otro. La sensación de dejar que su rostro pintara una sonrisa sobre sus expresiones, cerrar los ojos y dejar que la suave brisa del ambiente chocara gentil contra él, y así mismo fluyera y se escurriera por cada esquina de su cuerpo hasta pasar de largo. Esas brisas melancólicas, especiales en evocar recuerdos, siempre le daban un vistazo fugaz de su hogar. Amaba cada instante, al menos mientras pudiera evitar cualquier mal recuerdo sepultado en su pasado.

Bajó su rostro y lo que observaron sus ojos no tardó en sacarlo súbitamente de su estado de tenue paz, aunque no de una mala manera, tan solo... No estaba seguro de qué hacer con la información que sus ojos procesaron en ese fotograma. La misma impresión incluso consiguió que detuviera su caminar, obligándose a intentar determinar qué era lo que estaba observando. -...Huh.-

Un chico a quien parecía llevarle unos cuantos años -mientras no se tratara de uno de esos "inmortales de cara" que retenían su juventud hasta sus 50-, pero a quien claramente podía llegar a envidiarle cuán natural parecía salirle el esfuerzo de caminar sobre sus propias manos. Si, el peliblanco podía intentarlo y quizá conseguirlo si se quedaba perfectamente quieto en esa posición, pero si intentaba moverse... Seguramente su cara se encontraría con el piso mucho antes que la planta de sus pies. Lejos de querer interrumpir su acto, su primera acción fue sentarse a un lado del camino por el que ambos transitaban en direcciones opuestas, con sus piernas cruzadas y su codo recostándose contra su muslo, posición en la que no fue difícil usar la palma de su mano como un soporte para su mejilla.

Y esperó. Esperó que el chico, en su peculiar pero llamativo movimiento y si continuaba haciéndolo, llegara hasta el punto donde Yukine había decidido sentarse a esperarlo, dándole cuantos segundos fuesen necesarios para conseguirlo, esperándolo en silencio pero con una sonrisa genuina sobre sus propias facciones. Le recordaba a un Performance de circo, y con los buenos recuerdos que podía evocar gracias a eso, no era difícil que la expresión de felicidad permaneciera pintada en sus labios. Incluso aplaudiría en el momento en que el desconocido pasara frente a él, felicitándolo. -¡Inesperado, pero entretenido! Primera vez que me encuentro con un artista en el camino.- Comentó, intentando acercarse con un comentario que pudiera mostrarse amigable, con un tono que fuese a juego. Le producía genuina curiosidad una persona tan excéntrica, y gustaría de hacerle conversación aunque fuese por un rato.
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Su particular caminata matutina no parecía tener ningún tipo de inconveniente, cosa que era de esperarse porque evidentemente para Kano el caminar de cabeza era algo que sabía hacer con naturalidad. Y aunque pareciese algo totalmente fortuito, para nuestro protagonista esa actividad era algo necesario, era parte de su acto en el circo por lo que era notable pensar que le llevaría muchas horas de práctica. Paso y caída, así fue la práctica que tuvo que hacer el puberto para poder “dominar” ese andar, no obstante, eso no restaba la dificultad que representaba todo aquello incluso para él.
 
Era mucho más complicado de lo que se veía, tanto que el cirquero, aunque caminaba con relativa facilidad, su concentración se veía más o menos mermada en muchos aspectos. Esto se evidenció en que pudo notar a alguien que también transitaba en el sendero, pero no pudo detallarlo, al menos mientras estaba en esa posición, por lo que simplemente decidió continuar, al menos hasta que la voz del hombre le interrumpiría - ¿Ah? – de alguna manera se sorprendió por la reacción del desconocido, no sabía mucho el porqué, pero esperaba que este no le tomara ni la más mínima atención e incluso le ignorara. Sin embargo, su interés provocó que Kano se detuviera, posando sus manos aun más en el suelo, para seguidamente buscar la posición más adecuada para ponerse de pie sin molestar o dañar al desconocido de cabellos blancos.
 
