El laboratorio de la serpiente [Monotema]
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La llegada al País había sido un buen cambio respecto a lo sucedido en El País del Viento. El clima costero húmedo era bueno para la piel, y el fresco que venía desde el mar y del País del Rayo era también agradable. 
Había llegado al asentamiento costero donde solía vivir la mayor parte de la población del país, aprovechando para analizar el lugar y pasar como un turista. Sus platos de pescado y mariscos eran la gastronomía principal, y las visitas a sus pequeños museos, los cuales eran casas antiguas adaptadas, me enseñó bastante sobre la historia del lugar.

Esa noche, partí junto con un grupo de pastores de cabras para subir a las montañas.

-¿Que le trae por aquí, muchacho?- me cuestionó uno de los pastores, llevando su rebaño de regreso.

-Me gusta explorar la naturaleza. Este lugar es tranquilo y creo que no hay muchos animales peligrosos- le respondí, caminando junto a él- escuché que hay varios cuarteles abandonados, minas abandonadas y zonas abandonadas ¿serán peligrosas?

El pastor me lanzó una mirada incrédula, alzando su ceja mientras me veía con seriedad.

-Si planea explorar esos lugares, tenga cuidado. Sí, hay varios cuarteles y minas abandonadas, pero en varias hay grupos de bandidos y criminales que usan eso como refugio. Nosotros hasta allá no llegamos, pero si quiere ir, pasando los picos de la montaña podrá encontrar alguno. No se exactamente donde quedan, pero se que los hay por ahí, porque a veces bajan al pueblo a comprar víveres y a bajar cargas desde el puerto-dijo el pastor. 

Caminamos un rato más, hasta que llegué a una considerable altura.  Me despedí de ellos y continué mi camino, avanzando por una vereda que evitaba la punta de la montaña y me guiaba entre la punta de otra montaña. Mi camino me llevó a algunos lugares extraños, donde analicé derrumbes y cabañas destruídas hace años, pero nada que me pudiera servir.

Al ser mucho el espacio a explorar, decidí descansar bajo las ruinas de un fuerte del País del Rayo, del cual no quedaban más que rocas arrumbadas y quemadas, y algunas vigas de madera que aún tenían algun banderín del país. Creé 3 clones y los mandé a explorar la zona, y un rato después, invoqué a mi serpiente sorpresa, en donde había guardado cantimploras llenas de agua y alimento, como pastelillos de arroz. Desinvoqué a la serpiente, y continué esperando. Ya casi era mediodía, yo estaba durmiendo, cuando llegaron mis clones, 1 primero y otros 2 juntos. Los desinvoqué y obtuve su información.

-Un cuartel abandonado en la zona norte, pertenecía al país del Rayo y ahora viven ahí un grupo de bandidos. Una mina al oeste, en donde se extraía hierro pero que ahora sirve a refugiados y exiliados. Y al noreste, en una cueva que sirve de entrada a otro fuerte abandonado, un grupo de criminales tomaron el lugar... quizás convenga más este último- Pensé, volviendo a descansar en la ruina. Dejaría pasar el resto del día, aprovechando para comer y beber, así como para recuperar mi chakra.

En cuanto anocheció, me acerqué a la zona. Mis ropas y piel blanca me ayudaban a pasar desapercibido, logrando avanzar entre espacios rocosos sin ser visto. No se veía a nadie en la entrada, pero mi clon había visto al menos a 5 personas en esa ocasión.

Me deslicé y rodeé el lugar, luego, mandé un clon con un henge no jutsu con la forma de un perro que buscaría entrar en esa zona. Avanzó hasta ver dos parapetos, desde donde 2 sujetos podían disparar sus flechas, y en medio, una puerta pesada de hierro. Mi perro se asomó por los parapetos, desde donde podía meter su cabeza pero no su cuerpo. Era una especie de caseta, en donde había un guardia comiendo.

-!Largo de aquí, animal!- gritó el guardia, arrojando una piedra hacia mi clon, el cual logró evitar. Se alejó y volvió a revisar el otro parapeto, que era una rendija de otra caseta, en donde otro guardia con ballesta yacía descansando. Metíó su cabeza pero no podía pasar bien, por lo que decidí hacer regresar mi clon y deshacerlo.

