Kuchiyose no Jutsu: Blair no Nekokamura
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27 de diciembre, 15 DK
Sur del País de las Olas, asentamiento portuario

Siempre había sido un tipo que trabajaba mejor solo. Únicamente trabajaba solo. Estaba solo para todo. Y no es que no viese utilidad en los grupos (que de hecho consideraba que, estratégicamente, la superioridad numérica era un puntazo a favor), sino que simplemente congeniaba mejor con su propio ser. Los incompetentes que había debido comandar (sí, porque aunque no le tocase, terminaba liderando todas las operaciones conjuntas por su forma de ser) tuvieron que hacerle caso para no morir, y cargar con dar instrucciones y poner parches en los huecos que dejan los aliados no era nada conveniente.

A veces necesitaba una mano. No, en realidad no la necesitaba, la quería. Pero una mano útil, que fuese más como él. Había enfrentado animales de invocación con anterioridad, y conocía variados shinobis que habían estampado su firma con sangre en algún legendario pergamino, sellando un contrato perpetuo, vitalicio, con un animal ninja. Criaturas extrañas si las había. Seres vivos que no eran humanos y podían comunicarse, que tenían sus propias ciudades y hogares totalmente ocultos, así como las aldeas ocultas, pero de acceso imposible para los shinobis corrientes. Las sociedades de las invocaciones eran sumamente avanzadas, y en ellas se encontraba una sabiduría digna de admirar hasta para los más eruditos de las artes del Ninshu. Le parecía muy solemne todo el tema, pero solían decir que la invocación que le tocaba a un shinobi era aquella que era más compatible con él: tanto en especie como en personalidad y forma de ser.

Sentado en el tejado de un edificio del puerto de aquella pequeña villa, Aoi se mordió el dedo. Frunció el ceño por el dolor, haciendo una mueca. Una gota del líquido rojo rico en plaquetas cayó sobre el suelo, y juntando sus manos, el joven ninja de Konoha imitó los sellos típicos del ultraconocido jutsu de invocación. — Kuchiyose no Jutsu. — Vociferó las palabras mágicas mientras juntaba sus manos en el sello del tigre, finalizando la cadena. Una pequeña humareda se hizo lugar, y frente a él la criatura apareció.

Kuchiyose no Jutsu

Su aura era fuerte. El peliazul pudo sentir su presencia aún antes de hacer contacto visual. Tenía un gran chakra, digno de admirar para no ser un shinobi. Tras disiparse la pequeña voluta que impedía la correcta visión, allí se dejó ver. Acicalándose, un gato negro con un peculiar sombrero del mismo color frenó con su acto. Clavó sus ojos amarillos en Aoi, pero no se inmutó. A diferencia de cualquier gato corriente, no se puso en posición de alerta ni a la defensiva. Lo peinó de arriba a abajo con sus orbes ámbar, y tras limpiarse los ojos con su pata, luego de lamerla, finalmente habló. — Hola.

Aoi no terminaba de comprenderlo. Se imaginaba otro tipo de animal, pero no estaba decepcionado. Al cabo de un par de segundos le sonrió, acercándose con su mano abajo, intentando pedir permiso para tocarlo. — Hola, amiguita. — La felina frunció el ceño extrañado y luego se echó un poco atrás. — Estás claro de lo que acaba de pasar, ¿verdad? Soy Blair, nin-neko de Nekokamura. Estaba esperando que me tocase en algún momento contactar con uno de ustedes, pero no creí que fuera a ser tan pronto. — Lo observó desde abajo y luego formo una especie de sonrisa felina. Aoi rectificó, poniéndose recto y retirando la mano. — Sí, comprendo. Mi nombre es Aoi. Siento la impetuosidad, pero tenía un rato libre y recordé que hacía tiempo quería hacer esto.

— ¿Y por qué? ¿Qué te llama a querer firmar un contrato con uno de nosotros? — Aoi reculó un instante su respuesta, pues se iba a apresurar en hablar. — No es que lo necesite. En realidad lo quiero. En Konoha hay una creencia de que el animal que logras invocar es un reflejo de ti mismo y te complementa. Quiero averiguarlo. — Blair chasqueó su lengua y se puso de pie, comenzando a andar hacia el joven y pasándole entre las piernas, formando un ocho mientras lo rodeaba, hasta volver a pararse frente a él. — Primera respuesta correcta. En eso tienes razón, aunque no te conozco para confirmarlo. — Levantó su pata delantera derecha como si fuese un índice humano. — Pero no puedo dejarte firmar un contrato tan fácilmente. Si lo hago, quedaré atada a ti de por vida, y no sé si seas digno todavía.

