¡Ovasión! Fue lo único que pudo escuchar la rubia mientras atravesaba el arco que dividía, el lugar en el que había estado esperando hacía unos minutos atrás, y la arena en donde muchos shinobi se habían enfrenteado. Su mirada se alzó y entonces sintió dentro suyo toda aquella adrenalina subir desde sus pies, pasando por su espina dorsal y llegando a su cabeza, erizando hasta los pelos que no tenía. Inmediatamente esbozó una sonrisa, aunque imperceptible y posó su mirada en su oponente.
La otra rubia parecía estar distante, le hacía un poco de gracia, el hecho de sus nombres fueran anagramas con la B y la V, diferentes. La reputación la antecedía y eso hacía quizá que la rubia se sintiera mucho más extasiada. Aquel combate prometía, al tiempo que la muchedumbre gritaba el nombre de la máxima exponente del coliseo: ¡SHIVA SHIVA SHIVA SHIVA!
El coliseo era un lugar magnánimo con piso de arena, un tanto ovalado y de unos cien metros de distancia. Esa misma era la distancia inicial de las rubias, misma que se empezó a acortar cuando estas empezaron a caminar un poco hacia el centro de la arena, o al menos eso haría Bishamon. La rubia desconocía por completo el funcionamiento de aquel lugar. Sabía de la fama, sabía que existía y sabía bien que podía ser una especie de droga estar ahí. ¿La reconocerían? No le importaba, pero lo seguro es que se lo disfrutaría al máximo.
—¡Bien! Tenemos por primera vez, a una kunoichi oriunda de tierras lejas, a nuestra izquierda, ¡BISHAMON!— el publicó se alzó en gritos justo antes de que el narrador terminara y para cuando quisieron terminar sus alaridos, arrancaría con una “nueva frase” —Y del otro lado, la favorita, la inigualable y la reina de esta arena: ¡SHIIIIIIVA!— los gritos y alaridos se habían triplicado y ahora, el mundo parecía caerse sobre la kunoichi de konoha. Era demasiada presión quizá. Llenó sus pulmones de aire y sin más puso sus orbes sobre la otra.
—Que sea un buen combate, Shiva—. Dicho esto, las piernas de la rubia parecieron flexionarse. Estaba lista para el combate.
La otra rubia parecía estar distante, le hacía un poco de gracia, el hecho de sus nombres fueran anagramas con la B y la V, diferentes. La reputación la antecedía y eso hacía quizá que la rubia se sintiera mucho más extasiada. Aquel combate prometía, al tiempo que la muchedumbre gritaba el nombre de la máxima exponente del coliseo: ¡SHIVA SHIVA SHIVA SHIVA!
El coliseo era un lugar magnánimo con piso de arena, un tanto ovalado y de unos cien metros de distancia. Esa misma era la distancia inicial de las rubias, misma que se empezó a acortar cuando estas empezaron a caminar un poco hacia el centro de la arena, o al menos eso haría Bishamon. La rubia desconocía por completo el funcionamiento de aquel lugar. Sabía de la fama, sabía que existía y sabía bien que podía ser una especie de droga estar ahí. ¿La reconocerían? No le importaba, pero lo seguro es que se lo disfrutaría al máximo.
—¡Bien! Tenemos por primera vez, a una kunoichi oriunda de tierras lejas, a nuestra izquierda, ¡BISHAMON!— el publicó se alzó en gritos justo antes de que el narrador terminara y para cuando quisieron terminar sus alaridos, arrancaría con una “nueva frase” —Y del otro lado, la favorita, la inigualable y la reina de esta arena: ¡SHIIIIIIVA!— los gritos y alaridos se habían triplicado y ahora, el mundo parecía caerse sobre la kunoichi de konoha. Era demasiada presión quizá. Llenó sus pulmones de aire y sin más puso sus orbes sobre la otra.
—Que sea un buen combate, Shiva—. Dicho esto, las piernas de la rubia parecieron flexionarse. Estaba lista para el combate.
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Hablo - Pienso - Narro
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