Ahora, realicé los sellos y tomé la forma del perro, me dirigí a la segunda caseta y, haciendo uso de mi habilidad Hebi  No Okurimono, logré deslizar mi cuerpo por la rendija, y sorprender al guardia, acabando con él usando mi kunai. Mis sensores térmicos detectaron al guardia de enfrente y a otros diez más dentro de la fortaleza abandonada. Al menos dentro de mi rango.

Avancé por la caseta y entré a un pasillo de hormigón, donde al final había otra puerta que se abría con 2 llaves. Quité 1 llave al cuerpo del primer guardia y entré a la segunda caseta, abriendo la puerta. Antes de que el guardia pudiera soltar su emparedado y tomar su arma, extendí mis brazos, inmobilizándolo y asfixiándolo. Le quité la llave y lo senté. Dejé que recuperara algo de aire, mientras extendía mi chakra hacia él, ejecutando un genjutsu Hebi Aikyou, obligándole a decirme el cómo abrir la puerta, las trampas y defensas que tenía el lugar y la cantidad de gente que había ahí dentro.

-Se abren las dos llaves al mismo tiempo y se empuja la puerta, luego, quedará la entrada principal y un pasillo al otro lado. El pasillo es largo y de hormigón, en donde otro par de casetas custodian la entrada. Había varias rendijas desde donde varios arqueros podían disparar. Para entrar, debes preguntar por Toshiro y decirle que vas al baño.- dijo el sujeto, hipnotizado.

Tras esto, le asesiné y tomé su forma, caminé por el pasillo como dijo, el cual era un largo corredor.

-Yamato ¿que sucede?- me cuestionó uno de los vigilantes.

-Dile a Toshiro que necesito usar el baño- le respondí.

-Maldita sea, rápido, que el jefe llega en cualquier momento-dijo el guardia. Toshiro era otro guardia tras la segunda gran compuerta, en medio de ambas casetas, quien abrió tantito la puerta para que pudiera pasar.

-Date prisa-dijo el guardia. 

Asentí con la cabeza y me dirigí por un pasillo, entrando por una puerta que llevaba a los casilleros, en donde los guardias dejaban sus pertenencias. Creé un par de clones y me quedé en esa zona de casilleros. Mis clones, con forma del guardia de la entrada, se dirigeron primero a Toshiro, quien al verlos se sorprendió, pero antes de dar la alarma, fue asfixiado por ambos clones, luego, ambos clones se dirigieron hacia las casetas, usando sus kunai para acabar con los guardias.
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Esculcaron sus ropas, avanzaron por las habitaciones cercanas a las casetas y acabaron con otros dos guardias que daban un rondín. Uno de mis clones tomó la forma de Toshiro y otro de uno de los guardias de la caseta, y juntos se dirigieron por otro corredor que se metía dentro de la fortaleza.

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Tras unas puertas enormes se encontraba una explanada enorme, en donde algunos sujetos patrullaban. 

-¿Que hacen aquí?- me cuestionaron los sujetos, como 10 de ellos, mirándonos con coraje. Un par desenfundaron sus armas.

-¿Porque no están en la entrada?- cuestionó otro sujeto. Ambos extendieron sus mangas, lanzando una lluvia de agujas contra los enemigos, los cuales se protegieron con las manos el rostro, para luego ser atacados por los shuriken de mis clones. De nuevo, lanzaron sus shuriken contra los sujetos, utilizando el Kage Shuriken no Jutsu, acribillando a los diez sujetos.

Otro grupo de soldados salieron armados con ballestas, abriendo otro par de enormes puertas al otro extremo de la explanada.

Mis clones crearon una cúpula de roca, protegiéndose de las flechas. Amarraron sellos explosivos a sus kunai y, al saltar un clon ilusorio, este fue acribillado por las ballestas, permitiendo salir a ambos clones lanzando sus sellos explosivos. Detonándolos. Tras las explosiones se dirigieron hacia los soldados, usando otro kunai que tenían para acabar con ellos.

