La mesa estaba tendida y sobre ella se colocaba el tablero. De su bolsa sacó cuatro piezas y una a una fue colocándolas con cuidado. El destino comenzaba a desplegar sus piezas para el juego de ajedrez celestial, muy distinto al que se juega entre aquellos caminantes bajo el sol y la luna y ellos eran meros peones en esta partida incesante. Desde las sombras del bosque, la primea pieza, Hades observaba en silencio, su mirada tan penetrante como las estrellas que apenas parpadeaban en el cielo nocturno. Segundo movimiento, otro peón, Ohona, con su aguda percepción ocular, detectó la presencia de Hades escondido entre los matorrales, y susurró a Adan sobre el enigmático ninja de la bandana tachada de Konoha, señalando su ubicación con precisión a las cinco en punto. Tercer movimiento, Adan, sin desviar la vista de la mujer frente a ellos, asintió de manera apenas perceptible. ¿Contra quién jugaba el destino? ¡Contra nadie! En el ajedrez celestial no se compite, se disfruta. El destino pone sus piezas y son estas las que hacen sus jugadas en tablero. Cuarta pieza. Yamuro se acercaba a la señorita Annie, cuyos ojos reflejaban un cóctel de temor y desesperación. Con una sonrisa cálida y un gesto tranquilizador, intentó apaciguarla, animándola a hablar y revelar la información crucial. Aprovechando la oportunidad, Yamuro implantó una porción de su chakra en Annie, buscando desentrañar sus recuerdos y comprender mejor la situación en la que se encontraban. Hades, observando el intercambio desde las sombras, decidió finalmente unirse al grupo. Confiaba en que su verdadera identidad no sería reconocida y esperaba que pudieran ofrecerles algo de alimento. Se presentó con una voz serena y firme como "
Shyru, un ninja sin aldea", ocultando su verdadera identidad bajo esta fachada. Mientras tanto, Ohona desactivó la presencia de sus alas y descendió cautelosamente por la pared de una imponente edificación subterránea. La estructura resultó ser vasta, y con una sucesión de sellos de mano activó el Byakugan Goruden Mode, extendiendo su vista hasta dos kilómetros en el interior de la compleja construcción. ¡El destino seguía moviendo sus piezas, y ellos estaban a punto de ser arrastrados a un nuevo y vertiginoso capítulo de su épica partida! Así, uno a uno, todos comenzaron el largo descenso. Cinco kilómetros de escalones metálicos que se sumergían en la penumbra infinita del subterráneo. Cada paso resonaba en la oscuridad, sus mentes llenas de preguntas y sus corazones de una mezcla de temor y determinación. La profundidad parecía tragárselos lentamente, mientras descendían hacia lo desconocido, con la esperanza de encontrar respuestas en el abismo que se abría ante ellos.
En el descenso interminable, Ohona se sumergía en la oscuridad abisal de un edificio que se extendía cinco kilómetros bajo la superficie. Cada metro descendido parecía llevarla más allá de los límites de la realidad, hacia un mundo de sombras y ecos distantes. Desde su elevada perspectiva, el
piso 1 se desplegaba ante sus ojos con una imagen de devastación y caos. Las oficinas, antes de ser lugares de actividad, yacían en ruinas, arrasadas por una masacre arácnida de una brutalidad inquietante. El aire aún cargaba los vestigios de chakra futon, que se mezclaban con los restos de un poderoso vendaval que había sacudido el lugar. Los cuerpos de siete entes de chakra yacían inmóviles, como espectros congelados en el tiempo, con corrientes de chakra que entraban y salían de ellos en una danza macabra de energía residual. Descendiendo más allá, el
piso 2 se revelaba en una sinfonía de rastros de chakra. La esencia de técnicas poderosas que habían sido ejecutadas dejaba una marca indeleble en el aire, un remanente de electricidad, sonido, y fuego. El aroma de la sangre, como un eco de violencia pasada, impregnaba el ambiente, una memoria persistente del conflicto que había tenido lugar. En el
piso 3, Ohona encontró un vacío inquietante. La abandonada desolación de este nivel parecía susurrar historias de lo que una vez fue, su silencio ahora abrumador en su falta de actividad. En el
piso 4, el panorama se volvía aún más confuso: un mosaico caótico de chakras. Unas eran fuertes y vibrantes, otras débiles y dispersas, algunas reconocibles y otras un enigma total. Era como si el piso se hubiera convertido en una amalgama de diversas energías, un popurrí de presencias etéreas que se entrelazaban en un ballet de energía incomprensible. A medida que descendía, Ohona notó que el piso 4 se conectaba con un alcantarillado que se extendía hacia el lado opuesto del edificio, al norte. Este conducto se abría al exterior, al costado de la isla, un camino sombrío hacia la libertad o la condena.
