Peligro en cada esquina [Kiyoko]
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Última modificación: 11-02-2023, 07:59 PM por Nagi Yuki.
15 de enero.

Bien temprano por la mañana, aún no amanecía del todo y Nagi ya estaba en un sitio tan peligroso como la isla del Oeste. Había escuchado una gran cantidad historias de ese lugar, pero nunca había ido. Curioso dato tomando en cuenta que él siempre va hacia la diversión. Nunca se la pierde. — Me pregunto cuánto tardaré en encontrar algo que me llame la atención. — Incluso en ese horario ya andaba gente por las calles y nadie lo miraba bien. Normalmente a los ciudadanos les llama la atención verlo permanente con esa cara alegre, pero se entendía que aquí ese no era el motivo. Veían en él un desconocido, un posible peligro. No deben gustarles los visitantes. ¿Alguien lo atacaría de la nada? Quizás, quién sabe. Si supiera la respuesta, dejaría de ser una sorpresa y estas son bastante entretenidas.

Como si fuera poco, el Yuki les dirigía miradas a todos, sobre todo a los que lucían más peligrosos. Es casi como si los estuviera provocando. Quizás no es correcto que un ninja vaya por ahí buscando pleito, pero en realidad no es que haya ido hasta esa locación de vacaciones. Le encomendaron ir de refuerzo a una misión bastante peligrosa. Aparentemente un grupo de individuos con una fuerza a tener en cuenta están reuniendo personas que quieran realizar un golpe en Kirigakure. Proviniendo de ese grupo, no se les puede ignorar. Lo mejor es detenerlos desde antes.

Lo que debía hacer junto a su compañero era encontrar a los que reclutan e infiltrarse. Pensaron que solo una persona sería suficiente, pero luego descubrieron por un informante anónimo que estaban reuniendo tipos con habilidades superiores a las esperadas. — Hubiera estado bien que me dijeran cómo es mi compañero, pero no importa. Perdería la gracia. — Seguramente dará con él, confía.

Ahora, el lugar más sencillo para recolectar información era el viejo y confiable bar. Obviamente sería mejor ir en la noche, pero no estará todo el día esperando. Necesitaba empezar desde ya. Si en el reporte post misión el otro ninja decía que Nagi tardó mucho en encontrarle y cooperar, lo regañarían. — Veamos. ¿Dónde estás? Ah, ahí. — Una vez dio con el paradero de la cantina, entró como si nada y gritó. — ¡Hola! — En el sitio solo había una mujer trapeando el piso, un cantinero lavando vasos y unos cuantos borrachos durmiendo. A uno de ellos, sentado en la primera mesa de cuando ingresas al local, no le gustó el grito y de forma instantánea reaccionó violento. Tomó una botella de vidrio vacía y la rompió contra la mesa. Una vez hecho eso, buscó atacar en el cráneo al Yuki. — ¡Cállate, muchacho imbécil!

Tan pronto y las agresiones ya comenzaron. No se esperaba menos. Sin embargo, un ataque tan simple no podría con él. Casi sin esforzarse se agachó un poco para esquivar el ataque y tras tomar al agresor de la ropa, lo lanzó con fuerza contra una de las paredes. De inmediato el resto de ebrios se levantó, casi a punto de lanzarse a atacar. ¿Esto llamaría la atención de la gente de afuera? Al menos, debido a la hora, no hay tantas personas. Eso sí, le preocupaba la actitud del cantinero, quien solo miraba mientras mantenía la calma. Los que menos reaccionan siempre son los más sospechosos.
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La Isla del Oeste, aquella en la que "cualquier conversación podía acabar de un momento a otro en un baño de sangre", hacía honor a su nombre en dos aspectos fundamentales: un grupo de insurrectos alzándose para buscar atentar contra el Imperio de la Shodai Suijin, y una pelea de bar por un simple saludo de un visitante. Cierto era que no recibía muchos viajeros, y sus desconfiadas y hostiles gentes no dudaban en atacar a cualquiera que no pareciese local. "Solo locales", solían rezar muchos escaparates y señalizaciones desde la llegada a la costa de la isla. Incluso entre pueblos y ciudades del territorio había conflictos, pero todos coincidían en su no-recibimiento de viajeros.

A diferencia de su compañero, a Kiyoko sí le habían informado quién era y que él ya se encontraba allí. Saliendo con apenas un rato de diferencia, la Kurama se adentró en la Isla del Oeste cercana al mediodía, y no tardó en dirigirse a la ciudad más importante, donde Nagi Yuki ya debía estar esperando. Tenía una descripción de su físico, pero sobre todo una de su forma de moverse y de actuar, que le recordaban mucho a sí misma, por lo que ansiaba encontrarlo más que nada. De hecho, el grupo golpista era sólo una excusa para conocer a un tipo fuerte. — Ara, ara, Nagi-san. ¿Dónde estás escondiéndote? — Preguntaba al aire andando por la calle principal, pateando una roca y levantando curiosas y hostiles miradas de cualquier peatón de aquel misterioso lugar. Poco le importaba. En su hombro izquierdo brillaba impoluta su insignia de Kirigakure, que la identificaba como shinobi al servicio del Imperio del Agua. Su parche hacía recordar a un pirata, por lo que incluso en aquel aspecto lograba camuflarse, pese a levantar sospechas por su sonrisa y gesto facial: de alegría y emoción, cosa que ningún local compartía.

