[Flashback] Buscando viejas leyendas
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13 Ichigatsu, País del Fuego, Aldea desconocida
11AM

Buscando y buscando información acerca de todo lo quie había pasado con antigüedad dentro de las filas del mundo me había metido sin buscarlo mucho en una vieja biblioteca, antigua pero sin duda llena de tesoros que me vendría bastante bien para mis investigaciones y demás incógnitas dentro de mi vida y mis preguntas que lógicamente estarían sin responder. > Maldita sea, porqué nunca me contasteis nada < Me preguntaría a mí misma, en mis pensamientos y bajo la premisa de no hablar mucho por el sitio en el que me encontraba en el día de hoy.

Corrían las once en el reloj de pulsera que siempre llevaba cuando ya habría caminado varias bibliotecas de la zona. Caminando pueblos y pueblos donde algunos sí tendrían pero no lo suficiente como yo quería y otros simplemente eran un cúmulo de ignorantes que no tenían esos servicios. Quizás era demasiado elitista por mi parte, pero sin información o sin el saber, no se podía vivir. O al menos yo no podía. Durante unas horas anduve y anduve, aldea por aldea buscando información útil sobre el pequeño chivatazo que me habían dado. Según entendía, a niveles más altos de los que me esperaba, existía un documento donde los criminales y renegados de las aldeas más grandes estarían inscritos, un documento llamado el Libro Bingo, donde se detallaba la historia de los criminales y sus hazañas, aunque fuera para el mal sentido, y el dinero ofrecido por las grandes aldeas y los grandes políticos a cualquiera que le pudiera ofrecer la cabeza o bien el cuerpo con vida de los malhechores más buscando.

– Todavía me hace gracia que yo no esté metida en ese supuesto libro – Expresaría al dar la esquina en una de las calles del pueblo y entrar en la biblioteca que habría encontrado. Se trataba de un local poco iluminado, lo suficiente para reconocer el nombre de los libros. En la entrada, al lado izquierdo, un mostrador viejo cuya madera seguramente estuviera comida por la polilla. Tras este, una señora de unos setenta años y unas gafas ya pasadas de moda me miraría por encima de ellas y sin decirme nada, volvería de nuevo a los formularios que estaría hojeando. No me daría mucha vista, y mientras que buscaba lo que quería encontrar, me perdería por los pasillos que tendría aquel lugar, siendo la más grande fuente de información que habría encontrado el día de hoy. Esperaba que no fuese en vano.
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Una misión de escolta, la especialidad del hombre con sangre de dragón, le había traído hasta el País del Fuego. Le habían dado un par de días libres antes de volver a Kumo, ya que por culpa del mal tiempo el tránsito aéreo se había cortado así que hasta que no mejorara el clima no podría tomar el dirigible de vuelta. Obviamente él ni se quejó, le encantaba visitar otras zonas del continente y conocerlas a fondo, así que prácticamente le acababan de hacer un favor y no lo iba a desperdiciar. 

Obviamente, lo primero que hizo nada más enterarse de que tenía vía libre fue preguntar dónde estaba el bar más cercano. Allí bebió 2 jarras de cerveza, y además congenió bastante bien con un barbudo pelirrojo; prácticamente se pasaron más de 1 hora charlando y riendo a carcajadas. Al final el tipo se quedó dormido sobre la barra por beber demasiado, así que Kutsuki pagó y se fue para dar un paseo por las calles y airearse un poco. No había tomado el suficiente alcohol para ir borracho, pero sí que se sentía un poco más ligero y eufórico.

Mientras callejeaba, a lo lejos pudo ver la figura de una mujer pelinegra, alta y delgada que consiguió dejarle con la boca abierta, pero antes de que pudiera reaccionar para decirle algo se metió en una pequeña librería que había cerca─. Joder... Que guapa es ─sentiría los pasitos de su lagarta subiendo por su hombro, y la miró para darse cuenta de que estaba negando la cabeza mientras le observaba decepcionada─. ¿Qué? Soy un hombre joven, necesito ligar. Tú no me entiendes, eres de sangre fría ─se justificaría ante su ninseki, quien seguía mirándole mal─. Aunque técnicamente yo soy medio reptil... Pero da igual. Deja de juzgarme, pesada ─divagó, algo molesto con su amiga. Lady al final se rindió y volvió a meterse en el bolsillo.

Movido por su impulsividad innata, Ryu fue hacia la biblioteca y entró para buscar a esa mujer. Observó los alrededores con curiosidad, pero en general el sitio se le hizo bastante aburrido y viejo. Los libros nunca le habían llamado la atención, como mucho las historias cortas de fantasía, pero teniendo tiempo libre no perdía nada por intentar hablar con ella. Lo peor que podía pasar es que le mandara a la mierda y tuviera que irse, cosa que no le preocupaba demasiado ya que estaba acostumbrado.

Después de pasear entre las estanterías durante unos minutos, el Tokage finalmente la encontraría. Por casualidad iban en dirección contraria, así que antes de que le viera fingió que buscaba un libro para disimular. Sin embargo, cuando metió las manos, por los nervios sin querer tumbó un libro y al final una fila entera acabó cayendo al suelo por efecto dominó (unos 30 libros). Sí, probablemente con eso había conseguido llamar su atención, pero a consta de quedar como un tonto y un torpe─. ¡Mierda!
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Lady
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Metida en mis asuntos y en lo que había venido a hacer a aquel sitio no me percaté demasiado del chico que me estaría siguiendo, tampoco mi radar me había avisado, pues cuando le tuve delante en la situación en la que estaríamos me daría cuenta de que sería un chico cuyo chakra no era algo demasiado evidente, no sabía si sería que su chakra estaba siendo más bajo de lo normal por alguna técnica o que realmente era el propio chakra del chico. Su rostro emitía señas de una persona adulta, pero su personalidad al menos hasta el momento parecía el de un adolescente a un punto de cagarla. Quizás era que mis juicios mentales habían sido un poco desajustados, pero admitía que me quería divertir un poco, y quizás fue eso, o quizás el hecho de que me quisiera evadir un poco de mis taras mentales lo que me hizo sonreír ligeramente.