Al llegar al
piso 5, un lugar que albergaba al doctor Shun, Ohona percibía una separación palpable entre los pasillos, como si una barrera invisible impidiera ver dentro. Un misterio sutil y perturbador envolvía este nivel, ocultando los secretos que albergaba. La inmensidad de la caída parecía interminable mientras descendía al
sexto piso, situado kilómetros por debajo del quinto. Allí, la visión se tornaba aún más inquietante: diez entes de chakra dormían en un letargo ominoso, una quietud que presagiaba un peligro latente. Finalmente,
el séptimo piso presentaba una visión aún más desconcertante. Cuatro criaturas, de diversas naturalezas de chakra, estaban en el proceso de consumir lo que parecían ser varios cuerpos humanos, algunos aún con vida y otros ya en el reino de los muertos. La oscuridad que rodeaba esta escena era densa y palpable, un velo de desesperanza que cubría el lugar. Y así, Ohona descendió aún más, atravesando una amalgama de energía y horror, hasta llegar al
piso 8.
Mientras Ohona se llenaba de información visual, Yamuro lo haría también a su manera. Haber tomado la información de los últimos 7 días de aquella científica, se daría cuenta en lo que había estado haciendo estos últimos días:
En los últimos siete días, la doctora Annie Wilkes ha trabajado intensamente en la caracterización cuántica y termodinámica de la Anomalía X88, una singularidad de campo que desafía las estructuras establecidas de la teoría de campos cuánticos y la mecánica estadística. Su investigación ha profundizado en las ecuaciones de movimiento derivadas del lagrangiano no abeliano ,]L=−14FμνaFaμν+ψˉ(iγμDμ−m)ψ\mathcal{L} = -\frac{1}{4} F_{\mu\nu}^a F^{a\mu\nu} + \bar{\psi}(i\gamma^\mu D_\mu - m)\psiL=−41FμνaFaμν+ψˉ(iγμDμ−m)ψ, donde FμνaF_{\mu\nu}^aFμνa es el tensor de campo de la teoría de Yang-Mills y ψ\psiψ representa los campos fermiónicos., Al aplicar procedimientos de renormalización, Wilkes ha analizado las divergencias ultravioletas y ha implementado esquemas de regularización dimensional, ϵ=4−d\epsilon = 4-dϵ=4−d, para mantener la invariancia gauge. ,La interacción de la anomalía se ha modelado mediante correcciones de vértices en diagramas de Feynman, específicamente aquellos que incorporan bucles de gluones y quarks hasta el cuarto orden, revelando términos de auto-energía no perturbativos que sugieren la presencia de condensados de vacío alterados. Desde una perspectiva termodinámica y utilizando la teoría cuántica de campos en condiciones de no equilibrio, Wilkes ha derivado la función de partición Z[β,μ]=∫DϕDψexp(−∫0βdτ∫d3xLEuc)Z[\beta, \mu] = \int \mathcal{D}\phi \mathcal{D}\psi \exp\left( -\int_0^\beta d\tau \int d^3x \mathcal{L}_{\text{Euc}} \right)Z[β,μ]=∫DϕDψexp(−∫0βdτ∫d3xLEuc), donde LEuc\mathcal{L}_{\text{Euc}}LEuc ,es la versión euclidiana del lagrangiano y β\betaβ es la inversa de la temperatura. ,Mediante técnicas avanzadas de Monte Carlo y cadenas de Markov, ha simulado la densidad de estados ρ(E)\rho(E)ρ(E) y las funciones de correlación en el límite termodinámico. Los resultados numéricos indican una transición de fase de segundo orden caracterizada por un comportamiento crítico en el exponente γ\gammaγ de la susceptibilidad, χ∼(T−Tc)−γ\chi \sim (T-T_c)^{-\gamma}χ∼(T−Tc)−γ, y singularidades en el exponente de anomalía η\etaη de la función de correlación de dos puntos, ⟨ϕ(0)ϕ(r)⟩∼r−(d−2+η)\langle \phi(0)\phi(r) \rangle \sim r^{-(d-2+\eta)}⟨ϕ(0)ϕ(r)⟩∼r−(d−2+η). Para una comprensión más profunda del comportamiento dinámico de la Anomalía X88, Wilkes ha utilizado ecuaciones de Langevin estocásticas en el contexto de la teoría de campos fuera del equilibrio. ,Estas ecuaciones, ∂ϕ∂t=−δHδϕ+η(t)\frac{\partial \phi}{\partial t} = -\frac{\delta \mathcal{H}}{\delta \phi} + \eta(t)∂t∂ϕ=−δϕδH+η(t), donde η(t)\eta(t)η(t) es un término de ruido gaussiano, han permitido modelar la evolución temporal de las fluctuaciones de campo. La distribución de probabilidad estacionaria, obtenida a través de la ecuación de Fokker-Planck asociada,