No tardó en encontrar a algunos habitantes arremolinándose alrededor de un bar de la zona, oyendo algunos ruidos fuertes y alertas, como si adentro hubiese una amenaza. Era cierto que les gustaba el conflicto, y su compañero se había adelantado, encontrándolo antes que ella. — ¡Whoop, whoop! Con permiso, chusmas hijos de puta. — Se abrió paso entre la multitud a los empujones y lanzando un kunai con un sello explosivo al aire, para luego realizar un sello de manos, en cuanto alguno de los civiles "empujados" quiso ponerle una mano encima. De inmediato, el sonido de la explosión disuadió a los presentes y un grito proveniente de la petisa de coletas lilas consiguió temerosas reacciones. — ¡TODOS! ¡LARGO DE AQUÍ, EN NOMBRE DE LA SHODAI SUIJIN Y DE MIS DOS OVARIOS! — Escupió a un lado y se sonó los dedos. Aquellos atrevidos que en principio pensaron en decirle algo por meterse en sus asuntos y empujarlos, desistieron chistando y se alejaron unos metros, al igual que civiles y niños curiosos.

Y sin dudas, seguro hasta los violentos clientes y el Yuki habrían oído el estruendo. Unos tres segundos después de los gritos, la campana anunció la llegada de la Kurama al bar. — ¡Nagi Yuki! No existe mejor carta de presentación que esta. — La joven se relamió los labios, ansiosa por verlo en acción y comprobar su instinto violento y su sed de sangre. — No te cortes, eh. Tú a lo tuyo, no quiero interrumpirte. — Carcajeó y se sacudió las manos.

Enseguida, uno del grupo de borrachos que iba a atacar al Yuki se volteó con el ceño fruncido y decidió mejor lanzar un puñetazo contra la kunoichi. Los separaban un par de metros, de sobra como para que la Kurama sacase un kunai de su compartimiento en la pierna derecha y lo lanzase desde la cintura hacia el hombretón, clavándose en su abdomen y haciéndolo tomarse la zona dolorido y caer de culo.
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Ninguno de los borrachos era capaz si quiera de tocarlo. Es más, para derrotarlos, ni tuvo que golpearlos. Los esquivaba, tomaba de la ropa y mandaba a volar. Por eso es que desde el exterior se escucharía tanto ruido, provocando que una masa de gente rodee el bar, preocupados por lo que pueda estar sucediendo en el interior. Mesas destruyéndose, vasos rompiéndose. Todo era un auténtico caos, aunque en algún momento debía detenerse, o quizás incluso intensificarse. El camino más divertido era obvio y sería una mujer la encargada de lograr que la historia siga ese trayecto.

¿Cómo sabes mi nombre? — A estas alturas Nagi ya estaba totalmente fuera de sus casillas, solo queriendo divertirse peleando, pero ninguno de los ebrios ha sido capaz de entretenerlo lo suficiente. El monstruo de él, aquel instinto cazador que tanto lo caracteriza fue capaz de sentir de Kiyoko una energía diferente al resto, ocasionando que quisiera atacarla y enfrentarse a ella. En su mente, en ese momento no estaba el pensamiento de que hacía algo malo, sino que todo lo contrario. Tomó de la ropa al hombre que quiso atacarla, impidiendo que la acción defensiva y el posterior kunai se realice, puesto que Nagi utilizó a ese pobre tipo como bala y lo arrojó hacia ella.

Confiaba en que algo así no fuera suficiente para vencerla, pero sí distraerla. Tomó por el mango una de las wakizashis que tenía y la desenvainó. Su chakra fue transferido hacia el arma y tras descender, estuvo a punto de buscar un corte ascendente, aunque antes de que la ofensiva fuera realmente una amenaza para ella, esos ojos que anteriormente parecían pertenecer a un loco, regresaron a la normalidad.

Bajó el arma y enfundó a la vez que sonreía inocente, haciendo como si nada hubiera pasado. — Ya veo, sabes mi nombre porque eres mi compañero. No tardé tanto en encontrarte. — Curioso, puesto que fue ella quien dio con el paradero de él. Recién ahí vio a su alrededor y fue consciente del desastre que causó, pero consideró que lo mejor era no realizar un comentario al respecto. Pasó por el lado de Kiyoko y salió del ver, viendo ahora a la multitud reunida y algo asustada. Claro, él ni sintió la explosión causada por la kunoichi, así que asumió que todos estaban preocupados por el pleito con los borrachos. Cualquier cosa, sabía que solo debía decir que ellos empezaron, o de última mentir y decir que llegó a la teoría de que uno de ellos pertenecía a la banda que buscaban y debía hacerlo salir.

