Cumpleaños de Nakai [LIBRE]
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Ni Shigatsu- 3 de Abril

Finalmente, tras las múltiples misiones logré regresar a Kirigakure, mi ciudad donde crecí desde niño. Había dejado de lado mis experimentos por las misiones, pero ahora debía esperar un poco. Había sido imprudente y, por culpa de eso, casi había muerto.

Las experiencias de lo que me había ocurrido me habían enseñado a no abusar de los clones, y que debía siempre mantener el factor sorpresa. 

Entre la niebla logré regresar a mi cabaña cerca de un lago. El cielo estaba nublado, emitiendo un resplandor plateado; el viento meneaba los árboles y hacía sonar sus hojas, a la vez que hacía pasar los bancos de niebla como nubes sobre la tierra húmeda. Hablando de tierra húmeda, ese olor que se genera antes y después de llover, ese petricor, lo había extrañado. 

Llegaría a la cabaña, me aseguraría de que ningún intruso la hubiera ocupado en mi ausencia y, aunque parecía que no, hice uso de un par de jutsus para comprobarlo. Posteriormente, bajé al sótano y, tras sumergirme bajo tierra, reaparecí en la habitación detrás de la pared, solamente accesible de ese modo.

Ahí estaba mi habitación secreta, con unas cuantas ventilas ocultas entre la pared, que me permitían tener una leve corriente de aire fresco. Entraba el petricor a mi habitación secreta. Me recosté en la cama que logré obtener al saquear y hacerme de esa cabaña de bandidos. Me acosté y finalmente pude descansar en paz durante el resto del día.
...

San Shigatsu- 3 de Abril
Sin embargo, al día siguiente, recordé que ese día era mi cumpleaños.

No habían mas latas de comida en la alacena, por lo que se me ocurrió utilizar mis ganancias para ir a darme un banquete y, quizás, comprar ropa nueva y nuevos materiales de laboratorio. Después de todo, era un médico y necesitaba practicar. 

Saldría de la cabaña, atravesaría el bosque rodeando al lago y llegaría hasta la zona comercial, en donde la gente iba y venía con sus artículos de compra. 

Quizás vería alguna cara familiar, quizás, pero por ahora me dirigiría a un local comercial de buena pinta. El olor de la pizza artesanal en horno de piedra y cocinada con leña era exquisito. Nunca me había dado ese gusto y, de hecho, era un buen lugar para sentarme a comer y ver gente pasar desde el ventanal de cristal. Tome asiento, ordené la "fundatta", agua de limón con pepino y menta y me relajé sobre el acolchonado asiento. 

Era hora de consentirme un rato.
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