Última modificación: 05-03-2024, 09:37 PM por Narrador Ñ.
~ 9 de Enero, Año 16 D.K. ~
Costa oeste del País del Rayo
Teñida la estampa costera de un gris opaco, tan intenso como sobrecogedor e inoportuno, se alzaba sobre el fondo del interior de la costa de forma inesperada la forma inconcebible de un ser, su aspecto inenarrable es tan par a su majestuosidad como a su poder, y previo a su despertar, en la zona se comenzó a sentir como un mal que estaba a punto de desatarse.
Los primeros que presintieron la catástrofe que estaba por venir, fueron como siempre los animales autóctonos. Los peces fueron los primeros de todos en prevenirse y abandonaron conjuntamente las aguas circundantes por kilómetros, la gaviotas pronto volaron despavoridas lejos de allí, poco importaban sus nidos o sus huevos para lo que acontecía. Y los seres de la tierra, desde el primero hasta el último, huyeron de su hábitat en una desbandada sin igual.
Por otro lado, los nativos del país que residían en pequeñas aldeas costeras y del interior cercanas a la costa, se extrañaron del comportamiento de las aves y otros mamíferos, los más ancianos lo presagiaron, un terrible mal estaba a punto de ocurrir. Y con premura, aunque fueron los últimos en leer las señales, abandonaron todo para resguardarse más al interior del país, otros en cambio lo pusieron en duda, pero no tardarían en lamentar su descuido.
~ La calamidad ~
Y así fue como la marea se quebrantó, agitada y violenta, el propio mar se sobrecogió ante su despertar y se inestabilizó, las corrientes se cortaron, las olas crecieron y su fondo sucumbía. Centenares de metros mar adentro emergió del lecho marino una figura de inabarcables dimensiones, el nivel del mar se contrajo hacia esta tras comenzar a salir, atrayendo hacia sí misma millones de litros de agua, pronto la superficie fue tomando cuerpo. Las nubes de tormenta ennegrecieron todo enmarcando la desgracia que estaba por acontecer, la tarde caía y con ello la luz se ausentaba, los estragos comenzaron a producirse, fuertes vientos azotarían la costa y temblores terrestres azotarían el suelo de aquel paraje. Se empezaba a notar a kilómetros de allí que algo estaba pasando en la costa oeste del país.
Los minutos poco a poco empezaron a dar paso a estruendos inenarrables provenientes de algo que escapa de la concepción de este mundo, algo fuera de los márgenes de la comprensión social actual tomaba presencia y se alzaba en el mar, una basta criatura de tiempos pasados casi tan antigua como el propio mundo, rompía con los mitos y las historias contadas de generación en generación y se hacía presente, real, inconmensurable y sobre todo, salvaje y destructiva. Fue entonces cuando ocurrió el estallido, la gigantesca bestia salió de su letargo para activarse, provocando maremotos en la costa en la que se encontraba, el agua tragó a la tierra decenas y decenas de metros al interior llevándose por delante a incautos y descuidados que querían presenciar aquello con sus propios ojos, sin embargo, es lo último que verían.
Y así fue como la bestia de 8 colas, Hachibi, el pulpo buey cargó un tremendo bramido al cielo, sacudiendo todo a su paso como un torrente insondable que se expande atizando las cercanías, aquel retumbar se escucharía a decenas de kilómetros. Sus tentáculos se extendieron y sus brazos aguantarían sus toneladas de peso, y tomaría camino hacia la playa, arrastrando su enorme masa y creando consigo un peligroso oleaje. La criatura, cegada por su indómita naturaleza gemía mientras recobraba su movimiento, recordando que era ser tan inabarcable y tan único, pues cuando el esplendor de su cuerpo ya figuraba en su mayor parte fuera del agua, volvió a lanzar un nuevo bramido con el afán de desafiar a todo aquello que aguardaba atemorizado en la tierra por su llegada, ensordecedor y primigenio, pues la bestia aguardaba en su memoria hechos del pasado, y aunque su conciencia estaba perdida en su salvaje raciocinio, sabía que allí en tierra firme aguardaban seres que eran sus enemigos, por lo que tras cerrar la boca, aguardaría unos segundos, su pecho se infló, sus gruesos dedos como troncos se clavaron al suelo y sus tentáculos tomaron con sus ventosas firmemente la tierra bajo el agua, tensándose para lo que estaba a punto de hacer.
Su hocico se abrió y se empezaron a percibir pequeñas partículas negras orbitando alrededor de su boca, poco a poco crecían en número y tamaño, siendo atraídas hacia un epicentro justo en frente de esta, y un orbe se creó, negro como el mismo vacío, concentrado y devastador, alimentado por más y más partículas fue cogiendo anchura y altura. El ambiente vibró y las formaciones rocosas que se levantaban sobre el agua de aquella playa comenzaron a derrumbarse, aquella esfera negra aplacaba y brillaba sin luz, era una energía extinta, tan destructiva como antigua, que transmitía un tintineo que haría poner en duda cualquier tipo de existencia sobre la faz de la tierra, y aquella bestia desatada la invocaba más y más, hasta que la vio lista, después de ello, todo se volvió un flash cegador. Aquella mole de energía reventó hacia el frente, devastando todo a su paso y acabando con todo lo que se oponía a su enorme poder, el Hachibi se mantuvo fijo con sus gigantes tentáculos a pesar de la potencia que lo empujaba, pero él era el macabro ejecutor. El estallido se alargó durante unos segundos, dejando desolación y la misma nada dentro de un rango que se medía por centenares de metros, haciendo un socavón de grandes dimensiones que provocaría la entrada del mar. Aquello era un poder tan incalculable que podía cambiar en un abrir y cerrar de ojos el paisaje de una forma sobrecogedora, la situación allí era totalmente irreparable. El 8 colas bramó una última vez, de nuevo desafiando, un bramido retador para todo aquel que osara plantarse ante él, majestuoso y salvaje, y a la vez era un aviso al mundo, la bestia andaba desencadenada.