-Buenos días, Takeshi.- saludó Haruki con una leve inclinación de cabeza. -Hoy estarás a cargo de la vigilancia durante mi turno. Necesitamos estar atentos a cualquier actividad sospechosa y garantizar la seguridad de todos los que entran y salen de la aldea. ¿Estás listo para esta responsabilidad, chico?-
Takeshi asintió. -Por supuesto, Haruki. Estoy listo para lo que sea necesario.-
Haruki prosiguió a explicar las tareas que debía realizar. -Debes revisar a todos los que entren y salgan, asegurarte de que tengan los permisos adecuados y estar atento a cualquier comportamiento inusual. También es importante mantener una comunicación constante con los otros guardias, por si pasase algo, tendremos una reacción más rápida.-
Con las instrucciones claras, Takeshi tomó su posición junto a la entrada. Los primeros minutos fueron tranquilos, con solo unos pocos aldeanos saliendo para sus tareas diarias y algunos comerciantes entrando con sus mercancías. Takeshi revisaba los permisos y hacía preguntas de rutina, siguiendo las indicaciones de Haruki. Sin embargo, a media mañana, la situación se volvió más tensa. Un grupo de viajeros, aparentemente comerciantes, se acercó a la entrada. Tenían el aspecto típico de mercaderes, con ropas gastadas y carretas llenas de mercancías. Takeshi les pidió que mostraran sus permisos, pero uno de ellos, un hombre corpulento, medio calvo y con varias cicatrices, destacando una cicatriz en la mejilla, empezó a actuar de manera sospechosa.
-¿Por qué tanta seguridad y tantas preguntitas?- preguntó el hombre con un tono desafiante. -Solo somos comerciantes tratando de vender nuestras mercancías para llevarnos algo que comer a la boca.-
Takeshi mantuvo la calma y la compostura. -Es por la seguridad. Por favor, muestreme sus permisos.-
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