La mañana comenzó son un sol radiante brillando sobre el nivel superior de Iwagakure y yo, un shinobi recién graduado y de tan solo once años, recibí una misión rango D. No era la misión más emocionante, pero como ninja del imperio debía de cumplir con todas las tareas que se me asignaran sin quejas ni vacilaciones. Eso era lo que el régimen le había enseñado a mi familia y también lo que mis abuelos me habían transmitido a mi.
El pergamino que sostenía en mis manos revelaba los detalles de la misión: "Deberás ayudar en un restaurante de la villa, pues necesitan personal. Tus tareas serán variadas: desde limpiar el local hasta servir a clientes en sus mesas. Quizá también tengas que ayudar en la cocina o limpiar los fogones tras su uso."
El restaurante se encontraba ubicado en una calle tranquila y adoquinada de la aldea. Llegué a la hora acordada, aún vestido con la ropa que solía usar en la academia y la bandana con el escudo de Iwagakure colgando de mi cuello. Era consciente de que mi apariencia podía resultar desconcertante para algunos clientes (después de todo, era un niño), pero estaba decidido a hacer mi mejor esfuerzo.
Al entrar, una mujer amable y sonriente me recibió. Era la dueña del restaurante, la señora Haruko. Me agradeció por dedicar mi tiempo a ayudarla y me mostró el lugar. Era un restaurante acogedor con mesas de madera y una decoración tradicional que daba una sensación cálida y familiar. "Lo primero que necesitamos es limpiar las mesas y barrer el suelo", me explicó la señora Haruko. Yo asintí y comencé a trabajar diligentemente. Pasé mi tiempo moviendo las mesas y las sillas para barrer cuidadosamente el suelo, asegurándome de que todo estuviera impecable.
Luego de la limpieza, la señora Haruko me mostró cómo servir a los clientes. Me enseñó cómo tomar sus órdenes, llevar la comida y bebidas a las mesas y cómo ser cortés y atento en todo momento. Yo estaba un tanto nervioso, pero la amabilidad de la señora Haruko me tranquilizó. A medida que el restaurante se llenaba de clientes, me esforcé por aplicar todo lo que había aprendido. A pesar de mi corta edad, creo que demostré una notable madurez y buenas habilidades sociales, tomando pedidos con una sonrisa en el rostro y asegurándome de que cada cliente fuera atendido adecuadamente.
La cocina también resultó ser un desafío interesante. Ayudé a preparar platos simples como ramen y yakisoba, siguiendo atentamente las instrucciones del cocinero. Aunque mi habilidad como cocinero era limitada, me aseguré de que los platos estuvieran presentables y potables antes de llevarlos a las mesas.
En medio de mi jornada, me encontré con algunos de mis compañeros de la Academia Ninja. Ellos, al principio, se sorprendieron al verme trabajando en un restaurante, pero luego se dieron cuenta de que estaba cumpliendo una misión y me alentaron. Algunos incluso se detuvieron para almorzar en el lugar y me sentí orgulloso de poder servirles.
El día avanzó rápidamente, y antes de que me diera cuenta, ya era hora de cerrar el restaurante. Estaba agotado, pero también me sentía satisfecho con mi trabajo. La señora Haruko me agradeció sinceramente por la ayuda y me pagó por mis servicios.
Mientras caminaba de regreso a su casa, reflexioné sobre la experiencia. Aunque había sido solo una misión de rango D, había aprendido mucho en ese día. Descubrí la importancia del trabajo en equipo, la paciencia y la dedicación para brindar un servicio de calidad a los demás.
Los días siguientes, en mi tiempo libre, continué ayudando en el restaurante, esta vez de manera voluntaria. La señora Haruko apreciaba la ayuda y se había convertido en una especie de mentora para mí. Además de ser un soldado, se me ocurrió que había encontrado un lugar donde también podía ser útil de otras formas y así contribuir a mi comunidad.
Con el tiempo, la noticia de mi dedicación y amabilidad en el restaurante se propagó por el barrio, y más personas acudían al lugar para disfrutar de la deliciosa comida y el excelente servicio. Logré no solo ganarme el respeto de mis compañeros, sino también el cariño de los clientes habituales. A veces hasta las misiones más simples pueden tener un impacto en la vida de las personas.
