Había hecho ya varios intentos por crear mis personajes de caricatura. Mis "sirvientes de caricatura" hechos de tinta tenían la capacidad de moverse y realizar tareas sencillas, pero carecían de vida, iniciativa y personalidad.
Tras un tiempo pensando en cómo realizar esto, decidí tomar a unos sujetos de prueba. En una de las rondas cercanas a mi hogar en la zona residencial, ya muy entrada la noche, logré distinguir lo que parecía ser un hombre intentando forzar una cerradura de una casa.
Me acerqué a verle, y noté que se trataba de un ladrón que, con ayuda de un gancho, intentó abrir el cerrojo.
Extendí mi pergamino y dejé salir de ahí un ser de aspecto caricaturesco, con forma de una caricatura, precisamente, de un dibujo animado con forma de ratón antropomorfo. Era un sirviente de tinta.
Lancé un shuriken en dirección al sujeto, y cuando volteó, me vio a mi, un niño con el rostro cubierto de pelo, vestido con ropa hecha de costal y, detrás de mí, a aquella caricatura viviente.
-¿Sabes? Nada me obliga a llevarte con vida a la comisaría. Puedo decir que me atacaste con un arma, incluso, que te atrapé mientras hablabas de rebeldes. Ayúdame con un proyecto y te recompensaré-le dije, haciendo una seña para que me siguiera. La caricatura también le hizo una seña.
El sujeto tragó saliva pero asintió con la cabeza y me acompañó hasta la donde vivía. Era una casa modesta, pero tras, en voz callada, pedirle que entrara, cerré la puerta detrás de él. Enseguida, algunos dibujos se acercaron a verlo.
-Quizás... mejor deba... no sé-decía el sujeto, nervioso, considerando sus opciones. Uno de los sirvientes de tinta, con la forma de una voluptuosa y hermosa chica, se sentó en su regazo.
-Sea paciente, señor ladrón, pronto se podrá ir y con dinero-dije, ordenándole a un sirviente de caricatura que le sirviera un poco de sake. Otra caricatura, con forma de dibujo animado y aspecto de rufián, se recargó sobre la puerta de salida.
-Este es un jutsu de espionaje, si funciona, quizás vea que sus crímenes sean olvidados. Quién sabe, quizás ya no necesite robar en casas-le dije, mientras me dirigí a otra habitación. Despejé una zona y, le ordené que entrara.
Temeroso, ingresó a la habitación, y se recostó donde le dije.
-¿Que me va a hacer? Tengo dos hijos y una esposa-dijo el sujeto.
-Ya le dije, sólo será un momento-dije, colocando la palma de mi mano sobre aquella caricatura con forma de ratón humanoide, con la mano sangrando, previamente cortada con mi kunai. En la otra palma, con el kanji "sentado", toqué al sujeto. Asentí con la cabeza a mis demás sirvientes, los cuales acudieron a su alrededor. Le amordazaron con una almohada y sostuvieron sus piernas y brazos.
Logré arrancar un cordón de energía desde el torso del sujeto, el cual se retorcía sin poder escapar. Ahora, junté el cordón con la caricatura y la sangre que derramé. Enseguida, aquél hombre comenzó a absorberse dentro del sirviente de tinta, quedando sellado en su interior. Las demás caricaturas se quedaron sujetando y amordazando al aire, pues el sujeto había desaparecido.
Una espiral quedó marcada en el abdomen de la caricatura. Rápidamente, y feliz como niño con juguete nuevo, me acerqué a ver mi creación.
-¿Estás bien? ¿Puedes oírme?- le pregunté mientras observaba su rostro y sus ojos. Con una lámpara analicé sus ojos y pegando mi oreja a su pecho traté de oír algo, pero nada sucedía.
Al menos había logrado sellar a ese sujeto dentro de algo, un ser de caricatura, pero no servía de mucho. Con medio éxito en mi esfuerzo, pensaría en ir al día siguiente a la academia para investigar nuevamente libros que hablaran sobre el sellado.
