El sol de la mañana teñía todo con tonos dorados cuando Kaede Iburi se encontraba en el claro que había elegido para su entrenamiento. A sus 18 años, estaba decidida a perfeccionar su habilidad única: la capacidad de transformarse en humo. Sabía que esta destreza, que compartía con su clan, sería esencial en su carrera como kunoichi.
Se colocó en el centro de la explanada, con los ojos cerrados y respirando profundamente. Los sonidos de aquel terreno rocoso se desvanecieron gradualmente mientras se concentraba en su interior. Sentía una conexión profunda con la esencia del humo que yacía dentro de ella. Era como si fuera una extensión de su propia alma.
Poco a poco comenzó a visualizar el proceso en su mente. Imaginó cómo el humo se formaba dentro de su cuerpo, cómo cada partícula se unía para crear una nube vaporosa y espesa. Con cada respiración, sentía cómo esa nube cobraba vida dentro de ella.
Una brisa suave soplaba a través del claro, acariciando su piel y agitando su cabello negro. La Iburi abrió los ojos y exhaló lentamente. Cuando lo hizo, su cuerpo comenzó a desvanecerse, disolviéndose en una fina niebla de humo. Era un proceso que había practicado muchas veces, pero siempre buscaba perfeccionar. La humareda que formaba su cuerpo se extendía por el aire, danzando en espirales a su alrededor. Ella se sintió libre, como si flotara en un estado etéreo. Pero su entrenamiento estaba lejos de ser simplemente una exhibición de su habilidad. Ella tenía un objetivo en mente: mejorar su control.
Mientras se encontraba en aquella forma, la pelinegra comenzó a realizar ejercicios diseñados para poner a prueba su dominio sobre la habilidad. En primer lugar, intentó mantenerse completamente inmóvil. Fue un desafío, ya que su naturaleza vaporosa la hacía propensa a moverse con la brisa.
Concentró su voluntad en permanecer quieta, como si estuviera anclada en su lugar. Paulatinamente la nube que la rodeaba comenzó a calmarse, y Kaede logró mantenerse inmóvil durante varios minutos. Cada segundo de control le daba confianza en su habilidad.
El siguiente paso en su entrenamiento era la manipulación consciente. La kunoichi intentó dar forma a su nube de humo, transformándola en una esfera perfecta. Le costó un poco, pero al final se compactó adquiriendo una forma más definida.
Luego, decidió probar su capacidad para moverse en aquella forma. Avanzó hacia delante, cada paso que daba requería un control preciso, pero estaba determinada a dominar esta parte fundamental de su entrenamiento.
A medida que avanzaba, comenzó a aumentar la velocidad de sus movimientos. Se desplazó a través del claro, girando y zigzagueando. Fue un ejercicio agotador, pero la adrenalina y la emoción de mejorar su poder la impulsaban.
Después de una intensa sesión de entrenamiento, Kaede finalmente decidió relajarse y regresar a su forma física. Inhaló profundamente y, con un pensamiento, dejó que el humo que la rodeaba se disipara. Su cuerpo se materializó una vez más, sólido y tangible.
Estaba exhausta, pero la satisfacción era evidente en su rostro. Sabía que había hecho progresos significativos en su entrenamiento. Su capacidad para controlar su habilidad estaba mejorando notablemente.
Decidió tomar un breve descanso, sentándose en el suelo del claro mientras recuperaba su energía. Bebió agua de una cantimplora que había traído consigo, sintiendo la frescura del líquido revitalizar su cuerpo.
Miró hacia el cielo, donde el sol estaba en su cenit. Sabía que tenía mucho más por delante, pero estaba lista para enfrentar cada desafío que se le presentara.
Se colocó en el centro de la explanada, con los ojos cerrados y respirando profundamente. Los sonidos de aquel terreno rocoso se desvanecieron gradualmente mientras se concentraba en su interior. Sentía una conexión profunda con la esencia del humo que yacía dentro de ella. Era como si fuera una extensión de su propia alma.
Poco a poco comenzó a visualizar el proceso en su mente. Imaginó cómo el humo se formaba dentro de su cuerpo, cómo cada partícula se unía para crear una nube vaporosa y espesa. Con cada respiración, sentía cómo esa nube cobraba vida dentro de ella.
Una brisa suave soplaba a través del claro, acariciando su piel y agitando su cabello negro. La Iburi abrió los ojos y exhaló lentamente. Cuando lo hizo, su cuerpo comenzó a desvanecerse, disolviéndose en una fina niebla de humo. Era un proceso que había practicado muchas veces, pero siempre buscaba perfeccionar. La humareda que formaba su cuerpo se extendía por el aire, danzando en espirales a su alrededor. Ella se sintió libre, como si flotara en un estado etéreo. Pero su entrenamiento estaba lejos de ser simplemente una exhibición de su habilidad. Ella tenía un objetivo en mente: mejorar su control.
Mientras se encontraba en aquella forma, la pelinegra comenzó a realizar ejercicios diseñados para poner a prueba su dominio sobre la habilidad. En primer lugar, intentó mantenerse completamente inmóvil. Fue un desafío, ya que su naturaleza vaporosa la hacía propensa a moverse con la brisa.
Concentró su voluntad en permanecer quieta, como si estuviera anclada en su lugar. Paulatinamente la nube que la rodeaba comenzó a calmarse, y Kaede logró mantenerse inmóvil durante varios minutos. Cada segundo de control le daba confianza en su habilidad.
El siguiente paso en su entrenamiento era la manipulación consciente. La kunoichi intentó dar forma a su nube de humo, transformándola en una esfera perfecta. Le costó un poco, pero al final se compactó adquiriendo una forma más definida.
Luego, decidió probar su capacidad para moverse en aquella forma. Avanzó hacia delante, cada paso que daba requería un control preciso, pero estaba determinada a dominar esta parte fundamental de su entrenamiento.
A medida que avanzaba, comenzó a aumentar la velocidad de sus movimientos. Se desplazó a través del claro, girando y zigzagueando. Fue un ejercicio agotador, pero la adrenalina y la emoción de mejorar su poder la impulsaban.
Después de una intensa sesión de entrenamiento, Kaede finalmente decidió relajarse y regresar a su forma física. Inhaló profundamente y, con un pensamiento, dejó que el humo que la rodeaba se disipara. Su cuerpo se materializó una vez más, sólido y tangible.
Estaba exhausta, pero la satisfacción era evidente en su rostro. Sabía que había hecho progresos significativos en su entrenamiento. Su capacidad para controlar su habilidad estaba mejorando notablemente.
Decidió tomar un breve descanso, sentándose en el suelo del claro mientras recuperaba su energía. Bebió agua de una cantimplora que había traído consigo, sintiendo la frescura del líquido revitalizar su cuerpo.
Miró hacia el cielo, donde el sol estaba en su cenit. Sabía que tenía mucho más por delante, pero estaba lista para enfrentar cada desafío que se le presentara.