En cuanto se puso de pie, dio un pequeño respiro en señal de agotamiento, y es que ese accionar que había hecho no era precisamente lo más fácil del mundo, porque si bien es cierto que lo podía lograr, eso no quitaba la dificultad que tenía aquello – Un artista lleva el espectáculo dentro de sí mismo – dibujaría una sonrisa de orgullo al mencionar eso mientras le echaba una escaneada rápida a aquél sujeto. Parecía ser un hombre de más edad, un adulto joven como muchos les dicen - ¿Le gusta el circo? – un cuestionamiento un tanto sorpresivo, pero que de alguna servía para poder dar indicios acerca de Kano.
 
A mucha gente le gustaba el circo, eso lo sabía con certeza, pero la verdad es que le pareció curioso que el sujeto tomara tan a gracia los movimientos de él, cuando normalmente cualquier otra persona le hubiese ignorado en demasía – Si quiere, le puedo hacer una pequeña rutina. Tengo mucho que no hago una, pero nunca está de más hacer algo que a uno tanto le gusta – una propuesta bastante buena, que realmente le gustaba mucho pues era una forma de conectarse y hacer algo que le gustaba mucho - ¿Tiene alguna hoja de papel? Creo que la necesitaré – preguntaría, todo con tal de empezar su acto.
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Última modificación: 05-11-2023, 01:16 AM por Yukine.
¡Vaya! Inesperado como fuere, las palabras y acciones de Yukine sí habían conseguido sacar al chico de cabellera negra del trance que suponía concentrarse en la actividad con la que se permitía avanzar. Podía ser simple en concepto, pero siendo el peliblanco alguien que algunas veces lo intentó y acabó con un muy tonto sangrado de nariz como consecuencia, entendía que el concepto que más peso tenía en el éxito de caminar sobre sus manos era mantener un equilibrio adecuado con los músculos del tronco. ¡O quien sabe! Quizá el desconocido le tenía tanta práctica al método que era una de esas personas capaz de mantenerlo por mera inercia mientras el resto de sus sentidos podían darse el lujo de prestar atención a sus alrededores. No iba a ponerle demasiada cabeza, pues lo que importaba es que había conseguido desviar la atención del contrario hacia su persona.

La segunda ronda de aplauso al verle recomponer su postura con tanta facilidad no llegaría a pasar aún cuando estuvo muy cerca de hacerlo, con tal de no exhibir un comportamiento excesivo que ya aparentaba erróneamente bordar lo sarcástico, y lo último que quería provocar en un desconocido que parecía interesante es una razón para marcharse sin mediar palabra, mucho menos cuando era derivado de un malentendido. Si era lo suficientemente suertudo, podía ser que aprendiera algo nuevo que contar por las noches cuando tuviera compañía; en el mejor de los casos, un consejo que indirectamente podría aplicar en sus trabajos diarios.

Imitando el tempo de las acciones del contrario, Yukine se levantaría del lugar en el que se había sentado, irguiendo todo su cuerpo hasta quedar a la par con el del pelinegro. Una carcajada corta escapó de entre sus dientes cuando escuchó la primera contestación, correspondiente a la sonrisa de orgullo que el chico había pintado en sí mismo. Las emociones positivas y los gestos consecuencia de éstas siempre habían sido muy infecciosas hacia Yukine, y esto no le molestaba en lo absoluto; sentía que sonreír era algo natural y necesario en cada persona, y nunca se cortaba en mostrarlo. -Tengo recuerdos bastante agradables de los circos, aunque me apena un poco admitir que son de hace mucho tiempo atrás. Si fueran mas recientes, podría decir con mayor precisión qué circos.- Comentó, esta vez produciendo una risa a tono más bajo, de ligera vergüenza. -¡Pero! Siempre puedo disfrutar de un buen show, más aún cuando los participantes dejan ver cuánto corazón le han puesto a su acto.-

