La academia Shinobi era un lugar de nostalgia. Desde que fui admitido en Konoha, dejando atrás la vida errante de huérfano, casi no había visitado la academia desde entonces.
La tarde era tranquila, por lo que decidí hacer una visita a la academia, en donde podría visitar a viejos amigos, maestros y, quizás, entrenar un poco con sus instalaciones.
Ahí seguía el columpio colgado de la rama de un árbol, enfrente de la entrada de la academia. Llevaba conmigo algunos Sirvientes de Tinta, como siempre escoltándome y cargando mis cosas, pues como nuevo mangaka, aprovecharía para dejar ahí algunos tomos de mi manga.
Era un buen descanso de mis misiones, de Benji... Emaki Tensei... y de otras cosas que me sucedían recientemente.
Ingresé a la academia, saludando a mis maestros, llevando bajo el brazo mis tomos de manga. La gente veía extraño mis creaciones de tinta, con forma de personajes de manga, pero no le daba importancia a ello.
En el patio había gente entrenando, sobre todo chiquillos quienes ponían a enfrentarse los sensei. Había algunos novatos, quienes apenas sabían como canalizar su chakra o lanzar un puñetazo.
Era cierto que apenas estaban aprendiendo, pero aún les faltaba mucho por avanzar. Los demás alumnos los veían y reían, otros señalaban y murmuraban.
-¿Has venido a entrenar?- me preguntó una sensei, Anko Uzumaki, sonriendo y con una pose llena de confianza y seguridad de sí misma.
-Quizás. Ahora mismo quiero retomar el ritmo y quizás ver algunos combates. Podría dar un par de consejos a otros y probar algunas técnicas. Eh avanzado mucho en el Fuinjutsu y con mi tinta... quizás ahora pueda darte batalla- le dije a la sensei, la cual sólo rió y movió la mano en gesto de que le había hecho una buena broma.
-Quizás, algún día...- dijo la sensei, retirándose del lugar para seguir observando a sus alumnos.
Yo seguía sonriendo, esperando a ver quién parecía interesante o si sucedía algo interesante mientras yacía observando.
La tarde era tranquila, por lo que decidí hacer una visita a la academia, en donde podría visitar a viejos amigos, maestros y, quizás, entrenar un poco con sus instalaciones.
Ahí seguía el columpio colgado de la rama de un árbol, enfrente de la entrada de la academia. Llevaba conmigo algunos Sirvientes de Tinta, como siempre escoltándome y cargando mis cosas, pues como nuevo mangaka, aprovecharía para dejar ahí algunos tomos de mi manga.
Era un buen descanso de mis misiones, de Benji... Emaki Tensei... y de otras cosas que me sucedían recientemente.
Ingresé a la academia, saludando a mis maestros, llevando bajo el brazo mis tomos de manga. La gente veía extraño mis creaciones de tinta, con forma de personajes de manga, pero no le daba importancia a ello.
En el patio había gente entrenando, sobre todo chiquillos quienes ponían a enfrentarse los sensei. Había algunos novatos, quienes apenas sabían como canalizar su chakra o lanzar un puñetazo.
Era cierto que apenas estaban aprendiendo, pero aún les faltaba mucho por avanzar. Los demás alumnos los veían y reían, otros señalaban y murmuraban.
-¿Has venido a entrenar?- me preguntó una sensei, Anko Uzumaki, sonriendo y con una pose llena de confianza y seguridad de sí misma.
-Quizás. Ahora mismo quiero retomar el ritmo y quizás ver algunos combates. Podría dar un par de consejos a otros y probar algunas técnicas. Eh avanzado mucho en el Fuinjutsu y con mi tinta... quizás ahora pueda darte batalla- le dije a la sensei, la cual sólo rió y movió la mano en gesto de que le había hecho una buena broma.
-Quizás, algún día...- dijo la sensei, retirándose del lugar para seguir observando a sus alumnos.
Yo seguía sonriendo, esperando a ver quién parecía interesante o si sucedía algo interesante mientras yacía observando.