Para cuando la tira de libros cayera de las estanterías entre medias nuestra, me agacharía ligeramente hincando una rodilla para empezar a coger libros. Un fallo lo podría tener cualquiera, ¿no? – ¡¡¡¡Pero chico!!!! ¿A dónde estabas mirando? – Expresaría la señora a mi espalda, la misma que había estado en la entrada mirándome de forma un tanto extraña, de hecho me hacía gracia que no pensase que había sido yo. Tras aquello y mirar de nuevo a aquel hombre, un ligero rubor me confirmaría que quizás es que estaría ligeramente avispado. > Justo el mismo rubor que Bishamon aquel día < Pensaría, y aunque aquella situación me hacía gracia, intentaría no reírme por respeto a la señora que se pondría así mismo a recoger libros.

Cuando todos estuviesen recogidos y puestos en sus estantes, la señora se llevaría las manos a la cabeza teniendo en cuenta el trabajo que ahora tendría para clasificar todos. Por mi parte habría cogido uno en concreto, uno que parecía tener lo que quería. Tras aquel pequeño infortunio, saldría de la biblioteca sin que la señora supiese del hurto de aquel libro y cuando estuviera fuera, miraría hacia ambos lados y sacaría el libro que tendría entre mis ropajes. “Leyendas dentro del Mundo Criminal”. Un título bastante interesante teniendo en cuenta lo que buscaba y lo que quería encontrar. – Bien, ya es mío – Expresaría, contenta.
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La mujer a la que estaba siguiendo no pareció tomarse mal su patética escena, llegando incluso a sonreír divertida. Cuando vio que se agachaba para echarle una mano recogiendo los libros, abrió la boca para decirle algo pero fue interrumpido por la bibliotecaria, que estaba evidentemente molesta por tener que volver a ordenar esa fila de libros─. ¡Lo siento mucho! No sé donde tengo la cabeza ─se disculpó el pelinegro mientras juntaba sus manos─. Pero mira el lado bueno, te he dado un poco de trabajo que aquí metida debes estar muy aburrida ─bromeó con una media sonrisa mientras se agachaba y comenzaba a recoger los libros del suelo junto a la desconocida, pero la más mayor le fulminó con la mirada así que decidió no volver a abrir la boca de momento─. En otra vida debí acumular mucho mal karma, porque no es normal meterme en tantos líos sin querer.

No tardarían mucho en recogerlos todos. Kutsuki se dedicó a ir mirando de reojo a Gea; desde fuera quizá parecería que su actitud era sospechosa a ojos de la kunoichi, pero realmente lo único que quería era encontrar el momento para decirle algo.
Estando tan cerca de ella, pudo ver como uno de los libros que recogió se lo escondió dentro de su ropa. El hombre reptil arqueó una ceja cuando se dio cuenta de que estaba intentando robar, pero no dijo absolutamente nada para incriminarla sino que todo lo contrario: se acercó a la mesa de la bibliotecaria y le ofreció un billete, en parte para distraerla y por otra para compensar un poco su cagada─. Toma, esto es por las molestias ─le comentó mientras dejaba el dinero sobre la recepción. Entonces, poco después vio por el rabillo del ojo como la ladrona salía del establecimiento─. Bueno, yo ya me voy, que sino me veo venir que acabaré tirando una estantería entera.

Salió de la biblioteca poco después que la kunoichi, sin muchas esperanzas de volver a verla ya que quizá se habría marchado, pero a lo lejos pudo reconocerla así que se le acercó a paso ligero. Había quedado claro que las escenitas no eran suficiente para conseguir llamar su atención, así que lo mejor era optar por ser directo─. ¡Hey, oye! ─la llamaría mientras levantaba una mano para que le viera y acortó los últimos metros que había entre ambos─. Gracias por ayudarme con los libros, por un momento pensé que esa vieja me iba a matar ─le agradeció con una sonrisa bobalicona─. Uhhh... Siento ser un entrometido, ¿pero de qué trata ese? Debe ser bastante bueno para que alguien quiera "tomarlo prestado" ─quería evitar que la contraria cortara la conversación y se fuera, así que le preguntó lo primero que le vino a la cabeza mientras señalaba con su barbilla el libro robado. No sonaba acusatorio, sino más bien curioso.
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Lady
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Acariciaría con suavidad la tapa del libro. Era de tapa dura, sus hojas estarían algo comidas por la humedad pero parecía que todavía aquella triste bacteria todavía no había llegado a calar demasiado hondo en las piezas fundamentales de aquel libro. Era todavía legible, y aunque no quería leerlo aquí, estaba siendo complicado para mí no abrir el libro. Intentaba tapar su título. El Libro era negro cuyo título estaría escrito en una fuente poética cuyos trazos eran bastante ligeros, de color rojo, se sobresalía por el oscuro del fondo, por eso mismo con mis manos intentaba que nadie de mis alrededores viera el resumen principal de su contenido.