Recibió un ofrecimiento que le tomó por genuina sorpresa, tanto así que su reacción al escucharla fue inmediata: Sus ojos se abrieron amplios al procesar la opción de presenciar una mini-rutina cirquera privada, algo cuya consecuencia se manifestaría en sus labios mucho antes de lo que se manifestó en su cerebro. -¡Claro, me encantaría! ¡Te lo agradecería mucho!- Sus ojos se habían iluminado como árbol de navidad, tanto así que le tomó unos segundos el darse cuenta lo fácil que había arrojado la mesura de sus reacciones por una metafórica ventana. Su rostro se suavizó en cuanto pudo, regresando a una expresión mucho mas calmada pero aun así expectante. -Ah... Perdona por eso. Mal hábito.-

A petición del pelinegro, la mano diestra de Yukine iría a la bolsa colgando bajo su cintura a su espalda, revolviéndola un poco hasta finalmente dar con una hoja de papel doblada múltiples veces hasta ser un pequeño rectángulo, un tamaño engañoso al ser considerablemente más grande al desdoblarla. -Aquí tienes. ¿Ésta sería suficiente?- Preguntó en duda, pues siempre cargaba con un manojo más. Una medida necesaria cuando sus viajes a los Países vecinos le obligaban a cargar con material de escritura para hacer cartas y enviarlas a su hermana menor como correspondencia, con tal de que no se preocupara por él. Y de ser suficiente, tomaría asiento en el primer sitio que encontrara o se le indicara, en pos de presenciar aquello que le habían ofrecido.
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Para la buena fortuna del muchacho, el desconocido pareció estar en total de acuerdo con lo propuesto por Kano, cosa que le hacía sentir muy bien, sobre todo porque había estado nostálgico ese día. Extrañaba su vida en el circo, cosa que era natural pues era la única vida que conocía además de la actual, y el hecho de que el sujeto le comentara que en algún momento de su vida había asistido a ese tipo de espectáculos hizo pensar al puberto.
 
Tal vez lo habría visto en su juventud, quién sabe, y es que realmente tenía toda su vida participando en el circo, primero como ayudante y ya después como parte del show. No era del todo descabellado pensar en que ya le hubiese visto, aunque esa era la opinión bastante personal de un muy inocente Kano que, al notar el interés del sujeto, no pudo evitar sonreír un poco más. Realmente estaba muy contento por todo aquello, tanto así, que no le tomó demasiada atención a la excesiva atención o alegría que tomó por un momento el otro sujeto.
 
Además de lo ya mencionado, el aún desconocido tenía un papel, un objeto que le serviría bastante al muchacho para por lo menos así, intentar hacer algo. Era importante, y es que al tener ciertas habilidades tan particulares, el acceso a algún tipo de material era crucial para dar un buen tipo de espectáculo. Podría hacerlo con una roca, pero la verdad sea dicha, le gustaba más hacer cosas cuando tenía un pedazo de papel a la mano. Y justamente, eso fue lo próximo a hacer para el muchacho, ya que, sin quedarse corto ni perezoso, se dispuso a acercarse para tomar el papel con su diestra, específicamente entre sus dedos índice y anular, casi como si estuviera tomando un shuriken – Es más que suficiente -.  
 
Para continuar, se alejó un par de pasos hacia atrás, siendo tres para ser específicos. Lo hizo sin dejar de mirar al sujeto, buscando sin querer algún tipo de accidente por caminar de espalda, aunque afortunadamente eso no ocurrió -  Siempre es bueno ver un buen espectáculo – diría mirando a su público, con unos ojos de alegría y hasta algo de orgullo. Ni siquiera era un hombre adulto, al menos por ahora, pero la verdad es que había heredado todo lo que significaba ser un artista.
 
Para comenzar de una buena vez, subió su mano derecha al cielo, esto con la intención de que el trozo de papel que estaba en esa misma mano se visualizase de la mejor forma posible. Y así como fue de rápido y sin ningún tipo de sellos de manos, el puberto comenzó a hacer uso de la técnica especial de su clan. Dicho jutsu consistía en hacer que su cuerpo y su ropaje comenzaran a tomar un color blanquecino, además de una textura igual a la del papel que estaba sosteniendo en la mano. Dicha transformación se hizo más lento de lo habitual, más que nada para que el público pudiera ver con total claridad lo que estaba ocurriendo.
 
