— ¿Será esto una buena idea? — Como medida de entrenamiento, cierta persona le recomendó presentarse en el famoso coliseo del País del Viento. Por lo que ha investigado, aquel lugar tiene una gran cantidad de público que incluso apuesta en cada combate. Eso significa que, en caso de participar, todos sabrán que el humilde comerciante posee habilidades ninja. Eso le complica, pues puede afectar su libre movimiento por todas las naciones y también tratos comerciales que tenga con aliados. ¿Tal vez lo mejor es simplemente buscar otra opción? O… puede fingir ser otra persona.
Una pequeña risa escapa de sus labios. — Sí, Samuru, eres un genio. — Su primera idea es no enseñar sus habilidades de clan, las cuales además utilizó tiempo atrás en esa famosa guerra a la cual acompañó al viejo Hirose. En esa oportunidad mintió por su nombre, pero enseñó aquel temible dragón que es capaz de crear. Si vuelve a usarlo a la vista de tanta gente, posiblemente se corra el rumor de su participación. Pues, hasta el momento, no ha escuchado más rumores sobre usuarios del Kujaku Myoho, al menos no fuera de la misma Hoshigakure. El desprenderse de estas variantes tan importantes en su arsenal de jutsus puede dejarlo en desventaja, pero él, en esta oportunidad, no busca una victoria. Lo que el de sombrero desea es entrenar y poner en práctica el conocimiento teórico aprendido. Espera poder tener buenos resultados en su evolución.
La otra medida de su plan es usar un disfraz. Unos lentes, una banda en el cabello, ropa combinada con negro y verde, incluso una capa. Parece un auténtico superhéroe que lucha por la justicia. Al inscribirse en el coliseo lo hizo con el nombre de Gran Saiyaman.
Y, sin esperar demasiado a prepararse, llega la hora adecuada. Él espera tranquilo en el camarín designado y uno de los trabajadores se acerca a avisarle que debe salir a la arena. Él solo suspira, se relaja. Por lo que entiende, ahí no se puede morir. Pero uno nunca sabe, siempre puede aparecer el legendario tryhard con una cantidad ilimitada de técnicas que nadie puede balancear dentro de estándares normales en el mundo ninja. Si bien Samuru no es un shinobi como tal, sí ha recibido el entrenamiento correspondiente. Con el paso de los años, su nivel debe estar en el de un jounin, aunque no posea ese título como tal.
— Desde el lado azul, aparece aquel hombre que no perdona a los que trabajan por el mal, el hombre que lucha por la justicia. — El público no entiende nada, jamás han oído de alguien así. ¿Será extranjero? ¿Vendrá desde muy lejos? ¿Acaso pertenecerá a aquellas tierras secretas que aún el mundo no logra descubrir? — ¡Reciban con aplausos al Gran Saiyaman! — Samuru da un salto con una pirueta hasta situarse donde corresponde en la arena. Su vestimenta llama la atención, sobre todo de los más pequeños del hogar. Algunos lo encuentran ridículo, otros tienen la impresión de estar frente a un héroe de época, de aquellos que solo nacen cada 50 años. Solo el desarrollo del combate entregará la versión oficial.
De brazos cruzados, el supuesto justiciero espera la presentación y aparición de su rival. ¿De quién se tratará?
Una pequeña risa escapa de sus labios. — Sí, Samuru, eres un genio. — Su primera idea es no enseñar sus habilidades de clan, las cuales además utilizó tiempo atrás en esa famosa guerra a la cual acompañó al viejo Hirose. En esa oportunidad mintió por su nombre, pero enseñó aquel temible dragón que es capaz de crear. Si vuelve a usarlo a la vista de tanta gente, posiblemente se corra el rumor de su participación. Pues, hasta el momento, no ha escuchado más rumores sobre usuarios del Kujaku Myoho, al menos no fuera de la misma Hoshigakure. El desprenderse de estas variantes tan importantes en su arsenal de jutsus puede dejarlo en desventaja, pero él, en esta oportunidad, no busca una victoria. Lo que el de sombrero desea es entrenar y poner en práctica el conocimiento teórico aprendido. Espera poder tener buenos resultados en su evolución.
La otra medida de su plan es usar un disfraz. Unos lentes, una banda en el cabello, ropa combinada con negro y verde, incluso una capa. Parece un auténtico superhéroe que lucha por la justicia. Al inscribirse en el coliseo lo hizo con el nombre de Gran Saiyaman.
Y, sin esperar demasiado a prepararse, llega la hora adecuada. Él espera tranquilo en el camarín designado y uno de los trabajadores se acerca a avisarle que debe salir a la arena. Él solo suspira, se relaja. Por lo que entiende, ahí no se puede morir. Pero uno nunca sabe, siempre puede aparecer el legendario tryhard con una cantidad ilimitada de técnicas que nadie puede balancear dentro de estándares normales en el mundo ninja. Si bien Samuru no es un shinobi como tal, sí ha recibido el entrenamiento correspondiente. Con el paso de los años, su nivel debe estar en el de un jounin, aunque no posea ese título como tal.
— Desde el lado azul, aparece aquel hombre que no perdona a los que trabajan por el mal, el hombre que lucha por la justicia. — El público no entiende nada, jamás han oído de alguien así. ¿Será extranjero? ¿Vendrá desde muy lejos? ¿Acaso pertenecerá a aquellas tierras secretas que aún el mundo no logra descubrir? — ¡Reciban con aplausos al Gran Saiyaman! — Samuru da un salto con una pirueta hasta situarse donde corresponde en la arena. Su vestimenta llama la atención, sobre todo de los más pequeños del hogar. Algunos lo encuentran ridículo, otros tienen la impresión de estar frente a un héroe de época, de aquellos que solo nacen cada 50 años. Solo el desarrollo del combate entregará la versión oficial.
De brazos cruzados, el supuesto justiciero espera la presentación y aparición de su rival. ¿De quién se tratará?