[Crónica] Capítulo 1: El exámen de ascenso a Genin
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Era una mañana del invierno del 14DY. El Sol se alzaba tímido entre las escasas nubes blancas de un cielo despejado, apenas calentando aún las pieles de aquellos quienes caminaban bajo él mientras la fría brisa acariciaba rostros y hacía erizar la piel. Sin pronóstico de niebla en la aldea supuestamente oculta en ella, era sin duda alguna un día agradable para ser la estación más fría del año.

Bajo los rayos de ese Sol agradable, mis pasos me llevaban hacia la academia ninja a través de esas calles casi desiertas; cruzándome tan solo con gente que se dirige a sus trabajos, algunos ancianos y alguna que otra persona que ha madrugado algo más de lo que les habría gustado para sacar a pasear a su mascota peluda de cuatro patas. Yo por mi parte vestía mi habitual chaqueta negra de algodón sobre camiseta de manga larga y pantalones negros de hakama a juego con la chaqueta metidos en una tela kyahan. Sin embargo, a diferencia de mi kyahan y mi haori habituales de patrón de mariposa, en aquella ocasión me había decantado por un Kyahan blanco con motivos azul cerúleo que combinaba con un abrigo de lana blanco de motivos similares. Unas botas negras se perdían en el interior de mis pantalones poniendo punto y final a mi conjunto

Me detuve frente aquél enorme edificio que tantas veces había visitado durante los últimos años para recibir clases y cerré los ojos por un momento… por fin, el momento había llegado: el examen de ascenso a genin. Después de años de estudios en la academia, por fin iba a poder a poder graduarme y dejar atrás a los insoportables de mis compañeros. Por fin podría dejar de poner buena cara frente a sus conversaciones aburridas y sus relaciones viciosas y tóxicas y sería libre para ir por mi cuenta y centrarme en mí misma y en aquello que desee hace en cada momento. A esas alturas aún no podía creer lo parecido que era el ambiente de la academia y el de la instrucción dentro de la orden; aunque por lo menos en la orden los engaños no eran más que un juego que las propias instructoras nos enseñaban para aprender a fingir y manipular y todo quedaba en el aula.

Tras un último suspiro, finalmente abrí los ojos de nuevo y subí las escasas escaleras que conducían hasta las puertas de madera que custodiaban el vestíbulo; atravesándolas para llegar al mismo y sus paredes blancas desteñidas por el pasar de los años. Tal y como me había indicado el profesor Mabuchi la semana pasada mientras citaba a los alumnos de la clase para darles el día, la hora y el lugar donde seríamos examinados, ignoré secretaría con su secretaria desaparecida y me dirigí directamente hacia la sala de entrenamiento 1-C, en el primer piso.

Golpeé la puerta de madera oscura tres veces.

- Adelante – sonó amortiguado desde el interior

Giré el pomo y abrí la puerta para atravesarla e internarme en la habitación: una sala alta y rectangular con la entrada en la esquina derecha de una de las paredes anchas, paredes de color beige con agujeros aquí y allá iluminadas por una hilera de pequeñas ventanas en la parte alta de la pared opuesta a la entrada (ahora abiertas todas ellas) y tres grandes ventiladores girando colgados del techo. Lo único que llenaba aquella estancia era un escritorio grande de roble a medio camino entre la entrada donde me encontraba yo y la pared de enfrente. Allí se encontraba el profesor Miyamoto, un hombre fornido de pelo blanco y corto que debía rondar los cincuenta años; aunque cualquiera lo dudaría con su forma física y su mal genio. Vestía sus habituales pantalones anchos azul militar, camisa blanca de manga corta y el chaleco azul militar de la aldea.

- ¿Kuroyuki Rin? - preguntó con voz profunda alternando sus ojos entre algunas hojas que tiene en las manos y yo misma.

- Si sensei. Vengo por el examen de ascenso a genin – respondí con la voz dulce y sonrisa inocente que tan habituales era ver en mi… una máscara que ocultaba al mundo mi verdadera naturaleza.

- Bien, bien… Pasa, pasa. Siéntate. - indicó, señalándome una silla que había al otro lado del escritorio, más pequeña que la suya propia.

Mientras me acercaba, me quité el abrigo y lo puse en el respaldo de la silla para después tomar asiento. Él sacó una hoja de uno de los cajones del mueble de madera y me la entregó junto a un lápiz y una goma.

- Éste es el examen teórico. Tienes 30 minutos. Cuando me entregues la hoja empezaremos con el práctico.-

Al tomar la hoja vi que consistía en una serie de 15 preguntas; 5 de ellas relacionadas con técnicas y ninjutsu, 5 relacionadas con la aldea, su historia y su cultura y finalmente 5 más relacionadas con la historia del imperio y su filosofía. Lápiz en mano, no me tomó más de 30 minutos responderlo todo con la seguridad de quien sabe que ha acertado.

- He terminado sensei – esbocé una sonrisa al tiempo que alargaba la mano con las hojas.

- Estupendo. Ahora pasemos a la parte práctica… -empezó a decir. Entonces, un “click” sonó de debajo del escritorio y toda la sala empezó a temblar suavemente.

