Hace un tiempo atrás...
El peliblanco de ojos cansados había pasado ya masomenos una semana en Ciudad IO desde su última misión, desde aquel escape del templo que acabó con unos cuantos arrestos y un pergamino de vuelta al museo. Hasta entonces había disfrutado de una relativa calma y dedicando tiempo a sus investigaciones. Estaba en paz con sus experimentos en una pequeña habitación rentada cuando escuchó el ruido de la sirena de emergencia que resonaba por toda la ciudad. La noticia del atentado en el tren hacia Iwagakure se esparció rápidamente, llegando a sus oídos a través de los gritos y el alboroto de la gente en las calles. Los bomberos y equipo de emergencia en movimiento, algo grande había ocurrido. Algunos le llamarían chisme, pero lo que ahora movía a Kyoshiro era la curiosidad. Si bien para muchos más esto parecería el mismo sentimiento con diferentes nombres, el peliblanco se decía que la diferencia estaba en los fines que el sentimiento le hacía cumplir, y su fin era el de estar siempre uno o dos pasos adelante, que nada ni nadie le volviera a tomar por sorpresa como aquella vez, en esa misma ciudad, hace unos años. Su curiosidad le llevó al centro donde un gran número de personas apuntaban hacia la clínica. La situación parecía sr grave: numerosos heridos, unos aún peor y entre ellos la prominente familia propietaria de la compañía minera local. Una familia importante y claro, adinerada. Sin perder tiempo, Kyo se dirigió a la clínica local, listo para ofrecer su ayuda a cambio de una buena recompensa.
Al llegar a la clínica, Kyoshiro fue recibido con escepticismo ¿Un desconocido que atender a los pacientes? ¡Jamás! Y si, no era del todo desconocido. Ya su nombre era medio reconocido por unos muy pocos grupos, como el museo o alguna otra cafetería de la ciudad que lo recordaban como aquel tipo que iba y venía varias veces al año. Pero para el personal de la clínica: Kyo era n total desconocido. El personal médico, abrumado por el caos, inicialmente rechazó su oferta de ayuda, insistiendo en que solo profesionales debidamente acreditados podían asistir a los heridos. La sala de emergencias estaba abarrotada de pacientes con heridas abiertas, fracturas y quemaduras, y el personal claramente sobrepasado intentaba mantener el control. Sabiendo que su ayuda era necesaria y que el dinero podría salir de ahí, no se desanimó y se quedó en la sala de espera sabiendo que si jugaba bien sus cartas, podría estar pronto en la mirada de la persona correcta ¿Y porqué quería Kyoshiro con tanta urgencia asistir aquel caos? No era alguien que quisiera colaborar por el bien de la humanidad así como así, lo hacía por el dinero que aquella familia le podría dar. Imagínense ¿Cómo decirle que no a aquel que había asistido en aquella crisis cuando llegara a pedir la inversión de algún benefactor para sus estudios?
De repente, una persona en la sala de espera sucumbió a sus heridas. Kyoshiro, sin perder tiempo, se acercó rápidamente al paciente y evaluó su condición. Notó una herida profunda en el abdomen y una fractura expuesta en la pierna derecha. Con movimientos precisos y un kit médico improvisado, aplicó presión directa a la herida para detener el sangrado, utilizando compresas estériles que sacó de un carrito cercano pese al regaño de la enfermera que no se había percatado de lo que pasaba por estar atendiendo a otros en un estado peor. Esto al menos le hizo ganar unos minutos antes de que el personal médico lo atendiera.
En la sala de espera, tratando de aliviar la carga al personal disponible, atendió a varios. Su ayuda no era la misma que una enfermera o un médico podían dar, pero no era del todo ignorante. Con un paciente improvisó una férula utilizando materiales disponibles para inmovilizar la pierna fracturada. Con otro más lo mismo pero con el brazo. Saturó unas heridas leves y ayudó a mantener la calma. Y fue esa, su habilidad para mantener la calma y actuar rápidamente que impresionó al personal médico que lo observaba.
El personal médico, dándose cuenta de que no podían permitirse rechazar ninguna ayuda (especialmente cuando muchos de sus médicos y personal se habían desplazado al área del atentado para atender a los que no podían ser movilizados) decidieron aceptar la asistencia del académico. La jefa de enfermeras (quién por este momento había tomado el cargo completo de la clínica), le hizo un gesto para que continuara ayudando. Kyoshiro se unió al equipo de inmediato, demostrando su habilidad en cada paso. Pese a ser poco ético permitir que alguien sin acreditación formal interviniera, no tenían más remedio que aceptar cualquier ayuda disponible.
Kyoshiro se movió de un paciente a otro asegurándose deque todos recibieran la atención necesaria. En un rincón de la sala, encontró a un hombre con una profunda herida en el abdomen. A este le aasistió limpiando la herida y suturarla con precisión, recordando las técnicas que su madre le había enseñado. La herida era profunda, pero su intervención evitó que el paciente perdiera más sangre. Mientras trabajaba, Kyoshiro se dio cuenta de que la clínica carecía de suministros médicos. Tomó la iniciativa de organizar un equipo para buscar más recursos. La jefa de enfermeras aprobó aquella iniciativa. Al ver como sabía manejarse en aquel campo de guerra clínico, le permitió encargarse de los voluntarios mientras ella hacía lo mismo con su equipo médico. Kyo asignó tareas a los voluntarios, asegurándose de que todos supieran qué hacer. Esta vez, su irritante egocéntrica personalidad y su insistencia de colocarse como líder sin reconocer objeción alguna le habían salido a su favor.