De los veinte soldados con ballestas, once habían muerto y el resto retrocedió, disparando. Uno de mis clones fue herido, deshaciéndose. El otro, intentó abrir las puertas pero no pudo. Finalmente, se quedó ahí mientras yo me dirigí hacia esa zona. No había llegado, cuando volvieron a abrir la puerta, apuntando sus ballestas, pero mi clon estaba en el techo, por lo que no vieron a nadie.

Caminando con cuidado, lograron divisar mi figura blanca a lo lejos. Apuntaron hacia mi, pero mi clon usó lo que le quedaba de chakra lanzando un Kami Oroshi, creando una explosión de viento que arrojó a los ballesteros al suelo hasta 20 metros. Cayó sobre uno de ellos con su kunai, y logró herir a otros más antes de que fuera herido y deshecho con una flecha.

Mientras tanto, lancé mis kunai con sellos explosivos (2) creando explosiones que dejaron malheridos a los demás.

Estaba exhausto, por lo que tuve que robar chakra de los que yacían aún vivos pero heridos con el Chakra Kyuuin No Jutsu. Logré elevar un poco mis reservas, volviendo a avanzar con cuidado por la zona. Volví  a activar mis sensores térmicos, quedaban unas 13 personas, las cuales se habían reunido en otra explanada.

Tras la explanada en donde estaba, se encontraba una cámara amplia y luego, otra explanada. Eso lo supe pues, al atravesar las puertas al otro lado de la explanada, había otro par al otro extremo y las siluetas de calor se veían ahí.

Me tomé mi tiempo para descansar, viendo las puertas, recuperando mi chakra. De pronto, me puse de pie y realicé mis sellos.

-Sanhebi-dije, invocando una inmensa serpiente de 20 metros de altura, la cual atacó y reventó las puertas del lugar, mandando a volar unos 5 sujetos que yacían detrás de estas. De los 13, cinco estaban heridos y siete comenzaron a dispara con sus ballestas en llamas, dañando a la Sanhebi, pero logrando ésta embestir a algunos más. Sus mordiscos dejaron fuera de combate a cuatro, y cuando embistió a los otros 3, el último enemigo hizo un movimiento, dejando caer frente a la Sanhebi una barrera de acero con una pagoda encima. La sanhebi atacó el muro de acero, pero enseguida el último guardia la hizo estallar, acribillándola con la explosión.

-¿Saldrás a combatir o te tengo que buscar?- me cuestionó el shinobi, un hombre de tez blanca y largo cabello dorados, de gran musculatura, el cual avanzó a paso lento hacia mí.

Yo estaba detrás de las puerta y, cuando lo sentí cerca, me giré y disparé mis agujas, a lo que él intentó generar otra barrera, pero ésta cayó después, bloqueando la puerta y recibiendo el daño.

-Maldita sea-gruñó el enemigo, haciendo explotar la barrera. Las astillas y el humo inundaron el ambiente del lugar. El shinobi se aproximó hasta donde estaba, preparando en su mano una técnica. Una enorme serpiente de 3 cabezas se materializó desde el piso, dándole una embestida que chocó contra su "rasengan". El choque lo mandó a volar, aunque también dañó a la serpiente.

Creó una barrera de chakra a su alrededor, un Chakura Kekkai, el cual soportó la embestida del Sanhebi, aunque apenas, y tras hacerla estallar, desinvocando la Sanhebi, salí del suelo, con mi brazo extendiéndose 15 metros hasta impactarlo con un Chou Kasseiken, un orbe negro en forma de átomo.

El ataque impactó su pecho, destruyendo los huesos de su pecho y dañando sus órganos internos, mandándolo a volar hacia el otro extremo de la explanada. No podía respirar, por lo que aproveché para lanzar otro ataque, estirando mis brazos para envolverlo, inmobilizándolo hasta dejarlo inconsciente por asfixia. Luego, le robaría su chakra.

La fortaleza estaba desocupada, pero por palabras de uno de los guardias, "el jefe" llegaría pronto, por lo que debía preparar la defensa de mi nueva base.
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¿Porque no han abierto las compuertas?- gruñó un sujeto de gran estatura, cuerpo musculoso y curtido por el combate, con la cabeza rapada y piel apiñonada. Junto con él, otros diez hombres acarreaban cajas amarradas entre sí mediante cuerdas, formando una especie de red para poder subirlas a rastras por la montaña.