Para cuando quise de nuevo emprender la marcha al salir de la biblioteca, una voz desde atrás me alarmaría. El chico de la biblioteca, el que había liado semejante estropicio vendría detrás, su tranquilidad y campechanismo me hacía tranquilizarme ligeramente, así como ver que su chakra seguía siendo tan bajo como para no preocuparme demasiado, de todos modos pasaría como con el resto, pasaría a almacenaje en mi archivo. Una memorización a la que ya estaba acostumbrada. Así mismo el chico me daría las gracias, a lo que yo simplemente negaría con un gesto de mi cabeza hacia ambos lados y cerrando levemente los ojos. Esta vez no sonreiría, solamente me mantendría neutral, al menos hasta que el chico mencionase que había visto el hurto cometido. Mi faz pasó a una de molestia con el ceño fruncido y girando ligeramente mi cuerpo para ponerme de perfil al chico y el libro en el lado más alejado. Por si más ojos traviesos se atrevían a preguntarme, comencé a meter el libro en mi túnica por el centro de esta hacia uno de los compartimentos. – Es un poco osado de tu parte esa acusación, ¿no? – Expresaría con una voz neutral y una tez algo ofuscada. – De donde yo vengo, a los traidores y la chivatos se les corta la lengua – Mencionaría dando un ligero vistazo a mi alrededor y volviendo de nuevo a la mirada del chico.

Haciendo un balance de la primera impresión no parecía ser una amenaza ni mucho menos, el enrojecimiento de sus mejillas habría pasado bastante, quizás con el susto y el tiempo recogiendo libros se le había pasado el estado en el que estaba. Su mandíbula afilada y sus facciones denotaban cuidado, además de cierta belleza del lado masculino. No estaba muy interesada en los hombres, pues a decir verdad el trabajo de campo científico me dejaba bastante fuera de lo que las relaciones sociales llamaban el acto del “cortejo”. Sus ojos grises, aunque de un color apagado, eran bastante llamativos y a pesar de lo que normalmente solía expresar esa tonalidad, en el chico parecían bastante amables y honestos, también me llamaría la atención su pelo peinado, con seguramente varios kilos de gomina en el pelo para conseguir ese acabado. > Bonito espécimen < Pensaría mientras que observaba sin demasiada curiosidad su atractiva musculatura. > Seguramente aguantaría más de un experimento < Pensaría de nuevo, sin darme cuenta de que quizás había pasado demasiado tiempo callada.

– Eh…ehm… no hay que dar las gracias, supongo que todos hemos tenido un resbalón algún día, aunque yo te hubiera matado – Y sin darme cuenta, algún pensamiento fuera de contexto habría hecho que un rojizo color se instalase en mis mejillas, dándome la vuelta y empezando a caminar a paso ligero por la vergüenza que aquella situación me estaría causando.
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Ryu no se molestó por el venenoso primer comentario de la contraria, ya que era de esperar que no se tomara demasiado bien que alguien comentara su delito en voz alta; pero así era el hombre, sin filtros y sin la palabra vergüenza escrita en su diccionario. Además, ya se habían alejado varios metros de la biblioteca así que no había peligro de que la dependienta les escuchara─. Vale sí, quizá se me acaba de ir un poco la lengua ─le contestó mientras se cruzaba de brazos y la miraba con una expresión divertida─. Pero me parece muy feo que me llames así cuando perfectamente podría haberte delatado diciéndoselo a la vieja, y no lo he hecho ─dramatizó un poco llevando la mano a su pecho, como si aquella acusación le hubiera afectado.

Le extrañó un poco que se quedara unos segundos en silencio, ¿en qué estaría pensando? Aparentemente no era una persona muy sociable, aunque eso a Kutsuki le importaba poco. Cuando algo se le metía en la cabeza, podía llegar a ser muy cabezón para conseguirlo así que no se iba a achantar solo por eso. De hecho, cuando la contraria empezó a caminar de nuevo, él le siguió el pasó para ir a la par que ella. Notó como se había sonrojado un poco, ¿aquello era buena señal no? ─. ¿Matarme? Vaya, veo que no te vas por las ramas ─bromeó y soltó una pequeña carcajada, momento en el que si ella se fijaba notaría que sus dientes eran más afilados de lo normal y su lengua se asemejaba a la de un reptil.

Un pequeño silencio incómodo se formaría durante unos segundos, por lo que el hombre dragón tuvo que pensar algo rápido─. Mmmm oye, ¿te apetece merendar y tomar un café conmigo? Así me compensas el haberme llamado chivato y traidor ─le propuso sin pensárselo dos veces mientras la miraba con sus dos cejas levantadas, seguro y expectante. No tenía muy claro cual iba a ser la respuesta, pero por intentarlo no perdía nada─. Me llamo Ryu, por cierto.
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Lady
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Cuando me diera la vuelta para continuar con mi trayecto y así deshacerme de aquel sentimiento junto con mi rostro a medio sonrojar, el chico me seguiría para ponerme a la par que yo. Sus pasos eran un tanto intimidatorios, y aunque cerraría ligeramente los ojos como si tuviera problemas de vista, en realidad lo que estaba canalizando era el enfado de que me estuviera siguiendo, ¿o quizás era otra cosa la que estaba sintiendo y estaba realmente enfadada conmigo misma? No tenía ni idea, pero aquella situación pasaría de ser un tanto incómoda a resultarme interesante, pues en el momento que abriría la boca, podría observar que su cavidad y sus dientes, así como su lengua, no eran como las de los demás. Eso me daría la curiosidad necesaria para aceptar la oferta de aquel hombre. Eran como la una del mediodía y necesitaba comer, mi estómago me iba expresando con ligeros rugidos solamente perceptibles para mi misma que ya era hora de alimentarse.

