Parecía un día cualquiera cuando desperté. En mi refugio que había creado al ocupar una de las tantas fortalezas abandonadas por Kumo en el País de las Montañas, tras vencer a varios bandidos, me preparaba para mi día.
Tomé mis mejores ropas blancas, me coloqué mi capucha blanca y me asomé hacia afuera. Había niebla proveniente del mar, que eran nubes que venían desde el sur, desde el País del Agua, para elevarse a las montañas y atravesar el mar y convertirse en las nubes de Kumo.
Cubriendo mis manos con mis bolsillos, avancé entre la niebla, haciendo uso de mi detección de calor para ver si había alguna amenaza cercana. Seguía haciendo frío, y el viento soplaba húmedo y con olor marino desde el sur.
Bajé de las montañas hasta llegar al pueblo, y me dirigí al palacio en donde ya me conocían. Solía acudir a entregar bandidos menores a la guardia, y recientemente, había acudido a curar a los oficiales, guardias y a algunos miembros de la realeza de ese pequeño país.
Sin embargo, nadamás bajar noté a la guardia frente al palacio, sin dejar pasar a nadie y otros más recorriendo el pueblo con sus lanzas y escudos. Había fogatas en medio de las calles para alumbrarse, y muchos de los pobladores avanzaban entre las calles con antorchas.
Mujeres lloraban de fondo y los hombres gritaban nombres por doquier.
Muchos de los guardias venían de regreso desde las montañas, mientras que otros civiles acudían desde otras aldeas tras recorrer la costa o las zonas montañosas.
Me acerqué al palacio, en donde guardias con armadura y escudo bloqueaban el paso. Reconocí a Midorya Ashido, el capitán de la guardia y, junto a él, el oficial a cargo y el nieto del Damnyo, Shiro, a quien regeneré uno de sus brazos, permitiéndole volver a sus labores militares.
-Señor Shiro ¿que sucedió?- le cuestioné desde el otro lado de la guardia. Se veían todos con rostro de preocupación. Con mi detección de calor, podía ver que los guardias buscaban algo intensamente dentro del castillo.
-Nakai, es bueno verte. Ha ocurrido una tragedia- dijo Shiro, acercándose hacia mí.
-¿Que sucedió?- le cuestioné.
-Hay marcas de sangre en las puertas de las casas, hay sangre en las puertas de los bisnietos del Damyo y en las de los nietos de la realeza. Los niños han desaparecido- me dijo, notoriamente nervioso.
Yo estaba sorprendido.
-¿Secuestraron a todos los niños del pueblo y marcaron las casas? ¿Que significa esa pintura roja?- le pregunte.
Otro de los altos mandos, algo paranoico tras la desaparición de su hija, se acercó a nosotros.
-Es Samhain- dijo el general.
-Señor Kazo, no diga esas cosas por favor- dijo Shiro.
-Ese ser vino desde el otro lado del mar, es un espíritu que exige dulces. Nunca creí que hiciera algo malo-dijo el general- hemos mandado a llamar ninjas desde Kumo para rastrear a los niños, pero en lo que llegan, necesitaremos de sus servicios.
-¿Dónde debería comenzar a buscar? ¿Que más saben de ese Samhain?- les cuestioné.
-Es un ser extraño. Parece un niño con una cabeza de calabaza y lleva un nabo con una vela adentro en la mano. Es bromista, y si no le das dulces cuando aparece, marca la casa con sangre. Pero esta vez no le dimos nada y nos ha robado a los niños- dijo el general.
-No sabemos donde comenzar, ayúdenos- suplicó Shiro.
Asentí con la cabeza. Tras hablar poco más, salí hacia las montañas.
Mi detección de calor me permitiría ver en la niebla. Vagué por las zonas de las montañas por un buen rato, tratando de encontrar rastro alguno, sin embargo, pronto noté algo.