-Perdón, señor, estaba en el baño-dijo uno de los guardias de la caseta, abriendo la primera compuerta.

-Pff, malditos holgazanes. Toshiro no los ha disciplinado lo suficiente-dijo el sujeto musculoso, pateando la compuerta mientras ésta se abría. Todos entraron, con él por delante, avanzando por el corredor, sin embargo, algo le hacía sentir raro al jefe. No se sentía cómodo como otras veces, como si el aire estuviera tenso.

En medio del puente, antes de entrar por la segunda compuerta, les ordenó detenerse. 

-!Toshiro, dile a Kanjuro que venga en este instante!- gritó el jefe, haciendo que el resto de sus hombres hicieran una expresión de confusión.

Nada sucedió, simplemente se asomó Toshiro, quien les hizo la seña de entrar.

-Maldita sea !dile a Kanjuro que venga!-repitió el jefe. 

-El está en la bodega, tiene diarrea-gritó Toshiro.

-!Retrocedan!- gritó el jefe. No había nadie llamado Kanjuro en su banda.

Unas manos blancas como la nieve hicieron un sello. Varios cebos colocados a los lados del camino estallaron, liberando una serie de kunai que atacó desde ambos lados del camino, hacia atrás y hacia adelante. Varios cargadores cayeron heridos, sobre todo con cuchillos atascados en sus piernas, mientras que otros pocos se salvaron sólo con rasguños. El jefe logró desenvainar su katana y repeler el ataque. 

-!Retrocedan!- volvió a gritar el jefe, corriendo hacia la compuerta, la cual se cerró frente a ellos. En las puertas de la compuerta, había sellos explosivos pegados, los cuales explotaron tras otro sello de esas manos blancas. 

El jefe logró esquivar parte del daño, pero otros de sus subordinados no lo lograron. Un par de kunai salieron desde la caseta, unidos a hilos metálicos, los cuales lograron corregir un poco su trayecto cuando el jefe intentó escapar, volviendo a propinarle daño por la explosión de los kunai.

-Ah, maldita sea-dijo el jefe, poniéndose de pie. Hizo una serie de sellos, y lanzó una bola de fuego hacia la caseta, causando una explosión.

De la caseta salieron varios shuriken, los cuales se multiplicaron de golpe, pero el espadachín logró desviarlos. Se lanzó de golpe contra el sujeto de la caseta, pero una bola de aire le impactó, arrojándolo 20 metros tras la explosión. Se reincorporó y volvió a lanzar su bola de fuego, corriendo detrás de esta, protegiéndose con su propia técnica.

Tras la explosión, el sujeto saltó entre las llamas, impactando una roca que emergió del suelo, cortándola. Luego, volvió a cortar, recibiendo el corte un brazo recubierto de roca. Con la otra mano, el "guardia de la Caseta" le dió un corte en el estómago, el cual el espadachín esquivó, recibiendo un arañazo en su torso. Estaba a punto de volver intentar cortar al "guardia", cuando este explotó.

La caseta se llenó de humo, y el espadachín salió del lugar rodando, volviéndose a poner de pie. Ahora, desde el otro extremo del corredor, salió una lluvia de shuriken, la cual se multiplicó. Logró crear un muro de fuego, pero los shuriken terminaron por romperlo, aunque el resto de proyectiles logró desviarlos con su espada.

-"Toshiro"... jejeje, ya veo. Han tomado mi fortaleza-dijo el jefe, creando un clon de sí mismo, corriendo hacia la otra compuerta. 4 serpientes de chakra volaron hasta ellos, pero lograron cortarlos y, de pronto, con un movimiento sumamente rápido y poderoso de sus espadas, cortaron la compuerta de acero. Al caer la compuerta, más sellos explosivos estallaron. El clon se deshizo, pero el jefe logró esquivar la explosión.