— ¿No lo sabes? Si empecé bien. Vamos, dispara. — Aoi se impacientaba. Quería descubrir si era cierto. — Te haré un par de preguntas, Aoi. Dijiste que eras de Konoha, ¿eh? Generalmente no nos metemos en los conflictos de los humanos, pero yo estoy muy interesada. — Realizó una pausa y se relamió. — ¿Dónde estás posicionado? Tu aldea es la única de las grandes que tiene un kage como tal. ¿Estás a favor de eso? ¿O crees que el rol del emperador es más eficiente?

Lo agarró un poco fuera de lugar, pero Aoi se mostró sereno desde que oyó la pregunta. — Yo estoy con la Hokage, sí. Pero todo el tema de los bandos me da lo mismo. Digo, me sirve que existan intereses contrapuestos, después de todo vivo de cumplir encargos para los diferentes bandos. — Ladeó la cabeza. — Sí, no tengo problemas en posicionarme del lado de la Rebelión. No tengo preferencia política, o al menos mi visión ideológica no coincide con ninguno de ambos bandos. Estoy donde debo estar, y no tengo intención de permanecer mucho en Konoha, si es tu preocupación. — Blair abrió los ojos y negó. — No, no. De hecho, me interesaría conocer Konoha. Pero no tienes que ser tan tibio conmigo. ¿Crees que el mundo shinobi va encaminado en su rumbo actual? — Aoi negó rotundamente. — Para nada.

— ¿Y entonces? — Repreguntó la felina. — Es irrelevante lo que yo opine. Desde mi visión del mundo yo sólo puedo adaptarme y sobrevivir como sea. ¿Qué podría cambiar? Digo, impactar en el esquema actual es prácticamente imposible. — Asintió repetidamente Blair, caminando de lado a lado. — Opinamos igual. No creo que sea imposible de cambiar, pero creo que aspirar a irrumpir desde fuera de las dos posturas es inútil. Son dos fuerzas de choque que tienen tal inercia que se llevarían puesto a cualquiera que intentase interferir. — Tras una breve pausa, retomó la palabra. — Sí sabes que si pactamos no podrás desprenderte de mí, ¿verdad? Nuestras almas estarán condenadas a permanecer juntas por siempre. En Nekokamura creemos fielmente en ello.

— No te conozco de nada, Blair, pero los animales son los únicos seres a los que puedo respetar aún sin saber nada de ellos. No son nada parecidos a los humanos, ¿sabes? Y eso que hablas... y ahora estás hablando de política. — Aoi carcajeó y se giró hacia la nekonin, que ya estaba invocando un gigante pergamino entre ambos. Había sido tras una tanda de sellos realizada con sus felinas patas, entrelazando garras y deditos bastante pequeños. — Está claro que tienes espíritu felino. Espero que el jutsu de invocación no se haya equivocado. Bienvenido a la sociedad de Nekokamura, Aoi. — Blair adoraba los conflictos del mundo humano. No porque le gustase el caos, sino porque el politiqueo y la distribución del poder, además de las acciones humanas, eran mucho más enrevesados que en la ciudad perdida, donde el consejo de gatos mayores y menores no eran más que un grupo que decidía lo mejor para su hogar. Los gatos habían permanecido sin librar guerras contra otros reinos durante décadas, y así pensaban seguir. Quizá apoyar a un humano que parecía ser fiel a los animales era lo mejor para ella, era momento de cambiar de aires.

Aoi estampó a sangre su firma tras un interminable listado de nombres, en su mayoría ya ilegibles o poco reconocibles, con caligrafías de lo más diversas, denotando costumbres diferentes a lo largo de todo el continente y la zona insular de su mundo. Ahora el último renglón proclamaba: Aoi. Era oficialmente el compañero de Blair, la nekonin de Nekokamura.

BLAIR
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