Era un rastro muy tenue en las rocas que sobresalían de la nieve, pero era enorme. El sol no les había dado, así que dependería de que se tratase de algo caliente que hubiese pasado por ahí. Había algunas pisadas disparejas, pero no parecían indicar una dirección.
Tras colocar mis manos en el suelo, logré detectar un mínimo movimiento, unas vibraciones. Me moví por diferentes zonas, detectando hacia donde se sentían más las vibraciones y, hubo un punto en que coincidían la intensificación de las vibraciones con el incremento de rastros de calor.
Seguí vagando, siguiendo las pistas. Con un sello, saqué mi lengua para olfatear. Era un aroma de mucha gente, pero también olía a dulces, velas y flores.
Casi media hora después, detecté sobre una roca una capa similar al Kakuremino no Jutsu, la cual al retirarla descubrí que no era piedra sólida, sino que se trataba de un camuflaje para un túnel.
Me adentré en ese túnel, el cual se adentraba en la tierra, entrando en las entrañas de la montaña.
Mis sensores detectaban un incremento de calor y mi olfato un incremento de aromas. Tras avanzar sigilosamente por el pasillo, guiándome para no caer en las trampas de un laberinto que divergía en los caminos, llegué a una bóveda en donde había decenas de calabazas con rostros tallados en ellas, con velas adentro.
Otras calabazas enormes yacían ahí, y mi detector de calor indicaba que dentro de cada una había una persona en posición fetal.
Me acerqué a ver, pero las velas se apagaron. Todo estaba a oscuras, cuando una luz brilló detrás de mí.
Me giré y vi a Samhain, el espíritu que exige dulces. Era pequeño, como un niño, con cabeza de calabaza con ojos y boca talladas, pero una luz emergía desde su interior, como si tuviera una vela dentro.
Me acerqué a la calabaza más cercana y, a tientas, intenté levantar la tapa pero Samhain lanzó un grito desgarrador.
Tras unos sellos, lancé un chorro de agua Mizzurapa hacia ese ser, pero no dio en su objetivo. Simplemente desapareció el espíritu.
Una calabaza salió volando desde algún lugar, explotando en llamas tras caer al suelo, aunque por suerte esquivé el ataque.
Mis sensores de calor apenas me dejaban ver su presencia.
Tras otros sellos, creé un enorme dragón de agua, el cual se lanzó contra el espíritu, pero este volvió a desaparecer. En vez de eso, el dragón se desmoronó en una ola de agua hasta los 20 metros.
Varias calabazas flotantes aparecieron alrededor mío, con un resplandor fantasmal, y una a una fueron arrojadas hacia mí. Intenté realizar un "kai" para salir del genjutsu, pero no se trataba de uno. Eran verdaderas.
Esquivé esos ataques por muy poco.
-Samhain, se que te sientes furioso, pero si dejas ir a los niños haré que te den tus dulces- le dije al espíritu. Más calabazas se seguían apareciendo y lanzando contra mí.
Podría realizar ataques devastadores y tratar de vencerlo, pero los niños estaban en juego. Si eran dañados o muertos, iba a ser malo para mi reputación.
Samhain apareció a pocos metros de mi, soplando su nabo con vela para lanzarme una enorme llamarada de fuego.
Alcé una cúpula de tierra, realicé un sello y generé entre mis manos un orbe oscuro con anillos alrededor, como un átomo negro.
Samhain desapareció.
-Escúchame, Samhain, vengo a negociar- le grité- deja ir a los niños.
En ese momento, Samhain volvió a materializarse, esta vez con una especie de patela en una mano, la cual sostenía como un puñal. Al intentar atacarme, salté para esquivar su ataque y, estirando mis brazos, lancé el puñetazo que golpeó con el orbe directo a su espalda.
El impacto azotó al ente contra el suelo, y su cabeza de calabaza se hizo pedazos. Salté hacia atrás para tomar distancia.
De una forma extraña, fantasmal, se levantó como si no tuviera huesos. Su rostro era como el de un niño pero algo extraño, algo que le daba un aspecto inhumano.