Varias bombas de humo salieron frente a él, generando una pantalla de humo. Emergió de entre el humo dando vueltas rápidamente sobre su pierna, deshaciendo el humo, pero recibiendo el impacto de una serpiente de tres cabezas que lo mandó a volar.

Tras caer en el piso, lanzó una andanada de chakra, la cual impactó la embestida de la Sanhebi, provocándole un corte en el cuerpo. Intentó moverse, pero algo se lo impedía. Su cuerpo se estaba petrificando, y sus piernas estaban hechas piedra.

-¿Que carajos? Maldición- gruñó el sujeto, tratando de zafar sus piernas. Sin embargo, la Sanhebi venía hacia él, por lo que tuvo que reaccionar.

-Samidare- dijo el espadachín, lanzando tres potentes cortes, cortando las tres cabezas de la Sanhebi, deshaciendo la invocación. Cuando se dio cuenta, su pecho estaba petrificado. 

"Toshiro" emergió de la caseta, lanzando sus kunai explosivos.

El espadachín desvió los golpes con ondas de chakra desde su espada, pero ya no podía moverse bien.

-Esto no debe ser el veneno, debe ser un genjutsu-dijo el jefe. 

Una serpiente de chakra salió de la mano de "Toshiro" antes de deshacerse, mordiendo e inmobilizando un brazo del espadachín.

-Maldita sea...-dijo el espachín, petrificándose por completo sus brazos y su cabeza. 

Una mano blanca se estiró desde la caseta, emergiendo rápidamente hacia él, con un orbe oscuro similar a un átomo en su mano. El golpe impactó de lleno su cabeza, destrozando los huesos del rostro y parte del cráneo, lanzándolo hacia atrás por la explosión. En ese instante, salió del genjutsu.

Un bufido de dolor seguido de él retorciéndose y agarrándose el rostro fue lo único que pudo hacer. Los huesos del rostro estaban rotos, su nariz desfigurada, sus ojos desorbitados, su mandíbula zafada y fracturada en varias partes, sin dientes, dejando su lengua colgando. Era un dolor terrible.

Me acerqué lentamente hacia ese pobre y deforme enemigo, revelando mis ojos amarillos brillantes desde la oscuridad, emergiendo con mis manos en los bolsillos de mi ropa tan blanca como piel. 

Tratar de levantarse, para él, era sentir su cabeza como un globo de carne y una mezcla de un intensísimo dolor, una intensa presión y un intenso ardor le hacían caer de nuevo al suelo. Sólo bufaba y gemía del dolor.

Tomé su katana y la arrojé a un lado. Abrí las cajas y vi que llevaba consigo comida enlatada y medicamentos varios.

-Esta es la cueva de la Serpiente Blanca-le dije, arrastrando de regreso las cajas hacia el interior de la fortaleza. Ese sujeto, arrastrándose, intentó seguirme, pero sus ojos colgaban desde su rostro y ahora se comenzaban a cegar.

Volví a entrar a la fortaleza, por el lado de la explanada, dejándolo ahí solo, retorciéndose y no supe exactamente en que momento murió, pero cuando regresé, ya se había desangrado por dentro.
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Había pasado un evento amargo. Trágico. Debía replantearme mejor mi estilo de combate, caza y aproximación.

Las heridas físicas ya habían desaparecido y mis carnes y piel sanado, pero no podía dejar de pensar en lo sucedido. Las heridas psicológicas tardarían en desaparecer.

En cuanto el barco me dejara de regreso en aquel pueblo, regresaría caminando hasta aquella fortaleza secreta, una antigua base militar de Kumo abandonada desde hace décadas, y posteriormente tomada por un grupo criminal de traficantes.

Sin embargo, aunque la puerta estaba cerrada, los cebos con kunai que había dejado en la entrada habían sido activados. Observé los alrededores. Sólo había nieve y rocas, y un viento frío que movía mi ropa y mis cabellos.

Podría haber sido el viento, pero faltaban kunai. Pudo haber sido un animal, pero no había sangre. 

Cree un clon y este se introdujo en las ventanillas detrás de los parapetos, en las casetas, desde donde los guardias podrían mirar hacia afuera. Estaba limpio. Siguió observando los alrededores, incluso activando sus sensores térmicos para poder "ver" mejor. No había rastros de calor alguno, y físicamente no parecía haber ingresado nadie.

