El Demonio de Iwa
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Sobre la tierra, en un perenne ambiente de yermo, donde sólo había roca y tierra en enormes extensiones, casi como un desierto sin arena, sólo diferenciado de este por las enormes estructuras rocosas que se erigían sobre el suelo. El clima era templado, con algunas nubes blancas en el firmamento, nada que te protegiera del sol excepto las rocas. 

Sin embargo, formaciones rocosas se erigían sobre la tierra, abriendo las fauces hacia debajo de una zona fantasmal, llena de ruinas de lo que fue una gran ciudad alguna vez. Esas entradas fortificadas de la aldea daban paso a un sistema de túneles subterráneos, perfectamente iluminados gracias a la energía eléctrica. 

Era una zona de fantasía. Una enorme bóveda de roca encima de nosotros era nuestro cielo, y bajo tierra sí que había un fresco, además de una perpetua oscuridad. Yo, con mis ropajes negros que cubrían casi cada centímetro de mi cuerpo, ocultando mi piel roja, pero dejando ver mi rostro y mis extraños ojos rojos, y mis cuernos, hacían que la gente desviara su atención de mí a propósito, intentando no mirarme para no "provocarme".

Yo iba viendo la ciudad de la parte superior. Enormes edificios hechos de acero y enormes sistemas de engranajes, así como la marcha de cientos de trabajadores hacia las zonas de trabajo desde la planta baja. 

El tren seguía avanzando sobre su línea, descendiendo por un túnel horizontal hasta atravesar la sección media, en donde vivía la clase media. Ahí, toda esperanza de un rayo de luz o una brisa de aire era prácticamente eliminada. Todo se iluminaba mediante sistemas artificiales.  Todo parece una estructura minera, industrial y de ensamblaje. Una factoría gigantesca era prácticamente Iwa en estos momentos.

La locomotora lanzó su fuerte silbido antes de comenzar a bajar la velocidad. No llegaría al nivel inferior. Esa zona era demasiado oscura y pobre como para que siquiera fuera considerada que alguien pudiera pagar el transporte.

El tren bajó su velocidad y finalmente detendría su recorrido en medio de unas enormes torres- fábricas que hacían piezas de metal para la industria. 

Descendí del tren, con las manos en los bolsillos.  La gente que se topaba conmigo trataba de hacerse a un lado o, en su defecto, no pasar por donde yo pasaba.

-Un demonio en un tren, ¿donde habré visto esto antes?- dijo una voz masculina, mas grave que la mía. Se trataba de mi primo Yon Hwan, un oni de gran estatura y cuerpo musculoso, con dos cuernos en la frente y piel verde. Vestía con los ropajes rojos del uniforme de Iwa.

-Por suerte, ningún cazador de demonios apareció por aquí- le respondí sonriendo, chocando las manos.

-¿Te aburriste del ejército?- me cuestionó burlonamente.

-Me quedó pequeño, prefiero un lugar donde crecer más-le respondí, caminando junto a él. La gente nos miraba, pero para muchos otros ya éramos algo normal. Incluso, los demás ninjas no nos ponían especial atención, siendo que ellos ya conocían muy bien el clan, que pertenecía a su misma aldea. Aunque, para ojos curiosos, debía ser una sorpresa vernos.

-Perfecto. Por cierto, han pasado tus cosas a tu nueva casa, no es algo muy lujoso, pero debe servir bien. En nuestro clan al menos en eso nos ofrecemos apoyo. Pronto tendrás que devolverles el favor-dijo mi primo. Yo asentí con la cabeza. Era genial tener mi nueva casa, mi propia residencia. 

Gracias a los contactos de mi clan con el ejército y el gobierno, y a la inversión que mi familia realizó, pronto llegaría a la que sería mi residencia. 

Tras subir un poco por un túnel horizontal en donde guardias pedían identificación para pasar, llegamos a una zona de cuevas entre la zona media y la alta, en donde había varias casa-cueva de buen nivel. Finalmente, llegaríamos a mi casa.