Lo que terminó por hacer fue tomar de la ropa a su compañera y jalarla mientras de un salto huía de ese lugar. Solo buscaría un sitio más tranquilo en el cual poder conversar los detalles de la misión para ponerse al día y comenzar a trabajar.

Me dijeron que llegaste antes a investigar. Dime qué has conseguido y en qué debo ayudarte. Ya que eres jounin, supongo que deberé considerarte mi capitana, al menos por el momento.
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La pregunta de Nagi tenía sentido, aunque si uno le daba dos vueltas, con un razonamiento deductivo simple entendería el motivo de por qué la muchacha sabía su nombre. Sin embargo, el razonamiento esperaría un poco y daría vía libre a la acción. La bella acción, que cautivaba a ambos shinobis allí presentes. Lanzado como proyectil humano, uno de los borrachos que buscaría atacar a la Kurama se dirigió directo a su posición. Sin mucho margen de movimiento, Kiyoko levantó su pierna derecha con la planta hacia adelante, flexionando la rodilla al hacer contacto con el abdomen de aquel sujeto, y, en un movimiento lineal, enganchándolo de la ropa con la punta de su zapato. Así, lanzó una "patada" hacia la izquierda, lanzando al pobre tipo disparado contra la pared del bar, donde impactó con vehemencia y terminó destrozando una mesa y un par de sillas al caerles encima. — ¡Doooooing!

El Yuki no se cortó e intentó avanzar con un ataque con sus puñales, a lo que la joven del parche simplemente llegó a colocar su diestra en el mango de su katana. Por suerte para ambos no fue necesario desenvainar, puesto que cuando se disponía a hacerlo, sacando ligeramente el arma y dejando brillar la fracción de la hoja visible, Nagi se detuvo con una sonrisa, dando con la respuesta que debió buscar desde un principio. — Eso es, sí. — Lejos de enfadarse por el ataque, si el muchacho observaba a Kiyoko, notaría una sonrisa de oreja a oreja, y una mirada de simpatía total. Él hablaba el idioma de las piñas, y a la Kurama ya le caía de las mil maravillas. — De hecho no sabía que te avisaron de mi participación. Está bien que ya lo hayas sabido, eso nos ahorró muchos problemas. — Carcajeó levemente antes de seguirlo fuera.

Para su sorpresa, el muchacho la tomó de la ropa, jalándola fuera de la muchedumbre. El dúo de Kirinin se alejó unos cuantos metros de un salto, y el movimiento los ubicó en la azotea de un edificio comercial de aquella misma calle. Tapados por un escaparate y un gran letrero, era imposible que los transeúntes los vieran allí, por lo que estaban a salvo, o al menos fuera del ojo público por un momento. — De hecho, creo que es al revés. Sé tu nombre porque recibí la misión más tarde y llegué después, pero igual tengo una idea. — Una media sonrisa se dibujó en su rostro, mientras se acomodaba el haori blanco y ajustaba su cinturón.

— Soy Kiyoko. Gracias por la formalidad, pero si me llamas Capitana me veré obligada a insultarte constantemente y a degradarte. Tu actitud ahí dentro me hizo pensar que te gustan los golpes tanto como a mí, así que no me hagas cambiar de parecer con mariconadas. — Chistó y terminó acomodando su katana en la vaina. — No tengo ningún dato sobre esos tipos, pero se me ocurre una forma fácil de hacerlos salir. De hecho ya empezamos. Este lío seguro los pondrá alerta. Yo creo que cualquier movimiento o revuelo que causemos, los atraerá y vendrán a nosotros. — Sin dudas no se trataba del plan más inteligente, laborioso o sigiloso, y de hecho era muy burdo y obvio, pero Kiyoko no dudaba ni un poco de su efectividad. Sólo restaba esperar la confirmación del Yuki, y efectivamente, en cualquier momento se transformaría en cine.
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¿Cómo que recibió la misión después? Escuchar eso literalmente hizo que su cerebro hiciera cortocircuito. La información que a él se le dio indicaba que su compañera ya estaba en la misión y, que como concluyeron luego que era peligrosa, enviaron un refuerzo. ¿Ahora resulta que es al revés? ¿Por qué le mintieron? No entendía, pero tampoco se iba a complicar la vida pensando mucho en ello. Lo importante aquí es entender el trabajo a realizar. — Llegué hace poco, así que no he avanzado en nada. — Prefería ser sincero. No era el tipo de persona que inventaba para quedar bien. Además, tampoco era el tipo de ninja que seguía un camino fijo para cumplir su objetivo. Solo trataba de divertirse. Mientras la misión sea un éxito, nada más importa.

Ey, eres demasiado agresiva, aunque yo no soy nadie para criticar eso, Kiyoko. — La trató por su nombre solo para dejarle claro que aceptaba el no llamarla capitana. Entendió a qué se refería con el procedimiento de trabajo, pero el estilo de Nagi no es necesariamente esperar a que algo pase, sino hacer que suceda. Sin mencionarle ninguna palabra a su compañera, usó el Shunshin no Jutsu para moverse a gran velocidad. Si es que la fémina lo busca, no tardaría mucho en dar con su paradero, esto debido a que, a dos calles de ahí, en un callejón, se encontraba acorralando a dos tipos que usaban máscaras y una capucha. 