Con mi elástico cuerpo, ingresé por las ventanillas de la caseta y me introduje en el interior de la fortaleza. Mi cuerpo estaba cansado y no reparé mucho tiempo en lo abandonado del lugar. La última vez me fue difícil atacar la fortaleza y tomarla, sobre todo por la cantidad de bandidos, y posteriormente, por la llegada de otros más.

Abrí las compuertas de la zona de las barracas y me dirigí hasta la zona en donde tenía mi habitación. Las cosas lucían normales, como las dejé. Golpee la pared por la frustración y me tendí en la cama.

Observé mis brazos durante un momento, recordando lo pasado. Apreté mis puños y lancé un grito de frustración. 

Comencé a tranquilizarme, aunque mi frustración era aún grande. Me dirigí a las regaderas, encendí el calentador de agua y me senté bajo el agua tibia durante un buen rato, repasando en mi mente aquello que había hecho mal, no solo en esa ocasión, sino en todas. Todas aquellas veces que fracasé, todas aquellas veces que perdí y que salí con las manos vacías.

Lo único que podía hacer era renacer. Así como lo estaba pensando. Tras deformar mi propia boca, emergí de ésta, dejando atrás mi anterior cuerpo, como un ritual "purificador", extendiendo los brazos y dejando que el agua cayera sobre mi cuerpo desnudo.

Sonreí y dejé que mis "pecados" se quedasen atrás. Sonreí porque, según yo, dejaba atrás mis errores. 

Después de estar un rato más bajo el agua de la ducha, salí de ahí y me puse a hacer limpieza en las celdas de la fortaleza, utilizando clones para acabar más deprisa. 

El laboratorio debía estar en condiciones para operar lo más pronto posible, y ser capaz de poder llevar a cabo mis planes que tanto había deseado. Quizás algunas cosas en las celdas, como las pertenencias que tenían los apresados por los bandidos, podrían servir para vender en el pueblo y comprar equipo de limpieza, algunas latas de comida y materiales para crear el laboratorio.

El área de celdas se dividía en 2, por lo que una zona podría ser utilizada como zona de prisión para mis experimentos, y la otra, como ala médica para atender a mis pacientes, mientras que la zona continua a la barraca se convertiría en una suerte de biblioteca.

Quizás ahora si que podría ser un lugar en condiciones, aunque aún faltaba mucho por hacer.
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Más bandidos llegarían con el paso del tiempo, y más de ellos irían cayendo. Para mi suerte, casi todos iban en poca cantidad y no eran muy fuertes, aunque ninguno parecía tener un linaje extraordinario.

Esa fortaleza abandonada del País del Rayo, de hace poco más de un siglo, servía muy bien como escondite y como base de operaciones, por no decir que su calabozo se adaptaba bien a un laboratorio. 

Productos, material y equipo de laboratorio llenaba el lugar, algunos comprados, otros robados y muchos otros improvisados, pero a fin de cuentas, todos funcionales. Algunos bandidos yacían encadenados a las paredes dentro de sus celdas, varios con vendas en los ojos.

Un sujeto de tez morena y cabello gris yacía en una mesa de operaciones, sus ojos habían sido intercambiados por los de otro sujeto, sin embargo, uno lo había rechazado y el otro estaba en proceso de adaptación.

Cuando alzaban la vista, sólo veían a un sujeto encapuchado, vestido totalmente de blanco, el cual estiraba sus blancos brazos para alcanzar herramientas, botes de cristal con ojos u algún otro objeto.

Había comenzado a trastear con otros órganos, como dedos, manos, orejas, etc. Había muchos bandidos vueltos "quimeras" con trozos intercambiados entre ellos. Sin embargo, aún me faltaba dominar más aquellas prácticas, pues muchos aún se caían de donde se habían colocado o simplemente no funcionaban.

-¿Cuándo piensas matarme?- me cuestionó uno de los bandidos, el cual tenía las orejas, nariz y dedos cosidos.

-Eso lo decidirás tu, no yo- le contesté sin voltear a verlo. Me veía desafiante.