-Tras años de dormir en las barracas, esto es un palacio- le dije a mi primo, maravillado por la casa cueva.

-Lo supongo. Aunque como ninja pasarás poco tiempo en tu casa, ya te lo digo- dijo mi primo, sonriendo.

Había una zona por donde la luz natural lograba pasar entre grietas, e incluso, había una zona de cascada que conducía a las zonas bajas. Un estanque con algo de naturaleza en cada casa era alimentado por aquella cascada.

Colonias de murciélagos volaban a través de las grietas hacia otras zonas cavernosas, donde sólo hongos bioluminiscentes alumbraban.

Se alejaba un de la monotonía industrial y mecánica del resto de la aldea, como si fuera parte de una zona completamente distinta.

-Algunos llaman a esta parte "el paraíso"-dijo mi primo. Varios sujetos militares, otros con bandanas ninjas y algunos con ropas que los identificaban como funcionarios del gobierno caminaban por esas calles adornadas con hongos bio luminiscentes. 

Tras ingresar a la casa, una especie de arquitectura moderna y naturalista, con el paisaje cavernoso que le rodeaba, noté en la mesa de centro una especie de paquete. Era mi uniforme.

Una playera holgada de mangas largas, pantalones holgados y una pañoleta para la cabeza, todo en conjunto rojo. Sin embargo, lo que más llamó la atención era mi bandana ninja con el logo de la aldea. 

-Tu uniforme formal, aunque podrás ir vestido como quieras a la academia y a ciertas misiones, en casos especiales deberás portar el uniforme- dijo mi primo- ahora, recuerda, temprano, muy temprano, deberás estar en la academia ninja para tomar clases. Verás alumnos mas jóvenes que tú, pero que eso no te desanime.

Asentí con la cabeza y, tras otro choque de manos, se despidió de mi.

Subí a mi habitación con mi nuevo uniforme y me recosté sobre mi cama. La luz que se filtraba en el patio iluminaba mi habitación, la cual ya tenía algunos muebles. Estaba emocionado, quizás daría una vuelta por mi nuevo vecindario antes de ir a comer. Mi camino ninja empezaba ahora.
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Mi primera misión y mi primer regaño. Buscar al marido ebrio de una mujer, el cual se encontraba en una cantina de la zona baja de Iwa, donde el tráfico de alcohol ilegal inundaba las zonas mas bajas, aunque eso a la nobleza no le importaba lo más mínimo.

Bajé por los elevadores de trabajadores y llegué a una zona oscura, apenas iluminada, repleta de maquinaria, fábricas, equipo de minería, de extracción de agua y con casas hechas de chatara. 

Identifiqué el lugar donde se había visto al sujeto por última vez, una choza de chatarra, láminas y remaches, que servía como taberna.

Al verme entrar en ese lugar, la gente se asombró de ver un "demonio" caminando hacia la barra. La descripción de aquel sujeto era exacta a la de un sujeto al fondo del bar, el cual apostaba con unos sujetos.

-Señor Miyato, venga conmigo-le dije, extendiéndole la mano. Aquel hombre, ebrio, abrio los ojos completamente al verme, pensando que estaba en un delirio- su esposa Eloyo mandó a buscarlo.

Aquel hombre hizo a querer levantarse, pero el sujeto que apostaba con él a su lado, lo tomó del hombro y lo sentó.

-Este sujeto no se va a ningún lugar hasta que pague lo que debe-dijo aquel sujeto, un hombre musculoso, bravucón, sucio por el trabajo en la mina.

Tomé el brazo de Miyato para levantarlo, pero al intentar levantarlo, aquel sujeto volvió a sentarlo. Sonreí.

-Así que, ¿vas a interferir conmigo?- le cuestioné.