Una nueva mueca de fastidio acompañada de una sonrisa ligera sería la adecuada para el siguiente mensaje. – Interesante forma de llamarme maleducada y además hacerme pagar la consumición, ¿no? – Expresaría pasando de aquella mueca de fastidio a una divertida, la sonrisa habría pasado a medio completa mientras que a la vez sacudía la cabeza a ambos lados y cerraba los ojos. – Muchos hombres no tenéis remedio, que razón tenía Bishamon – Expresaría para seguir con el camino y hacer un ademán para que el hombre me siguiera.

– Me da que eres un tipo de esas que está bajo las murallas de una aldea, ¿me equivoco? – No solía equivocarme con aquellas perlas que solía soltar, pero claramente por la forma en la que se expresaba y acercaba sin mucho miedo o bien era estúpido o estaba acostumbrado a la buena vida que daba aquella dictadura envuelta en protección. Era mucha la diferencia, pues alguien criado como yo, sin la protección de nadie más que de las habilidades de una misma era bastante más precavida, de movimientos más inteligentes o no tan descarados como lo hacían los del interior de las murallas.

Minutos más tarde, y bajo la esperanza de encontrar un lugar donde desayunar, comer o lo que fuese que se podía hacer en aquel lugar, aparecería un local con vidrieras cuyo interior parecía sacado de los lugares más sofisticados. Luminoso y de gran dimensión, cuando entrara al lugar una joven de atuendo servicial nos prepararía una mesa y allí estaríamos – de hacer lo mismo los dos – cada uno sentado al lado de los asientos acolchados, uno en frente del otro mientras que la joven de coletas pelirroja tendría un plumón en una mano y una pequeña libreta donde apuntar nuestro pedido, sus ojos eran grandes, juiciosos, así que como su delantera y resultaba ligeramente molesto. ¿Qué pediría el sujeto de investigaciones que me había encontrado hoy?
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Al principio, ni siquiera el don de gentes del Tokage estaba consiguiendo que la mujer mostrara algo de interés en su persona. En el fondo él lo entendía, ya que por la forma de actuar de ella quedaba claro que era una persona bastante individualista y con poca confianza en los demás, todo lo contrario a lo que era Ryu. Él sabía que su manera de actuar no era la mejor, y menos tratándose de un shinobi, pero después de haber vivido tantos años encerrado en un orfanato lo único que quería era experimentar sensaciones intensas. Ya tenía asumido que con su trabajo no iba a durar mucho tiempo vivo, así que antes de que eso pasara prefería vivir despreocupado y disfrutar lo máximo posible. Al fin y al cabo, tenía la energía y valentía de un reptil, así que no conocía el miedo a la muerte.

La sonrisa de Kutsuki creció por el comentario de ella, cuando mencionó que la había llamado mal educada y indirectamente estaba alentándola a que pagara la comida─. Exactamente, veo que nos vamos a entender bien ─añadiría haciéndose el tonto, mientras la miraba expectante. Ella reanudó su marcha, haciendo creer por un instante al hombre que no iba a conseguir lo que quería, pero un gesto para que la siguiera fue suficiente para que dentro de su cabeza comenzara a celebrar su logro─. No me lo creo. Parece que el entrenamiento comienza a dar sus frutos, antes las mujeres no me miraban ni para pedirme la hora.

Como un perrillo, el joven adulto siguió a la mujer. No ignoró el hecho de que no se hubiera presentado, pero al menos por el momento prefería no insistitir; después de haberla convencido, no quería enfadarla y que se fuera. Por primera vez, ella sería la que rompería el silencio comentando una suposición en voz alta─. ¿Tanto se me nota? Vaya ─le diría mientras se encogía de hombros indiferentemente y cotilleaba las tiendecillas de los alrededores─. Estás en lo cierto, vivo en la aldea de Kumogakure ─le explicaría de forma bastante neutral. No es que sintiera un orgullo muy grande por su patria, como el resto de sus compañeros, pero sí que es verdad que gracias a esas murallas podía vivir con más tranquilidad que los que vivían en los países del exterior─. ¿Tu de dónde eres? ¿Vives por aquí cerca?

Poco después de hacer aquella pregunta, la pareja llegaría a un hermoso restaurante con vidrieras que permitían ver el exterior mientras comías. Las lámparas que colgaban del techo eran bastante elegantes, como toda la decoración en sí del establecimiento. El hombre reptil se quedó parado un momento, observando el lugar con obvio asombroso; con el poco sueldo que cobraba como Genin, comer en un sitio así para él siempre había sido una fantasía. Pero ahí estaba, a punto de tener una cita con la chica que le interesaba.

Ya sentados en su mesa, al principio Ryu parecía un poco descolocado. Leyó la carta con el ceño fruncido, intentando entender lo que ponía; la comida de ahí no tenía nada que ver con la de los bares baratos a los que solía ir─. Ehh... De primero ponme el pollo con chips picantes, y de segundo el tartar de ternera ─le pediría a la camarera mientras señalaba los platos con su dedo─. Ah sí, tráenos una botella de vino también ─la mujer asintió con la cabeza mientras apuntaba todo en su libretita, y miró a la kunoichi esperando a que dijera lo que quería.
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Lady
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– No me malinterpretes, pero está claro cuando alguien se ha pasado toda su vida teniendo que cuidar que su cabeza siga en el mismo – Expresaría mientras que miraría y, una vez hubiéramos llegado al sitio, le miraría antes de entrar. – Eso te hace desconfiado de naturaleza – Expresaría antes de ingresar con mis ojos directos a sus pupilas.

