La búsqueda ft. Asmita
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28 de Abril, 15 D.K

Las calles de Ciudad Kouten se desplegaban majestuosas y bulliciosas frente a los ojos del joven Kurama, testigos del fulgor económico que la convertía en la capital indiscutible del País del Rayo. Allí, la opulencia y la riqueza se entrelazaban con el frenesí del comercio y la astucia mercantil. Desde sus elegantes edificaciones hasta sus adoquinadas veredas, todo reflejaba el poderío económico que se desplegaba en cada rincón.

La ciudad, antaño considerada un refugio para nobles y mercaderes adinerados, se había convertido en el epicentro comercial de la nación tras la devastadora destrucción de Kumogakure y su posterior conversión en una fortaleza militar. Ahora, Ciudad Kouten era el corazón palpitante del comercio en el país, dirigiendo con mano firme y segura los intercambios que movían riquezas incalculables.

Aquel era apenas el segundo día desde que Kano había llegado a la capital, y mientras paseaba por sus calles no dejaba de sorprenderse por todos los lujos que ostentaba. Los exquisitos escaparates ofrecían mercancías de todo tipo, desde sedosas telas hasta exóticas especias, provocando codicia y deseo en cada mirada que se detenía en ellos. Aunque para qué mentir, no acababa de gustarle el agobio de tanta gente a su alrededor. Él prefería lugares más tranquilos, donde pudiera reflexionar con serenidad y encontrar la paz que necesitaba en su interior.

Sin embargo, no podía evitar maravillarse ante la grandiosidad de la ciudad. Sus plazas estaban adornadas con majestuosas estatuas y fuentes que emanaban un aire de esplendor y poderío. Los mercaderes regateaban con habilidad y perspicacia, mientras las risas y las voces llenaban el aire con una melodía vibrante y enérgica.

Finalmente, después de visitar bastantes tiendecillas y recorrer las concurridas calles, decidió buscar un remanso de tranquilidad en un precioso parque que había escuchado mencionar. Se encaminó hacia allí y, al llegar, se dejó caer sobre el césped verde y suave. Los rayos del sol acariciaban su rostro, y en ese instante, sintió cómo la ansiedad y la tensión que lo habían acompañado se desvanecían.

En aquel rincón tranquilo, pudo cerrar los ojos y respirar profundamente, conectando con la esencia misma de la ciudad. Aunque no estaba en su hábitat natural, comprendió que ese lugar le ofrecía una oportunidad única para crecer y aprender. Ciudad Kouten, con todo su esplendor y dinamismo, se presentaba como una fuente inagotable de experiencias y conocimiento.

Y así, el joven Kurama se permitió disfrutar de aquel instante de paz en medio de la agitada metrópolis, encontrando en ella un inesperado refugio.
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