Ustedes nos vigilaron cuando salíamos de la cantina y se han escondido para observarnos. Nos subestimaron. — Mientras peleaba al interior del bar, se percató de dos presencias ocultas que no intercedieron en el combate. Estos huyeron justo al momento en que Nagi intentó atacar a Kiyoko, creyendo que entre dos fuerzas que huían de lo común, se distraerían lo suficiente como para permitir su escape. Sin embargo, el Yuki estuvo siempre atento, e incluso cuando se fue y se llevó a la mujer, buscó altura para buscarlos y seguir un poco sus movimientos. — ¿Qué es lo quieren?

¿Qué hace gente como ustedes en este lugar? — Cuestionó, e inmediatamente Nagi empezó con su papel y con su misión. — Tengo problemas en la aldea porque me gusta pelear. Vine aquí a ser más libre. —  Dejó entrever de inmediato un falso resentimiento hacia Kirigakure. Con eso y con la fuerza que demostró anteriormente podría conseguir la atención de ellos. Aunque buscaron un método más directo y agresivo. Uno de ellos desenvainó un tanto y se lanzó a gran velocidad a atacarlo. Una sonrisa iluminó su rostro y desenvainó su Wakizashi para hacerle frente.

El segundo individuo comenzó a realizar una tanda de sellos, aunque su técnica no será ejecutada aún. ¿Kiyoko aparecerá o utilizará otro método para comenzar la misión? Para concluir, estos dos hombres solo probaban por su cuenta a Nagi. No invitarían a su bando a cualquiera y una pelea con borrachos no era suficiente información.
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La fémina arqueó una ceja, desentendiéndose de la situación al oír palabras sobre su presunta agresividad. No era ninguna novedad para ella, pero confrontar directamente con su propio yo, su ser tan egocéntrico y violento, era cuanto menos molesto. — Efectivamente, nadie para criticarlo. Pero ahora que nos tratamos de igual a igual, ya no tengo que hacerlo. Intentaré controlarme, colega. — Comentó conteniendo una risa y entrecerrando los ojos en señal de amabilidad, aunque su tono no había sido el más sincero.

El Yuki se escabulló con la técnica del cuerpo que hace pip-pip y parpadea, y a la Kurama le tocó buscarlo. Por suerte su rastro era bastante perseguible. A unas calles se había movido el joven, y hasta ese lugar se movería Kiyoko, pero lo haría saltando por los tejados, sin bajar a la altura de la acera. Tras llegar al callejón donde oyó la voz de Nagi, permanecería parada en la cornisa, arriba, observando la conversación. Su zurda reposaba en el mango de su katana con detalles rosas, y en su rostro se notaba la emoción creciente. Su único ojo brillaba. Allí arriba, en el punto ciego de los enemigos, tomó un kunai con su derecha y lo mantuvo sostenido, con la punta hacia abajo apuntando al callejón.

Tan pronto como el hombre atacó a Nagi, supo que era momento de actuar. Dejó caer el kunai a la par que el segundo desconocido hacía sellos, pero no lo lanzó apuntando a su cabeza o su cuerpo, sino a un lado suyo, por lo que se clavaría en el suelo sin causarle ningún perjuicio más que alertarlo. Pero si decidía ver hacia arriba, el que hizo sellos no vería a nadie. Kiyoko se movió ágil por el tejado hacia la izquierda, un par de metros, y luego saltó al tejado de en frente, antes de que pudiese voltearse alguien al cielo. Desde el otro lado, desenvainando su katana, se lanzó con un corte descendiente dirigido a aquel sujeto. — Buenas. Decidí unirme a la mesa. ¿Cuál es la comisión? — Comentó con una sonrisa de oreja a oreja mientras daba el corte, para después, flexionando las rodillas, aterrizar envainando nuevamente. Aquel arte del desenvainado y envainado lo dominaba casi a la perfección, y sus movimientos totalmente armonizados lo demostraban.

El hombre que atacó a Nagi con el tanto, chasqueó la lengua ante la aparición de la segunda, y despegando su arma de filo del choque con la wakizashi, lanzó otro ataque, que seguramente sería bloqueado por el chico de Kiri. Así, comenzaría a lanzar ataques con el puñal, intentando acertar por algún lado, aunque por su falta de habilidad y la destreza del otro chico, seguramente no lograría asestar ninguno. — ¿Enserio? ¿Mami los ha regañado por portarse mal? No me hagan reír. — Comentó entre risas. — Aquí en el Oeste no tenemos tiempo para lidiar con niños. Nos ocupamos de cosas importantes, huh. ¿Entiendes lo que... DIGO? — Finalizó lanzando un ataque más contundente, intentando por fin apuñalarlo.
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Choques entre ambas armas dieron lugar en ese callejón. Aunque Nagi se concentró en el tipo con el que intercambiaba ofensivas, siempre estuvo pendiente del tipo de atrás. Le daba curiosidad ver qué ninjutsu haría, ya que, desde esa posición, un ataque fácilmente podría darle también a su compañero. Por esto mismo es que estaba atento para ver si algo lanzaba y sujetar por la ropa al tipo del tanto para usarlo como escudo. Sin embargo, esto no fue necesario. Quien trabajaría a la par de Nagi en esta ocasión llegó lo suficientemente rápido y distraerlo.