Cuando entrásemos y habiendo ignorado ligeramente la pregunta del chico, nos sentaríamos y este pediría lo que para él sería una comida sencilla y esperaría a que yo pidiera, aunque había un dato que sí que le daría al chico, y era mi estado acerca del alcohol. – Para mí pescado, por favor, sin espinas y le dejo a su elección el aderezo – Diría sonriéndole a la persona que nos atendiese, pues aunque estuviera de comensal, tratar bien a quién te iba a traer la comida era algo primordial. – Y agua para beber, por favor – Mencionaría antes de que la joven se fuera para pedir en cocina y preparar lo que le habíamos pedido. Dos minutos más tarde traería las bebidas y un poco de pan en una bandeja de mimbre. Así mismo también traería dos manteles individuales y los cubiertos necesarios, así como una pequeña cucharilla de postre, aunque ninguno de los dos habíamos pedido nada de postre aún.

Seguramente el joven miraría extrañado el hecho de que me estuviera sirviendo agua en lugar de la botella de vino, que de seguro aquel hombre la había pedido para ambos. – Lo siento, pero soy abstemia – Expresaría para darle un sorbo lento y pausado al agua. – No bebo alcohol de ningún tipo – Explicaría por si aquel bobo chico no sabía lo que significaba la palabra abstemia. Admitía que aunque pareciera un bobo, algo tenía que me llamaba la atención, en algunos momentos mi mirada se dirigiría a su boca recordando una lengua y esos dientes tan peculiares. – Mi nombre es Gea, y soy de donde quiera ser, no tengo un lugar fijo y gracias a eso he viajado por un montón de lugares – Expresaría poniendo ambos codos en la mesa y haciendo un apoyo con mis manos para mi barbilla. Mi cuerpo estaría ligeramente hacia delante, apoyando levemente el pecho y mirando directamente hacia los ojos del militar. > ¿Estará Bishamon en lo cierto acerca de los varones? < Me preguntaría mientras que estudiaría todas sus acciones como si de un examen de conducta se tratase. – ¿Qué relación guardas con el Imperio? Ya que para vivir dentro de sus murallas debes tener algo que ver con ellos y su forma de pensar, ¿no? – Preguntaría, quizás, algo curiosa para saber con quién estaba tratando.
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A Ryu le extrañó bastante cuando la mujer negó el vino y se pidió una botella de agua; la mayoría de gente a la que conocía nunca se negarían a una copa de vino, así que le había tomado por sorpresa─. Bueno... Más para mi supongo ─comentó un poco decepcionado, tampoco es que fuera a obligarla a beber si no quería. Después de que la camarera se fuera para dar los pedidos en cocina y recoger las bebidas, la kunoichi le explicó que no consumía alcohol, cosa que a Kutsuki le costó un poco de creer pero tampoco vio oportuno decir nada. Simplemente asintió con la cabeza y, tras ver que le habían traído la botella de vino junto a una copa, se sirvió un poco y le dio un pequeño sorbo para probarlo mientras escuchaba hablar a la contraria y la miraba atentamente a los ojos.

Gea... Vaya nombre más raro, pero me gusta ─contestó a su presentación con un piropo algo extraño mientras sonreía de medio lado mostrando parte de sus puntiagudos dientes─. Que suerte... Yo siempre he querido un estilo de vida así. Pero no me dejan salir porque sí de la aldea, así que tengo que tomar trabajos fuera del país para poder viajar ─le explicaría a la pelinegra mientras rodaba los ojos fastidiado, no le gustaba que le tuvieran atado tan en corto pero por su rango no le quedaba otra. 

A decir verdad, cuando Gea se inclinó sobre la mesa y le miró directamente con aquellos ojos oscuros que parecía que podían verle hasta el alma, se puso un poco nervioso. Un leve rubor teñiría sus mejillas, no muy evidente pero ahí estaba, y sentiría como su corazón bombeaba con fuerza. Tras su pregunta, por primera vez el hombre apartaría la mirada de los orbes de la mujer, un poco intimidado por su presencia─. Uhhhh bueno... Algunos trabajillos les acepto, suelen pagar bastante mejor que otros ─le respondería mientras rascaba su nuca y soltaba una corta risa nerviosa. Antes de seguir hablando miró a un lado y al otro para asegurarse de que nadie les estaba escuchando, ya que no le hacía mucha gracia decir su opinión en voz alta─. Pero si fuera por mí, se podrían ir a la mierda. Yo creo que los humanos necesitamos ser libres, y ellos no hacen más que arrebatarnos esa libertad.
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Lady
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Muchas veces entendía que aquello pudiera tomar de sorpresa a mucha gente, pues podrían pensar sencillamente que alguien que se las pasaba de lugar en lugar necesitaría alcohol para sobrellevar la soledad de aquella vida. Por mi parte era simplemente una promesa que había hecho a mis padres, una promesa que aunque nunca llegué a hablar con ellos, sé que se lo llevarían a la tumba el día de su muerte.