Giré de repente a tiempo para ver cómo del suelo a mi espalda empezaban a surgir un buen número de troncos de madera del suelo, cinco de ellos con globos atados en la punta. En medio de los troncos quedó sin embargo un área sospechosamente vacía. Al fijarme un poco más, pude ver un círculo dibujado en el centro de dicho lugar que debía medir un metro de diámetro.

- Como dije ahora toca la parte práctica. - empezó a informar Miyamoto-sensei mientras de un cajón que debía haber en el otro lado del escritorio sacaba cinco kunai y me los entregaba.- Como ves hay cinco globos en distintos postes de la sala. Tienes que colocarte dentro del círculo y hacerlos estallar con estos kunai. Puedes moverte conde quieras dentro del círculo, pero no puedes salir de él. ¿Tienes alguna duda?-.

- Ah…. Esto… no, creo que entendí todo – respondí yo tras hacerme la dubitativa unos segundos.

Tomé las afiladas cuchillas y caminé entre los troncos hasta el círculo, acariciándolos suavemente con la yema de mis dedos para sentir el tacto de la madera en mi piel.

Una vez en el lugar, mi mirada se afiló al observar la posición de los globos, sobresaliendo de entre los postes aunque algunos los ocultaban parcialmente: dos delante, uno cerca del círculo y el otro más alejado y ligeramente a la izquierda, pero ambos totalmente descubiertos. El siguiente estaba a una media distancia a mi derecha, parcialmente cubierto, otro más estaba detrás de mi; descubierto pero sin duda el más alejado, y el último estaba a mi izquierda, de nuevo a una media distancia pero totalmente protegido por otros postes frente a él, apenas sobresaliendo lo justo para que vea los bordes de la roja figura.

Cerré los ojos, tomé aire profundamente y lo solté en un suspiro largo.

Abrí los ojos y mis manos se movieron con la fluidez del agua. Tomé dos de los kunai con mi mano dominante, la izquierda, y en un movimiento horizontal los liberé en dos tiempos, volando con decisión cada uno de ellos para hacer estallar los dos globos frontales: primero el más cercano y después el más alejado. A continuación pasé dos kunai más a mi siniestra y con la diestra lancé el tercer kunai con decisión hacia el globo de ese lado que estalló con un “¡pop!”. Un paso, una flexión de rodillas y un movimiento de caderas me hacen levitar mientras giro como si fuera una bailarina, tomando un kunai en cada mano y lanzando el de mi zurda por encima de las maderas hasta aquél globo que estaba oculto. Finalmente, caí en el borde del círculo, por supuesto en su lado interno, y me alcé con mirada desafiante hacia el más alejado de los globos. Tomé con serenidad la última de las herramientas ninja que me había sido entregada y la arrojé en un movimiento seco; clavándola en el poste detrás del último globo que se desinfla por un corte limpio. *¡Tsk!*

- Bien hecho – sonó la voz de Miyamoto, quien había estado observando desde fuera del área de los postes. - Por favor, espera fuera mientras corrijo la parte teórica.

Tras una leve reverencia, caminé entre los troncos hasta la silla donde había dejado mi abrigo, lo tomé y me dirigí de vuelta a la puerta por la que había entrado alrededor de treinta minutos antes.

Apoyando la espalda en la pared blanca junto a la puerta, esperaba con los ojos cerrados el resultado de mi prueba, sorprendiéndome al descubrir que a cada minuto que pasaba sentía mi estómago cerrarse. Finalmente, el sonido de la puerta me sacó de mi ensoñamiento al abrirse y adopté una postura relajada con las manos tomadas por mi espalda.

- Felicidades, Kuroyuki. Una puntuación casi perfecta – dijo Miyamoto mientras extendía hacia mí la hoja del examen de tal forma que pudiera cogerla y ver la nota.

Una vez estuvo el papel entre mis dedos, mis ojos dieron un repaso rápido para descubrir una puntuación perfecta en casi cada pregunta de la parte teórica, pero algo menor en la práctica anotada en el reverso: en total un nueve sobre diez.

- Y… aquí tienes tu bandana que te identifica como kunoichi de la aldea .- Añadió entonces, sacando la otra mano tras su espalda para hacerme entrega del preciado objeto.- Sé digna de ella y haz que el imperio se enorgullezca de ti.- Concluyó de forma severa mientras la tomaba delicadamente entre mis dedos con una reverencia.

- Arigatou Miyamoto-sensei. Haré mi mejor esfuerzo. - respondí sonriente.

Me di la vuelta para emprender el viaje de vuelta a casa cuando me pareció oir murmurar al Jounin algo como “y no dejes que tus compañeras se aprovechen de tu inociencia….” o algo similar; sin embargo decidí ignorarlo y seguir adelante en mi camino. Escuché cerrarse la puerta a mis espaldas y poco después un ligero temblor se dejó notar por el piso cuando los troncos de pruebas se ocultaron una vez más bajo el suelo.

Finalmente, mi nueva vida como kunoichi iba a empezar…. *Que este mundo se prepare. Pienso hacer mío éste joyero*. Relamí mis labios y dejé que mi auténtica naturaleza se revelara en mis ojos por un momento para volver a colocarme el disfraz de chica inocente.

Si… haría el mundo mío y podría hacer lo que quisiera en él.
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