No es necesario que seas tan agresivo. — Respondió como si nada Nagi, al primer comentario que su rival lanzó. La verdad es que no se estaba esforzando mucho para defenderse. No quería revelarle al otro toda su fuerza, sino que simplemente darle a conocer que probablemente cumplía los requisitos mínimos para que quiera reclutarlo para su grupo. Según escuchó en rumores, una de las principales características que pedían en sus integrantes era no ser pete, claro, sumado al mínimo de poder.

Una leve risita escapó de sus labios ante lo último dicho por el contrario. Chakra fue canalizado en su Wakizashi y bloqueó con tal fuerza la apuñalada, que logró que el tanto fuera soltado y lanzado contra la pared. Inmediatamente después, Nagi usó su mano libre y tomó del cuello de la camisa a su oponente, al mismo tiempo que hielo comenzó a expandirse por su cuerpo, congelándolo.

La mirada que enseñaba su rostro inspiraba miedo, temor. Sonreía, sí, pero sus ojos eran los de un animal salvaje, hambriento, a punto de devorar a su presa indefensa. — Por favor, detente. Ya comprendí, ya comprendí. Tú también, no pelees con la mujer. Ya comprendí... — Le dijo a su compañero, visiblemente con miedo tanto por la cara que tenía y el tartamudeo en sus palabras.

Luego, en cuestión de segundos, el Yuki regresó a la normalidad. Su expresión amistosa volvió a protagonizar su cara y el hielo desapareció mientras lo soltaba. — Hemos escuchado de ustedes, solo queremos tener un sitio al cual ir. Si nos dan ese sitio, los ayudaremos. Claro, a no ser que necesites más pruebas de nuestra fuerza. — Aunque en un principio no quería excederse, sentir ese menosprecio en una pelea terminó por enfadarlo un poquito. Cosas de tipos que solo tienen en su mente el divertirse peleando. En él no existen las faltas de respeto en un enfrentamiento.

Cumplen las condiciones. Supongo que tu compañera igual debe tener sus trucos, o no estaría aquí. Los recomendaremos al jefe, pero con lo que vi, lo convenceré de inmediato. Por favor, síganme. — Para este entonces ya se había levantado del piso. Sus piernas aún temblaban después del miedo anterior. Comenzó a caminar y su compañero a su lado. Los dos de Kirigakure, ahora infiltrados deberían seguirlos desde sus espaldas.

El camino los llevaría hasta una zona alejada del público, pues cada vez se veían menos individuos en las calles. ¿Sería seguro? — Ojalá que no.
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Tras lanzar el corte con su katana y envainar, un chorro de sangre salió del hombro del segundo hombre, aquel que había realizado una tanda de sellos manuales. La ejecución del ninjutsu fue entonces interrumpida, y el hombre desenvainó un tantō igual al de su par, con el que intentó atacar a Kiyoko, que simplemente ladeando su cuerpo esquivó los embates, con una sonrisa bastante malévola y una mirada que pronto desvió al espectáculo del Yuki. Sin duda las habilidades del gélido chunin cada vez llamaban más la atención de la pelimorada, quien ansiaba pelear con él, aunque la obligación se lo impidiese.

Parecía que estaba jugando con el hombre, pues esquivaba sin mirar todos sus ataques con el arma de filo, sin mostrar ni un ápice de esfuerzo. Sus habilidades en el cuerpo a cuerpo y su experiencia muscular con los combates de kenjutsu la dotaban de una superioridad que sería difícil de igualar por espadachines corrientes como aquellos. Con puñales no se daña a un kenjutser verdadero. — Ara, ara. ¿Ya te cansaste? — Se mofó con un tono burlón de su rival, que comenzó a bajar el ritmo producto de su nula capacidad de acertar, y finalmente se detuvo tras la orden de quien había sido apresado por Nagi. — Fiuuush, eso estuvo cerca, amigo mío. Practica diez años más y puede que me hagas sudar una gota. — Carcajeó y se volteó a observar a su compañero, acomodando su haori y sacudiendo un poco de polvo que había levantado al aterrizar desde el techo.

— Te seguimos, pero apresura la marcha, que tu amigo se va a desangrar en cualquier momento, heh. — Comentó con una risilla para después adelantarse de un salto, poniéndose a la par del hombre que lideraba su camino al supuesto encuentro con el líder. — Hija de puta... — Comentó tomándose el hombre y caminando un poco dificultoso el hombre herido. — Oh, lo olvidaba. — Comentó desenvainando su katana y alarmando al sujeto que tenía a su lado. Kiyoko volteó a verlo y, sin mirar, sacudió su katana, salpicando la sangre del rival al que había herido hacia el suelo y dejando una mancha roja allí. Aquello era una acción típica de los practicantes del Iaidō, que limpiaban de aquel modo la sangre que quedaba en la hoja de su espada. — Ahora sí, no me gusta llevar a Tetsu sucia. — Comentó con una sonrisa de oreja a oreja y cerrando en el acto su único ojo.

