Un par de ojos se abrieron dentro de la oscura habitación, poco podían divisar, pero junto con los otros sentidos, la entidad podía notar que se encontraba acostado en una cama no tan cómoda, viendo al techo y con unos cuantos músculos adoloridos. Su mente estaba un poco confusa, como si una neblina pesada estuviese haciéndose espacio en su psique, no recordaba qué había pasado en los meses anteriores, no recordaba siquiera cómo había llegado allí.
Ah… De repente vino a él como si de un ataque se tratase, las memorias de lo que pasó hace un par de meses, de cómo unas figuras habían entrado al despacho de su padre mientras ambos estaban teniendo una conversación y lo habían asesinado. ¿Cómo lo había permitido? Quizás fue la comodidad en la que ambos se encontraban, dentro de su hogar, ahogados bajo un falso sentido de seguridad.
Todo había ocurrido en un parpadear, para cuando el moreno había vuelto en sí, su padre yacía en el suelo, decapitado, con una nota en su pecho que uno de los atacantes estaba dejando lentamente, ¿por qué lo ignoraban? ¿Era su presencia tan nula para estos que decidieron simplemente pasar de él, o quizás su objetivo era tan importante que nada más demostraba tener valor? Fuese lo que fuese, aquello los llevó a cometer un error, uno que pagaron instantes después, cuando el aire a su alrededor fue completamente eliminado, haciendo caer a ambas figuras en un momento de depravación que duró no más de dos minutos.
Con pasos lentos y llenos de dolor, el joven Lloyd se acercó a su padre, tomando el pequeño sobre en su pecho, abriéndolo, casi sin poder ver realmente lo que estaba haciendo, sus ojos llenos de lágrimas, con temblor en sus dedos logró sacar el pedazo de papel que contenía solo un par de palabras: “Por el Imperio”.
El mensaje era claro, habían descubierto la ayuda que su padre había estado ofreciendo a grupos disidentes, prestando servicios en sus líneas de ferrocarriles. Su padre había hecho esto bajo la lógica de ser el único ente que prestaba dichos servicios, pero claramente había trazado una raya que lo llevó a morir bajo las manos autoritarias del Imperio.
Su mente volvió al presente, observando de nuevo el techo oscuro de la habitación, las sabanas se sentían ásperas, su garganta estaba seca, movió su brazo con mucha dificultad para encontrar que no tenía nada a su alrededor, las mesas estaban vacías, las botellas en el suelo vacías también, ¿había llegado el día? No, no tengo las energías de afrontar esto hoy.
Su cabeza volvió a retumbar, esta vez llevándolo a pequeños fragmentos en los que se encontraba enteramente consiente, momentos que lo atormentarían de por vida, luces, sangre, drogas, alcohol; una mezcla de escenas se reprodujo en su mente como si de un cine antiguo se tratase, entre ellas vio personas que ya no existían, personas que murieron por su culpa, ya fuese de manera indirecta o por sus propias manos.
Volvió de nuevo en sí, se forzó a sentarse en la orilla de la cama, sus pies tocaron el suelo por lo que parecía ser una primera vez en mucho tiempo, se sentía helado al contacto, húmedo, inclusive. Sus ojos aún estaban ajustándose, pero pudo ver el destello de varias agujas que sobresalían de la alfombra color escarlata, ¿qué contenían esas jeringas? Probablemente cualquier cosa que se le pudiese ocurrir al moreno.
Su cabeza retumbó de nuevo, pero no trajo memorias esta vez, solo dolor, un dolor punzante que lo forzó a buscar algo que le ayudase, sus manos se aferraron a las sabanas en su regazo, quería volver a su estado anterior, uno donde las sensaciones estuviesen completamente cubiertas por algo más, donde su mente no divagara a tantas memorias dolorosas.
Su cuerpo se fue al suelo, buscando desesperadamente algo con que saciar su necesidad, sus manos eran temblorosas, habían perdido por completo la firmeza que una vez tuvieron, agujas lo estaban lastimando, pero no importaba, aún debía quedar algo, ¿dónde? ¿Dónde? Su desesperación incrementando con cada segundo que pasaba, su mente cada vez más
ganando la batalla por hacerlo recordar.
