1 Marzo año 16 DK
El torneo había comenzado, y para mi sorpresa se llevó a cabo en el País del Fuego. Miles de personas se movilizaban para llegar hasta allá, muchos con la esperanza de ver peleas legendarias, otros para comerciar y otros, como yo, para observar guerreros formidables.
Haciendo uso de mis técnicas, como el Henge no Jutsu, me colaría como un trabajador en la zona de maletas del barco, para luego hacerme pasar por una maleta. Una vez todos hubieran subido a bordo y el barco comenzó a moverse, esperaría un rato antes de salir de mi escondite.
Moviéndome por los pasillos y camarotes, volviéndome invisible con mi Tobidasu, hasta salir a la cubierta. Estaba atardeciendo y el barco estaba lleno de fiesta. Repleto de turistas que cuchicheaban entre sí. Me mezclé entre ellos, oyendo sus conversaciones hasta que llegó el punto en que me topé con unos hombres trajeados, quienes repararon poco en mí, pues mi apariencia de niño les hacía subestimarme.
Yo, por mi parte, comencé a comer los camarones de la charola de la mesa de bocadillos, escuchando atentamente.
Hablaban de apuestas, de rumores en el torneo y de combates en el que ellos podrían arreglar algunas cosas, pero que debido a la seguridad del torneo su "inversión" se había perdido.
Escudriñé por un par de horas la cubierta del barco y su gente, topándome a un turista regordete y chaparro, vestido con ropa hawaiiana.
Lo seguí a su camarote, en clase baja, en donde otra persona tenía sus maletas pero que aún no regresaba a dormir. Me arriesgaría.
Abriría el camarote y antes de que me observara bien, extendí mis brazos, envolviendo su boca, cuello, cuerpo y brazos. Lo metería conmigo al baño hasta que quedó inconsciente. Lo observé bien, cambié de forma con el Henge no Jutsu para suplantarlo e invoqué a la princesa serpiente.
-¿Que lugar es este?- me cuestionó. Le señalé al sujeto, haciendo que lo envolviera en sus brazos y lo tragara.
-Puedes digerirlo, no me sirve más- le dije a la princesa, la cual asintió y desapareció.
Al regresar al camarote su "compañero", otro turista de edad madura, me saludó y se dispuso a dormir, ya algo enfiestado por el alcohol.
El resto de la travesía fue tranquilo, yendo a cubierta a escuchar cosas y rumores de los apostadores. Pero fue en el momento en el que me encontraba comiendo el buffete del barco, con el dinero de "Gordon Ramsay", o eso decía su identificación, cuando un grupo de personas llegaron a mi lugar.
-No puede ser, pero si no es nadie más que Gordon Ramsay, el crítico culinario más duro, y comiendo de un buffete- dijo uno de los sujetos que se me acercaron.
-¿Que? Tengo que comer- diría tras tomar un trago de soda.
-Excelente, el capitán de cocina ha notado su presencia y quiere darle algo especial, para sus reseñas- continuó el sujeto. Yo asentí con la cabeza. No esperaba encontrarme en esta situación.
Me llevaron un enorme tazón de carne de cerdo en una especie de salsa de piña con BBQ, germen de soya y verduras asadas al estilo chino. Tomé un bocado y sonriendo exclamé.
-El sazón es bueno, la carne está rica- les respondí. El capitán de cocina se vió nervioso.
-¿Es todo?- me cuestionó.
-Bueno, si me deja saborear más. Noto el BBQ, casero, con piña y la grasa del cerdo. Cerdo suave, buen olor y quizás ¿vino blanco?- respondí. Mi lengua de serpiente me ayudaba con los olores de la comida- le daría un 8, a mi gusto personal la piña estaba muy ácida.
-Gracias, señor Ramsey- dijo el capitán de cocina, feliz, regresando a la cocina tras hacer una reverencia.
-Wow, fue quizás tu reseña más positiva ¿porque tanta amabilidad?- me cuestionaron unos sujetos. Había olvidado lo que habían dicho, que era el crítico más duro.
-Este... bueno, algo ha sucedido en mi vida y estoy muy feliz- le respondí.
-¿En serio? ¿Que pasó?- me cuestionó.
-Es algo personal- le respondí.
-Vamos, díganos- dijo otro cocinero.
-Digamos que una chica especial en mi tierra natal me dijo que sí- le respondí, limpiándome la boca para salir de ahí.
-¿Una chica especial? Se supone que es casado y con 2 hijos... Ramsey, que galán- respondió uno de los cocineros.
Así fueron pasando los días hasta llegar a la Isla Papaya, en donde me reuniría con algunos conocidos para comenzar mis planes de observación. No era de mi interés intervenir ni causar alboroto en la isla, sino observar y tomar nota.
Una vez abajo del barco, con todo el dinero del tipo, volvería a mi normalidad (que deshacía en henge en el baño o cuando dormía para no quedarme sin chakra) y rentaría una habitación en un hotel para ir a ver los torneos cuando sucedieran.
7 de Marzo 16 DK
Llegaría a mi habitación de hotel, pagada por la semana, para poder regresar ahí a dormir. El primer día iría a ver las instalaciones de la arena, tomar nota de la situación y comenzar a preguntar por los participantes y sus contiendas. No quería molestar a mis amigos, sino hasta que sucedieran sus combates, para poder tomar nota de primera mano.
Vestido con una amplia camisa hawaiiana de flores rojas, pantalones blancos amplios, sandalias, sombrero de palma y unos lentes negros, vagaría por la zona con un coco en mano, bebiendo su agua mientras observaba el lugar. Pacientemente, pacientemente.