Así, el cuarteto se dirigió hacia lo que parecía ser la base de operaciones del grupo. Por lo demostrado por Nagi y la actitud de la Kurama, ninguno de los dos contrarios se atrevió a reprocharle a la chica del parche el andar a la par de quien guiaba. Eso de ir por detrás no le agradaba mucho. Tras unos minutos andando, llegaron a lo que parecía ser un galpón en un callejón. No parecía haber nadie en las cercanías. El que había dirigido al grupo, abrió una puerta levadiza que rechinó, haciendo entrar la luz a un lugar bastante oscuro. Seguramente en algún lugar de aquel sitio estaría el líder, o mínimamente más miembros de aquella organización golpista que estaban buscando. "Nunca creí que sería tan fácil".

La Kurama observó a Nagi y levantó el mentón, como preguntándole si tenía algo pensado. Sin embargo, ella ya se hacía sus propias ideas y tenía un plan de acción, pero ya que el Yuki los había metido en esa situación, quizá tenía algo pensado. Si les conseguían una cita con el líder, la joven no dudaría en intentar asesinarlo o pelear con él. La poca resistencia de esos tipos la había dejado con las ganas.
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La caminata fue larga, pero tranquila. Independiente de la increíble cantidad de miradas fulminantes que se dirigieron en su contra, Nagi era tan tranquilo y despreocupado, que solo les devolvía una juguetona sonrisa. — Vamos, ¿cuánto más deberemos caminar? — Al notar que la gran vivienda a la que entraron no tenía como principal característica la iluminación, entendió que ya podía descansar, mas no relajarse.

Esperen aquí. Ya regreso. — Avanzó aquel que reclutó al dúo shinobi hasta una puerta corrediza. No la abrió del todo, solo lo suficiente para asomar la cabeza hacia el interior. — Jefe, estos dos deben ser de los mejores. — Como respuesta se haría escuchar una voz muy grave, la cual dijo las siguientes palabras: "Sabes lo que sucede con las estrellas".Sí, señor. — Cerró la puerta y regresó con Nagi y Kiyoko. Los miró durante unos segundos sin mencionar ni una palabra, creando un silencio incómodo.

Luego, caminó alrededor de ellos, casi como si los estuviera analizando, poniendo a prueba. — ¿Cuál de los dos prefiere una vida más extrema? — Apenas terminó, Nagi respondió, no dándole tiempo a la fémina de adelantarse. — ¡Yo! — El reclutador le hizo una seña para que lo siga y él obedeció. Kiyoko se quedó durante unos pocos minutos con el tipo que combatió antes, aunque este no dijo nada, estaba ahí solo para vigilar que la nueva no hiciera nada indebido.

Al ratito regresó el que se fue con Nagi, pero el de mechones rubios no apareció. Tampoco le diría a la mujer qué sucedió con su aliado, sino que desarrollarían una larga conversación en la que le diría lo que debían hacer y el plazo que tenían. También dejó claro que, si no lograba cumplir la tarea en el plazo correcto, irían todos a cazarlos para castigar el fracaso o la deserción.

Luego de la charla táctica, harían pasar a una sala más agradable y cómoda a Kiyoko, incluso le sirvieron té junto a panecillos. Le dijeron que espere ahí a Nagi. ¿Y qué pasó con él?

De pronto, ingresó a la sala. Se le notaba sucio, cansado, con rasguños en las ropas y varias manchas de sangre, tanto de él como de otros. Parecía como si hubiera llegado de una guerra violenta. Y así fue. Para probar a las dos nuevas estrellas que fueron fichadas para el equipo, uno de ellos fue sometido a una especie de iniciación. Debió combatir a una gran cantidad de individuos armados, mientras que él tuvo la regla de usar solo las manos desnudas. Ni ninjutsu ni herramientas, nada. Le costó, pero salió victorioso. Sí, los derrotó a todos.

Me dijeron que tú me dirás qué hacer. Vámonos. — Su voz seguía oyéndose tranquila, casi como si nada hubiera pasado. Se volteó y procedió a retirarse de esa enorme casa que servía de base. Una vez fuera, se dejaría guiar por su compañera.
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Si bien Nagi no le dio tiempo a adelantarse, Kiyoko soltó una carcajada al verlo partir. El joven Yuki le generaba cierta simpatía. Sin embargo, el ambiente se tensó en aquel galpón al quedar a solas con quien había herido en primer lugar. El sujeto se sostenía el hombro, notablemente cortado y con una mancha de sangre que recorría casi todo su torso, con ropas manchadas. La fémina lo observó y le guiñó su único ojo, aunque más bien parecía que lo cerraba. El sujeto temblaba un poco, y de pronto otro llegó a auxiliarlo, arrastrando una silla y con un botiquín en mano. — Siéntate. Veamos qué te hicieron. ¿Fue ella? — Preguntó el sujeto viendo de reojo a la Kurama. Ella simplemente le sonrió, y el sujeto herido apretó los dientes y no emitió gesto ni comentario. Parecía que su sola presencia imponía cierto respeto.

