Última modificación: 15-05-2023, 11:12 PM por Nagi Yuki.
Esta historia se remonta a mucho tiempo atrás, en donde Nagi era solo un niño feliz que quería disfrutar la vida que se le venía encima. Aunque muchas veces escuchó desde atrás de las paredes que el mundo era horrible, en el que, si no estabas del lado de los fuertes, la represión y el sufrimiento serían el pan de de cada día. En más de una ocasión jugó con niños que terminaron contándole lo mismo, que lo habían escuchado de sus padres y estaban tristes por ello. Sin duda, a Nagi se le enseñó una forma muy pesimista de ver la vida, aunque él jamás permitió que eso entrara en su cabeza. Más bien, su propio cerebro y espíritu tenían un método defensa automático, protegiéndolo de eso.
Sí, el Yuki siempre fue alegre, divertido, buscaba gozar cada segundo del día. Kirigakure es la aldea de la Niebla y, como es obvio, los climas fríos, nublados, estaban a la orden del día. Esto generaba un contraste bastante notorio con Nagi, ya que, quien lo conozca estaría en facultad de decir que él se complemente con el sol, con la luz, con colores vivos. Sin embargo, las personas no escogen en donde nacer y nuestro protagonista no fue la excepción.
En la academia no estuvo exento de complicaciones. Era alegre, no tenía maldad en su corazón, pero tenía un peligroso exceso de energía y también de agresividad. Es ingenuo e inocente, por lo que muchas no sabía que lo hacía estaba mal. Desafiar a sus compañeros a pelear y, aunque estos se nieguen, atacarlos, era lo normal. Su padre era un ninja y lo admiraba. Su madre al ser médica también tenía trabajos como kunoichi. Esto hizo que, en más de una ocasión, debió acompañarlos porque no querían dejarlo solo en casa. Confiaban en que podrían protegerlos. Verlos pelear despertó en él un gusto no por ser shinobi, sino que simplemente por combatir. Ambas cosas se entrelazaban, así que prontamente su objetivo fue adquirir la profesión de ninja.
Era seguido que sus progenitores tuvieran que pedirle que se controle un poco y no les pegue tan fuerte. Ellos creían que ese instinto combativo de su hijo podía ser muy relevante en el futuro, por lo que intentar suprimir su “talento” le podía hacer más mal que bien.
A una corta edad comenzó a entrenar con su padre. Este le hacía mejorar físicamente, tomando ventaja del resto de los niños. Aunque el resto igual practique, Nagi le dedicaba más tiempo gracias a esa hiperactividad que poseía desde siempre. Si lograba graduarse temprano, mejor sería, pensaba el padre. Obviamente, no se excedió con la forma de enseñarle. La pareja de casados no se caracterizaba por ser sobreprotectora, pero el amor y los cuidados a un hijo siempre estaban presentes.
Esto logró también que Nagi, a escondidas, busque nuevos desafíos. Como en toda escuela, en toda ciudad, en cualquier país, siempre se encuentra el clásico grupo de abusones, y en la academia también estaba.
Un día ocurrió algo peculiar. Se dio que los matoncitos, unos tres años mayores que los pequeños del curso, de Nagi, buscaron pelea con ellos. Para cuando el Yuki los encontró, los tres más grandes les daban una paliza a dos de los amiguitos de nuestro querido amigo. Bueno, en realidad no eran amigos. De hecho, le temían debido a problemas con él en el pasado. Lo que las víctimas del bullying no sabían es que ese día Nagi pagaría su deuda.
Muchas veces fue rechazado al no saber llevarse con el resto. Su actitud hiperactiva lo diferenciaba y por eso siempre metía la pata al relacionarse, independiente de que fuera muy sociable. Aún no encontraba un mundo en donde él sea aceptado tal cual es y la recomendación de todo aquel que no sea su familia fuera cambiar. Quizás, y solo quizás, pronto eso vaya a cambiar.
O tal vez no.
Sí, el Yuki siempre fue alegre, divertido, buscaba gozar cada segundo del día. Kirigakure es la aldea de la Niebla y, como es obvio, los climas fríos, nublados, estaban a la orden del día. Esto generaba un contraste bastante notorio con Nagi, ya que, quien lo conozca estaría en facultad de decir que él se complemente con el sol, con la luz, con colores vivos. Sin embargo, las personas no escogen en donde nacer y nuestro protagonista no fue la excepción.
En la academia no estuvo exento de complicaciones. Era alegre, no tenía maldad en su corazón, pero tenía un peligroso exceso de energía y también de agresividad. Es ingenuo e inocente, por lo que muchas no sabía que lo hacía estaba mal. Desafiar a sus compañeros a pelear y, aunque estos se nieguen, atacarlos, era lo normal. Su padre era un ninja y lo admiraba. Su madre al ser médica también tenía trabajos como kunoichi. Esto hizo que, en más de una ocasión, debió acompañarlos porque no querían dejarlo solo en casa. Confiaban en que podrían protegerlos. Verlos pelear despertó en él un gusto no por ser shinobi, sino que simplemente por combatir. Ambas cosas se entrelazaban, así que prontamente su objetivo fue adquirir la profesión de ninja.
Era seguido que sus progenitores tuvieran que pedirle que se controle un poco y no les pegue tan fuerte. Ellos creían que ese instinto combativo de su hijo podía ser muy relevante en el futuro, por lo que intentar suprimir su “talento” le podía hacer más mal que bien.
A una corta edad comenzó a entrenar con su padre. Este le hacía mejorar físicamente, tomando ventaja del resto de los niños. Aunque el resto igual practique, Nagi le dedicaba más tiempo gracias a esa hiperactividad que poseía desde siempre. Si lograba graduarse temprano, mejor sería, pensaba el padre. Obviamente, no se excedió con la forma de enseñarle. La pareja de casados no se caracterizaba por ser sobreprotectora, pero el amor y los cuidados a un hijo siempre estaban presentes.
Esto logró también que Nagi, a escondidas, busque nuevos desafíos. Como en toda escuela, en toda ciudad, en cualquier país, siempre se encuentra el clásico grupo de abusones, y en la academia también estaba.
Un día ocurrió algo peculiar. Se dio que los matoncitos, unos tres años mayores que los pequeños del curso, de Nagi, buscaron pelea con ellos. Para cuando el Yuki los encontró, los tres más grandes les daban una paliza a dos de los amiguitos de nuestro querido amigo. Bueno, en realidad no eran amigos. De hecho, le temían debido a problemas con él en el pasado. Lo que las víctimas del bullying no sabían es que ese día Nagi pagaría su deuda.
Muchas veces fue rechazado al no saber llevarse con el resto. Su actitud hiperactiva lo diferenciaba y por eso siempre metía la pata al relacionarse, independiente de que fuera muy sociable. Aún no encontraba un mundo en donde él sea aceptado tal cual es y la recomendación de todo aquel que no sea su familia fuera cambiar. Quizás, y solo quizás, pronto eso vaya a cambiar.
O tal vez no.