-¿A que te refieres con eso, monstruo?- me cuestionó.

-A que si puedes soportar, vivirás mucho tiempo, si no, vivirás poco- le respondí. En una jeringa llevaba conmigo una mezcla de ADN de una rata que había atrapado en la fortaleza. Había separado su ADN mediante una mezcla de jabón y centrifugación.

-El trasplante de dedos funcionó en tí... espero que el ADN también te sirva- le dije, extendiendo mi brazo para encajarle la jeringa en el muslo e inyectarle la fórmula-eres el comienzo de algo grande, muchacho... algo grande...

El bandido se retorció de dolor al sentir la inyección, y posteriormente, sus músculos y nervios se contrajeron. Jaló de sus cadenas con todas sus fuerzas y aunque intentó liberarse, no pudo. La zona de la inyección se inflamó como un baló de futbol, y la zona se tornó de un color rojo vivo.

Yo observaba todo, mientras aquel bandido me veía desafiante y lleno de odio, nuestras miradas se cruzaron. Desde la sombra de mi capucha blanca, veía mis brillantes ojos amarillos.

-Ahorra tus energías, una pierna la recuperas, te lo aseguro, pero la vida es más difícil. Puedes salir de aquí muerto o con más poder del que te imaginabas...- le susurré, mientras me acercaba a su celda- recuerda, quien decide cuando acaba esto eres tú...
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Como era costumbre, bandidos querían conseguir refugios en donde establecer sus bases y centros de operaciones, pero debían saber que, como todo en la vida, nada era fácil. Para mí no lo fue, y para ellos tampoco.

Nagini estaría dando vueltas por la base, como de costumbre, haciendo rondines y buscando algo en que entretenerse, quizás cazar algún invasor, y cual sería su sorpresa al detectar a más de uno ahí afuera de la base.

Un grupo de bandidos del País del Agua habían llegado hasta el País de las montañas. Buscaban un lugar donde guardar sus botines, tener sus dormitorios y donde poder defenderse en caso de ser perseguidos.

-Nakai, un buen número de bandidos están ahí afuera, viendo como entrar-dijo Nagini.

Yo estaba con mis googles rojos de científico loco, analizando muestras de ADN de cabello humano para tratar de mezclarlo con ADN de rata.

-¿Cuántos son esta vez?- le pregunté.

-Veinte-dijo Nagini. De mala gana, dejé la muestra en el refrigerador y me dispuse a avanzar hasta la entrada, detrás de la pared metálica que separaba el exterior del interior. Mis sensores de calor indicaban 20 personas.

Por las rendijas de las casetas de vigilancia metálicas, disparé dos kunai con sellos explosivos, cayendo una a izquierda y otro a derecha del grupo. La explosión los desorganizó y un par de maleantes cayeron heridos. Normalmente, eso era suficiente como para persuadir a los bandidos.

Arrojaron sus bombas de humo, pero aún podía verlos. Disparé un cono de senbon, amplio, los cuales cayeron sobre los bandidos.

Uno de ellos, un sujeto alto y musculoso, rapado a excepción de su cola de caballo y piel curtida por el sol y la sal marina, se puso al frente. 

Pegó en su espada 2 sellos explosivos y la arrojó hacia la caseta. Volví a disparar mi cono de senbon, pero la explosión resultante logró impactar parcialmente la caseta. Su espada regresó a su mano.

Extendí mi mano, lanzando varias agujas envenenadas. El impacto dio de lleno en aquel sujeto, quien cubrió su rostro y pecho con sus enormes brazos.

Lancé una corriente de aire cortante, pero aquel sujeto la esquivó, dando de lleno en otro de sus aliados. Tras esto, a gran velocidad, corrió hasta la caseta, en donde con un poderoso golpe "Oukashou", destruyendo la caseta metálica.

Disparé con Ai Samui, envenenando con veneno rosado 2 serpientes de chakra que mordieron sus brazos, petrificándolos. Aquel sujeto notó el dolor y la petrificación, optando por lanzarse en una patada que me empujaría 5 metros atrás, contra la pared.