―¿¡Dónde!? ―Sus ojos se llenaron de lágrimas, ya había perdido la batalla, sus puños ahora cerrados golpeaban una y otra vez el suelo, su cuerpo completamente enrollado en sí mismo, el dolor se había abierto paso, el dolor de incontables eventos que él mismo bloqueó, todos ahora invadiéndolo, forzándolo a revivirlos.
Intentó levantarse, fallando estrepitosamente, simplemente logrando impulsarse al frente chocando su cuerpo contra una parte de la chimenea que su habitación tenía. Quién diría que su vida era tan ostentosa antes, ahora él era solo un caparazón vacío, una entidad de puro dolor de su antiguo ser. Ya no tenía nada, familia, amigos, confianza, todo había sido removido de su vida por una cosa u otra.
Sus ojos se cerraron, forzándolo a dormir en un cansancio acumulado, su próximo despertar sería el definitivo, uno en el que decidiría cambiar para mejor. Sin saberlo, una figura se estaba abriendo paso entre el desastre, alguien que había estado observando todo desde lejos, esperando el momento necesario. En su mano derecha tenía un pequeño libro, el cual dejó justo en frente del joven moreno, era lo único que quizás podría salvar a esta pobre alma del hueco en el que se estaba hundiendo.
Un día entero después, el moreno volvió a despertar, esta vez con un fuerte dolor en el estómago, necesitaba comer, su mente esta vez más calmada, ahora solo le permitía tener el estrés de volver a sentir. Tanta claridad tenía, que ignoró, por fracción de segundo, aquello que tenía al frente de él ahora, el pequeño libro que aquella figura misteriosa le dejó.
Sus manos, esta vez con un poco más de firmeza, se dirigieron al objeto alienígena, parecía ser un diario de algún tipo; lo abrió, ojeando la primera página y de inmediato se dio cuenta de lo que era, ciertamente era un diario, uno de su padre, su letra y su elección de palabras lo delataban, ¿de dónde había salido esto? ¿Por qué ahora? Sus manos cerraron el libro casi de inmediato, miedo empezó a hacerse cargo, ¿debía leerlo? Hacerlo sería atreverse a abrir aquellas heridas que quería dejar atrás, pero, era su padre, sus pensamientos.
Con temblor volvió a abrir el diario y con eso volvió a leer, el tiempo empezó a ser algo secundario, su mente se concentró por completo en el contenido del libro, en las palabras escritas. Tantas historias que jamás había escuchado, tantos actos que siempre pasaron desapercibidos, todos en pro a un mismo ideal, a la esperanza, a un futuro donde estas guerras no ocurrieran.
¿Cuánto tiempo había pasado? Sus manos cerraron nuevamente el libro, esta vez marcando el final de su lectura, sus ojos, rojos tanto en iris como en esclerótica, estaban una vez más cansados, pero esta vez, en contra de lo que su cuerpo demandaba, no podía dormir. Haber leído las memorias de su padre lo llenaron con un nuevo propósito, una nueva meta.
Su mano fue a su estómago. Primero necesito comer… Había estado ignorando una de las necesidades más básicas del ser humano, incluyendo la de beber agua. Sus piernas, ahora con una fuerza renovada, pero aún debilitada, lo hicieron levantarse, dirigiéndose lentamente y con ayuda de la pared a la salida de la habitación.
Su mano tocó el frío pomo, dándole vuelta con lo poco de fuerza que tenía, dejando entrar unos rayos de luz cegadores que incluso se sintieron más calientes de lo normal en su piel, este era el momento de entrar en una nueva fase de su vida, quizás ya no como el hombre que solía ser, feliz y amable, si no ahora como un ente más transformado, más lastimado.
Dio un paso fuera de la habitación, jurándose a sí mismo no volver a entrar en ella, el regreso de Tobias Lloyd, o al menos del nombre, era ahora. La persona, lastimosamente, había muerto la noche en la que su padre lo hizo.