Cuando ya la transformación estaba hecha con totalidad, el muchacho bajaría su brazo y comenzaría a realizar un pequeño trote, pero lo curioso era la velocidad en la que lo hacía, pues era un movimiento bastante más rápido a lo usual en él. El adquirir las propiedades del papel lo hacían mucho más ágil y rápido de lo normal, por lo que después de cinco segundos para tomar impulso, Kano comenzaría una pequeña a través de diversos objetos del ambiente, pasando de un lado de a otro: desde rocas, plantas pequeñas, árboles, entre otros. Hacia saltos entre cada objeto, haciendo una voltereta cada vez que cambiaba de plataforma, ya fuera porque pasara de una roca al tronco de un árbol, o del suelo mismo hacia el cielo para volver a caer con gracia. Era una rutina básica pero que funcionaba bastante bien, sobre todo porque estaba siendo ayudado por su capacidad para adquirir las propiedades del papel.
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Aquello había sido un encuentro de lo más fortuito, pero de la misma forma el más afortunado que el peliblanco había tenido el gusto de tener en una extensa cantidad de tiempo; semanas, podía arrojar de primer y último pensamiento. Si sus memorias no le traicionaban o al menos se mantenían tan fieles como podían estarlo tratándose de memorias de su ahora lejana niñez, el afable ambiente que el circo le daba era uno al que le tomó gusto desde el momento en el que experimentó, y uno que guardó en su corazón como un pequeño pozo de alegría que siempre se encontraba presente, listo para hacer acto de presencia cuando más le fuera necesitado. O en este puntual caso, de la forma más inesperada que podía ocurrírsele.

Ahora mismo, las emociones de uno eran espejo del otro, aunque los contextos de ambos difirieran en gran medida.

Su sonrisa se acentuó en el instante que la afirmación del contrario sobre el papel llegó. Un alivio, pues cada instante que tuviera que dar con una solución en consenso con el pelinegro eran instantes que se perdía de recibir una rutina cirquera que de momento se mantenía solo para su mirada. Curioso como algo así conseguía sacar su niño interior, y darle un gozo que se basaba en el inocente concepto de ver a una persona realizar trucos centrados atraer la mirada de los presentes llamativamente. Tal cual ver pirotecnia, su atención quedaba en manos del desconocido.

Sentado en su sitio y en espera del inicio de la presentación, su mirada estaba centrada en no dejar pasar detalle alguno. Y lejos de ver a una persona contorsionarse a grados imposibles, o verle tragar una espada entera sin lesionarse en el proceso, lo que presenció fue algo que sin duda llamó cada gramo de atención que podía reunir. Un cambio de cuerpo completo imposible de pasar desapercibido, pues el trozo de papel que le había entregado ahora se encargaba de componer todo el exterior de su cuerpo. O mas bien, era más certero describirlo como su cuerpo cambiando para imitar las propiedades físicas del papel, siendo que la pequeña hoja se había quedado en su sitio sin mutar de ninguna manera.

En otra situación, su cuerpo ya habría intentado reaccionar en defensa propia. En otra de tantísimas situaciones pasadas, el Shinobi frente a él seguramente estaría intentando hacer que la cabeza del peliblanco pasara a ser un organismo apartado del resto de su cuerpo. Pero la ausencia de hostilidad del pelinegro era lo que le permitía guardar cada instinto de combate desarrollado con los años bajo llave y fuerte cerradura. Lo último que quería era causar un tonto malentendido, mucho más si arruinaba el ameno ambiente que se había creado.