Sacudí ligeramente la cabeza sin que se notase que estaba intentando evadir ese tipo de pensamientos y volví de nuevo a la conversación de aquel hombre. Sus palabras estaban siendo una explicación sencilla de lo que menos me gustaba de alguien: excusas. Si bien no era sencilla aquella vida que había tomado, tampoco había tenido la oportunidad de estar dentro de esas murallas, simplemente había nacido en una familia cuyo hogar no estaba dentro de las aldeas. A decir verdad, ni dentro ni fuera, porque al nacer en familia de mercaderes y comerciantes cuya relación con el chakra era meramente de negación, me las pasaba de un lado para otro. Más o menos como ahora mismo.

El chico, además, alabaría la vida que yo misma llevaba teniendo como deseo que eso ocurriera para él. Sus ondas vitales y su chakra alrededor no se vieron alterados en ningún momento, por lo que no percibí que alguna mentira fuera dicha por el chico. Presté especial atención cuando diese su opinión sobre el Imperio y las aldeas, e incluso en ese momento delicado donde muchos optaban por mentir, el moreno habría dicho la verdad. Aunque sí que me había percatado de aquel rubor al haberlo mirado directamente a los ojos. > Control, Gea, control < Pensaría mientras que cierta rubia y sus palabras venían a mi mente.

Minutos después, la comida llegaría, cortando aquella conversación que por muy interesante que se tornase, mi estómago habría optado por quitarle importancia para centrarse en lo que le interesaba. El pescado olía de maravilla, una guarnición de ensalada y una especie de salsa verde acompañaban al pequeño pero abundante trozo de lenguado. – Wow… – Conseguía articular mientras que mis fosas nasales serían invadidas por el olor. Realmente tenía hambre.
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Ryu estaba mostrando ser una persona brutalmente honesta, una cualidad que en ocasiones le costaba problemas pero no podía hacer nada para cambiarlo; simplemente no veía la necesidad de mentir, y más cuando estaba intentando ganarse la atención de alguien. Podría estar pecando de imprudente y bocazas, pero así es como pensaba que tenía que actuar un hombre honorable; el simple hecho de imaginarse cuando muera siendo recordado como un falso y un mentiroso le revolvía las tripas. Aún no sabía muy bien cuales eran sus valores, pero tenía claro que nada ni nadie iba a evitar que los siguiera a rajatabla. Sin lugar a dudas era un hombre extraño, pero por lo menos siempre era fiel a sus palabras.

La conversación siguió por unos minutos más hasta que fueron interrumpidos por la llegada de sus platos. El pollo con chips picantes que se había pedido tenía una pinta deliciosa, ya que la carne estaba cubierta por una salsa marrón que olía genial. La boca del hombre dragón se hizo agua y juntó sus manos en un gesto de agradecimiento─. ¡Itadakimasu! ─esa era una de las pocas costumbres que se le habían quedado del orfanato: dar las gracias a todas las personas que habían trabajado para que esa comida llegara a su mesa.

Gea podría ver como la pequeña cabeza de un reptil se asomaba por el bolsillo delantero de la chaqueta de Kutsuki, olfateando el aire. El Tokage nada más darse cuenta de que su amiga había salido, sonrió de medio lado y le ofreció una de las patatas picantes. El animal abrió su boca y se llevó la comida de un mordisco, escondiéndose nuevamente para comer tranquilamente─. Es mi mascota, se llama Lady ─le explicaría a la mujer antes de que ella le preguntara, y sin más preámbulos agarró los cubiertos. Comía con bastante ansia, prácticamente sin masticar─. P-por cier... Hmmhg ─intentó hablar mientras tragaba un buen trozo de pollo, pero se atragantó así que tuvo que toser y darse un golpe en el pecho con el puño─. Perdón. Quería preguntarte cual es tu opinión del imperio. Yo ya te he dado la mía, así que es lo justo. Siempre he tenido curiosidad por saber cómo piensan los de fuera de la aldea.
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Lady
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Se notaba que ambos teníamos hambre, pues nada más que llegase la comida la conversación quedaría ligeramente cortada y la comida sería la estrella de la escena. Algo que si me gustó fue esa expresión que normalmente se solía decir cuando se empezaba a comer, simplemente para agradecer los alimentos que iba a recibir, ya fuera por los que lo habían preparado o a sí mismo si fuera el cocinero. Era una costumbre que por la mala fe de las personas, se estaban perdiendo.

Mis ojos se abrieron, y fue cuando seguramente el shinobi se daría cuenta de que una pequeña… ¿lagartija? Sí, un reptil, estaría saliendo de sus ropajes mientras que parecía olfatear el ambiente, era gracioso pero a la vez intrigante, aunque lo que más me intrigaría sería que el chico ni se inmutaría, pues a decir verdad era algo normal para él. – Ya veo – Expresaría cuando diría el nombre de la que parecía ser su amiga o su mascota, no sabía cómo tildar a ese tipo de animales. Seguramente para Ryu, esa pequeña amiga sería más como un eslabón de su familia, por lo que no dije nada y me quedé callada, con una expresión fácil agradable y sin juzgar cuán raro era aquello. Querría preguntar, pero no quería ser desagradable ni sonar inculta.