ha mostrado bifurcaciones y puntos críticos que corresponden a configuraciones metaestables del sistema. Al considerar la teoría cuántica de campos topológicos y las soluciones instantónicas, Wilkes ha identificado configuraciones de campo de tipo solitón y anti-solitón, con densidades de energía que sugieren la existencia de vacíos cuánticos degenerados, contribuyendo así a una nueva comprensión de los mecanismos de confinamiento y ruptura de simetría en la teoría de campos cuánticos.
Al llegar al octavo subsuelo, un silencio sepulcral envolvía el lugar, interrumpido solo por el sonido agudo de las luces que se encendían en respuesta a su llegada. La instalación, un laberinto de acero y concreto enterrado bajo la superficie, se revelaba ante ellos como un vestigio de actividad pasada. La sala cuadrada central, que antes bulliciosa de movimiento y ciencia frenética, ahora se hallaba desolada, cargada con un olor persistente a miedo y algo más, algo innombrable que flotaba en el aire como una sombra.
Desde su entrada al norte de la sala, el cartel de "Ascensor" parpadeaba con una luz intermitente y ominosa, como si advirtiera de la presencia de intrusos. Inmediato a salir del elevador, un pequeño pasillo estrecho se extendía, prometiendo revelar lo que se ocultaba en la penumbra. Al final de este corredor, se extendían cuatro salas cuadradas, conectadas por pequeñas gradas que formaban un intrincado entramado. Una de las salas, notablemente más grande que las otras tres, dominaba el espacio con una presencia imponente.
Dentro de estas salas, se encontraban las "anomalías no vivas" objeto de estudio de la Fundación Sin Nombre. Cada anomalía estaba encerrada en un
pequeño contenedor celeste que brillaba con una intensidad casi sobrenatural, su luz proyectando un halo inquietante en el aire. La atmósfera estaba impregnada de una sensación de pavor palpable, un recordatorio escalofriante de los horrores que habían ocurrido en este lugar apenas unas horas antes. La desesperación y el misterio del entorno se fusionaban, creando un paisaje de inquietante calma y temible belleza que resonaba con los ecos de lo desconocido.
Rodeando las cuatro salas centrales, seis habitaciones especiales se disponían con una precisión clínica, cada una guardando un secreto aún más profundo. Estas habitaciones, de estructura impecable y austera, eran la última línea de defensa y el último vestigio de la ciencia que alguna vez floreció en este oscuro laberinto subterráneo. Dentro de cada una de ellas, se alineaban siete cápsulas criogénicas de hibernación, dispuestas en formaciones meticulosas que reflejaban un orden y una disciplina meticulosos. Una de estas cápsulas, notablemente más grande y elaborada que las demás, dominaba cada habitación con una presencia imponente, destacándose en tamaño y en el resplandor azulado que emanaba de su interior.
En total, las seis habitaciones albergaban cuarenta y dos cápsulas criogénicas, cada una de ellas encarnando un fragmento de misterio y ciencia congelada en el tiempo. Dentro de estas cápsulas, se encontraban anomalías durmientes, encapsuladas en un sueño congelado que las mantenía en un estado de inactividad perpetua. El ambiente en torno a estas cápsulas estaba impregnado de una quietud gélida, interrumpida solo por el ocasional zumbido de los sistemas de refrigeración que aseguraban la estabilidad de su frágil contenido. La atmósfera, densa y cargada, resonaba con una sensación de espera y de una amenaza latente, como si las anomalías dentro de las cápsulas estuvieran a punto de despertar y reclamar la atención de aquellos que se atrevieran a adentrarse en su dominio.