Así, comenzó la curación, y a los pocos minutos, mientras la pelimorada ya se impacientaba y comenzaba a dar pequeñas vueltas sobre el lugar, una puerta se abrió y el hombre que los reclutó volvió. — ¿Y mi hermano? — Preguntó la kunoichi, sin obtener respuestas. El sujeto simplemente comenzó a hablar de otras cosas. — Planteemos la siguiente situación: ustedes tendrán una tarea que deberán cumplir, es muy sencillo, solo deben seguir nuestras instrucciones. Únicamente los más fuertes lo lograrán, y quienes no lo hagan quedarán en el camino. — Kiyoko se impacientó y, con su diestra en el mango de su katana, comenzó a desenvainarla con mucha lentitud. El sujeto lo advirtió y realizó un gesto hacia abajo con sus manos, pidiendo tranquilidad. — No le pasó nada, tranquila. Sin embargo, a partir de ahora sí podría pasarles algo. Dudo que ustedes fallen, pero en caso de hacerlo, el jefe enviaría a los mejores a cazarlos, ya saben. Nosotros no somos esencialmente los más fuertes, simplemente recolectamos información. — Comentó rascándose la nuca, un poco apenado.

— Bien, pero... ¿Nosotros obtenemos...? — Inclinó la cabeza hacia adelante envainando completamente su arma de nuevo. — Digo, no creerás que yo soy como mi hermano y solo quiero un lugar donde ser libre. Me importa un bledo. ¿De cuánto hablamos? — Kiyoko mantenía su rol de negociadora y mercenaria a la perfección. El dinero la movía, y ciertamente pese a que a ella la movía la dificultad y la sangre, el dinero sí era algo que le interesaba. ¿Cuánto se pagaba por este tipo de trabajos? Estos eran unos don-nadie, pero había que tener cotizaciones para saber en caso de que quisieran hacer algo con Hikaru. Sí, definitivamente contratar gente no era barato. — 30.000 ryous. — La joven chasqueó la lengua y empezó a darse media vuelta. — Paso.

— ¡No, no! ¡Espera! 50.000 ryos. — Kiyoko negó un par de veces y continuó volteándose. Finalmente, de 10 en 10 grandes, el hombre fue subiendo el precio, sin éxito. Ella comenzó a avanzar rumbo a la salida. — ¡100.000 ryos! — Se frenó, aunque no muy desesperada. Lentamente se volteó y observó al hombre. Ladeó la cabeza y luego de unos segundos, finalmente asintió y volvió. — Trato.



En la sala de espera, la Kurama aprovechó a tomar un poco de té y comer un panecillo. No comía nada desde que desembarcó, y ciertamente le gruñía la barriga. En cuanto el de mechones rubios hizo acto de presencia, parecía un auténtico vagabundo. Eso, o venía de la guerra. Kiyoko casi escupe el té al verlo, pero le sonrió cuando se acercó preguntando por indicaciones e invitando a salir a la Jounin. — ¡Eeeeeey! Me alegra verte de una pieza, hermano. — Le guiñó su único ojo en un gesto bastante confuso. Era difícil dar a entender una guiñada sin tener dos globos oculares en sus cuencas. Levantándose, le dio un trago a su té, que dejó a medias, y tomó el panecillo que estaba comiéndose de la bandeja de plata de la mesa. Así, enfiló junto al Yuki hacia la calle, y salieron de aquella base de operaciones.

— Parece que te han hecho mostrar tu valía, ¿no? — Carcajeó y luego se metió a la boca el trozo de panecillo, masticando de manera efusiva mientras caminaban calle arriba, saliendo del oscuro callejón. — Me recuerda a las historias que mi padre me contaba sobre Kiri en ciertos tiempos muy lejanos. Él no lo vivió, pero me contó que se comentaba algo sobre un examen de graduación donde los estudiantes debían asesinar a todos sus compañeros para graduarse como Genins. Esto dejaba pocos shinobis en Kiri, pero excepcionales, fríos y eficaces. Sin duda selección natural, aunque cruel. — Comentó, rememorando las historias que escuchó de la "Niebla sangrienta". — Parece que esos ideales han quedado muy lejos. Ni la Shodai Suijin se ha atrevido a hacer eso con los niños, y eso que es sabido su poco respeto por los derechos humanos. — Kiyoko realizó una media sonrisa y observó a Nagi. — Pero nunca faltan los locos que quieren reestablecer esos métodos y los plantean como una solución. Como si no quedó demostrado que Kiri es la potencia mundial más grande sin necesitarlo. Tiene ninjas como nosotros, ¡mira cómo saliste de ahí! ¿Qué dices?