Fue lo que siguiente que preguntó que me sacó de aquella duda sobre si debía o no debía preguntar acerca del reptil. ¿Qué pensaba yo acerca del Imperio? Carraspeé y aclaré la voz tras el primer trozo de pescado que tomaría. Un trago de agua ayudaría. – Sinceramente, os tienen totalmente lavado el cerebro – Expresé tajante. – Bueno, les tienen en este caso, aunque tú te aprovechas de la protección y recursos, así como privilegios, por mucho que pienses distinto a “los de arriba” – Enmarqué las últimas palabras con mis dedos índice y corazón. Mis pensamientos solían ser bastante tajantes, para mí en muchos aspectos no había grises, las cosas eran negras o blancas, y muchas veces solía tener problemas o causar incomodidad. Por muchos años yo me habría callado cosas para no causar eso mismo, pero ya habían pasado.
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La respuesta de Gea en relación al imperio no sorprendió demasiado a Ryu, viniendo de alguien que no vivía bajo su yugo. Soltó un suspiro, ya que tenía toda la razón─. Bueno, eso es evidente, si no les comieran el coco a sus ciudadanos tarde o temprano acabarían revelándose contra ellos. Llevan ya muchos años controlando las 4 principales naciones, así que han tenido tiempo de sobra para esparcir su veneno ─comentaría con un evidente tono resignado, como si ya hubiera normalizado aquel hecho ya que tenía pocas esperanzas de que la cosa fuera a cambiar. Él quería creer que vivía al margen de las cadenas del imperio, pero por su actitud quedaba claro de que su veneno también le había intoxicado un poco a él─. Me gustaría poder mandarles a la mierda y no depender de ellos, pero el aire no se come ni mis deudas se pagan solas ─se encogió de hombros y se acabó todo el vino de su copa de un trago.

Después de aquella breve pausa para charlar, el hombre reptil volvería a centrarse en el pollo para seguir comiendo. Fue bastante rápido, así que al final tan solo le quedaban los chips por lo que se los acabó también en un par de puñados. Sus labios se habían enrojecido un poco por el picante, pero no hizo gesto alguno de molestia; aparentemente estaba bastante acostumbrado─. En este sitio ponen muy poca comida... Si el segundo plato es igual, me voy a quedar con hambre.
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Lady
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Como persona a la que su futura siempre le ha importado y más o menos siempre tenía calculado su siguiente paso, hacía que la situación de muchas personas pareciera una pescadilla que se muerde la cola. Para las gentes que no tenían un poder divino entrenado como lo era el chakra entendía que se refugiasen donde buenamente podían, un lugar donde claramente pudieran estar durante toda su vida sin preocupaciones de ningún tipo era sin duda el mejor de los lugares para ellos. Pero era distinto en el caso de los portadores de chakra, sin duda, aquello era lo que sin duda me ponía enferma, pero claramente aquel contenedor de chakra que tenía delante decía la verdad, no notaba vibración ninguna, y aunque mi desconfianza nunca se iría, podía estar más tranquila. Además, tenía algo, no sabía el qué, que me atraía.

– Llevan muchos años, espero que algo haga que todo cambie – Expresaría mientras que seguía comiendo. No era una respuesta para el chico, si no era algo que yo misma había expresado para mí, como un mantra hacia el futuro que sabía que me esperaba. Aunque algo notaba que le rondaba la mente al joven, quizás algún pensamiento, aunque no pregunté, simplemente me quedé mirando lo rojo de sus labios mientras que un pequeño e imperceptible suspiro saldría de mi ser. Yo misma me daría cuenta y me lanzaría al vaso con agua para beber un buen trago, ¿qué había sido eso?
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─ Llevan muchos años, espero que algo haga que todo cambie ─Ryu torció un poco el rostro en reacción a aquella respuesta. Él tendía a ser una persona llena de optimismo, pero cuando la cosa cambiaba un poco cuando se refería al imperio. Incluso antes de que Boshoku tomara el control del continente, el anterior imperio del Rayo ya le había arrebatado más cosas que las que le había dado. Durante toda su vida, no había dejado de ver las desgracias que los movimientos imperialistas causaban y el gran poder que poseían. No creía que el mundo fuera a cambiar, por eso prefería adaptarse a las circunstancias y sacarles el mayor provecho posible; una postura bastante pasiva para un hombre tan lleno de entusiasmo como él, dejando claro una vez más que aún no había roto esas cadenas.

Centrado en aquella deliciosa comida, habría dejado de prestar atención a la mujer para de una vez acabar con el plato, así que los repentinos nervios que le habían dado por su imponente presencia desaparecieron. A nada estuvo de levantarlo para lamerlo, pero luego recordó que estaba en un restaurante "de clase" y que algo así podría desentonar bastante. Uno de los camareros, mostrando una eficiencia impresionante, nada más vio que había acabado se llevó el plato y le trajo el tartar de ternera. Kutsuki lo había pedido sin saber lo que era, así que fue una buena sorpresa descubrir que se trataba de carne cruda. Sus ojos se iluminaron con la ilusión de un niño que ve un juguete nuevo, y se puso a comer con la misma ansia que antes.

¿Tu no te pides otro plato? Solo con ese pescado te vas a quedar con hambre ─le preguntaría en el momento que se estaba sirviendo su tercera copa de vino. Mostraba tener una tolerancia inhumana al alcohol, aunque aquel rubor característico de los que lo consumen ya había aparecido en sus mejillas y nariz─. Aunque ahora que lo pienso... Más tarde podría ayudarte yo con eso ─esbozó una sonrisa pícara de medio lado tras su ocurrencia mientras la miraba a los ojos. Estaba claro que el vino estaba empezando a soltarle la lengua.
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Le notaría aquella preocupación en la mirada y en el gesto torcido cuando de mis labios salieran las últimas palabras sobre el Imperio. No era que me hubiera mentido, pero quizás no me había contado toda la verdad, así que por eso mismo mejor tendría que mantener las distancias con aquel chico o un terrible futuro me aguardaba. Sonaba quizás demasiado epistemológico, pero prefería no inmiscuirme en mi presente para tener problemas en el futuro.

