La profesora Chihiro, junto con otros sensei de la academia, nos habían hecho dar una vuelta a varios de nosotros a los campos de Entrenamiento. Era similar a cómo los alumnos ninjas entrenaban, pero un paso más allá, como una diferencia entre la escuela primaria y la preparatoria. La universidad era el campo de batalla y sobrevivir tu diploma.
Las fuerzas de élite aquí se formaban, y podíamos ver a ninjas de todo tipo luchar unos contra otros, mientras algunos entrenaban a su estilo, corriendo por campos de alambres, cargando pesos enormes o lanzando ataques una y otra vez contra objetivos resistentes.
-Muy bien, renacuajos, aquí es donde se forman los hombres. Mírenlos bien-dijo uno de los instructores, encendiendo su cigarrillo. Algunos de los mercenarios que ahí entrenaban lo reconocieron y se acercaron a saludar, inclinándose mientras decían: !Hayato Sensei!
Era el respeto y admiración que recibía un buen educador.
-Mírenlos. Antes no podían ni usar un kunai de cuchillo y ahora sobreviven enfrentamientos de días. Sigan así muchachos, aún les falta mucho camino-dijo el sensei.
-Claro que sí, Hayato Sensei-dijeron los soldados, regresando a su entrenamiento.
Ahí no veía a nadie conocido, todos eran extraños. Tan sólo unas caras vagamente conocidas entre oficiales, ya que algunos eran invitados a los eventos de la familia Chinoike como cordialidad.
La academia parecía un campo de juegos comparado con este lugar.
-Hey, Hayato, viejo perro del rayo-dijo uno de los oficiales acercándose a Hayato. Era un hombre alto, de tez negra y cabello blanco. Usaba lentes negros redondos y pequeños, y ropa del ejército- hasta que dejas ver tu cara.
-Yoo, bastardo de la nieve, pensé que ya te habías muerto-dijo el sensei, sonriendo, saludándose de mano ambos.
-¿Que tienes por aquí, son tus hijos?- le dijo Yoo a Hayato, inspeccionándonos.
-Jajaja, ya quisieran ellos. Es la nueva generación-dijo el sensei- vengo a enseñarles cómo entrenan los hombres de verdad.
-Ya. Entonces selecciona a tu mejor alumno y yo seleccionaré a mi peor hombre, para ver cuánta diferencia hay-dijo Yoo, silvando. Enseguida, toda una sección de hombres y mujeres acudieron ante él en formación.
-Hoy los miembros de la academia vienen a ver a guerreros de verdad en acción. Dije que usaran sus mejores recursos y yo usaré los peores míos. Ken, te levanto el castigo de lavar baños si vences a este crío-dijo el oficial Yoo. Entre los soldados, uno de aspecto fuerte con cuerpo fibroso y lleno de cicatrices sobresalió.
-Asura, demuestra tus habilidades, chico vampiro-dijo el sensei, indicándome que diera un paso al frente. Así lo hice.
-¿Ese emo es tu mejor pieza?- replicó Yoo
-Ni es mi mejor ni mi peor, pero este "vampiro" necesita experiencia- dijo el sensei.
-¿Vampiro, eh? El último Chinoike de mi compañía murió hace meses, pero el bastardo era bueno. Bien, dejemos que los niños jueguen-dijo Yoo.
Los demás dieron varios pasos hacia atrás, mientras yo veía a mi oponente. Comencé a expandir mi chakra mientras avanzábamos uno frente al otro.
Cuando Yoo silvó, aquel sujeto comenzó a hacer sellos a la vez que yo los hacía.
La tierra se resquebrajó en mi dirección, y logré saltar antes de que una roca emergiera debajo de mí. Los sellos que utilicé hicieron que él no pudiera ver nada a mas de 10 metros a la redonda, tratando de salir de su campo de visión, pero él rápidamente llegó hasta donde yo me encontraba, propinándome un puñetazo en el estómago que me arrojó 10 metros hacia atrás.
Choqué contra la pared y apenas pude esquivar sus shuriken. Aproveché sus shuriken para cortar las palmas de mis manos, haciéndolas sangrar.
Con otra tanda de sellos, el chico arrojó una roca hacia mí, la cual al golpear se hizo pedazos, lanzándome trozos en un cono hasta 10 metros. La metralla de roca me afectó, pero pude disparar mi lanza de sangre, la cual esquivó con facilidad.
De nuevo lanzó la roca, pero esta vez bloqueé con mi escudo de sangre esa metralla. Volví a expandir mi chakra y mientras tanto, lancé mis shuriken hacia el, pero logró bloquearlos con los suyos, luego, hizo resquebrajar de nuevo la tierra hacia mi dirección, y al esquivarlo, de nuevo corrió hacia mí.
Lo miré fijamente, y de pronto, un cansancio invadió su cuerpo. Su velocidad se redujo bastante, pero seguía siendo un problema. Apenas alcanzó a golpearme, impactando mi pecho, haciéndome retroceder un par de metros.
Realicé mis sellos, haciendo que la electricidad corriera por mis nervios, incrementando las señales nerviosas. De nuevo intentó lanzarse de un golpe, pero de esta vez pude esquivarlo apenas, pues logró rasgar parte de mi camisa negra.
Saqué mi kunai e intenté cortarlo, pero bloqueó con una mano mi antebrazo, recibiendo un chispazo. Retrocedí, y mientras él hacía sellos, blandí mi arma, lanzándole un cúmulo de rayos que logró golpearlo.
Retrazó un poco sus sellos, pero al terminarlos, creó ondas de chakra alrededor de sus brazos, lanzándomelas.
