Ciervo deformado
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Me olvidé cómo escribir. De repente se me despedazaron los ojos en dos tumultos de nervios desparramados por el suelo. El suelo estaba pintado de azul, o quizás no, quizás era rojo...No, no era tan fuerte, era un poco más pálido, era de color púrpura, uno que alisaba el suelo, hacía desaparecer sus grietas y formaba un plano llano que carecía de esquinas, y lo único agrietado eran mis ojos. Mis ojos, mis pobres ojos, ya no eran reconocidos ni como nervios, por ser sus piezas de blanco, negro y marrón, deformadas en un rompecabezas de piezas circulares. Intenté unirlos de vuelta con mis propias manos, sin verme a mí, ni ellos verme a mí, ni ellos verme a mí, sin verlos a ellos, sin ellos ver, sin ver, ver a ellos no sé, no desconocer el ver de ellos mí ver.

Había olvidado, había olvidado que olvidé cómo escribir. Sin mis ojos era imposible, pero peor era el sonido retumbante en mis oídos de frecuencias que no podía escuchar, no por no ser capaz, sino porque mis oídos no estaban allí para escucharlas. Mis oídos estaban desparramados por el suelo, y el suelo esta vez estaba pintado de verde, o quizás era amarillo...El color había cambiado por primera vez, y ya no reconocía los colores de por sí; ¿Era el color rojo uno que demostraba hervor en la piel? Era un color llamativo, de esos que ansías ver pero sólo en el lugar apropiado, pues de salir de la misma nada sobre tu piel, algo no anda bien...Y el verde, ¿Dónde vi el verde? No recuerdo, me olvidé que perdí mis ojos, y mis ojos vieron a las palabras mías de ser dispuestas de desaparecer, ojos míos observan anochecer de juntas palabras mías con el no saber de aparecer, mas por qué se abren de puerta en puerta.
Había olvidado otra vez, el cómo escribir, el saber hacia dónde voy, mi sentido de dirección, apagado otra vez más, o por vez última y única, porque tampoco recuerdo haberlo perdido antes. Y es que estoy tan confundido, ¿Cómo sé qué estoy perdiendo y qué no? Mi cerebro está fuera de lugar, con mis manos que flotan lo poso sobre un recipiente intentando juntar parte por parte; sí, también despedazado y ya no sé cómo volverlo a armar, ¿Volverlo a armar?, ¿Cuándo lo armé antes? Probablemente no recuerdo el por qué tengo que darle el porque al que me pregunta por qué. ¿Quién pregunta? Sólo soy yo el que está aquí presente, a no ser que haya olvidado a alguien más en la escena, lo cual es probable. Aunque puede ser que si armo de vuelta a mi cerebro, él me otorgue las respuestas, ¿Sabe él que lo miro con ojos que no tengo y lo escucho con oídos que perdí? Lo peor de todo es que le escribo creyendo que la escritura, de mí ha de ser, un cántico que me abre, adiós al más allá, otorgado fue el...

Otra vez, olvidé cómo escribir, cómo hablar, cómo gesticular, ¿Cómo he de saber el cómo de los cómos si ni si quiera tengo la herramienta para procesarlo con inteligencia? Perdí el cómo ver, cómo oír, cómo pensar. Envidio al que la herramienta de la solución a mis problemas tiene, pero en esta escena sólo estoy presente yo y nadie más, ¿O hay otro?, ¿Es otro el que la salida me otorgará o estoy encerrado una vez más por un lapso de tiempo único el cual luego olvidaré como todo lo demás? Quizás soy yo el que la herramienta es, ¿Pero cómo lograrlo si ni oídos, ni ojos, ni cerebro, ni manos tengo?

Cierto, olvidé que mis manos también están ahí. Tienen una forma extraña, es como si estuviesen conscientes de sí mismas y supiesen que están hechas de articulaciones varias. Pero es como si hubiesen olvidado todas y cada una de esas articulaciones. Los dedos se mueven en direcciones donde no se deben de mover, parecen repetir constantemente movimientos fuera de ritmo consigo mismos. Es raro, incluso ambas manos juntas no logran un ritmo constante, pues el tiempo está disperso, y se han olvidado del tiempo.