Tras un tiempo pensando en cómo realizar esto, decidí tomar a unos sujetos de prueba. En una de las rondas cercanas a mi hogar en la zona residencial, ya muy entrada la noche, logré distinguir lo que parecía ser un hombre intentando forzar una cerradura de una casa.
Me acerqué a verle, y noté que se trataba de un ladrón que, con ayuda de un gancho, intentó abrir el cerrojo.
Extendí mi pergamino y dejé salir de ahí un ser de aspecto caricaturesco, con forma de una caricatura, precisamente, de un dibujo animado con forma de ratón antropomorfo. Era un sirviente de tinta.
Lancé un shuriken en dirección al sujeto, y cuando volteó, me vio a mi, un niño con el rostro cubierto de pelo, vestido con ropa hecha de costal y, detrás de mí, a aquella caricatura viviente.
-¿Sabes? Nada me obliga a llevarte con vida a la comisaría. Puedo decir que me atacaste con un arma, incluso, que te atrapé mientras hablabas de rebeldes. Ayúdame con un proyecto y te recompensaré-le dije, haciendo una seña para que me siguiera. La caricatura también le hizo una seña.
El sujeto tragó saliva pero asintió con la cabeza y me acompañó hasta la donde vivía. Era una casa modesta, pero tras, en voz callada, pedirle que entrara, cerré la puerta detrás de él. Enseguida, algunos dibujos se acercaron a verlo.
-Quizás... mejor deba... no sé-decía el sujeto, nervioso, considerando sus opciones. Uno de los sirvientes de tinta, con la forma de una voluptuosa y hermosa chica, se sentó en su regazo.
-Sea paciente, señor ladrón, pronto se podrá ir y con dinero-dije, ordenándole a un sirviente de caricatura que le sirviera un poco de sake. Otra caricatura, con forma de dibujo animado y aspecto de rufián, se recargó sobre la puerta de salida.
-Este es un jutsu de espionaje, si funciona, quizás vea que sus crímenes sean olvidados. Quién sabe, quizás ya no necesite robar en casas-le dije, mientras me dirigí a otra habitación. Despejé una zona y, le ordené que entrara.
Temeroso, ingresó a la habitación, y se recostó donde le dije.
-¿Que me va a hacer? Tengo dos hijos y una esposa-dijo el sujeto.
-Ya le dije, sólo será un momento-dije, colocando la palma de mi mano sobre aquella caricatura con forma de ratón humanoide, con la mano sangrando, previamente cortada con mi kunai. En la otra palma, con el kanji "sentado", toqué al sujeto. Asentí con la cabeza a mis demás sirvientes, los cuales acudieron a su alrededor. Le amordazaron con una almohada y sostuvieron sus piernas y brazos.
Logré arrancar un cordón de energía desde el torso del sujeto, el cual se retorcía sin poder escapar. Ahora, junté el cordón con la caricatura y la sangre que derramé. Enseguida, aquél hombre comenzó a absorberse dentro del sirviente de tinta, quedando sellado en su interior. Las demás caricaturas se quedaron sujetando y amordazando al aire, pues el sujeto había desaparecido.
Una espiral quedó marcada en el abdomen de la caricatura. Rápidamente, y feliz como niño con juguete nuevo, me acerqué a ver mi creación.
-¿Estás bien? ¿Puedes oírme?- le pregunté mientras observaba su rostro y sus ojos. Con una lámpara analicé sus ojos y pegando mi oreja a su pecho traté de oír algo, pero nada sucedía.
Al menos había logrado sellar a ese sujeto dentro de algo, un ser de caricatura, pero no servía de mucho. Con medio éxito en mi esfuerzo, pensaría en ir al día siguiente a la academia para investigar nuevamente libros que hablaran sobre el sellado.