Además de atender heridas físicas, Kyoshiro se ocupó de los pacientes en estado de shock. Usó técnicas de respiración y palabras calmantes para estabilizar sus condiciones emocionales. En un momento, una mujer con una fractura expuesta comenzó a hiperventilar. Kyoshiro la ayudó a calmarse, manteniendo una conversación tranquilizadora mientras inmovilizaba su pierna y la preparaba para el traslado a cirugía. La habilidad de Kyoshiro para adaptarse a diversas situaciones médicas y emocionales lo convirtió en una pieza clave en la gestión de la emergencia. También ayudaba aquella enorme cantidad de libros y previas experiencias que se había tragado atendiendo la clínica de su madre.
Mientras Kyoshiro atendía a los pacientes, notó algo extraño: uno de los pacientes críticos había desaparecido de su habitación. Se trataba de un hombre con una herida grave en la pierna, y su ausencia no tenía sentido. Intrigado y alarmado, Kyoshiro comenzó a investigar. Observó cuidadosamente la habitación del paciente desaparecido. Notó marcas de arrastre en el suelo, como si alguien hubiera movido el cuerpo con prisa. También encontró un vendaje ensangrentado desechado en un rincón, indicando que el herido había intentado curarse antes de irse. Sus sospechas aumentaron cuando descubrió una ventana abierta en la parte trasera de la habitación.
Kyoshiro salió al exterior, siguiendo las pistas. Vio gotas de sangre en el suelo, llevándolo hacia un callejón detrás de la clínica. Recordando los rumores de que el atentado podría haber tenido como objetivo a la familia minera, Kyoshiro comenzó a conectar los puntos. ¿Podría ser que el responsable del atentado se escondiera entre los heridos, planeando un segundo ataque? Su mente analítica funcionaba a toda velocidad, considerando cada posibilidad. La ventana abierta sugería que el paciente había escapado por allí, pero ¿por qué? ¿Estaba tratando de huir o de completar una misión inacabada? Volviendo a la clínica, Kyoshiro revisó el registro de admisiones, buscando cualquier irregularidad. Notó que el hombre desaparecido había sido ingresado sin identificación, algo inusual en una emergencia de esta magnitud. Además, sus heridas coincidían con las de alguien que había estado cerca de una explosión, pero no como una víctima, sino como alguien que había estado manipulando explosivos. Las piezas del rompecabezas comenzaban a encajar en la mente de Kyoshiro, llevándolo a concluir que el hombre era, de hecho, el responsable del atentado.
Kyoshiro corrió hacia la habitación donde la familia minera estaba siendo atendida. Al abrir la puerta, la escena que encontró fue escalofriante: el responsable del atentado estaba de pie, sosteniendo un bisturí ensangrentado. El doctor que atendía a la familia yacía en el suelo con una herida en el cuello, mientras los miembros de la familia estaban inconscientes, posiblemente sedados. La tensión en la habitación era palpable, y Kyoshiro supo que debía actuar con rapidez para evitar más tragedias.
El hombre se giró al oír la puerta, enfrentando a Kyoshiro con una mirada de determinación y desesperación. "¿Quién eres tú?" preguntó el atacante, su voz llena de desdén. "Calma," respondió Kyoshiro, manteniendo su compostura. El hombre lanzó una carcajada amarga. "Tú no entiendes, debo terminarlo. Tú...tu no eres nadie" Kyoshiro, sin inmutarse, replicó: "Puede que no sea nadie, pero hoy, soy suficiente para ti."
El hombre se lanzó hacia Kyoshiro con el bisturí en alto, pero Kyoshiro estaba preparado. Con un preciso movimiento de su cuerpo sobre su mismo eje, esquivó el ataque y logró desarmar al hombre con un golpe preciso en su muñeca. El bisturí cayó al suelo con un tintineo metálico. La pelea fue rápida y feroz, pero al final una que terminó a favor de Kyo quien logró someter al atacante. Con una llave de brazo, inmovilizó al hombre en el suelo, asegurándose de que no pudiera moverse. "Se acabó," dijo Kyoshiro, su voz firme y decidida.
Las enfermeras llegaron rápidamente al lugar, rescatando al doctor herido y atendiendo a la familia inconsciente. La policía fue llamada de inmediato, y en cuestión de minutos, llegaron al lugar, arrestando al atacante y asegurando la zona. Kyoshiro, exhausto pero satisfecho, observó cómo el caos se transformaba en orden gracias a la intervención oportuna de todos los involucrados. El director de la clínica, con una expresión de inmenso alivio, se acercó a Kyoshiro. "Gracias," dijo, entregándole un sobre con su paga. Kyoshiro tomó el sobre, sintiendo el peso del dinero en sus manos. No buscaba reconocimiento ni gloria, solo los medios para continuar con sus investigaciones. Mientras salía de la clínica, su mente ya se alejaba de todo lo que había pasado. No era una persona que viviera del pasado si este no le ayudaba con el presente o el futuro. Lo único que recordaría era la recompensa de hoy que le permitiría avanzar en sus estudios.