El hombre bebió lo que le quedaba de cerveza de golpe y se levantó. Era una montaña de hombre, con la piel curtida, ropas sucias y un olor acorde a alguien de su apariencia en un bar.

-¿Tienes algún problema?- me cuestionó, viéndome hacia abajo.

Rápidamente, levanté mi puño, como un gancho, golpeando la entrepierna de aquél sujeto. Casi inmediatamente después, le dí un rodillazo en la entrepierna. Pero aquel hombre, apretando los dientes, me tomó de ambos hombros y me arrojó contra la mesa.

Me giré antes de que pudiera tirarme un golpe, el cual partió la mesa. Pateé la mitad de la mesa para empujarla y darle un golpe a la altura del muslo. Aquel hombre empujó la mesa con sus manos e hizo ambas mitades a los lados. Se arrojó a darme un golpe, pero logré apenas agacharme, dándole un gancho en la barbilla. Aquel hombre apenas notó el golpe, incluso, cuando le lancé una patada en el pecho para impulsarme hacia atrás.

Furioso, se arrojó contra mí de frente, de lleno, derribando mesas y haciendo el equipo mobiliario a los lados. Corrí de frente a darle un golpe, el cual cubrió con un brazo para regresármelo con el otro, haciéndome retroceder al menos dos metros por el golpe. Casi perdía la respiración y, tras otro intento por golpearme, me hice a un lado, dejando que golpeara otra mesa.

Girándome, le di una patada en la cabeza, para luego reincorporarme y volver a golpear su rostro de un puñetazo directo, a lo que el sujeto me dio un cabezazo y, tomándome de un brazo, me arrojó contra la barra. Cargó sobre mí, pero antes de aplastarme contra la barra, me intercambiaría por una silla.

Se golpearía al embestir la silla y la barra. Con otra silla, golpearía su cabeza antes de dar una patada de nuevo a su entrepierna, haciéndolo vomitar. Su cuerpo se tambaleó antes de caer.

Tras esto, lo dejé ahí, dándole otro golpe en la entrepierna para que no se volviera a levantar. Tras recuperar el aliento, me giré de nuevo hacia donde Miyato para tomarlo del brazo y levantarlo de su asiento, llevándomelo conmigo.

-¿A donde vamos?- volvió a repetir el sujeto, bastante ebrio.

-Con su esposa-dije mientras salía del lugar.

Tras regresar de la misión, me mandaron a llamar para cuestionarme acerca de la pelea y los destrozos del bar. Debido a que vendían alcohol ilegal y al ser el lugar clandestino, no procedió a nada su acusación, sin embargo, me indicaron no volver a hacer nada similar nuevamente, porque eso podría costarme desde dinero hasta mi posición.
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Una misión con apenas significancia aparentemente, pero que alguien debía cumplir. Un niño se perdió en las cuevas. Ese era labor de un grupo de rescate o policías, pero supongo que un ninja demonio podía hacerlo igual. 
Tras entregarme el pergamino de la misión, interrogué a los padres quienes yacían ahí, llorando.

-¿Donde fue la última vez que viste al niño?- le cuestioné al padre.

-Estábamos en el nivel medio, en el mercado, cuando se separó de nosotros y no volvimos a verlo. Preguntamos en los mercados y oficiales pero nadie vio nada-dijo el padre.

-Se soltó de mi mano un momento para ver unos juguetes, pero cuando quise buscarlo se había ido-dijo la madre.

-¿Que tiempo desde que le soltó la mano hasta que desapareció?- le cuestioné.

-Quizás treinta segundos, estaba viendo unos bolsos-dijo la madre.

El padre la veía con cara de odio. Tomé la fotografía del chico, la cual estaba anexa en la misión, y observé a los padres. Tenía los ojos verdes de la madre y sus cejas, pero no se parecía en nada al padre. De hecho, la madre era pelirroja y el padre pelinegro, y el chico tenía un color castaño cobrizo, tirándole a rubio.