El torneo había comenzado, y para mi sorpresa se llevó a cabo en el País del Fuego. Miles de personas se movilizaban para llegar hasta allá, muchos con la esperanza de ver peleas legendarias, otros para comerciar y otros, como yo, para observar guerreros formidables.
Haciendo uso de mis técnicas, como el Henge no Jutsu, me colaría como un trabajador en la zona de maletas del barco, para luego hacerme pasar por una maleta. Una vez todos hubieran subido a bordo y el barco comenzó a moverse, esperaría un rato antes de salir de mi escondite.
Moviéndome por los pasillos y camarotes, volviéndome invisible con mi Tobidasu, hasta salir a la cubierta. Estaba atardeciendo y el barco estaba lleno de fiesta. Repleto de turistas que cuchicheaban entre sí. Me mezclé entre ellos, oyendo sus conversaciones hasta que llegó el punto en que me topé con unos hombres trajeados, quienes repararon poco en mí, pues mi apariencia de niño les hacía subestimarme.
Yo, por mi parte, comencé a comer los camarones de la charola de la mesa de bocadillos, escuchando atentamente.
Hablaban de apuestas, de rumores en el torneo y de combates en el que ellos podrían arreglar algunas cosas, pero que debido a la seguridad del torneo su "inversión" se había perdido.
Escudriñé por un par de horas la cubierta del barco y su gente, topándome a un turista regordete y chaparro, vestido con ropa hawaiiana.
Lo seguí a su camarote, en clase baja, en donde otra persona tenía sus maletas pero que aún no regresaba a dormir. Me arriesgaría.
Abriría el camarote y antes de que me observara bien, extendí mis brazos, envolviendo su boca, cuello, cuerpo y brazos. Lo metería conmigo al baño hasta que quedó inconsciente. Lo observé bien, cambié de forma con el Henge no Jutsu para suplantarlo e invoqué a la princesa serpiente.
-¿Que lugar es este?- me cuestionó. Le señalé al sujeto, haciendo que lo envolviera en sus brazos y lo tragara.
-Puedes digerirlo, no me sirve más- le dije a la princesa, la cual asintió y desapareció.
Al regresar al camarote su "compañero", otro turista de edad madura, me saludó y se dispuso a dormir, ya algo enfiestado por el alcohol.
El resto de la travesía fue tranquilo, yendo a cubierta a escuchar cosas y rumores de los apostadores. Pero fue en el momento en el que me encontraba comiendo el buffete del barco, con el dinero de "Gordon Ramsay", o eso decía su identificación, cuando un grupo de personas llegaron a mi lugar.
-No puede ser, pero si no es nadie más que Gordon Ramsay, el crítico culinario más duro, y comiendo de un buffete- dijo uno de los sujetos que se me acercaron.
-¿Que? Tengo que comer- diría tras tomar un trago de soda.
-Excelente, el capitán de cocina ha notado su presencia y quiere darle algo especial, para sus reseñas- continuó el sujeto. Yo asentí con la cabeza. No esperaba encontrarme en esta situación.
Me llevaron un enorme tazón de carne de cerdo en una especie de salsa de piña con BBQ, germen de soya y verduras asadas al estilo chino. Tomé un bocado y sonriendo exclamé.
-El sazón es bueno, la carne está rica- les respondí. El capitán de cocina se vió nervioso.
-¿Es todo?- me cuestionó.
-Bueno, si me deja saborear más. Noto el BBQ, casero, con piña y la grasa del cerdo. Cerdo suave, buen olor y quizás ¿vino blanco?- respondí. Mi lengua de serpiente me ayudaba con los olores de la comida- le daría un 8, a mi gusto personal la piña estaba muy ácida.
-Gracias, señor Ramsey- dijo el capitán de cocina, feliz, regresando a la cocina tras hacer una reverencia.
-Wow, fue quizás tu reseña más positiva ¿porque tanta amabilidad?- me cuestionaron unos sujetos. Había olvidado lo que habían dicho, que era el crítico más duro.
-Este... bueno, algo ha sucedido en mi vida y estoy muy feliz- le respondí.
-¿En serio? ¿Que pasó?- me cuestionó.
-Es algo personal- le respondí.
-Vamos, díganos- dijo otro cocinero.
-Digamos que una chica especial en mi tierra natal me dijo que sí- le respondí, limpiándome la boca para salir de ahí.
-¿Una chica especial? Se supone que es casado y con 2 hijos... Ramsey, que galán- respondió uno de los cocineros.
Así fueron pasando los días hasta llegar a la Isla Papaya, en donde me reuniría con algunos conocidos para comenzar mis planes de observación. No era de mi interés intervenir ni causar alboroto en la isla, sino observar y tomar nota.
Una vez abajo del barco, con todo el dinero del tipo, volvería a mi normalidad (que deshacía en henge en el baño o cuando dormía para no quedarme sin chakra) y rentaría una habitación en un hotel para ir a ver los torneos cuando sucedieran.
7 de Marzo 16 DK
Llegaría a mi habitación de hotel, pagada por la semana, para poder regresar ahí a dormir. El primer día iría a ver las instalaciones de la arena, tomar nota de la situación y comenzar a preguntar por los participantes y sus contiendas. No quería molestar a mis amigos, sino hasta que sucedieran sus combates, para poder tomar nota de primera mano.
Vestido con una amplia camisa hawaiiana de flores rojas, pantalones blancos amplios, sandalias, sombrero de palma y unos lentes negros, vagaría por la zona con un coco en mano, bebiendo su agua mientras observaba el lugar. Pacientemente, pacientemente.