En el borde de esta zona, había un pequeño tronco talado, su estructura era firme y liza, era perfecto para poder sentarse sin incomodidades. La mirada carmesí de Kurami se enfocó en aquel tronco, y sin pensarlo dos veces, decidió ir hasta él y tomar asiento para comenzar con un pequeño descanso. Realmente no tenía miedo de que algún ladrón o ninja pudiera aparecer, ella nunca tiene miedo aparentemente y si se llegaba a suscitar un combate en medio de la noche, ella lucharía sin problemas, después de todo, para eso entrenaba.
Un leve suspiro salió de los labios de la pelinegra, su mente empezó a recordar aquellos momentos en los que tenía a sus padres cerca de ella, protegiéndola y amándola. También se preguntaba por qué habían muerto, porqué le tuvo que tocar a ella, el vivir sin sus padres, sin esa guía que muchos necesitan. Ahora estaba viviendo con personas que parecían no sentir nada de aprecio por ella, siempre regañándola y dándole estrictas órdenes que ella se veía obligada a cumplir. A Kurami realmente le gustaba servir a la Aldea, pero le daba asco el hecho de saber que sus servicios en ocasiones eran de gran ayuda para incrementar el poderío del Imperio, el Imperio que le había arrebatado a sus padres.
Prácticamente estaba sola, sin nadie con quien hablar. Era cierto que en el camino de ninja había hecho conexiones con otros ninjas, fueran de Iwagakure o no, pero realmente ninguno era muy cercano a ella como para que la pelinegra quisiera abrirse a ellos y contarles sus problemas. Debido a eso, llevaba tiempo pensando que talvez necesitaba de un amigo, y que mejor opción que un compañero animal, alguien que estaría con ella en las buenas y en las malas, aunque ciertamente, aquel animal no podía abandonarla hasta que alguno de los dos murieran, pero Kurami de verdad quería un amigo cercano, alguien en quien confiar.
Con eso en mente, la Origami se levantó de su asiento generado por la naturaleza y elevó sus manos a la altura de su pecho, suspiró y lentamente empezó a moverlas, entrelazando sus dedos de forma maestra hasta que luego de algunos segundos, su tanda de sellos manuales estaba finalizada, solo faltaba entregar un poco de su sangre. Su dedo pulgar fue llevado hasta la tsuka de la Katana que estaba enfundada en su cintura, la tomó y desenvainó levemente la hoja, colocando su dedo en la hoja para ocasionar un corte no tan profundo que la haría sangrar.
Con el dedo sangrante y sus sellos realizados, Kurami se agachó y dio un ligero golpe con la mano abierta al suelo de tierra frente a ella, de su golpe, una serie de Kanjis se dispersaron hasta crear una especie de círculo. De pronto, una pequeña nube de humo se creó en medio de toda la escritura con símbolos. La pelinegra estaba levemente asombrada, no se esperaba que en su primera vez usando el Jutsu de Invocación, un animal fuera a aparecer pata atender su llamado, pero claro, ella aún no sabía que tenía que pasar una pequeña prueba para poder generar ese lazo que tanto buscaba con el animal.
De la nube, un gran halcón con un plumaje de un vivo color anaranjado salió, mirando fijamente a la Kunoichi de la Roca con sus pupilas negras, rodeadas por un globo ocular que hacia juego con el color de su plumaje. Kurami tragó saliva y antes de pudiera hablar, el halcón anaranjado de nombre aún desconocido alzó levemente su pluma, indicándole que debía callar por el momento. El animal volador carraspeó levemente su garganta antes de comenzar a hablar. — Dachi… Ese es mi nombre, Buenas Noches por cierto —. Dijo el ave en un tono bastante formal y amistoso.
Dachi se quedó observando a los ojos de Kurami directamente, esperando a que la contraria empezara a hablar. La chica tragó algo de saliva y luego de un leve suspiro decidió levantarse y comenzar con su presentación. — Kurami Origami de Iwagakure, un gusto en conocerte —. — El gusto es mío, Kunoichi de Iwagakure. Bien… Supongo tu llamado no es casualidad… Quieres firmar un pacto con las aves… ¿cierto? —. La recién ascendida a Chunin asintió con la cabeza de forma decidida, a este gesto, el halcón lo replicó y comenzó a moverse de lado a lado.
— De acuerdo, entonces vamos a la prueba, bastante sencilla comparada con la prueba que suele hacer nuestro maestro de pacto… —. — Espera, ¿prueba? No sabía nada de eso… Pensé que solo te invocada y firmaba cuanto antes —. El halcón, a pesar de ser alguien de carácter formal, quería romper en risa, era la primera vez en toda su vida que conocía a un Ninja que pensaba de la forma como Kurami lo hacía. Pero no lo hizo, en su lugar decidió explicarle a la pelinegra como era todo el proceso, que si bien era sencillo, nunca estaba de más una bonita explicación.
— Verás, cuando tu realizas el Jutsu de Invocación, un animal, como yo, aparece frente a ti. El animal se encarga de entregar pistas a los aspirantes para encontrar a nuestro maestro de pacto y que sea él quien haga la prueba, pero nuestro maestro está… algo ocupado, así que seré yo quien te haga la prueba. Una vez la cumplas, podrás firmar, ¿entendido? —. De forma decidida, Kurami asintió con la cabeza, empezó a hacer movimientos para aflojar sus músculos y poder comenzar de una vez con la dichosa prueba, estaba bastante ansiosa por cumplirla.