-Detente, Samhain ¿es ese tu nombre?- le dije serio- ¿que quieres?
Con una sonrisa maliciosa, y una voz gruesa y gutural el ente se me acercó.
-Me darán mis dulces y, a cambio de los niños, quiero tu piel- dijo Samhain sonriendo.
Tras un sello, me acerqué a Samhain.
-Trato hecho- le dije. Samhain tomó su paleta filosa y me apuñaló en el estómago, pero en ese momento, mi boca se deformó y logré escapar por ella.
El espíritu se vio decepcionado y confundido, pero le había dado mi piel. Con mi piel en las manos, desapareció.
Rápidamente, usé mi kunai para romper las calabazas y rescatar a los niños dentro de estas. Estaban durmiendo y tomó tiempo desperarlos.
Les hice que me siguieran y salimos de ese túnel para regresar a la ciudad. Muchos lloraban y otros temblaban de miedo, pero logré sacarlos de ahí.
Al llegar al pueblo, la guardia y los aldeanos llegaron rápidamente a vernos, corriendo muchos a abrazar a sus hijos que regresaban.
-!Han regresado¡- gritó un aldeano. Pronto, la noticia se expandió rápidamente y llegaron más guardias y muchos más aldeanos.
El mismo Shiro, el nieto del damnyo, llegó a verme. El general venía a su lado y, al ver a su hija, corrió a abrazarla.
-Lo lograste, Nakai- dijo Shiro, con rostro de felicidad y alivio.
-Peleé contra Samhain, y sólo pude rescatarlos tras hacer un trato. Le dí mi piel y ahora ustedes deben darle dulces-les respondí.
-Está bien, el ente tendrá sus dulces-exclamó Shiro.
Al día siguiente, el clima amaneció sin niebla, soleado pero fresco.
Me dirigí al palacio nuevamente, en donde vi la piel que le había dado a Samhain a puertas del palacio, hondeando con el viento.
Los ciudadanos habían dejado platos y envases afuera de sus casas, ahora estaban vacíos aunque por la noche habían estado llenos de dulces.
Tomé mis mejores ropas blancas, me coloqué mi capucha blanca y me asomé hacia afuera. Había niebla proveniente del mar, que eran nubes que venían desde el sur, desde el País del Agua, para elevarse a las montañas y atravesar el mar y convertirse en las nubes de Kumo.
Cubriendo mis manos con mis bolsillos, avancé entre la niebla, haciendo uso de mi detección de calor para ver si había alguna amenaza cercana. Seguía haciendo frío, y el viento soplaba húmedo y con olor marino desde el sur.
Bajé de las montañas hasta llegar al pueblo, y me dirigí al palacio en donde ya me conocían. Solía acudir a entregar bandidos menores a la guardia, y recientemente, había acudido a curar a los oficiales, guardias y a algunos miembros de la realeza de ese pequeño país.
Sin embargo, nadamás bajar noté a la guardia frente al palacio, sin dejar pasar a nadie y otros más recorriendo el pueblo con sus lanzas y escudos. Había fogatas en medio de las calles para alumbrarse, y muchos de los pobladores avanzaban entre las calles con antorchas.
Mujeres lloraban de fondo y los hombres gritaban nombres por doquier.
Muchos de los guardias venían de regreso desde las montañas, mientras que otros civiles acudían desde otras aldeas tras recorrer la costa o las zonas montañosas.
Me acerqué al palacio, en donde guardias con armadura y escudo bloqueaban el paso. Reconocí a Midorya Ashido, el capitán de la guardia y, junto a él, el oficial a cargo y el nieto del Damnyo, Shiro, a quien regeneré uno de sus brazos, permitiéndole volver a sus labores militares.
-Señor Shiro ¿que sucedió?- le cuestioné desde el otro lado de la guardia. Se veían todos con rostro de preocupación. Con mi detección de calor, podía ver que los guardias buscaban algo intensamente dentro del castillo.
