El sonido de una leve llovizna golpea incesante la ventana de la habitación de Horaime, el joven se encontraba de pie frente a la ventana mirando lo que podía de aldea.
La lluvia nunca cambia, cuando ninguno de todos nosotros estemos aquí la lluvia seguirá cayendo, pensó el chico dándose media vuelta y caminando hasta el armario de su habitación.
Una vez frente al armario comenzó el proceso de vestirse le gustaba cierta ropa pero eso tenía un precio, el tiempo que necesitaba para arreglarse era bastante así que acostumbraba despertar temprano antes que el resto de su familia.
Su vestimenta característica consiste de un rakusu de color dorado con un patrón de cuadros en color verde debajo un yukata de color azul con pantalones negros, en sus pies unos tabi de color blanco y unos zori de plataforma marrón y su hanao de color rojo, una vez vestido el joven camino a la puerta y salio de la habitación, enseguida bajo las escaleras de la librería de su familia pensativo.
En el peor de los casos supongo que me permitirán elegir, se cuestiono el chico ayer fue su cumpleaños y sabía lo que eso significaba en su familia.
Bajo en silencio solo el sonido de sus sandalias resonaba por la vacía librería, cuando estuvo en la primera planta miró a su alrededor, nada muy destacable más que un antigua librería con libros ordenados en estanterías y un pequeño mostrador con una registradora junto a las escaleras, el chico se concentró y caminó rodeando el mostrador en dirección a la parte trasera lejos del lugar que los clientes podían acceder, una vez que paso una pequeña puerta la vista cambio, ahora tenía frente a él un pasadizo algo corto y al cruzarlo llegó a una parte especial de aquel establecimiento.
Esto será largo y aburrido, murmuro mirando una vieja puerta estilo shoji frente a él.
El joven estiró su mano y movió lentamente la puerta a un lado, el chico conocía bien el lugar muchas veces se le encargó limpiarlo, frente a él tenía una gran habitación con un piso de madera reluciente en el que podía ver su reflejo, las paredes estaban llenas de ilustraciones de demonios y budas y estaba iluminado con antorchas, al fondo de aquella habitación había una especie de altar llena de inciensos y frente al altar un anciano sentado correctamente de manera tradicional arrodillado mirando al frente.
La lluvia nunca cambia, cuando ninguno de todos nosotros estemos aquí la lluvia seguirá cayendo, pensó el chico dándose media vuelta y caminando hasta el armario de su habitación.
Una vez frente al armario comenzó el proceso de vestirse le gustaba cierta ropa pero eso tenía un precio, el tiempo que necesitaba para arreglarse era bastante así que acostumbraba despertar temprano antes que el resto de su familia.
Su vestimenta característica consiste de un rakusu de color dorado con un patrón de cuadros en color verde debajo un yukata de color azul con pantalones negros, en sus pies unos tabi de color blanco y unos zori de plataforma marrón y su hanao de color rojo, una vez vestido el joven camino a la puerta y salio de la habitación, enseguida bajo las escaleras de la librería de su familia pensativo.
En el peor de los casos supongo que me permitirán elegir, se cuestiono el chico ayer fue su cumpleaños y sabía lo que eso significaba en su familia.
Bajo en silencio solo el sonido de sus sandalias resonaba por la vacía librería, cuando estuvo en la primera planta miró a su alrededor, nada muy destacable más que un antigua librería con libros ordenados en estanterías y un pequeño mostrador con una registradora junto a las escaleras, el chico se concentró y caminó rodeando el mostrador en dirección a la parte trasera lejos del lugar que los clientes podían acceder, una vez que paso una pequeña puerta la vista cambio, ahora tenía frente a él un pasadizo algo corto y al cruzarlo llegó a una parte especial de aquel establecimiento.
Esto será largo y aburrido, murmuro mirando una vieja puerta estilo shoji frente a él.
El joven estiró su mano y movió lentamente la puerta a un lado, el chico conocía bien el lugar muchas veces se le encargó limpiarlo, frente a él tenía una gran habitación con un piso de madera reluciente en el que podía ver su reflejo, las paredes estaban llenas de ilustraciones de demonios y budas y estaba iluminado con antorchas, al fondo de aquella habitación había una especie de altar llena de inciensos y frente al altar un anciano sentado correctamente de manera tradicional arrodillado mirando al frente.