-Momonosuke Takakae-dije, leyendo el nombre del chico. Al escucharlo, la madre lloró aún más y el padre volvió a mirar con enojo a su esposa.

Tras salir de la oficina de misiones, me dirigí corriendo hasta el mercado, en donde perdieron al chico, colocándome justo en los puestos donde se perdió. Todos reconocían la fotografía como el hijo del señor Tatakae, pero nadie había visto hacia donde se fue.

-Es el hijo del señor Tatakae, es decir, su hijastro-dijo una anciana que vendía juguetes y golosinas- el esposo de la señorita Akane era muy amigo del señor Tatakae, pero al morir durante un asalto, se casó con el amigo. La desgracia persigue a esa mujer.

Esa era una pista a tener en cuenta. Le compré un pastel de arroz y salí del lugar. Mientras comía, seguí mi camino por el techo de la cueva, observando hacia abajo cualquier actividad anormal. Divisé ladrones menores, carteristas y estafadores, pero ningún ladrón de niños.

Cabe mencionar que, cerca del mercado, había un elevador de carga donde obreros llegaban desde las partes más bajas del nivel inferior hasta las fábricas del nivel medio.

Me introduje en el elevador y cuestioné a los trabajadores, quienes nerviosos de ver un demonio ninja, hablaban casi tartamudeando. Bajé por el ascensor de carga hasta los niveles bajos, en donde sólo había casuchas de tablas y láminas, y las aguas negras escurrían por las calles hasta las alcantarillas.

Interrogué a unos residentes, pero todos negaban con la cabeza y trataban de alejarse de mí, aunque claro, esto no les resultaba exitoso al yo poderles cerrar el paso y cuestionarlos.

Tras correr por los techos y asomarme en casas, el rumor del demonio que acechaba en los niveles inferiores se esparció. Sin embargo, en el tercer día de búsqueda, caminando por el techo de la caverna de una zona de almacenes, detrás de la zona habitacional pobre, pude ver un grupo de maleantes que pateaban una caja y le gritaban cosas, como si quisieran que lo que hubiese dentro dejase de hacer ruido.

Descendí cerca de ellos, dejé un ratón de fuego en el piso y me aparecí frente a ellos mientras arrastraban la caja. Su sorpresa y exclamaciones podrían deberse al ver a un demonio salir de entre las sombras, y que este vestía el uniforme rojo y bandana de la aldea.

-Es un hermoso día para patear cajas, ¿no es así?- les cuestioné, acercándome. Uno de ellos metió su mano en su bolsillo.

-¿Ahora eso es ilegal?- me cuestionó uno de ellos- solo llevamos carga a la bodega. 

Mientras decía eso, pegaba con su mano en la caja de madera.

-Excelente ¿que llevan ahí?- les cuestioné.

-Cosas- se apresuró a decir el rufián. 

-Déjame echar un vistazo- le dije, acercándome. Uno de ellos, quien metió su mano en la bolsa de su pantalón, sacó una navaja.

-¿Como crees? Tardaríamos horas en abrirlo y volverlo a cerrar-dijo el rufían que estaba hablando, mirando con mirada asesina al que sacó la navaja.

-Tengo tiempo- dije, canalizando chakra en mis cuernos, incrementando mi fuerza. El sujeto de la navaja, nervioso, se abalanzó sobre mí, pero detrás de él saltó el ratón de fuego, explotando. Parte de la caja resultó dañada.

El rufían cayó al suelo. Los otros dos se abalanzaron sobre mí. Con un golpe de mi kanabo, y mi fuerza aumentada, rompí unos dedos de la mano del rufían con quien había hablado, y con una patada, arrojé al otro al suelo a 5 metros de distancia.

Con un golpe de Kanabo abrí la caja, revelando una chica de veintes bajos, amordazada y amarrada. Canalizando chakra en mis uñas, corté las cuerdas.

-Esos malditos me secuestraron-dijo la chica.