-Nakai, es bueno verte. Ha ocurrido una tragedia- dijo Shiro, acercándose hacia mí.
-¿Que sucedió?- le cuestioné.
-Hay marcas de sangre en las puertas de las casas, hay sangre en las puertas de los bisnietos del Damyo y en las de los nietos de la realeza. Los niños han desaparecido- me dijo, notoriamente nervioso.
Yo estaba sorprendido.
-¿Secuestraron a todos los niños del pueblo y marcaron las casas? ¿Que significa esa pintura roja?- le pregunte.
Otro de los altos mandos, algo paranoico tras la desaparición de su hija, se acercó a nosotros.
-Es Samhain- dijo el general.
-Señor Kazo, no diga esas cosas por favor- dijo Shiro.
-Ese ser vino desde el otro lado del mar, es un espíritu que exige dulces. Nunca creí que hiciera algo malo-dijo el general- hemos mandado a llamar ninjas desde Kumo para rastrear a los niños, pero en lo que llegan, necesitaremos de sus servicios.
-¿Dónde debería comenzar a buscar? ¿Que más saben de ese Samhain?- les cuestioné.
-Es un ser extraño. Parece un niño con una cabeza de calabaza y lleva un nabo con una vela adentro en la mano. Es bromista, y si no le das dulces cuando aparece, marca la casa con sangre. Pero esta vez no le dimos nada y nos ha robado a los niños- dijo el general.
-No sabemos donde comenzar, ayúdenos- suplicó Shiro.
Asentí con la cabeza. Tras hablar poco más, salí hacia las montañas.
Mi detección de calor me permitiría ver en la niebla. Vagué por las zonas de las montañas por un buen rato, tratando de encontrar rastro alguno, sin embargo, pronto noté algo.
Era un rastro muy tenue en las rocas que sobresalían de la nieve, pero era enorme. El sol no les había dado, así que dependería de que se tratase de algo caliente que hubiese pasado por ahí. Había algunas pisadas disparejas, pero no parecían indicar una dirección.
Tras colocar mis manos en el suelo, logré detectar un mínimo movimiento, unas vibraciones. Me moví por diferentes zonas, detectando hacia donde se sentían más las vibraciones y, hubo un punto en que coincidían la intensificación de las vibraciones con el incremento de rastros de calor.
Seguí vagando, siguiendo las pistas. Con un sello, saqué mi lengua para olfatear. Era un aroma de mucha gente, pero también olía a dulces, velas y flores.
Casi media hora después, detecté sobre una roca una capa similar al Kakuremino no Jutsu, la cual al retirarla descubrí que no era piedra sólida, sino que se trataba de un camuflaje para un túnel.
Me adentré en ese túnel, el cual se adentraba en la tierra, entrando en las entrañas de la montaña.
Mis sensores detectaban un incremento de calor y mi olfato un incremento de aromas. Tras avanzar sigilosamente por el pasillo, guiándome para no caer en las trampas de un laberinto que divergía en los caminos, llegué a una bóveda en donde había decenas de calabazas con rostros tallados en ellas, con velas adentro.
Otras calabazas enormes yacían ahí, y mi detector de calor indicaba que dentro de cada una había una persona en posición fetal.
Me acerqué a ver, pero las velas se apagaron. Todo estaba a oscuras, cuando una luz brilló detrás de mí.
Me giré y vi a Samhain, el espíritu que exige dulces. Era pequeño, como un niño, con cabeza de calabaza con ojos y boca talladas, pero una luz emergía desde su interior, como si tuviera una vela dentro.
Me acerqué a la calabaza más cercana y, a tientas, intenté levantar la tapa pero Samhain lanzó un grito desgarrador.
Tras unos sellos, lancé un chorro de agua Mizzurapa hacia ese ser, pero no dio en su objetivo. Simplemente desapareció el espíritu.
Una calabaza salió volando desde algún lugar, explotando en llamas tras caer al suelo, aunque por suerte esquivé el ataque.
