Carmín Amanecer
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Última modificación: 30-07-2024, 11:29 PM por Riku Ashira.
El sol todavía no asomaba en el horizonte y aún así una intensa luz carmesí lo pintaba. Eran las 6 de la mañana, aproximadamente. Riku se acercó a cumplir su misión en la pastelería de Iwagakure, que a medida que se acercaba, sus fosas nasales se inundaban del aroma de los distintos pasteles que se acababan de hornear allí. Esperó en la puerta a sus demás colegas de misión, que debían distribuirlo hacia las pequeñas aldeas de la zona. El aroma era tan atractivo que la idea de abandonar la misión y sentarse en el cordón de la vereda a comer las delicias y tomar un poco de café no le parecía a Riku para nada desagradable, pero la labor era la labor. Sólo esperaba que sus colegas pensaran de la misma forma y que pudieran mantener la compostura hasta que la última miga de pasteles hubiera sido entregada a su comprador.
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Un nuevo día en la aldea que había formado a este gran hombre en el camino del shinobi. Hace pocas semanas se me había otorgado el título como genin de Iwagakure, un rango que si les soy sincero... me parecía bastante bajo para que lo una persona como yo, con un porte y una presencia tan intimidatoria y demoledora, debía de representar un rango y una cargo de responsabilidad mucho más importantes que el que daba un simple genin. Es que ni mi chaleco de chunin tenía. Supongo que es el precio a pagar por haber decidido ingresar demasiado tarde a las filas de la villa.

De todos modos, si en algún momento quería llegar a un lugar más alto en la jerarquía de este símbolo militar que representaba a Iwagakure, debía de cumplir con todo tipo de encargos que me presentaran a realizar, y estaba hoy mismo ante uno de ellos, uno que a simple viste gozaba de ser lo bastante simple como para que esté día pasase como uno más, sin más. Nadie nunca hablará en diez años, de como Zell Dincht llevó unos dulces pasteles de un lugar a otro. Pero debía de hacerlo.

Un silbido agudo se escucharía desde lejos, lo había provocado para llamar la atención del chico que estaba ya parado en frente de la pastelería, la cual aún estaba horneando sus sabrosos pasteles. Esto se sabía, ya que el gran aroma comenzaba a inundar el sentido del olfato de todos los presentes que iban de un lugar a otro pasando cerca de dicha localidad. -¿Eres Riko, o Riku? Zell Dincht, un placer mi rey- Le extendí la mano para saludarle. -¿Han dicho algo, sabes algo si les falta mucho a los pasteles?
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Aprovechando su estancia no tan corta dentro de Iwagakure No Sato, la muchacha del Clan Miroku aceptó otra misión proveniente del edificio administrativo de la villa, una misión de apenas dificultad en la que ella y otros dos ninjas de la propia Iwagakure, se encargarían de mantener a salvo una caja con los postres producidos por una pastelería de la aldea, básicamente serían escoltas de unos cuantos panes de chantillí.

La Miroku se estaba hospedando en una posada a unas cuantas cuadras de la pastelería, el lugar de reunión para los ninjas encargados de cumplir con la misión. Como de costumbre, se levantó y tomó un desayuno ligero antes de abandonar la posada, no sin antes pagar al dependiente, la renta de su estadía en el establecimiento, agradeciéndole también por dejarla quedarse en el lugar.

A decir verdad, en la mente de Anko toda la estructura de la misión le parecía algo tonto, pues ella sentía que su atención podría ser requerida en misiones de más calibre, pero también era muy sincera y realista consigo misma, aún no poseía las habilidades suficientes como para ser seleccionada para llevar misiones de más alto rango y peligrosidad, antes de eso, debía ascender en la jerarquía del mundo ninja, y haciendo pequeños trabajos era la única forma de ir paso a paso hasta su meta.

La peli marrón logró reunirse con el resto del equipo en la entrada de la pastelería designada. Por un lado, tenía en frente a un joven de cabellos castaños, y a pesar de que su apariencia denotaba una edad joven, se le veía algo experimentado, no por nada ostentaba el Rango Chunin dentro de Iwagakure. Y por el otro lado, un hombre musculoso y de porte imponente, con dos cuernos asomándose de su cabeza, un hombre al que ya había visto con anterioridad en otra misión. — Buenas, soy Anko, no tengo mucho que decir salvo que seré su compañera en esta ocasión, vengo de Kumogakure —. Diría la mujer a la par que estiraba su brazo derecho pata hacer notar la placa metálica de la bandana de Kumogakure en el borde de la manga de su gabardina.
Pasivas


Hablo / Pienso / Narro
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Riku observó con interés a los dos shinobi que se habían reunido con él. Zell, con su aire imponente y algo arrogante, parecía estar subestimando la misión, mientras que Anko, con su actitud pragmática y su origen en Kumogakure, aportaba una perspectiva externa interesante.

Riku estrechó la mano de Zell, devolviéndole el saludo con una sonrisa amigable. "Es Riku, en efecto. Un placer conocerte, Zell. Los pasteles están casi listos, solo un par de minutos más."

Volviéndose hacia Anko, Riku le ofreció una ligera inclinación de cabeza en señal de respeto. "Anko, bienvenida a Iwagakure. Aprecio que nos estés ayudando en esta misión, aunque entiendo que pueda parecer trivial. Sin embargo, cada tarea tiene su importancia, especialmente cuando se trata de mantener la moral alta en las aldeas con algo tan simple pero significativo como pasteles recién horneados."

Mientras hablaba, el aroma de los pasteles seguía envolviéndolos, casi tentándolos a olvidar su misión. Riku decidió tomar la iniciativa para asegurar que se mantuvieran enfocados. "Nuestro principal objetivo es asegurarnos de que estos pasteles lleguen en perfectas condiciones a las aldeas vecinas. No solo debemos resistir la tentación nosotros mismos, sino también proteger la carga de cualquier otra amenaza, ya sea animales hambrientos o personas con intenciones menos honorables."

Riku hizo una pausa y miró a sus compañeros con seriedad. "Así que, aunque parezca sencillo, debemos estar en guardia en todo momento. Confío en que juntos podemos cumplir esta misión sin contratiempos."

Con eso, Riku se volvió hacia la puerta de la pastelería, esperando la señal de que los pasteles estaban listos para ser transportados. Sentía una extraña mezcla de responsabilidad y hambre, pero sabía que su deber como shinobi era lo primero.
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