Uno de los rufianes corrió hacia la bodega.

-Rumu sama, un ninja ha aparecido, venga a ayudarnos-gritó el rufian, pero desde las sombras, un cuchillo salió disparado hacia su frente. El rufian cayó al piso inerte.

Otro cuchillo salió en dirección hacia mí, pero si me movía, golpearía a la chica. Desvié el golpe con ayuda de mi kanabo.

Con el shunshin no jutsu, corrí en dirección al atacante, deteniéndome en la base del muro donde podía ver. Corrí por el techo, con mi kanabo por delante.

Entré por unas ventanas rotas, y me protegí detrás de un muro. Observé mis alrededores, tratando de oír cualquier sonido. El atacante sabía que ya estaba ahí.

Con un par de clones ilusorios, cubrí mi escape desde una columna a otra, cuando un cuchillo desapareció un clon.

Otro cuchillo me permitió triangular el paradero del atacante. Con un ratón de fuego, explotaría su posición, y vi su silueta en la oscuridad, la cual rodó para protegerse detrás de otras cajas.

Salí de mi posición rumbo al atacante, el cual lanzó otro cuchillo, pero esta vez, logré sujetarlo y con un movimiento de muñeca, se lo regresé. Apenas logró esquivarlo, me lanzó otros dos más, los cuales cubrí con mi Kanabo.

El atacante corrió contra mí, por lo que contraatacaría, lanzando una patada que lo arrojaría 5 metros hacia atrás. Tras caer, creé una esfera de luz, iluminando la zona y permitiéndome ver mejor a mi contrincante: era un chico de quizás 15 años, lleno de cicatrices y marcas.

Creando dos clones ilusorios, trataría de atacarme, pero con una bola de fuego le haría caer al piso, deshaciendo sus clones.

-¿Con quién trabajas?- le cuestioné.

-Moriría antes de decirte mi cliente-dijo el chico.

Le mostré la fotografía. Al verla, aún con mirada de coraje, una leve sonrisa se dibujó en su rostro.

-¿Donde está?- le cuestioné.

-No se de que me hablas-dijo el chico. Lancé un Kage shuriken, logrando esquivar uno pero resultando herido de un brazo al no ver mi otro shuriken.

El chico intentó levantarse, pero con mi Kanabo golpeé su rodilla derecha, haciéndolo caer adolorido. Hice crecer las púas de mi kanabo y volví a golpearlo, esta vez en la otra rodilla.

-Vendrás conmigo-le dije, envolviéndolo con mis hilos metálicos, llevándomelo a cuestas. El chico gritaba por ayuda, que lo estaban secuestrando, pero al ver que quien lo cargaba era un demonio, ninja e imperial, nadie haría nada al respecto.

La chica que había liberado antes me acompañaría hasta la oficina del kage, donde rendiría declaración. Sólo faltaba que los "buenos hombres" de interrogatorio le sacaran la información de la gente secuestrada, un hueso a la vez...
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Tras llevarle a interrogar, estuve esperando un rato en que me pudieran dar más información respecto al niño raptado.

Un ninja superior salió de la oficina del Kage y se me acercó.

-El shinobi no quiere hablar, posiblemente no esté directamente conectada a este chico en específico.

-¿Mencionó algo sobre sus operaciones?- le pregunté.

-Sí. Secuestran gente para venderlos como esclavos. Salen por el drenaje de la planta inferior. Hemos mandado ya un grupo de ninjas a investigar, pero no han dado resultados. Han rescatado un par de obreros de clase baja, pero el chico no aparece, pero tampoco parecieran conocerlo-dijo el ninja.

-Posiblemente no sean los mismos-le respondí- ¿y si no se trata de un grupo sino de un caso aislado?

-No han pedido recompensa-replicó el oficial.

-El negocio de los padres, ¿donde se encuentra?- le pregunté. El oficial levantó una ceja y revisó la carpeta del caso.

