Mientras caminaba, podía de vez en cuando notar su aspecto, el cual había cambiado considerablemente en tan solo unos cuantos meses, su semblante contento y ojos llenos de energía ahora estaban siendo remplazados por algo crudo, lleno de lo que solo podía ser descrito como energía maligna, sus ojos ahora vivían inyectados en sangre, ira podía sentirse aún en su mirada. Su cabello, ahora largo, estaba lleno de suciedad acumulada, de quién sabe qué; el camino a una mejoría sería largo y arduo, pero por algo debía comenzar.
El primer paso sería mejorar su condición física, el mundo en el que vivía era lamentablemente uno de batallas, de supervivencia del más apto, la paz era algo efímero y subjetivo, por lo que siempre debía estar preparado para cualquier tipo de situación que se presentase. También necesito dinero para comer. Pensó Tobias mientras seguía caminando, no conocía de otra manera para ganar dinero que completar misiones sencillas para la aldea o grupos selectos y, lamentablemente, todos ellos necesitarían de un individuo apto para completar con éxito sus objetivos.
Qué mejor manera de hacer eso que dirigirse a algún centro de entrenamiento privado, un gimnasio inclusive, pero no, debía probar más que eso, no era solo lo físico lo que necesitaba acondicionar, era también su uso del chakra, de esa energía casi mágica que le permitía a él y a muchos más a crear y usar habilidades increíbles, capaces de generar daños considerables a áreas grandes si se usaban con poca delicadez.
Para esto tendría que salir de la aldea, alejarse un poco de ella, ir a un sitio donde la llanura sea amplia y los árboles no tan cercanos, si quería usar todas sus habilidades prefería hacerlo sin causar estragos o llamar tanto la atención, sería bueno tener a alguien con quien entrenar también, ¿no? La respuesta a esto era un evidente sí, pero en este punto no conocía a nadie que pudiese ayudarle, quizás ir al coliseo sería una buena opción, pero implicaba un viaje que no podía costearse de momento.
Continuó caminando, saliendo de la aldea y llegando a pasar unos sólidos cuarenta minutos de trayecto hasta lo que sería un buen sitio para asentarse y empezar a entrenar. El espacio era grande, casi del tamaño de dos campos de fútbol unidos, parecía que alguien más había estado allí por las huellas de una reciente batalla, pero fuera de eso, parecía ser un sitio tranquilo, quizás un poco propenso a visitantes inesperados.
Estando allí, el moreno tomó su gran abanico, el cual estaba cerrado de momento y empezó a blandirlo como si de un gran espadón se tratase, moviéndose de una manera lenta, pero elegante por el lugar, calentando su cuerpo después de tanto tiempo fuera de forma.