Continuaría mi camino como ninja, llevando conmigo los valores y lecciones aprendidas en aquel pequeño y acogedor restaurante que una vez había sido parte de mi misión de rango D.
El pergamino que sostenía en mis manos revelaba los detalles de la misión: "Deberás ayudar en un restaurante de la villa, pues necesitan personal. Tus tareas serán variadas: desde limpiar el local hasta servir a clientes en sus mesas. Quizá también tengas que ayudar en la cocina o limpiar los fogones tras su uso."
El restaurante se encontraba ubicado en una calle tranquila y adoquinada de la aldea. Llegué a la hora acordada, aún vestido con la ropa que solía usar en la academia y la bandana con el escudo de Iwagakure colgando de mi cuello. Era consciente de que mi apariencia podía resultar desconcertante para algunos clientes (después de todo, era un niño), pero estaba decidido a hacer mi mejor esfuerzo.
Al entrar, una mujer amable y sonriente me recibió. Era la dueña del restaurante, la señora Haruko. Me agradeció por dedicar mi tiempo a ayudarla y me mostró el lugar. Era un restaurante acogedor con mesas de madera y una decoración tradicional que daba una sensación cálida y familiar. "Lo primero que necesitamos es limpiar las mesas y barrer el suelo", me explicó la señora Haruko. Yo asintí y comencé a trabajar diligentemente. Pasé mi tiempo moviendo las mesas y las sillas para barrer cuidadosamente el suelo, asegurándome de que todo estuviera impecable.
Luego de la limpieza, la señora Haruko me mostró cómo servir a los clientes. Me enseñó cómo tomar sus órdenes, llevar la comida y bebidas a las mesas y cómo ser cortés y atento en todo momento. Yo estaba un tanto nervioso, pero la amabilidad de la señora Haruko me tranquilizó. A medida que el restaurante se llenaba de clientes, me esforcé por aplicar todo lo que había aprendido. A pesar de mi corta edad, creo que demostré una notable madurez y buenas habilidades sociales, tomando pedidos con una sonrisa en el rostro y asegurándome de que cada cliente fuera atendido adecuadamente.
La cocina también resultó ser un desafío interesante. Ayudé a preparar platos simples como ramen y yakisoba, siguiendo atentamente las instrucciones del cocinero. Aunque mi habilidad como cocinero era limitada, me aseguré de que los platos estuvieran presentables y potables antes de llevarlos a las mesas.
En medio de mi jornada, me encontré con algunos de mis compañeros de la Academia Ninja. Ellos, al principio, se sorprendieron al verme trabajando en un restaurante, pero luego se dieron cuenta de que estaba cumpliendo una misión y me alentaron. Algunos incluso se detuvieron para almorzar en el lugar y me sentí orgulloso de poder servirles.
El día avanzó rápidamente, y antes de que me diera cuenta, ya era hora de cerrar el restaurante. Estaba agotado, pero también me sentía satisfecho con mi trabajo. La señora Haruko me agradeció sinceramente por la ayuda y me pagó por mis servicios.
Mientras caminaba de regreso a su casa, reflexioné sobre la experiencia. Aunque había sido solo una misión de rango D, había aprendido mucho en ese día. Descubrí la importancia del trabajo en equipo, la paciencia y la dedicación para brindar un servicio de calidad a los demás.
Los días siguientes, en mi tiempo libre, continué ayudando en el restaurante, esta vez de manera voluntaria. La señora Haruko apreciaba la ayuda y se había convertido en una especie de mentora para mí. Además de ser un soldado, se me ocurrió que había encontrado un lugar donde también podía ser útil de otras formas y así contribuir a mi comunidad.
Con el tiempo, la noticia de mi dedicación y amabilidad en el restaurante se propagó por el barrio, y más personas acudían al lugar para disfrutar de la deliciosa comida y el excelente servicio. Logré no solo ganarme el respeto de mis compañeros, sino también el cariño de los clientes habituales. A veces hasta las misiones más simples pueden tener un impacto en la vida de las personas.
Continuaría mi camino como ninja, llevando conmigo los valores y lecciones aprendidas en aquel pequeño y acogedor restaurante que una vez había sido parte de mi misión de rango D.