[Misión C] - Procesión del Equinoccio
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En una tranquila mañana de primavera, los monjes del Templo del Rayo se reunieron en el patio central para prepararse para el importante viaje hacia la frontera del país con el País Helado. Los rayos del sol iluminaban sus rostros serenos mientras se despedían del templo que habían llamado hogar durante tanto tiempo. En medio de la multitud de monjes, se encontraba Matteyo, una joven sacerdotisa con adiestramiento ninja con una mirada determinada y una destreza respetable entre los sacerdotes. Su reputación como guerrera valiente y protectora se había extendido por el templo en los últimos tiempos por algunos éxitos en sus misiones recientes, y los monjes no podían pensar en nadie mejor para escoltar las valiosas ofrendas y reliquias durante su viaje.

Con su atuendo blanco y celeste, con los múltiples ornamentos ceremoniales, Matteyo lideró el grupo de monjes hacia el camino que los llevaría a través de los bosques y montañas hasta la frontera. Aunque el camino era peligroso y lleno de obstáculos, la determinación en los ojos de Matteyo infundía confianza en sus compañeros de viaje y la misma amenizaba el viaje con sus bromas y buen humor.

A medida que avanzaban, los monjes se maravillaban del entorno y naturaleza de la nación, contemplar la naturaleza era algo que llenaba de devoción el corazón de los sacerdotes. Matteyo saltaba por encima de rocas y esquivaba ramas bajas con facilidad, guiándolos por caminos estrechos y empinados. Su presencia tranquila y serena les daba fuerzas para seguir adelante, incluso cuando el cansancio amenazaba con apoderarse de ellos.

Pero a medida que se adentraban más en el bosque, la tranquilidad se rompió repentinamente cuando un grupo de bandidos emergió de entre los árboles. Los bandidos, con sus rostros cubiertos y armados hasta los dientes, rodearon al grupo de viajeros, ansiosos por hacerse con las valiosas ofrendas y reliquias.

Sin perder un segundo la sacerdotisa sabia que debía usar todas sus habilidades al máximo. Desplegando en el acto su mirada rosada que le permitía contemplar ligeramente hacia el futuro y anticipar los acontecimientos que estaban por venir. Al mismo tiempo que un cascabel era invocado para canalizar mejor el chakra sagrado del clan Miroku. Entonces la sacerdotisa kunoichi comenzó a danzar entre los bandidos anticipando sus torpes movimientos mientras los abatía con sus armas clavando sus kunai en sus articulaciones y de vez en cuando lanzaba desde su cascabel un rayo de chakra rosado que buscaba abatir a los bandidos mejor equipados.

A medida que los bandidos caían derrotados, la confianza de los monjes crecía. Se dieron cuenta de que tenían a una shinobi bastante competente en las artes ninja, una protectora valiente que estaba dispuesta a arriesgar su vida por ellos y por las reliquias sagradas que llevaban consigo. Aunque la realidad es que enfrentar a unos bandidos que ni tenían control de chakra era muy fácil. Después de una intensa batalla, los bandidos se vieron obligados a huir, dejando atrás su malvado plan de robar las ofrendas y reliquias. Matteyo se aseguró de que estuvieran completamente fuera de peligro antes de reanudar el viaje hacia la frontera.

A lo largo del camino, Matteyo permaneció alerta y vigilante, utilizando su agudo sentido del oído y su intuición para detectar cualquier signo de peligro brindada por su doujutsu, aunque aun no era tan perfecto como el de otros miembros del clan que podían fácilmente anticipar cualquier catástrofe. Guio al grupo por senderos ocultos y atajos secretos, evitando cualquier posible emboscada que los bandidos pudieran haber preparado.

Finalmente, después de días de viaje agotador, el grupo llegó a la frontera del país justo a tiempo para el festival del equinoccio de verano. Los monjes agradecieron profundamente a Matteyo por su valiosa ayuda y escolta segura. Las ofrendas y reliquias fueron presentadas en el festival, y la paz y la unidad se celebraron entre las diferentes tierras. Siendo así el día más largo del año celebrado dando pie al retroceso del sol hasta el equinoccio de invierno. Aquel festival en la frontera entre el País del Rayo y el País Helado era una tradición aun heredada de cuando el Imperio del Rayo tenia anexado dicho territorio a sus fuerzas, aunque el Imperio del Rayo ya no existía Matteyo estaba muy feliz de poder contemplar que algunas viejas tradiciones aun perduraban.

Cuando acabara el festival tocaba la vuelta hacia el Templo del Rayo. No obstante ahora sin las reliquias y ofrendas seria un viaje más sencillo de realizar porque como mucho algunos buscarían atracar o asaltar a los monjes, pero eso era ya menos probable. Así que la joven sacerdotisa del clan Miroku no tenia ningun tipo de preocupación ante lo que estaba por llegar y se dedico a disfrutar del festival, las paraditas de juegos y comidas, todo para hacer tiempo hasta que en la noche tras un ritual ceremonial se concluyera la celebración con unos fuegos artificiales que iluminaron el cielo.
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MISIÓN FINALIZADA
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