Tras mis sellos, pinchos de roca y lodo emergieron del suelo, pinchando a aquel sujeto e impidiendo que otros bandidos entraran por la brecha.

Con su brutal fuerza, rompió los pinchos de tierra, quitándoselos de su torso y muslo dañados. Por último, materialicé varias sanguijuelas desde mis mangas, las cuales paralizaron a aquel sujeto, dándome tiempo para realizar el Chou Kasseiken, golpeando el rostro del enorme sujeto, derribándolo sobre su espalda.

Los demás bandidos, al ver esto, huyeron por las colinas, dejando atrás a los heridos. Aquel sujeto no lograba ponerse de pie, por lo que tuve tiempo de meter a sus compañeros heridos a mi laboratorio, para volver a realizar mis experimentos. Aquel hombre lo dejaría ahí un tiempo más, al menos hasta que dejara de moverse.

Mas tarde, repararía la brecha,
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Habría pasado ya bastante tiempo entre la gente, los paisajes montañosos y rocosos del País de las Montañas y sus grupos delictivos, como para saber que existía la posibilidad de que existiera una base mejor. El equipo médico que había conseguido de las fortalezas abandonadas era rudimentario, y para futuros procesos iba a ser insuficiente.

Saldría con mis ropas blancas y mi capucha blanca puesta, y avanzaría entre los campos nevados de esa época del año, con suerte, confundiéndome con la nieve para no ser visto.

Si por casualidad me encontraba con animales extraños para mí, trataba de conseguir muestras de ADN de sus cuerpos para usarlos en un futuro para posibles experimentos, pero por ahora, era conveniente centrarme en investigar esas bases abandonadas.

Tras invocar a Nagini, le ordené que fuera a indagar conmigo a una fortaleza que, hasta donde sabía, pertenecía a un grupo de criminales y traficantes de poco poder, aunque por lo que había oído en los bares, sus dos líderes eran bastante fuertes y capaces de proezas ninja.

-¿Vas a investigar el Fuerte de "A"?- cuestionó Nagini, pues estaba enterada de mis planes. A era la letra del antiguo líder de kumo durante la sexta guerra mundial ninja, pero ahora esos fuertes estaban abandonados y ocupados por bandidos.

-El fuerte de "A" debe ser de los mejores. Sus bandidos no me asustan, pero debo tener cuidado con los dos líderes. Necesito que investigues los alrededores y me informes de todo lo que percibas- le indiqué, para después cambiar de forma hacia un perro blanco y vagar por los alrededores,

Tras activar mi jutsu de sensor térmico, me acerqué a la boca de una cueva que era la entrada a la base. Podía notar múltiples presencias, todos ellos adultos que rondaban por todos lados. Saqué mi lengua para olfatear el lugar, detectando el aroma del sudor y el humor de esa gente, sin embargo, no detecté cosas extrañas más allá de ello.

Aguardé unos días, ocultándome entre la nieve y haciendo uso de Nagini cada tanto, para poder averiguar más respecto a los movimientos de ese fuerte. Al parecer sólo había una única entrada y salida, y tardé días en darme cuenta de que, en efecto, dos seres diferentes al resto, de aspecto poderoso, entraban a la cueva, escoltados por esos guardias criminales.

Quizás no era trabajo para 1 solo, así que observaría un tiempo más antes de poder ir a donde mi equipo para tomar esa fortaleza.
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Tras un largo tiempo de espera, había logrado conseguir suficientes aliados en distintas tierras, todos valisoso y todos variados. El primero, Kaito, había sido una verdadera suerte encontrarlo, y más en un pueblo como este.

Con ayuda de mis clones, comencé a darle orden a la fortaleza, aunque para estar cómodos ibamos a necesitar un fuerte más espacioso y adaptado.

Comencé a remover escombros, a limpiar el lugar y a esperar a que los nuevos miembros encontrasen el lugr descente.

En una gran cámara, acomodé mis libros y mi equipo médico, y tras un rato, dí forma a la que seria mi habitación.

En el sótano, cajas de comida enlatada y comida seca servían como provisiones.

No sabia con precisión todos los reqiisitos que pedían, pero estaba seguro de que llegarían a un buen lugar.
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