-¿Insinúas que ellos lo hicieron?- me cuestionó.

-Estaba con la madre cuando desapareció y el esposo la veía mal. Sé que es su madre biológica, pero no puedo descartar que se trate de un ataque desde dentro-le respondí a mi superior.

El superior se rascó la cabeza y me dio una dirección. Su tienda de artículos varios se localizaba en la planta media, pero su bodega se localizaba en el piso inferior.

Tras dirigirme hacia allí, noté que se encontraba en medio de una serie de bodegas industriales, enormes. Me asomé por la ventana y observé cientas de cajas, algunos sacos y otros objetos apilados.

Me dirigí hacia los veladores y guardias de otros almacenes, quienes se impresionaban al ver a un demonio rojo, pero tras identificarme como Oni, volvía el color a su piel.

-¿Han visto o oído algo extraño en esta zona?- les preguntaba.

Todos negaban con la cabeza, sin embargo, un viejito con bigote blanco poblado me mencionó que hacía unos días escuchó unos llantos de un niño, pero aunque lo buscó no encontró nada, pero se oían hacia la dirección en que se encontraba la bodega de la familia.

Pasé todo el día y la noche en la bodega, escabulléndome dentro de esta por el techo. En cuando alguien abrió la cortina de metal para ingresar, yo desplegué una capa que me camuflaba. Tras entrar, volvieron a bajar la cortina.

Unas personas entraron.

-Ya me encargué del niño, ¿cuando me encargaré de la señora?- dijo una voz femenina, ruda. 

-Baja la voz. Lo de la señora deberá esperar un poco más, sino será muy obvio-dijo una voz masculina familiar. Era el padre del niño desaparecido, bueno, el padastro.

-Ya te pagué lo del señor Tatakae y lo de su cría, espera un par de días más-dijo la voz del padre. 

Junto al padre, pude ver una mujer de gran altura, hombros anchos y con cabello corto con un fleco morado. Ella vestía con un tank top verde y pantaloncillos de camuflaje.

También había dos sujetos armados con katana.

Era el propio padrastro detrás de todo. Había asesinado al esposo de su actual esposa y a su hijo, y la esposa era su próxima víctima.

Lancé dos kage shuriken no jutsu, impactando a ambos guardaespaldas, uno cayendo con ambas navajas en el cuello, otro con una clavada en la mandíbula y otra en la sien, aún retorciéndose.

-¿Que demonios?- gruñó la enorme mujer, lanzando una bomba de luz hacia mi dirección. Tras la explosión, vio la sombra de mi camuflaje en el techo. Tras saltar hacia atrás de unas cajas, lanzó sus cuchillos hacia mi dirección, haciendo que los bloqueara con mi kanabo.

El padrastro apenas alcanzó a ver mi silueta, pero sospechaba que era yo.

-!Matalo y te pagaré extra!-gruñó el padrastro, escondiéndose tras unas cajas. La enorme mujer sonrió y lanzó un kunai con un sello explosivo en llamas.

Salté hacia las vigas del techo, y tras volver a saltar para tomar posición en el techo, salté de nuevo hacia otra viga, acortando distancia. La mujer volvió a lanzar sus cuchillos, por lo que me protegí detrás de la viga.

Tras realizar los sellos, una rata de fuego cayó sobre las cajas y se fue corriendo hacia la mujer, estallando en la zona donde ella estaba, pero se había movido.

Tras identificarla al volverle a esquivar cuchillos, volví a lanzar mi rata de fuego, causando una explosión entre cajas, forzándola a moverse. Las telas que yacían dentro de las cajas comenzaban a arder y generar bastante humo.

Descendí por las paredes, corriendo, lanzando mis kunai hacia aquella mujer, la cual seguía corriendo entre las cajas. En cierto momento, estaba arrinconada en una esquina, sacándola de su escondite con una rata explosiva. Rodando, dio unas volteretas y se puso rápidamente de pie, con sus cuchillos en mano.