Aún en el elevador, Annie se arrodilló junto al cuerpo del doctor Weaver, el corazón apesadumbrado y la mente sobrecargada por un torbellino de emociones contradictorias. Con manos temblorosas, lo abrazó con una ternura que desmentía la fría dureza del entorno, murmurando un agradecido y tembloroso “gracias” al hombre que había sido tanto un mentor como un enigma. Su voz, apenas un susurro entrelazado con el lamento de la sala, parecía ser la única forma de darle una despedida digna en medio del silencio que lo rodeaba. Con un esfuerzo casi físico, lo recostó con cuidado en el elevador destrozado, su cuerpo cansado por el peso de la pena y el agotamiento. Se levantó lentamente, el peso de la pérdida dibujado en su rostro, y con la determinación de una viajera que sigue adelante a pesar del dolor, se limpió las lágrimas que manchaban sus mejillas con el borde de su manga.
Avanzó por el pasillo que conocía tan bien, cada paso resonando en el vacío con una cadencia que era tanto familiar como dolorosa. La primera habitación se desplegó ante sus ojos, un espectro de sangre que se extendía sobre el suelo, dibujando un cuadro macabro que relataba una tragedia reciente. La vista de aquel suelo manchado evocó un pensamiento fugaz sobre sus compañeros, pero rápidamente lo apartó, sabiendo que sumirse en esas conclusiones no llevaría a nada más que a la desesperación. La mente de Annie se aferró a la necesidad de seguir adelante, a pesar de la ominosa sensación que pesaba en el aire.
Al llegar al segundo cuarto, su mirada se posó en el único contenedor que dominaba el espacio: la Anomalía X88, un enigma al que había dedicado casi un mes de su vida. El contenedor, frío y metálico, parecía ser un oscuro guardián de secretos sin revelar. Annie, hablando para sí misma en un murmullo casi inaudible, comenzó a repasar números y notas que resonaban en su mente como un mantra desesperado. Sus manos, ahora apresuradas, tomaron uno de los papeles esparcidos sobre la mesa y empezaron a garabatear con urgencia, ignorando el creciente estruendo del cristal roto que comenzaba a resonar a su alrededor. El sonido de los tanques presurizados desbordándose y la presión de sus sistemas en desmoronamiento se entrelazaban con la cacofonía de su escritura frenética, creando una sinfonía de caos que marcaba el inminente colapso de todo lo que conocía y había querido. La escena se transformaba en un torbellino de desesperación y decisión, un reflejo de una realidad que se desmoronaba mientras Annie luchaba por captar las últimas piezas del rompecabezas antes de que fuera demasiado tarde.
Resumen
- Hades observaba desde las sombras, mientras Ohona detectaba su presencia y lo señalaba a Adan.
- Adan, sin desviar la vista, asintió de manera sutil.
- Yamuro se acercaba a la señorita Annie, intentando tranquilizarla y obtener información crucial, implantando su chakra en ella.
- Hades, oculto bajo la identidad de "Shyru", se unió al grupo esperando recibir algo de alimento.
- Ohona descendió por una estructura subterránea de cinco kilómetros, activando el Byakugan Goruden Mode para examinar los pisos.
- En el piso 1, encontró devastación por una masacre arácnida; en el piso 2, rastros de técnicas poderosas; en el piso 3, desolación; en el piso 4, un mosaico caótico de chakras; el piso 5 estaba marcado por una barrera invisible; en el piso 6, diez entes de chakra dormían; en el piso 7, cuatro criaturas consumían cuerpos.
- Al llegar al piso 8, encontró un silencio sepulcral y un entorno desolado, con anomalías no vivas en contenedores celestes y cápsulas criogénicas.
- Annie, con el corazón apesadumbrado, se despidió del doctor Weaver y continuó por el pasillo, enfrentando una visión de sangre y caos.
- En el segundo cuarto, se centró en la Anomalía X88, revisando notas y garabateando mientras el entorno se desmoronaba.
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