-¡OH! Eso es nuevo para mí.- Preguntó en genuina curiosidad por la técnica que exhibía. Si bien había escuchado rumores de un clan con la capacidad de "convertir su cuerpo en piedra", el observar la transformación a papel indicaba que el mencionado linaje era capaz de mucho más que lo que las lenguas sin rostro murmuraban. Algo que le intrigaba suficiente como para indagar a fondo a su debido tiempo, pero no sin antes disfrutar de lo que le habían ofrecido. -Dime, ¿tiene algún nombre? ¿Es único de ti?- Su tono relajado indicaba que no insistiría de más si el chico se negaba, o si consideraba las preguntas demasiado intrusivas. Pero definitivamente agradecería recibir algo de información por adelantado.

La proeza física que el contrario exhibió tras su transformación fue admirable, y aunque estaba tentado en darle el crédito al cambio al que había sometido a su cuerpo, muchos de sus movimientos dejaban en claro que era más que eso; flexible o no, requería conocer el movimiento muscular para moverse como conseguía. Sus expresiones dejaban ver una historia completamente opuesta a lo que pasaba en su subconsciente; lejos de estar perdido en pensamientos enfocados sobre el lado técnico de sus movimientos, los múltiples rostros en demasía expresivos del peliblanco le daban la apariencia de un niño disfrutando de un despliegue de colores y movimientos. Le gustaba mucho, y de verdad daría mucho por tener más momentos así.

-¡Whooo! ¡Otra! ¡Otra!- Hizo coro, en espera de si obtendría lo que deseaba.
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Continuaba con su acto, haciendo gala de sus habilidades como hombre con piel de papel. Estaba bastante concentrado con aquello, pues hacía muchos saltos de un lado hacia otro, y a pesar de estar tan metido en aquello, no pudo evitar ignorar del todo una pregunta que el peli blanco lanzó al aire en pleno espectáculo. Era un cuestionamiento interesante, principalmente porque le daba a Kano una razón para preguntar por lo que estaba buscando, aunque haría eso luego de culminar con su acto.
 
Se concentraría en terminar, no quería decir ninguna palabra, principalmente porque sentía que eso haría que se cansara mucho más rápido de lo normal. Tenía algo de tiempo sin hacer su acto, y podría correr el riesgo de no estar tan afilado como siempre. No obstante, todo salió a pedir de boca, tanto así que cuando terminó, se ubicó a dos metros del sujeto albino, mirándole fijamente, para luego utilizar su índice derecho, ubicándolo verticalmente entre sus dos labios en señal de silencio. No se trataba de ningún tipo de mal comportamiento o algo parecido, cosa que se pudo ver en una pequeña sonrisa que se esbozó, casi como si le invitara a no preocuparse por la ausencia de palabras en ese momento.
 
Quizás pasaron seis segundos, pero lo verdaderamente importante fue que nuestro protagonista desvió su mirada, todo para buscar su próximo recurso. Doblaría su cuello a la izquierda y después a la derecha, donde encontraría un árbol que, a pocas palabras, sería el que tuviese más cerca de sí mismo. Apenas lo visualizó se acercó sin tapujos ni miramientos, desactivando la técnica que lo convertía en papel sin soltar ese último – Ahora seré de madera – diría mientras posaba su zurda sobre el tronco del árbol, y casi como si de un dejavú se tratase, el cuerpo y la ropa de Kano comenzaban a cambiar – Se supone que es un arte ninja – volteándose y dirigiendo su mirada al espectador para retomar su conversación – Estoy buscando a personas que sean capaces de hacer esto mismo – sería sincero con todo - ¿Conoces a alguien así? – era un tanto tonta la pregunta, considerando que ya el sujeto había dicho que era algo nuevo para él, pero de ninguna manera dejaría de preguntar.
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Estaba abstraído en la actuación frente a él, su mundo tornándose mudo y borroso ante la falta de atención que sus sentidos le podían ofrecer a su alrededor para centrarse en lo que transcurría frente a él. Solo visible a ojos del peliblanco, una imagen traslúcida se sobreponía al desconocido y el escenario improvisado que utilizaba para demostrar su acto a Yukine; era un circo completo, una imagen del pasado que por un momento decidió manifestarse frente a los ojos del mercenario, un recuerdo sumamente cercano y de tantísimo valor sentimental que podía permitirse el lujo de invitarse a sí mismo sin permiso alguno al consciente de Yukine. Por supuesto, la naturaleza del recuerdo fue tan sutil que el albino no comentó nada; no sentía que necesitara comentar nada, ni siquiera lo sentía fuera de lugar como para ameritar un comentario. Se sentía completamente natural, como si la falsa imagen hubiera estado allí desde el primer inicio, aun cuando su cordura estaba en perfecto estado. Hacía tanto que no evocaba esa emoción, que algo tan simple y espontáneo fue suficiente para evocar el mencionado efecto.