Mis sensores de calor apenas me dejaban ver su presencia.
Tras otros sellos, creé un enorme dragón de agua, el cual se lanzó contra el espíritu, pero este volvió a desaparecer. En vez de eso, el dragón se desmoronó en una ola de agua hasta los 20 metros.
Varias calabazas flotantes aparecieron alrededor mío, con un resplandor fantasmal, y una a una fueron arrojadas hacia mí. Intenté realizar un "kai" para salir del genjutsu, pero no se trataba de uno. Eran verdaderas.
Esquivé esos ataques por muy poco.
-Samhain, se que te sientes furioso, pero si dejas ir a los niños haré que te den tus dulces- le dije al espíritu. Más calabazas se seguían apareciendo y lanzando contra mí.
Podría realizar ataques devastadores y tratar de vencerlo, pero los niños estaban en juego. Si eran dañados o muertos, iba a ser malo para mi reputación.
Samhain apareció a pocos metros de mi, soplando su nabo con vela para lanzarme una enorme llamarada de fuego.
Alcé una cúpula de tierra, realicé un sello y generé entre mis manos un orbe oscuro con anillos alrededor, como un átomo negro.
Samhain desapareció.
-Escúchame, Samhain, vengo a negociar- le grité- deja ir a los niños.
En ese momento, Samhain volvió a materializarse, esta vez con una especie de patela en una mano, la cual sostenía como un puñal. Al intentar atacarme, salté para esquivar su ataque y, estirando mis brazos, lancé el puñetazo que golpeó con el orbe directo a su espalda.
El impacto azotó al ente contra el suelo, y su cabeza de calabaza se hizo pedazos. Salté hacia atrás para tomar distancia.
De una forma extraña, fantasmal, se levantó como si no tuviera huesos. Su rostro era como el de un niño pero algo extraño, algo que le daba un aspecto inhumano.
-Detente, Samhain ¿es ese tu nombre?- le dije serio- ¿que quieres?
Con una sonrisa maliciosa, y una voz gruesa y gutural el ente se me acercó.
-Me darán mis dulces y, a cambio de los niños, quiero tu piel- dijo Samhain sonriendo.
Tras un sello, me acerqué a Samhain.
-Trato hecho- le dije. Samhain tomó su paleta filosa y me apuñaló en el estómago, pero en ese momento, mi boca se deformó y logré escapar por ella.
El espíritu se vio decepcionado y confundido, pero le había dado mi piel. Con mi piel en las manos, desapareció.
Rápidamente, usé mi kunai para romper las calabazas y rescatar a los niños dentro de estas. Estaban durmiendo y tomó tiempo desperarlos.
Les hice que me siguieran y salimos de ese túnel para regresar a la ciudad. Muchos lloraban y otros temblaban de miedo, pero logré sacarlos de ahí.
Al llegar al pueblo, la guardia y los aldeanos llegaron rápidamente a vernos, corriendo muchos a abrazar a sus hijos que regresaban.
-!Han regresado¡- gritó un aldeano. Pronto, la noticia se expandió rápidamente y llegaron más guardias y muchos más aldeanos.
El mismo Shiro, el nieto del damnyo, llegó a verme. El general venía a su lado y, al ver a su hija, corrió a abrazarla.
-Lo lograste, Nakai- dijo Shiro, con rostro de felicidad y alivio.
-Peleé contra Samhain, y sólo pude rescatarlos tras hacer un trato. Le dí mi piel y ahora ustedes deben darle dulces-les respondí.
-Está bien, el ente tendrá sus dulces-exclamó Shiro.
Al día siguiente, el clima amaneció sin niebla, soleado pero fresco.
Me dirigí al palacio nuevamente, en donde vi la piel que le había dado a Samhain a puertas del palacio, hondeando con el viento.
Los ciudadanos habían dejado platos y envases afuera de sus casas, ahora estaban vacíos aunque por la noche habían estado llenos de dulces.