Blandí de nuevo mi arma, mermando el impacto de dichas ondas, pero el golpe me dio casi de lleno. Quedé inconsciente.
Las fuerzas de élite aquí se formaban, y podíamos ver a ninjas de todo tipo luchar unos contra otros, mientras algunos entrenaban a su estilo, corriendo por campos de alambres, cargando pesos enormes o lanzando ataques una y otra vez contra objetivos resistentes.
-Muy bien, renacuajos, aquí es donde se forman los hombres. Mírenlos bien-dijo uno de los instructores, encendiendo su cigarrillo. Algunos de los mercenarios que ahí entrenaban lo reconocieron y se acercaron a saludar, inclinándose mientras decían: !Hayato Sensei!
Era el respeto y admiración que recibía un buen educador.
-Mírenlos. Antes no podían ni usar un kunai de cuchillo y ahora sobreviven enfrentamientos de días. Sigan así muchachos, aún les falta mucho camino-dijo el sensei.
-Claro que sí, Hayato Sensei-dijeron los soldados, regresando a su entrenamiento.
Ahí no veía a nadie conocido, todos eran extraños. Tan sólo unas caras vagamente conocidas entre oficiales, ya que algunos eran invitados a los eventos de la familia Chinoike como cordialidad.
La academia parecía un campo de juegos comparado con este lugar.
-Hey, Hayato, viejo perro del rayo-dijo uno de los oficiales acercándose a Hayato. Era un hombre alto, de tez negra y cabello blanco. Usaba lentes negros redondos y pequeños, y ropa del ejército- hasta que dejas ver tu cara.
-Yoo, bastardo de la nieve, pensé que ya te habías muerto-dijo el sensei, sonriendo, saludándose de mano ambos.
-¿Que tienes por aquí, son tus hijos?- le dijo Yoo a Hayato, inspeccionándonos.
-Jajaja, ya quisieran ellos. Es la nueva generación-dijo el sensei- vengo a enseñarles cómo entrenan los hombres de verdad.
-Ya. Entonces selecciona a tu mejor alumno y yo seleccionaré a mi peor hombre, para ver cuánta diferencia hay-dijo Yoo, silvando. Enseguida, toda una sección de hombres y mujeres acudieron ante él en formación.
-Hoy los miembros de la academia vienen a ver a guerreros de verdad en acción. Dije que usaran sus mejores recursos y yo usaré los peores míos. Ken, te levanto el castigo de lavar baños si vences a este crío-dijo el oficial Yoo. Entre los soldados, uno de aspecto fuerte con cuerpo fibroso y lleno de cicatrices sobresalió.
-Asura, demuestra tus habilidades, chico vampiro-dijo el sensei, indicándome que diera un paso al frente. Así lo hice.
-¿Ese emo es tu mejor pieza?- replicó Yoo
-Ni es mi mejor ni mi peor, pero este "vampiro" necesita experiencia- dijo el sensei.
-¿Vampiro, eh? El último Chinoike de mi compañía murió hace meses, pero el bastardo era bueno. Bien, dejemos que los niños jueguen-dijo Yoo.
Los demás dieron varios pasos hacia atrás, mientras yo veía a mi oponente. Comencé a expandir mi chakra mientras avanzábamos uno frente al otro.
Cuando Yoo silvó, aquel sujeto comenzó a hacer sellos a la vez que yo los hacía.
La tierra se resquebrajó en mi dirección, y logré saltar antes de que una roca emergiera debajo de mí. Los sellos que utilicé hicieron que él no pudiera ver nada a mas de 10 metros a la redonda, tratando de salir de su campo de visión, pero él rápidamente llegó hasta donde yo me encontraba, propinándome un puñetazo en el estómago que me arrojó 10 metros hacia atrás.
Choqué contra la pared y apenas pude esquivar sus shuriken. Aproveché sus shuriken para cortar las palmas de mis manos, haciéndolas sangrar.
Con otra tanda de sellos, el chico arrojó una roca hacia mí, la cual al golpear se hizo pedazos, lanzándome trozos en un cono hasta 10 metros. La metralla de roca me afectó, pero pude disparar mi lanza de sangre, la cual esquivó con facilidad.
De nuevo lanzó la roca, pero esta vez bloqueé con mi escudo de sangre esa metralla. Volví a expandir mi chakra y mientras tanto, lancé mis shuriken hacia el, pero logró bloquearlos con los suyos, luego, hizo resquebrajar de nuevo la tierra hacia mi dirección, y al esquivarlo, de nuevo corrió hacia mí.
Lo miré fijamente, y de pronto, un cansancio invadió su cuerpo. Su velocidad se redujo bastante, pero seguía siendo un problema. Apenas alcanzó a golpearme, impactando mi pecho, haciéndome retroceder un par de metros.
Realicé mis sellos, haciendo que la electricidad corriera por mis nervios, incrementando las señales nerviosas. De nuevo intentó lanzarse de un golpe, pero de esta vez pude esquivarlo apenas, pues logró rasgar parte de mi camisa negra.
Saqué mi kunai e intenté cortarlo, pero bloqueó con una mano mi antebrazo, recibiendo un chispazo. Retrocedí, y mientras él hacía sellos, blandí mi arma, lanzándole un cúmulo de rayos que logró golpearlo.
Retrazó un poco sus sellos, pero al terminarlos, creó ondas de chakra alrededor de sus brazos, lanzándomelas.
Blandí de nuevo mi arma, mermando el impacto de dichas ondas, pero el golpe me dio casi de lleno. Quedé inconsciente.