Olvidé el tiempo, ¿Lo olvidé o no lo olvidé? Tal vez lo perdí, ¿Quién sabe qué es lo que es la culpa de las mías, y qué es el hacer de los otros sobre mí? No estoy harto, estoy perdido, o quizás a mí mismo me olvido. ¿Soy yo el que olvida a propósito o está abierta la posibilidad de un intercambio para recordar una vez más? Denme recuerdos, denme la habilidad de una vez más ver, oír, pensar, controlar y no volver a olvidar. Controlar y no volver a olvidar, ¿Quizás soy yo el que controlándome a mí logré olvidar? Fue queriendo lo que queriendo deseo, quiero, anhelo, abierto a escuchas, el oído no se asusta más, retumbante es.

Otra vez, olvidé que olvidé escribir, mas escribo...¿Olvidé o no olvidé realmente? Incluso si elegí el olvidar, probablemente quiera olvidar, o por inercia olvide, tanto esto como a estos; mis ojos, mis oídos, mis manos, mi cerebro, y mi...Olvidé que también olvidé mis piernas, irónicamente no las vi, ¿Desde cuando estaban allí? Estas también, extrañas, conscientes de sí mismas, pero ya no recuerdan como caminar correctamente. Espera, ¿Acaso dije que irónicamente no las vi?, ¿Desde qué momento he recuperado funciones carismáticas pertenecientes a mi cerebro?

Ya no lo quiero, quiero olvidar. Y también quiero olvidar que quise olvidar. Y también quiero olvidar este espacio blanco, liso, llano, pintado por púrpura, de amarillo, y ahora era...No había color, ¿O quizás el color cambió a blanco? De igual manera, ya no importa. No sé que hay en este espacio blanco, ¿De qué estaba hablando? Ah sí, de que olvidé cómo...¿Olvidé? No entiendo. Ahora estoy releyendo y...¿Qué oídos, ojos, cerebro y todo eso? Aquí no hay nada, aquí sólo hay espacio blanco y...Es extraño, ¿Estaba hablando de algo realmente? No entiendo lo que escribí, pero no importa porque...

No hay texto. ¿Estaba leyendo algo? Probablemente estaba el leer, algo que ha leer, leyendo, sobre pasar tiempo, con cosas de cosas, se hacen tiempo el más se creen.



Allí se posaba el ciervo, sentado, los ojos perdidos. Estaba escribiendo algo sobre un rollo de papel dañado, pero de un momento a otro lo despedazó, lo tiró en otra dirección, y él miró hacia el lado contrario. El ciervo no sabía que todo lo controlaba, suyo era el mundo, mas decidido estaba a quitarse los ojos con sus manos, arrancarse a estas de un mordisco y dejarlas atrofiadas con los dedos fuera de lugar, acompañadas al lado de sus oídos que logró despedazar al golpearse repetidas veces de costado y costado de cabeza. El ciervo ahora gritaba, ya no sabía escribir, menos hablar. Generaba sonidos guturales. También se levantó y empezó a caminar, sin saber a dónde porque sentidos ya no tenía, ni el tacto, ni la visión, ni la audición. Sólo le quedaba el olfato y el gusto, pero sin nada para oler ni degustar, el ciervo sólo empezó a caminar y...Un milisegundo después, el ciervo se arrastraba sin hocico, con la nariz partida. Las piernas las había olvidado él solo, para ello habían pruebas suficientes, mas su olfato y gusto, quién ha de saber si realmente los olvidó y perdió o si les fueron arrebatados.

Una silueta deformada de un ciervo, arrastrándose, sin ojos, oídos, piezas de su cuerpo. Y el cerebro tampoco estaba, quién sabe si lo olvidó o si le fue arrebatado. Las pruebas darían por probabilidad que lo olvidó, no lo perdió, que no le fue arrebatado.

Y la voz que conoce al ciervo deformado es también el ciervo deformado, consciente de que todo lo olvidará y perderá si no despierta en este mismo instante.


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Un hombre, de sombrero blanco, se levanta de su siesta, con la cabeza un poco dolida. Se queja de sus dolores, dice haber soñado algo importante, en específico una pesadilla, pero que ya no lo recuerda. Quizás se le olvidó rápido porque así era mejor, o que quizás conscientemente decidió olvidarlo, o aún más, que quizás alguien ya le arrebató tal recuerdo. Pero que de igual manera no importa, ya está despierto y ha de moverse con sus dos piernas, observando el camino con sus ojos, prestando atención a las voces de otros con sus oídos, pensando cada paso con su cerebro, controlando con ambas manos su destino.
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