Sin duda Nagi era de su perfil, y sus habilidades habrían de ser muy buenas. De hecho, ya lo había observado varias veces a lo largo del día. Sin embargo, todavía quedaba probar algo más: su lealtad. ¿Cuáles eran los ideales del joven? ¿Podía confiarle el plan de Hikaru sin morir ella y el Yuki en el acto?

— Partirá una comitiva hacia la Isla del Agua esta noche. Me han dicho que debemos ponernos a disposición de su comandante, un tipo de nombre Yasuo que posee habilidades para la infiltración. — Comentó mientras se acomodaba el cinturón y comenzaba a andar por una calle un poco más transitada de aquella ciudad en el Oeste. Las miradas, como siempre, eran atraídas por la pareja. La Kurama hablaba en un tono audible solo para ellos dos, sin elevar demasiado la voz para no llamar a más curiosos de los que ya llamaban. Iba charlando por lo bajo con su compañero de misión. — Hay un pago de 100.000 ryos por "infiltrarnos" en el Palacio de Jade y destruirlo a más no poder. Quieren que se genere el caos, así grupos armados de insurgentes se rebelarán, y con suerte la Rebelión del Agua se sumará. — Chasqueó la lengua y soltó una carcajada. — ¿Enserio creerán que tienen fuerza para hacerlo?
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Solo querían jugar un poco. No fue la gran cosa. — Intentó bajarle el perfil a lo que había sucedido. No quería mencionar su hazaña simplemente por la decepción que tuvo al ser el ganador. No es que quisiera perder, pero le hablaron mucho de lo peligrosa que era la organización y lo perjudicial que podía ser para la aldea, pero eran muy simples de controlar. Guardó silencio mientras escuchaba la historia aquella. Su padre también se decía años atrás y, la verdad, es que él estaba de acuerdo. Siempre pensó que con el tiempo los ninjas se fueron ablandando y por eso ya no eran tan fuertes como antes. Aunque la nación en la que vivían se caracterizaba por ser una potencia, él pensaba que estaban muy por debajo de lo que deberían. 

Pues suena divertido eso de pelear con el resto para graduarse. No sé si hasta la muerte es muy bueno. Si hay algunos fuertes y se van a la otra vida, luego no podrás disfrutar el enfrentarlos de nuevo. — Sí, Nagi no era de esos que buscaba exterminar la vida de sus oponentes, claro, a no ser que sea estrictamente necesario. Pero si tiene la opción de buscar una posible revancha en el futuro, siempre tomará esa opción. — El que quiera ser fuerte, lo será ahora o con reglas de supervivencia extremas. — Para él era todo bastante sencillo. No pensaba de más las cosas y no le buscaba el sentido a la vida. Él deseaba divertirse cada día y ya, no pedía más. 

Mientras caminaban, ambos podrían percatarse de que eran vigilados. No identificaban de dónde o quién, pero era claro que tenían ojos encima. Podía ser incómodo, pero con el paso de los minutos la costumbre se haría presente. Lo curioso es que no podían ser los tipos de antes. Ellos no poseían la capacidad necesaria para esconderse de esa manera. ¿Acaso tenían tipos de mayor nivel junto a ellos? 

De todos modos, intentaría no centrarse en los perseguidores por el momento. Si quisieran atacarlos, ya lo habrían hecho. Quizás se muestran durante la noche, cuando la luz del sol ya no les juegue en contra. No es que Nagi posea técnicas sensoriales para encontrarlos ahora ya, por lo que debería simplemente esperar a que ellos se muestren por su cuenta. En este momento, solo quedaba seguirle la conversación a su compañera, quien probablemente también esté al tanto de lo que sucedía.

¿Yasuo? Tiene nombre de cueco, o al menos eso diría un conocido mío. — Escuchó el resto de la información y la pensó unos segundos mientras se sujetaba la barbilla con la diestra. — ¿100 000? Me pregunto si eso me ayudaría a conseguir una buena espada. — Y sí. Él, al ser un espadachín, amaba conseguir las armas de filo de tal magnitud que puedan sacar su máximo potencial. 

Llegar a la isla con ellos puede meternos en problemas. No me dijeron nada de que habrá refuerzos ahí para apoyarnos. Además, los civiles que trabajan en el puerto se verán implicados y será demasiado caótico. — No  es que el caos le moleste, pero controlarlo sí era un trabajo que no estaba dispuesto a hacer. 

Deberíamos impedir que lleguen allá. Si Yasuo ese tiene habilidades de infiltración, quizás deba ser el primero en ser derribado. Ese tipo de individuos son bastante molestos si los dejas hacer todo a su antojo. — Tenía experiencia de años en misiones y varias veces tuvo que conocer a enemigos de esa clase. Son más analíticos que centrados en su fuerza, por lo que se les podría considerar el tipo de rival natural del Yuki. Aunque, dejando lo de la noche de lado, le preocupaba que tal experto sea el que le sigue las espaldas ahora. — No, es más de uno. ¿Usará clones? — Perder tiempo hasta la noche sería incómodo siendo vigilado de forma permanente. Nagi solo suspiró.
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