Luego de un largo trayecto desde Konohagakure, había arribado a Kumogakure. Era sin duda un lugar intrigante; su arquitectura única, junto con las formas particulares y originales de las vestimentas de las personas que habían vivido toda su vida en ese lugar, me proporcionaban una agradable sensación de novedad. Atravesé las puertas, maravillándome con aquellos extraños portales.