Puertas de la Aldea. Medianoche.
La noche avanzaba en silencio. Frente a las puertas de la aldea oculta de la Niebla, el cielo se engalanaba con un manto de estrellas. Brillaban como joyas celestiales, iluminando la oscuridad con su resplandor plateado. Los destellos cósmicos danzaban en el firmamento, mientras la brisa nocturna acariciaba suavemente la piel. La luna, en su plenitud, velaba sobre el paisaje, pintando todo de un suave tono plateado. En aquel instante, la serenidad se adueñaba de los corazones de quienes contemplaban aquel espectáculo celestial. Era una noche mágica, llena de promesas y misterios, donde los sueños parecían cobrar vida bajo la mirada estrellada. Sin embargo, el propósito de aquella noche no era mágico, ni mucho menos. Un shinobi y una kunoichi habrían sido llamados para visitar la fortaleza Shoseki para interrogar a una prisionera rebelde. Desconocían los detalles reales excepto la descripción física y una foto, y ya serían informados en su momento respectivo, pero por ahora solo debían obedecer y partir hacia la fortaleza.
Frente a las puertas de la aldea. Kurosame esperaba a Izanami. No habría interactuado con ella desde que la habrían aprisionado en el País de la Lluvia, así que no conocía su estado actual.
¿Por qué hemos sido llamado los dos para encontrarnos con esta chica? Esto no tiene sentido.