-Un demonio ¿eh?-gruñó la mujer. Se lanzó al combate. Canalicé energía en mis cuernos y tras golpearla con el kanabo, la hice retroceder, golpeando sus cuchillos.

Mis golpes con el Kanabo estaban muy parejos con sus golpes con cuchillo, demostrando que nuestra fuerza era similar. Tras canalizar energía en mi kanabo, sus púas crecieron y tras aumentar mi fuerza, lancé una potente abanicada de mi kanabo, como un bate de beisbol, dañando sus manos al chocar los cuchillos contra mi garrote.

Me lancé con la pierna estirada, chocando contra el poderoso puño de ella. Tras el impacto, retrocedió unos 2 metros hacia atrás, pero luego, con una ráfaga de 5 golpes precisos, rematando con un fuerte empujón hacia atrás, haciéndola chocar contra la pared del almacén.

La chica lanzó su cuchillo, pero con un movimiento de muñeca le regresé el kunai, dañando su hombro.

-Suficiente, ¿donde está el niño Tatakae?- le cuestioné.

-Ese mocoso ya está muerto-dijo la mujer, gruñendo de dolor. Se lanzó con un golpe que pese a cubrir, me hizo retroceder 2 metros. Volvió a contraatacar, pero con un Gouken Ryuu en el estómago la dejé indefensa, volviendo a darle un golpe con mi kanabo, haciéndola caer de sentón.

La dejé ahí y me dirigí hacia el padrastro del niño desaparecido, mientras golpeaba las cajas con mi garrote al pasar cerca de estas.

-!Detente!- gritó el sujeto- No tienes idea de cuanto poder tengo. Tengo mi empresa y la del señor Tatakae, puedo darte mucho dinero, volverte rico...

-¿La herencia de un asesinado? ¿La de un padre amoroso? ¿La de una dama que abrió su corazón?- le decía mientras me aproximaba.

-Eres un shinobi de Iwa, si me matas te encerrarán, soy un rico muy poderoso-dijo el sujeto, retrocediendo.

Incrementando las púas de mi Kanabo y aumentando mi fuerza, dí un potente golpe a su rodilla, trozandola y dejándola como goma.

-Ups, intentaste huir- dije mientras me preparaba para dar otro golpe, esta vez destruyendo su hombro junto a su homóplato- rayos, parece ser que intentaste atacarme con una katana.

-¿Porque haces esto, monstruo?-gritó el sujeto, retorciéndose.

-Dijiste que me encerrarían si te mataba, pero sólo describo lo que pondré en mi reporte, eres un sujeto muy malo...-dije justo antes de darle un golpe en la mandíbula, machándosela contra el suelo- ... parece ser que estabas llamando a tus sicarios, querías escalar esto... es usted terrible...

Tras decir esto, lo amarré con mis hilos de metal y lo coloqué sobre mi hombro. Comenzaba a incendiarse todo el almacén del sujeto, llenándose de humo. Arrojé al sujeto al suelo, el cual estaba muy caliente. Se retorció y gritó pese a su mandíbula rota.

-Chica musculosa, más vale que digas lo que te diga que digas, y recuerda que ese mercader era la mente maestra. Mejor no me hagas enojar y acompáñame...- le dije a la mujer, la cual herida por los sangrados, asintió con la cabeza y decidió seguirme.

En mi reporte pondría cómo descubrí el complot contra la familia Tatakae, cómo el sujeto intentó huir y llamar a sus sicarios, lo que provocó el enfrentamiento y el incendio en su almacén.

La señora Tatakae se derrumbaría sobre sus rodillas, echa un mar de lágrimas y gritos desgarradores de dolor. Había perdido a su marido, su hijo y ahora a su nuevo esposo. Todo había acabado para ella.

Por otro lado, se hizo justicia y eso era lo que importaba.
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