Algo me hizo medio cambiar el ámbito de la conversación, y fue aquella mirada de niño que acababa de recibir un juguete nuevo. Devoraba la carne de forma ansiosa, como si su ser estuviera predeterminado a comer carne cruda sin dificultad, y por un momento recordé aquellos dientes y su lengua. Quizás se trataba de un espécimen como el que me había encontrado en la isla del País del Agua. ¿Material genético avanzado o quizás simple un Kekkei Genkai sin descubrir por mi parte? Debía llegar hasta el futuro del asunto. > ¿Todo por la ciencia, no, Gea? < Diría para dejar escapar una sonrisa que sencillamente se podría atribuir a verle comer de aquella forma. – Así quedaré bien, no te preocupes – Expresé, a decir verdad todavía me quedaba medio plato y comenzaba a llenarme. No era de comer mucho, la verdad, me estómago era reducido y además tampoco me gustaba sentirme llena.

Un nuevo comentario seguido de aquella mirada y sonrisa pícara encendió de nuevo el fuego que por un momento y gracias al “todo por la ciencia” se habría ido. Mordí mi labio inferior de forma ligeramente instintiva y pinché un trozo de pescado para llevármelo a la boca. Tras aquello bebería agua. – ¿Tienes algo que hacer más tarde? Conozco un hostal cerca de aquí si te quedas con hambre, la comida dicen que está deliciosa también – Directa y sin muchas intenciones que no se pudieran ver. Hacía mucho tiempo que no habría estado con un hombre y me apetecía divertirme, quizás aquello me animaría y me resolvería dudas. También tenía que recordar aquel libro que todavía tendría entre la ropa, quizás con aquello me despejaría la mente y entendería todo mejor. Quién sabe.
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Siendo totalmente sincero, Ryu después de haber soltado aquel atrevido comentario se había puesto un poco nervioso, aunque su actitud y el alcohol le ayudaran a ocultarlo. Tan solo habían tres posibles opciones: que se ofendiera y se fuera, que actuara como si fuera una broma y ignorara sus intenciones, o que le siguiera el juego. En 2/3 de las posibilidades salía perdiendo, así que no tenía muchas esperanzas y más tratándose de una mujer tan introvertida.

Sin embargo, todo apuntaba a que sus dotes de cortejo estaban funcionando. La respuesta de la kunoichi encendió una pequeña llama en la mirada seductora del galán. Volvió a dejar la botella de vino en la mesa y apartó a un lado su copa; después de analizar la situación, sabía que no le convenía emborracharse más─. Mi apetito es infinito, así que eso no lo dudes ─comentaría mientras alzaba una ceja. Entonces, tratando de ser lo más disimulado posible, acumuló un poquito de chakra en su lengua y hizo un seseo casi imperceptible; su lengua rápidamente captaría las hormonas de Gea, confirmando al hombre reptil que estaba receptiva a su cortejo─. Aunque tuviera algo que hacer, no puedo negarme a una propuesta así y menos si me la hace una mujer como tu.

Mientras todo esto pasaba su pequeña lagartija otra vez se había asomado por el bolsillo, pero esta vez para mirar a Gea con unos ojos llenos de puro odio y gruñendo, aunque más que miedo casi era adorable por su tamaño y su tono agudo. Kutsuki se dio cuenta de lo que estaba pasando y rodó los ojos mientras le daba un golpe en la cabeza con el dedo, no demasiado fuerte sino para darle un toque de atención─. Ché, no me seas celosa o te quedas sin postre.
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Era gracioso cómo el destino se las había arreglado para colar aquella situación que había empezado en medio de la una biblioteca y simplemente el hecho de una mirada cruzándose haría que el día terminase de manera distinta a como empezó. Quizás era algo que necesitaba después de tantos días de búsqueda y estrés, quizás era el premio que merecía haber encontrado al menos una pista de lo que buscaba. La comida estaba siendo rápida y realmente aquello parecía más bien el primer plato de un día calentito donde dos personas adultas acabarían haciendo cosas de adultos.

Mi mirada se dirigió directamente a la del chico, cuyas pupilas casi se dilatarían tanto que podía percibir que el alcohol había hecho ligeramente efecto en sus acciones mas no en su habla. De nuevo no alcanzaría a encontrar una sola mentira ni mala intención en las palabras del joven, y como nada me echaba hacia atrás, hice un pequeño justo a la mesera para que nos trajese la cuenta. No había mucha más razón para quedarse allí, pues todas las cartas estaban sobre la mesa y me cansaba jugar cuando ya sabía de la jugaba y la baraja que manejaba aquel chico. Aunque lo que sí me haría gracia sería como la mirada de su acompañante destilaría ligero rencor y odio, además de que las palabras del chico terminaron por que mis sospechas de que no le caía muy bien a la reptil. No me importaba mucho, aunque sí que me consideraba una persona bastante animalista, siempre teniendo en cuenta que estaba yo antes de cualquier animal, claro. – Me vas a odiar más de lo que crees – Diría mientras que pegaba la comida y esperaba a recibir la vuelta. – ¿Kumogakure estaba en el País del Rayo, cierto? Creo que me pasaré también en unas semanas a ver como está el panorama por allí, quizás podemos vernos también, ¿te parece? – Pregunté a la vez que veía como la camarera traería la vuelta, cogiendo varios billetes y dejando todas las monedas como propina por el servicio.

– ¿Nos vamos? – Pregunté levantándome ligeramente de la silla y giñando un ojo al joven del Rayo que me acompañaba.
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