Tan lúcido estaba él que fue capaz de discernir una señal de manos que realizó en respuesta a lo que había preguntado. Una señal simple que solicitaba cortés el silencio que el artista demandaba para desarrollarse en la totalidad de sus capacidades. Pero lejos de tomárselo de mala manera o siquiera con la misma pizca de vergüenza que se manifestaría de ser callado en el teatro por susurrar a un volumen demasiado alto, se lo tomó de muy buena manera gracias al gesto facial que se había dibujado en el rostro del chico cirquero. Una pequeña sonrisa que desmentía cualquier impresión de disgusto o enojo.

Encantado correspondió. Esbozando la misma pequeña sonrisa, respondió gestualmente con el silencio que se le solicitaba. Unió sus dedos indice y pulgar como si atrapara algo entre ellos, con el resto de dedos estirados, y deslizó la unión de las yemas por encima de sus labios desde una comisura hasta la opuesta, culminando en abrir los dedos con un pequeño flick, una alusión a haber arrojado el imaginario objeto atrapado entre sus dedos.

El anuncio de asumir la coraza de un nuevo material surtió el efecto que ya podía predecirse en el peliblanco; nuevamente fue invadido por el gusto de observar una habilidad que nunca había visto, solo que esta vez era la misma habilidad mostrando poseer una mayor extensión de lo que mostró en primera instancia, algo que incluso consiguió responder una pregunta que aún no conseguía vocalizar y mucho menos emitir al pelinegro. Con eso ya contaba tres materiales en los que un usuario de esta habilidad podía transformarse, y de repente se volvió completamente plausible que existieran todavía más transformaciones las cuales pudiera aprovechar. Cada nueva idea pasaba conforme la apariencia del chico se hacía diferente, y aunque una parte de él buscaba soltar una a la vez pero sin reposo alguno, una parte mucho mas grande decidió dar prioridad al show.

Su pregunta le hizo inclinar su cabeza hacia un lado en seña de duda, una claridad que nunca llegó completamente hasta la cabeza del peliblanco. ¿Acaso estaba buscando a alguien en particular entre los suyos? ¿O quizá... no conocía a nadie más con ese don? Indiferente de sus razones y antes de formarse todo un relato en su cabeza, lo mejor que podía hacer para corresponder a la buena fe del desconocido era responder sin mayores miramientos. -No, tristemente eres la única persona que conozco con ese arte.- Comentó, desalentador por mucho que quisiera lo contrario. -Aunque puedo compartirte los rumores que he escuchado en mis viajes.- Complementó, esta vez en un tono mucho mas colorido, alegre. Desconocía si dar malas noticias afectaría o no al chico, aun así intentaría aportar cuanto pudiera a producir una emoción positivo.

 -No es una garantía de que encontrarás lo que busque, pero... ¡Ey! Casi todos los rumores tienen una pizca de verdad en ellos, solo tienes que saber mirar la letra fina. Puede que te sirva como un sitio por donde continuar tu búsqueda.- Le ofreció información a cambio de nada, dejando que una sonrisa amplia se formara en su rostro.

-¡Pero! Tan pronto finalices el acto!.- Añadió y finalizó, esperando lo que siguiera. Y tan pronto él consiguiera lo que pedía, el pelinegro tendría todo lo que el peliblanco había recopilado en su cabeza, desde lo vago hasta lo puntual.
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